REALIDAD DE LA ALIANZA DEL
PACÍFICO
En la IV Cumbre de la Alianza del Pacífico,
constituida en 2011, el Presidente mexicano Felipe Calderón definió abiertamente los objetivos geopolíticos
confrontacionales que perseguía el nuevo agrupamiento: “En América Latina creamos la Alianza del Pacífico entre México,
Colombia, Perú y Chile e invitamos a otros jugadores. La Alianza del Pacífico cuenta con más crecimiento económico,
más exportaciones y más comercio, que la iniciativa del Mercosur”.
Se trataba así de un agrupamiento novedoso, opuesto al esquema de asociación
encabezado por Argentina y Brasil, en el que cuatro países con economías no
demasiado complementarias impulsaban aumentar el comercio y “desideologizar”
las relaciones entre países de la región.
Resulta entendible que este
discurso, pretendidamente pragmático, seduzca al Presidente Macri y a los
Neoliberales paraguayos como Víctor Pavón, ya que resulta casi un calco de su prédica
ideológica y su visión sobre las relaciones internacionales. Sin embargo, más
allá de las declamaciones ¿Qué es la Alianza del Pacífico? ¿Constituye un
modelo de integración regional? ¿Cuáles son sus objetivos y cuáles sus logros?
¿Puede aportar algo al Paraguay y Argentina?
Los cuatro países que integran la
Alianza del Pacífico se caracterizan por un perfil exportador de escaso valor
agregado, y con una estrategia de inserción basada en la apertura comercial
indiscriminada. Mientras
Chile, Perú y Colombia se especializan en la exportación de materias primas,
México se especializa en manufacturas industriales de diverso tipo, mayormente
bajo el régimen de maquila, por medio del cual la agregación de valor doméstico
apenas se limita al ensamblaje de productos finales, por lo relativamente
barato de su mano de obra.
Salario Mínimo y Neoliberalismo
La falta notada en el Índice de Desarrollo Humano y de Políticas Sociales
resulta en una gran asimetría en la distribución de ingresos. Como ejemplo
tenemos un estudio hecho por el Economista de la Universidad de Buenos Aires Pablo Wahren, para quien "no es
casual" que los dos países "donde se registra el menor cumplimiento
del Salario Mínimo sean Colombia y Perú, y que el país con el menor
salario mínimo sea México".
Según explicó a RT NOTICIAS, "hay un factor común en estos países que es
la continuidad de las Políticas Neoliberales
que predominaron en toda América Latina durante la década de
los '90".
Wahren analizó que "la continuidad con el Neoliberalismo" en los
países mencionados se puede "observar con claridad en los acuerdos
regionales que conforman, tales como la Alianza para el Pacífico y el Acuerdo
Transpacífico con Estados Unidos". El economista planteó que "para el
Neoliberalismo el mercado del trabajo debe ser flexible y en ese sentido el
Salario Mínimo y los Derechos Laborales constituyen trabas para el libre
funcionamiento del Mercado". Desde esta concepción, un mercado sin
regulación permitiría a los Empresarios más "libertad" para contratar
gente y generar empleo.
"Sin embargo, lo que se observa es
que este modelo perpetúa la desigualdad de los ingresos", dando lugar a
"trabajadores pobres que no alcanzan siquiera el bajo salario mínimo
establecido, mientras que una élite nacional y extranjera goza de los
beneficios de pagar menores costos", añadió Wahren.
Sin perfiles económicos demasiado
complementarios, ni planes de desarrollo conjuntos, no sorprende que, en
materia comercial, la Alianza no haya producido demasiados resultados. Si
observamos el comercio entre los países del bloque veremos que no fue más
dinámico que el que estos países tienen con el mundo en su conjunto. Si en
2011 (año en que se puso en vigor la Alianza) el 4,8 por ciento de las
exportaciones de México, Perú, Chile y Colombia se explicó por el comercio
intrabloque; en 2015, la cifra se había reducido al 4,7 por ciento.
Encontramos en cambio, muchos más
rasgos comunes entre los países de la Alianza si observamos su estrategia de
inserción económica global. Todos ellos intentaron suscribir acuerdos de libre
comercio con los Estados Unidos, y sólo la falta de voluntad del Congreso Estadounidense
evitó que Perú y Colombia se encuentren en la misma situación que Chile y
México en esta materia. Asimismo, Chile, México y Perú son firmantes del Acuerdo Transpacífico y Colombia ha
expresado su voluntad de integrarlo.
Como vemos, si bien la Alianza no
muestra resultados en materia de integración comercial entre sus socios, es
cierto que propone un modelo de inserción global. Vale entonces preguntarse si
este modelo tiene elementos positivos para la estrategia Paraguaya y Argentina
en la materia.
Un caso que resulta interesante para
evaluar es el Mexicano, país que, junto a Brasil y Argentina, cuenta con una
trayectoria industrial de significancia mayor a la de otros de la región. El
caso Mexicano deja a la vista varias cuestiones. Desde la entrada en vigencia
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, suscripto con
Estados Unidos y Canadá en 1994) el país fue bastante dinámico en términos de
exportaciones. Sin embargo, su PIB creció a tasas sensiblemente menores a los
de otros países Latinoamericanos. La parte de la economía que no exporta no
vivió ningún efecto contagio respecto de los sectores exportadores, que operan
como si estuvieran aislados del resto del tejido productivo.
En paralelo, diversos eslabones de
las cadenas productivas Mexicanas desaparecieron, invadidos por productos Norteamericanos.
Un ejemplo claro es el Sector Agropecuario, donde México tenía un leve
superávit a mediados de los ‘90 y hoy es deficitario, con la consecuente crisis para las
economías rurales y sus consecuencias sobre la población local (es un dato
llamativo que las regiones mexicanas más castigadas por este fenómeno sean
donde el narcotráfico más se ha desarrollado). Por otra parte, el caso Mexicano
ilustra que la canasta exportable de un país no significa mucho en sí misma, y
que es clave la función que cumple el país en el proceso productivo. México se
limita a ofrecer mano de obra barata para los eslabones de ensamblaje, que
requieren relativamente bajas capacidades, y cuya participación en funciones
intensivas en conocimiento como investigación y desarrollo, diseño, marketing,
know-how manufactureros complejos o comercialización es escasa. Ello explica
que al pobre desempeño económico mexicano desde la entrada en vigencia del
TLCAN, se sumen también escasos logros sociales: hoy el salario mínimo real es en México 4 por ciento inferior
al del año 2000 (cuando en países como Argentina o Brasil es cerca del
doble) con el 53 por ciento de la población debajo de la línea de pobreza
(cuando en 2003-2007 promedió el 46 por ciento). Los Gobiernos Mexicanos –que
desde los ‘80 han abrazado la idea Neoliberal de que el Estado debe intervenir
poco en la economía– han sido responsables de la decisión de que el país sea
una plataforma de exportación en base a salarios bajos, en lugar de aprovechar
un enorme mercado interno (por la vía de mejoras en el poder adquisitivo de la
población) para potenciar las capacidades productivas en el conjunto del
territorio. A su vez, la adhesión al TLCAN redujo el grado de autonomía para la
ejecución de la política económica, por ejemplo al limitar el uso de mecanismos
de Administración del comercio o al haber sellado numerosos compromisos
regulatorios en favor de las Multinacionales extranjeras, sin que éstas se vean
obligadas a hacer mayores contraprestaciones al resto del aparato productivo
mexicano. Esta situación podría potenciarse de entrar en vigencia el Acuerdo
Transpacífico, que prevé numerosos mecanismos de arbitrajes para “protección de
las inversiones”, similares a los que conocemos en Argentina por la jurisdicción
del CIADI y cuyos costos aún hoy se están pagando. Por otro lado, el acuerdo
incrementa la protección en materia de patentes, dificultando los desarrollos
tecnológicos autónomos en los países más débiles.
En estas condiciones, no parece
haber ningún elemento relevante que permita compartir el entusiasmo mostrado
por el Gobierno Argentino y los Neoliberales Paraguayos en estrechar
vínculos con la Alianza del Pacífico.
Si los ambiciosos objetivos declamados por los Gobiernos progresistas de la
región quedaron en gran parte irrealizados, la colaboración entre Estados, el
desarrollo de instrumentos financieros e infraestructura a nivel continental,
por utópicos que parezcan en la actual coyuntura, mantienen carácter
estratégico para nuestras naciones. La
renuncia al indispensable objetivo de integración y complementación productiva
con las economías de la región para dar paso a un proceso de apertura
indiscriminada con las grandes potencias globales es un augurio preocupante
para un país que pretende alcanzar una etapa de desarrollo.
FUENTES:
*Martín Schapiro: Abogado, Master en
Derecho Administrativo (UBA) y Analista Internacional.
**Daniel
Schteingart: Magister en Sociología Económica (Idaes-Unsam) y miembro de
SIDBaires.
***Pablo Wahren: Economista
de la Universidad de Baires.
****Publicaciones
de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de La Plata.
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