LAS INTERNAS COLORADAS Y LA GOBERNABILIDAD
Las próximas elecciones internas
partidarias, si es que se celebran, cualquiera sea su resultado en las actuales
circunstancias de crispación que vivimos, traerá aparejada la división del
Partido Colorado y su consecuencia segura:
la ingobernabilidad para el Gobierno.
Por eso, examinemos sus elementos y peligros.
Legitimidad y Gobernabilidad: Al conocido aforismo acuñado por Mao
Tse Tung (Mao Zedong con la nueva grafía china) “el Poder surge del cañón de un
fusil”, habría que añadir que si bien es indudablemente cierto, también lo es
en un sentido limitado, porque además existen otras clases y fuentes de Poder
tanto o más importantes, y la primera es la autoridad derivada de la
legitimidad.
El reconocimiento de la legitimidad
puede basarse en una variedad de situaciones e ideas (como por ej. una
ideología revolucionaria, una ortodoxia religiosa, un linaje real, un liderazgo
carismático espectacular o el estricto cumplimiento de los cánones de la
democracia liberal), pero solo tendrá éxito si se la expresa en términos que
la mayoría de la población, la clase dirigente y los factores de presión puedan
llegar a aceptar por haber llegado al convencimiento de que lo que ha sucedido
está justificado porque es correcto. Y así, en un país como el nuestro,
donde emergimos de una sociedad oprimida por décadas y políticamente
desmovilizada, donde la mayoría de la gente estaba todavía “fuera de combate”,
pudo darse el caso de la toma del poder por una Dirigencia corrupta e inepta
apoyada por “grupos de presión”, mediante la neutralización de la mayoría y el
“adormecimiento” de una gran parte de la población con el concepto de que mejor
era aceptar los hechos consumados para que la “transición democrática” pudiese
continuar su curso.
Pero así como lo expresara uno de los
personajes científicos de la celebrada película “Parque Jurásico” que “la vida
irrumpe incontenible a través de cualquier barrera o condicionamiento con que
se la quiera limitar”, así también la libertad de la democracia se expande y
desarrolla aceleradamente a pesar de controles y presiones, y en poco tiempo
más el Paraguay post-stronista era ya un Estado políticamente sofisticado donde
gran proporción de la población participaba en la vida pública a través de las
elecciones, los grupos comunitarios, los Sindicatos, y como miembros de los
Partidos Políticos, se volvía cada día más impaciente con la necesidad de
reformar el Estado y el desarrollo económico acelerado con equidad, y por tanto
también más exigente y crítica respecto a la “legitimidad”. Porque sin
legitimidad no hay orden ni gobernabilidad
posible.
El Paraguay, como una de las zonas más
atrasadas de la ya atrasada América Latina, se nos presenta saliendo del siglo
XX sin haberse liberado de elementos semi-feudales, sin haber pasado por una
Reforma ni una Revolución liberal burguesa,
pero, sin embargo, con elementos de una civilización moderna injertados en su
existencia arcaica. Obligado, como toda América Latina, a avanzar bajo la
superior presión económica y militar occidental, no pudo pasar por todas las
fases del ciclo “clásico” del progreso Europeo y Norteamericano, debiendo pasar
del extremo del atraso hacia el extremo del progreso como aquellas tribus que
pasan bruscamente de la flecha al fusil, sin recorrer el espacio de tiempo que
separa en el pasado a esas dos armas. Y entonces, su mismo atraso le obliga a avanzar
políticamente, sin tregua, hasta el punto que marca el “nuevo orden
internacional”, esa globalidad que se impone “urbi et orbe” y en la cual
estamos envueltos. Pero como nuestra clase media burguesa es demasiado débil,
es incapaz de sacudirse la carga de los elementos semifeudales (terratenientes,
militares privilegiados, agroexportadores, contrabandistas y “ejecutivos de
frontera” muy ricos, importadores suntuarios etc.), lo cual hace que, en el
otro extremo, una pequeña pero compacta clase obrera que va “in crescendo”,
apoyada por un campesinado cada vez más rebelde y una población marginal
creciente, pueda generar tensiones que conduzcan a una explosión de ingobernabilidad.
León
Trotsky, por medio de la “Ley del
desarrollo combinado” explicó la fuerza de las tensiones dentro de la
estructura social. Sin embargo, trata la estructura
social como un elemento “relativamente constante” de la situación de una
sociedad que no explica por sí mismo los acontecimientos ingobernables de una
revolución. Entonces, si la economía nacional y las relaciones básicas de las
clases sociales pueden ser las mismas, por ej., de los últimos 20 años, ¿qué
explica directamente las erupciones de ingobernabilidad
con desprecio de la Ley
y el Orden que estamos observando en el Paraguay? ¿Puede ser simplemente
efecto de la Democracia? “No” –nos contesta Trotsky– “con democracia formal o
sin ella, la explicación está en los
cambios en la psicología de las masas”: si la estructura de la sociedad es
el factor constante, la actitud y los estados de ánimo de las masas son
el elemento variable que determina el flujo y reflujo de los
acontecimientos, su ritmo y su dirección. El rasgo más indudable de una
revolución o una ingobernabilidad
generalizada es la intervención directa de las masas en los
acontecimientos. “La rebeldía está presente en los nervios de aquellas aún
antes de que aparezca en las calles”. Así, paradójicamente, la causa más
profunda de una ingobernabilidad generalizada que lleva a una explosión social
revolucionaria o a un cambio de las élites gobernantes, no se deriva
automáticamente de la decadencia de un viejo orden, sino cuando bajo el impacto
de alguna catástrofe como el colapso económico y el vacío de Poder, los
hombres comprenden súbitamente su retraso mental respecto de los tiempos y se
disponen a superarlo de inmediato;
entonces se produce la gigantesca erupción de desesperación, esperanza y
actividad. Como lo dijo acertadamente Alexis
de Tocqueville (“La
Democracia en América”):
“soportado con resignación, mientras parece inevitable, una vez que ha
pasado por la mente de los hombres la posibilidad de superarlo, el sufrimiento
se vuelve intolerable”.
Quienquiera observe las continuas
manifestaciones de campesinos desposeídos de tierra y las ocupaciones de
propiedades por gente cada vez más levantisca, organizada, informada, y también
armada, con una conciencia de clase día a día más acentuada, los golpes
guerrilleros del EPP, o la agresividad de los Sindicatos de Trabajadores;
quienquiera analizase la incidencia de ese alto porcentaje de desocupación –confesado por el mismo Gobierno– en la
pobre educación , mala salud, baja productividad y auge de la delincuencia, más
el continuo incremento de la deforestación y el narcotráfico, y comprobase la
intocabilidad de los privilegios como las de la oligarquía agraria
latifundista, la “patria financiera” que casi no paga impuestos, la permanencia
tranquila de ex-Gobernantes y políticos corruptos, amén de la influencia social
y política de “cuasi-delincuentes” de frontera, puede darse cuenta que los
elementos de una situación de ingobernabilidad
generalizada están presentes y aumentando.
La
importancia del Partido Político en la consolidación del Poder, el
mantenimiento del Orden y la
Gobernabilidad : Condición indispensable en la edificación
del Poder del Gobierno es la presencia y
actividad del Partido Político que lo sustenta; porque sin el apoyo
masivo de un Partido, probado y templado en los combates y con una larga
tradición detrás de sí, el Gobierno no podrá librarse del yugo de los intereses
creados y establecer su propio poder político; y la importancia del Partido
Político se eleva aún más después de conquistado el Poder Estatal.
La historia enseña de muchos casos en
que las fuerzas políticas después de conquistar el Poder, no sabían qué hacer
con él, concluyendo de este modo a labrar su propia derrota. Entonces, el
Partido que las apoya es el encargado de pertrecharle con este conocimiento.
Después de la victoria, al Gobierno triunfante se le plantea la tarea de consolidar
el Poder conquistado, y –en nuestro caso paraguayo actual– desplegar una
labor encaminada a la transformación del régimen económico de la sociedad y,
por último, organizar la creación de una nueva economía y de una nueva cultura.
Y sin un Partido férreamente organizado y templado en la lucha, sin un
Partido que goce de la confianza de todo lo que haya de honrado en la
ciudadanía, sin un Partido que sepa pulsar el estado de espíritu de las masas e
influir sobre él, es imposible llevar a cabo esta tarea. Esto significa que
también nuestro Partido Colorado
debe ser transformado, modernizado, remozado y cultivado con nuevas costumbres
que lo hagan distinto a lo que antes era y lo llevaron a la llanura. Y esto
debe ser fruto de un amplio debate sobre el tipo de Partido y de sociedad que
queremos y el quehacer del Partido en esta etapa crítica de la vida nacional,
con la elaboración de un PROYECTO IDEOLÓGICO, un PROGRAMA POLÍTICO para corto,
mediano y largo plazo, y una PROPUESTA DE REORGANIZACIÓN de la estructura
partidaria.
Debemos comprender que ESTÁ CONCLUYENDO UN
TIEMPO y CERRÁNDOSE UN CICLO en la historia de nuestro país y de nuestro
Partido, por el AGOTAMIENTO DE UN MODELO DE GESTIÓN POLÍTICA. Tiempo, ciclo y
modelo que, en el ocaso de sus trayectorias, convocan hoy, por ley ineluctable
de la historia, a una renovación profunda y radical, que permita instaurar UN
TIEMPO NUEVO, UN MODERNO CICLO HISTÓRICO, y UN MODELO DE GESTIÓN POLÍTICA
ORIGINAL. Esto es fundamental porque el Partido es el que debe infundir en
las masas el espíritu de disciplina y de organización para cumplir con las
directrices del Gobierno y servir de “correa de transmisión” para el
mantenimiento de la
Gobernabilidad , la
Ley y el Orden, aglutinando a los diferentes estratos del
pueblo en torno a un objetivo común y cumpliendo la función de fuerza dirigente
y orientadora del mismo. El Partido Político cumple esta función en el sistema
por medio de todo un conjunto de organizaciones estatales y sociales que lo
enlazan con las más extensas masas populares como las Seccionales, Sindicatos,
las Cooperativas, la Juventud ,
las Mujeres, Profesionales, Campesinos, y otras organizaciones sociales. Por
medio de estas organizaciones las capas populares más diversas expresan sus
aspiraciones y su voluntad y el Partido debe apoyarse en ellas para llevar a
cabo sus tareas evitando los brotes de rebeldía y manteniendo la paz y la
seguridad. Porque la
Dirección de un Partido sano, consciente de su destino
histórico, garantiza la solución de todos los problemas nacionales en interés
de todo el pueblo y no sirviendo los intereses particulares o de grupo. De
ahí que todos los intentos de separar la
actividad de tales o cuales órganos del Gobierno o Entes Administrativos
Estatales y Paraestatales de la presencia del Partido, de sustraerlos al
control del mismo, son profundamente nocivos y se oponen a los intereses del
pueblo. El zafarse del Partido conduce a fracasos en el trabajo y al
divorcio respecto de las masas.
Por todo lo apuntado no es raro que el Neoliberalismo
reaccionario antinacionalista descargue sus golpes principales sobre nuestro
Partido Nacional Republicano. Simultáneamente, a fin de minar al Partido por
dentro y desprestigiarlo por fuera, la propaganda Neoliberal se esfuerza por
hacer creer a la opinión pública que se puede prescindir perfectamente de él.
Porque el Neoliberalismo proclama que lo
económico es más importante que lo político: niega en absoluto la necesidad
de toda organización política; afirma que las clases populares no han de
preocuparse de la política y que les basta con un Gobierno de “Tecnócratas”.
Con su negación de la política, el Neoliberalismo subordina de hecho a la clase
trabajadora a la influencia de la clase dominante.
El
papel del Dirigente político en la historia: La activa participación de los
afiliados del Partido en las labores del mismo no reduce sin embargo el
significado de la Dirección ,
el papel de los Dirigentes capaces y en posesión de los necesarios
conocimientos y experiencia. La historia de los Partidos Políticos de los
distintos países demuestra que ellos pueden actuar con éxito cuando cuentan
con grupos estables de Dirigentes expertos, prestigiosos e influyentes.
Estos hombres y mujeres constituyen el núcleo Dirigente del Partido, nombrado
por elección, que organiza prácticamente el cumplimiento de las resoluciones
adoptadas y asegura el mantenimiento y transmisión de la experiencia y las
tradiciones. La unidad de acción de los Dirigentes no significa en absoluto que
no pueda existir diversidad de opiniones, discrepancias en cuestiones concretas
(como ahora sobre los nombramientos en el Gabinete Ministerial y la Dirección de los Entes
Administrativos) porque en caso contrario el Partido dejaría de ser algo vivo y
se convertiría en un organismo muerto.
El Príncipe Bismarck, el “Canciller de Hierro” que unió a los diferentes
Principados y Estados alemanes bajo la hegemonía de Prusia para dar nacimiento
al “Segundo Reich Alemán” decía que la política “es el arte de lo posible y la ciencia de lo provisorio”. Esto
significa que la Dirección
Política exige una gran capacidad y verdadero arte en
la aplicación de la línea; caso contrario, la mejor línea política no
servirá de nada. Por lo tanto, para la Dirección Política
no
es sólo saber sino ser capaz de hacer. ¿Cómo se adquiere esa capacidad,
ese arte?: El mero estudio teórico,
se comprende, no basta. Cada Dirigente únicamente puede dominar el arte de
la dirección política sobre la base de una gran experiencia propia; no hay
escuela capaz de cumplir las veces de la escuela que es la lucha práctica con
todas sus vicisitudes y pruebas, con sus victorias y sus derrotas. ¿Y qué
grandes esferas abarca el arte de la dirección política?: Lo primero de todo, la
capacidad de trabajar entre las masas, porque los afiliados no escucharán
jamás los consejos de los Dirigentes si no coinciden con lo que la experiencia
de la propia vida les enseña. Otra parte importante de la dirección política es
la capacidad para “unir los
esfuerzos propios a los esfuerzos de todos con quienes es posible llegar a la
unidad de acción, sin excluir a los que
mantienen discrepancias en cuestiones de fondo”. El arte de la Dirección Política
comprende también la capacidad para elegir formas de lucha que correspondan a
la situación, y de estar dispuestos a los cambios más rápidos e inesperados de
estas formas. En fin, la ciencia y el arte de la Dirección Política
se manifiestan asimismo en la capacidad para destacar las tareas principales
en el cumplimiento de las cuales han de centrarse los esfuerzos.
El Dirigente Político debe también
tener una fuerte personalidad, no timorata, que le permita no dudar en
defender los intereses de su Partido y su pueblo aunque fuere en la situación
más difícil, arriesgando su posición y persona inclusive, y estar dotado de un buen nivel intelectual y
cultura suficiente como lo demuestran los grandes políticos que registra la
historia, por ejemplo: Winston
Churchill, ganador del premio Pulitzer y el premio Nobel de Literatura; Charles De Gaulle, autor de varios
libros entre los que destaca “Le Fil de la Epée ” un formidable
tratado de la historia militar de Francia desde la batalla de Azincourt en la
Edad Media ; Konrad Adenauer, Willy Brandt, Lenin, Stalin, Trotsky, Juan D. Perón y
muchos más.
Además de un superior razonamiento lógico y
capacidad de análisis, tiene que ser muy intuitivo,
dotado de una gran presciencia (esa
intuición rayana en la adivinación) y lo que los alemanes llaman fingerspitzgefühl (“sensibilidad en la
punta de los dedos”) que describe perfectamente el sentido de la oportunidad y
de la cronometración de los acontecimientos. Por último, ser un gran psicólogo
de masas que le permita conocer a la
gente y verla como realmente es y no
como él quisiera que fuese. Y, por supuesto con un gran idealismo y total
devoción por su causa con total
convencimiento ideológico. Pues el gran Dirigente no lleva tras de sí a las
masas caprichosamente sino que intuye hacia dónde se dirigen y se les pone
delante. NO, NO SE PUEDE PRESCINDIR DEL POLÍTICO DE EXPERIENCIA Y CAPACIDAD que
no son los atributos principales de los actuales contendientes.--
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