BADER RACHID Y HORACIO CARTES.
“TEORÍA DE POSIBILIDADES POLÍTICAS”.
Introducción.
Bader Rachid Lichi ha cruzado el Rubicón. Ha decidido dar la batalla por la Presidencia del
Partido Colorado en las elecciones de 2015. Y esto conlleva el esfuerzo
titánico por la modernización del Partido, su rearme moral y su dinámico
funcionalismo para cumplir las tareas que le impone esta nueva etapa histórica
abierta a su destino. Es que Bader al
parecer ha comprendido que HA CONCLUÍDO UN TIEMPO Y CERRÁDOSE UN CICLO en la
historia de nuestro país y de nuestro Partido, por el AGOTAMIENTO DE UN MODELO
DE GESTIÓN POLÍTICA. Tiempo, ciclo y modelo que, en el ocaso de sus
trayectorias, convocan hoy, por ley ineluctable de la historia, a una
renovación profunda y radical, que permita instaurar UN TIEMPO NUEVO, UN
MODERNO CICLO HISTÓRICO, y UN MODELO DE GESTIÓN POLÍTICA ORIGINAL; para lo cual
es necesaria la elaboración de un PROYECTO IDEOLÓGICO, un PROGRAMA POLÍTICO
para corto, mediano y largo plazo, y UNA PROPUESTA DE REORGANIZACIÓN de la
estructura partidaria. Y esto debe ser fruto de un amplio debate sobre el tipo
de Partido y de sociedad que queremos y el quehacer del Partido en esta etapa crítica
de la vida nacional y partidaria.
Nosotros pensamos que Bader Rachid puede llevar adelante este
esfuerzo ciclópeo porque tiene un atributo especial que ha permitido a otros
espíritus trascender un callejón sin salida en tantas crisis de la historia: la capacidad para contemplar un
abismo con la indiferencia de un científico por una parte, y por la otra como
un desafío a superar o en cuyo intento de superación hay que perecer. Y con su proverbial dinamismo ya ha
puesto en marcha algo que se parece a una cruzada cuyo caudillo (Bader)
pareciera escuchar a Don Miguel de
Unamuno, en “El Sepulcro de Don
Quijote”, de su “Vida de Don Quijote y Sancho”:
“Me preguntas, mi buen amigo, si sé la manera de
desencadenar un delirio, un vértigo, una locura cualquiera sobre estas pobres
muchedumbres ordenadas y tranquilas que nacen, comen, duermen, se reproducen y
mueren”.
“¿Qué locura colectiva, qué
delirio podríamos imbuir en estas pobres muchedumbres? Pues bien sí; creo que
se puede intentar la santa cruzada de ir a rescatar ‘el sepulcro de Don Quijote’
del poder de los bachilleres, curas, barberos, Duques y Canónigos que lo tienen
ocupado. Creo que se puede intentar la Santa
Cruzada de ir a rescatar el sepulcro del ‘Caballero de la
Locura’ del poder
de los hidalgos de la razón”.
“¡En marcha pues! Y echa del
sagrado escuadrón a todos los que empiecen a estudiar el paso que habrá de
llevarse en la marcha, su compás y su ritmo”. Esos que tratarían de
convertir el escuadrón de marcha en cuadrilla de baile… Esos no van al sepulcro
sino por curiosidad y por divertirse en el camino. ¡Fuera con ellos! Esos son
los que con su indulgencia de bohemios contribuyen a mantener la cobardía y la
mentira y las miserias todas que nos anonadan… Son incapaces de casarse con
una grande y pura idea y criar familia de ella; no hacen sino amontonarse
con las ideas. Las toman por queridas, menos aún, tal vez de compañeras de una
noche. ¡Que se vayan al diablo!”.
“Echa del escuadrón a todos los
danzantes. Échalos antes de que se te vayan por un plato de lentejas. Son
filósofos cínicos, indulgentes, buenos muchachos; de los que todo lo comprenden
y todo lo perdonan. Y el que todo lo comprende no comprende nada, y el que todo
lo perdona nada perdona. No tienen escrúpulos en venderse. Como viven en dos
mundos, pueden guardar su libertad en el otro y esclavizarse en éste. Son a la
vez Estetas y Perezistas o Lopezistas o Rodriguistas. Son de la baja vida
humana, de la vida de tierra. Los danzantes no bailan sino por hambre de carne
o por amor de carne también. Échalos de tu escuadrón…”
“Te consume, mi pobre amigo, una
fiebre incesante, una sed de océanos insondables y sin riberas, un hambre de
universos y la morriña de la eternidad. Sufres de la razón. Ponte en marcha,
solo. Todos los demás solitarios irán a tu lado, aunque no los veas. Cada cual
creerá ir solo, pero formaréis batallón sagrado: el batallón de la santa e interminable Cruzada”.
Es por eso que lo que a
continuación queremos desarrollar es la teoría
de posibilidades que se le abren para el futuro a Bader Rachid Lichi y, por
ende, al Presidente Cartes, en el Partido Nacional Republicano y la política
nacional, y el accionar que correspondería aplicar, para sobre esa base
realizar la prospección del “Nuevo
Rumbo” de la transición democrática paraguaya.
I
Perturbaciones políticas.
No es sorprendente que una transición tan plena de
conflictos suspire con nostalgia por la época en que la actividad política
llevaba consigo problemas menos drásticos en sus consecuencias, en que las
“guerras” entre facciones eran limitadas y la catástrofe casi inconcebible.
Tampoco es extraño que en éstas circunstancias actuales el logro de la paz
partidaria y nacional se convierta en la mayor preocupación, ni que llegue a
pensarse que la sola necesidad de la paz y la normalidad constituya el ímpetu
de su búsqueda.
Siempre que el orden político,
tanto nacional como internacional, ha reconocido que ciertos principios no se
pueden violar, ni siquiera en aras de la paz, la ley, el orden, o la normalidad
y el progreso, la estabilidad basada en un equilibrio de fuerzas políticas ha
sido por lo menos concebible. Y, así pues, la estabilidad suele ser el
resultado de una legitimidad generalmente
aceptada. Pero esa legitimidad, tal como aquí la exponemos, no debe confundirse
con la justicia; porque no significa más que un acuerdo acerca de la naturaleza
de los arreglos funcionales y acerca de los objetivos y métodos aceptables de
la política y sus líderes. Pero si no se es capaz de llegar a ese acuerdo que
signifique la legitimidad, el sistema político-institucional estará a merced
del miembro más feroz de la comunidad.
Y siempre, también, que exista
un Líder, Partido o Movimiento político que considere opresivo el orden
existente o la forma de su legitimación, sus relaciones con los otros sectores
serán “perturbadoras”. En tales
casos, no será el arreglo de las diferencias dentro del sistema sino el sistema
mismo el que se pondrá en tela de juicio. Los arreglos son posibles, pero los
mismos se concebirán como maniobras tácticas para consolidar posiciones con
miras al enfrentamiento inevitable. Porque el rasgo definitivo de un Partido,
Movimiento o Líder “perturbador” es que nada
puede tranquilizarlo. Solamente la seguridad absoluta, o sea la
neutralización total del oponente, se considera una garantía suficiente, y por
lo tanto el deseo de una corriente política de contar con una seguridad
absoluta significa la inseguridad absoluta para todas las demás.
La Democracia, que es,
entre otras cosas, el arte de restringir el ejercicio del poder, no puede
funcionar en tal ambiente. Es un error suponer que la democracia puede siempre
arreglar las disputas cuando hay “buena fe” y “deseos de llegar a un acuerdo”. En un orden democrático débil –como
lo es todo período de transición– cada uno de los oponentes piensa que el otro
carece precisamente de esas cualidades. Los Dirigentes pueden seguirse
reuniendo, pero ya no pueden persuadir, porque han cesado de hablar el mismo
idioma. Las posiciones se radicalizan y las posturas se vuelven inconciliables.
Entonces las reuniones políticas “para buscar consenso” se convierten en
escenarios teatrales complicados donde se trata de aliar a los no comprometidos
con uno de los bandos en pugna.
Está en la esencia de un Líder o
Movimiento “perturbador” que posea el valor de sus convicciones, y que esté
dispuesto –en realidad ansioso– a llevar sus principios hasta sus últimas
consecuencias. Por lo tanto, independientemente de otros logros que pueda
realizar, un Movimiento político de esa índole tiende a minar, si no la
legitimidad del orden constitucional, por lo menos la restricción con que el
mismo opera. La característica de un orden estable y normal es su
espontaneidad; la esencia de un Movimiento o Líder perturbador es su
decisión; y el “apaciguamiento”, cuando no es una estratagema para ganar
tiempo, es el resultado de una incapacidad
para enfrentarse a una política de objetivos ilimitados.
II
El desplazamiento de las
placas tectónicas no es súbito.
Así como la geología nos enseña
que el desplazamiento de las placas continentales es constante pero lenta hasta
que en cierto momento eclosionan, así también no es dable esperar que un
Gobierno legítimo, con todos los ribetes constitucionales, pueda ser desplazado
súbitamente y menos aún violentamente por decisión de los “Poderes Fácticos
Internacionales” o estallido interno. La potencia dominante (EE.UU.) no está
dispuesta a hacer de “policía del mundo” en cuanto conflicto pequeño se suscite
en cualquier rincón del planeta a menos que peligre sus intereses vitales
(llámese petróleo, energía nuclear, narcotráfico, etc.) o se rompa abierta y
violentamente con las formas “democráticas” tan caras al ethos americano y al
“Nuevo Orden Mundial”. Además se
considera que los cambios radicales de Gobiernos y políticas destruyen toda
base aceptable para un desarrollo sostenible. Las potencias del Centro creen que ningún país puede tener éxito
económico ni institucional si de súbito modifica su estrategia básica y sobre
todo si esa modificación se hace en dirección substancialmente diferente como
lo es el derrocamiento de un Gobierno nuevo y electo con todas las normas de la Ley.
Nuestra Oposición puede crear un consenso amplio,
quizá el más amplio posible (como pasó para la destitución de Lugo), pero sus
componentes –Liberales, Izquierdistas, Sindicalistas y etcéteras– unidos por lo
que les disgusta, pueden divergir grandemente en cuanto a lo que deba
reemplazarlo y eso influye en el curso de acción y la solidez de la alianza. Por otra parte, es evidente que la
“Izquierda” y los Sindicatos (de Empleados, Obreros y Campesinos) no podrán
organizar el país por la fuerza. Pero la alternativa no es tan clara. Estaba,
desde hace tiempo, fuera de duda que en el Paraguay –¡todavía en transición!–
había (y hay) nuevas fuerzas sueltas que clamaban por la participación popular
en el Gobierno; pero parecía igualmente evidente que estas fuerzas serían
responsables de disturbios y autoritarismos. Los Liberales siempre han sido contrarios a la Izquierda, revolucionaria o no; y sin embargo,
para el 2008, llamaron precisamente a los representantes de esta corriente
“para afirmar la democracia”. En estas circunstancias lo que sorprende es lo
imperfecto del arreglo que surgió, su insensatez y lo reaccionario del acuerdo.
Y todo eso minó su credibilidad, y ni qué decir su fuerza, tanto entre las
masas populares como en el concierto internacional.
III
Manipulación
de factores versus enfrentamiento de voluntades.
De lo apuntado en los ítems anteriores, se puede
colegir que todo político que pretenda ser un rival de fuste ante la Oposición
–y en el plano partidario ante el Pte.
Cartes– debe poseer un estilo que se adapte mejor a la manipulación de
factores que se tratan como dados antes que a un enfrentamiento de voluntades;
mejor al logro mediante la proporción que mediante la escala, porque, como
decía Clemens Von Metternich –el
real vencedor de Napoleón– “La
individualización de una idea conduce a conclusiones peligrosas, como si un
individuo pudiese ser una causa; ésta es una concepción errónea, porque cuando
se aplica es un indicio de que no existe una causa sino sólo en apariencia” (Memorias; p. 186, Vol. VIII). Esto
quiere decir que a un “Líder perturbador” se lo debe combatir en forma anónima, por lo que es y está
detrás, no por lo que dice y hace. Porque un “Líder perturbador” es la
afirmación de la voluntad y el poder, pero la esencia de la democracia es la
proporción, su expresión es la ley, y su mecanismo un equilibrio. Por estas
razones un Estadista Conservador es un realista supremo y sus oponentes
perturbadores o revolucionarios los “visionarios”. Y en el caso que nos ocupa,
el “genio” de los Líderes perturbadores pareciera ser más instrumental que
creador, sobresale en la manipulación, no en la construcción, lo cual puede facilitar
la tarea del político Conservador que mira a largo plazo y que sabe que la
construcción del Poder en equilibrio democrático depende de la paciente reunión
de fuerzas y la decisión de utilizarlas en el momento oportuno. Cosa que no se
nota en la Oposición
ni en cierto “Cartismo” actual,
donde solo existe una conspiración de
mediocridades unidas por el terror a toda acción decisiva contra alguien
que les produce ese terror… pues la
esencia de la mediocridad se encuentra en que prefiere la ventaja tangible a
la ganancia intangible de posición (como por ej. Luis Castiglioni y “Tito”
Saguier, cada cual por su lado).
IV
No confundir la falta de
provocación con la impotencia.
No hay que olvidar que la
conquista del Poder en un equilibrio democrático es el más difícil de lograr
entre todos, particularmente en un período inestable de transición que surge a
una Dictadura prolongada. Engañados por el recuerdo de la estabilidad anterior,
los políticos tienden a buscar la seguridad en la inacción y a confundir la
impotencia con la falta de provocación. Por eso en estos momentos debe
apaciguarse al Líder avasallador, exitoso (Cartes),
mediante la razón y quizá mediante la colaboración; en suma, mediante políticas que no puedan parecerle amenazas a su
proyecto ni menos destructivas de su liderazgo, sin olvidar, sin embargo, que
los políticos aislados solo existen como abstracciones pues en la sociedad de
los políticos cada uno de ellos tiene intereses que lo conectan con los otros.
Los grandes axiomas de la Ciencia Política derivan del
reconocimiento de los intereses verdaderos de todos los políticos; la garantía
de la existencia en la arena política debe encontrarse en los intereses
generales, mientras que los intereses
particulares –cuya protección se considera “sabiduría política” por parte de
los inseguros y miopes (Lugo recién
está empezando a comprenderlo)– sólo tienen una importancia secundaria. La
historia política contemporánea demuestra la aplicación del principio de
solidaridad y equilibrio y de los esfuerzos unificados de los grandes políticos
contra la supremacía de un Sistema o un Líder autoritario, para obligar al restablecimiento
del derecho común… ¿Qué queda
entonces de la política egoísta, de la política de la fantasía y de la ganancia
miserable que están implementando algunos dirigentes “Colorados Cartistas” (Lilian,
Velázquez y compañía) y de la Oposición Liberal-Izquierdista?
La política debe planearse sobre la base de las capacidades del otro
bando y no meramente de sus intenciones; porque todo arreglo político
representa una etapa en un proceso por virtud del cual un Dirigente concilia su
visión de sí mismo y de su Movimiento con la visión que de ellos tengan otros
Dirigentes y Movimientos. Ante sí mismo, un Movimiento político aparece como
expresión de justicia, y esto se aproxima más a la verdad entre más espontáneo
sea su patrón de obligaciones sociales, porque el liderazgo político en función de Gobierno funciona eficazmente
sólo cuando la mayoría de los ciudadanos obedece voluntariamente, y sólo lo
hará en la medida que considere justas las exigencias de sus gobernantes y
satisfechas sus aspiraciones sociales.
En efecto, un Gobierno con
orden, desarrollo económico, solución o al menos mitigación de los problemas
sociales y respeto internacional, es la clave de la consolidación del Poder del
“Coloradismo Cartista”: es así, y
solo así que Cartes tendría la
posibilidad de alcanzar su pretensión peculiar de legitimidad, la del gobierno
carismático. Porque ahora el Nuevo Orden Internacional ya no puede aceptar un
orden interno basado en estructuras interiores incompatibles con el
ordenamiento mundial.
Pero volviendo a la Izquierda
Bolivariana –apuntalada por la mayoría de los Gobiernos Sudamericanos– su
Líder: Fernando Lugo, es ahora el Lugo destituido y burlado del 22 de
Junio de 2012, y el recuerdo de ello debe limitar su pretensión de Poder. Su
ingreso al Senado, hoy, antes que el carácter de un triunfo tiene el de una
protesta producida por la coalición contestataria y perturbadora típica de
todos los descontentos. En ausencia de un Líder nacional carismático y
contestatario, Lugo, que quiere ser el hombre de voluntad, puede convertir
a su “Frente Guasú” en un símbolo,
un principio para luchar contra el odiado relegamiento social y “los corruptos”, un término muy abarcativo y
generalizante. Lugo ha probado, con
su triunfo en el 2008 y sus últimas apariciones en escena, que aunque los
hombres pueden conquistar las ideas, éstas duran más que los hombres. El
descontento reclama lo suyo y la “Izquierda”
solo puede “legitimarse” basando su discurso y accionar en un extremismo popular “Jacobino” y
presionando para “ablandar” cualquier ajuste estructural y económico que
conlleve duros sacrificios. También en el Partido
Colorado puede surgir lo mismo. Es la cuadratura del círculo. Y si el Presidente Cartes y su equipo de “Técnicos”
y Empresarios esperaban lograr que un Partido
Colorado reconquistador reconociera los límites del Poder, sin embargo un Coloradismo que se fundamente a sí mismo en
la rebelión interna y el descontento de las masas, puede llegar a ser, en el
mediano plazo, un factor no aceptable en la balanza de equilibrio.
V
Bader Rachid puede ser el
Príncipe Metternich.
Y esta afirmación no es un deseo de congraciarse ni
una exageración. Simplemente surge de la observación de ciertas cualidades y
otras características personales y de actuación pública. Cuando el destino de
los pueblos –ya sea de un Partido Político, de un Estado o de un Imperio– está
en juego, las convicciones de sus estadistas son el medio de supervivencia. Y
el éxito depende de la correspondencia de estas convicciones con los
requerimientos especiales del Partido o del Estado. Y el Conservador Metternich frente al perturbador
revolucionario Napoleón muestra unos
rasgos que deberían contemplar, si quieren observar agudamente el horizonte,
los políticos emergentes o a emerger para un liderazgo en el futuro próximo.
Metternich se describía a sí mismo como un “Estadista-Filósofo”
pero sumamente realista: “Soy un hombre de prosa, no de poesía.
Mi punto de partida es la quieta contemplación de los asuntos de este mundo… En el mundo social debemos actuar a
sangre fría, con base en la observación y sin odios o prejuicios… Yo nací para hacer historia, no para
escribir novelas, y si adivino correctamente es porque sé. La
invención es enemiga de la historia, que solo sabe de descubrimientos; y sólo puede descubrirse lo que
existe”(Memorias: p. 184, Vol. VIII). Era la descripción del Gobernante
ideal por encima del plano donde gobiernan los sentimientos personales: frío, sereno, superior. La del Estadista
era la ciencia de los intereses de los Estados sujeta a leyes análogas a
las leyes del mundo físico y el
Estadista era un filósofo que entendía estas máximas, solo responsable ante
su conciencia y la historia.
“Metternich prefería la maniobra sutil al ataque frontal, mientras
que su racionalismo le hacía confundir a veces un manifiesto bien redactado con
una acción ya lograda” (Wilhelm Oncken: “Austria y Prusia en la
guerra”, p. 88, Vol. II). Napoleón y sus demás enemigos decían de
él que confundía la política con la intriga; y el enviado del Elector de
Hanover en Viena escribió el análisis siguiente de los métodos diplomáticos y
de poder de Metternich: “Dotado de una gran opinión de la
superioridad de la habilidad adora la finura en política y la considera
esencial. Dado que no tiene fuerzas suficientes para movilizar los recursos de
su país (nosotros diríamos de Bader:
“de su Partido”), trata de sustituir con astucia la fuerza y el carácter…” Y su ayudante más cercano: “No
es un hombre de pasiones fuertes ni de medidas audaces; no es un genio, sino
un gran talento; frío, tranquilo, imperturbable y calculador par excelence”. Y como remata Henry Kissinger: “doctrinario… sutil… realista y cauteloso;
frío practicante del arte del estadista.
Su cualidad característica era el tacto,
la sensibilidad a lo imperceptible.
Tal hombre podía haber dominado en el siglo XVIII, pero era formidable en
cualquier época… Un gran táctico; maestro de la batalla planteada
cuando el marco de referencia estaba dado o los objetivos se imponían desde
afuera” (“A World Restored: The
Politics of Conservatism in a Revolutionary Age”; p. 24. Tesis Doctoral
en Harvard).
Tal era el Estadista que
enfrentó y derrotó finalmente a Napoleón
Bonaparte, el hombre de voluntad, el caudillo perturbador del equilibrio de
un mundo que buscaba restaurarlo; el que luego de una serie ininterrumpida de
triunfos rimbombantes cayó víctima del Orden Internacional concertado y de sus
propios errores productos de su ego superlativo. Este Napoleón que más allá del entusiasmo y admiración que suscita su
saga, visto en perspectiva crítica y fríamente racional fue descripto por León
Bloy como “un imbécil de genio”.
VI
Conclusiones
generales.
1) En
esta situación que hemos descripto, Bader debe adoptar una política de
aplazamiento mientras continúa organizando y haciendo crecer su influencia y su
popularidad entre las Bases del Partido, amén de procurar ocupar espacios de Poder.
Debe tener presente lo que ese maestro de la conquista del Poder escribió sobre
el político austríaco Karl Lüeger: “En
su actividad política, Lüeger concedía la mayor importancia a conquistar a aquellas clases cuya existencia amenazada (en
nuestro caso los Colorados de Base y Presidentes de Seccionales) tendía a
estimular más bien que paralizar la voluntad de lucha de las mismas. Al mismo
tiempo le preocupaba proveerse de
cuantos instrumentos de autoridad tenía a su disposición y de poner de su
parte las poderosas instituciones
existentes para obtener de estas fuentes
tradicionales de poder las mayores ventajas posibles para su propio
Movimiento” (Adolph Hitler: “Mi
Lucha”; p. 39).
De esta forma Bader podrá explotar la única arma de
negociación poderosa: el hecho de
que el Gobierno y las Bases Seccionales –más aún si chocan– requerirán su
aquiescencia para volver “legítimas” sus pretensiones. Para eso debe estar
decidido a separar la cuestión “Bases
Seccionales” de la de los “Técnicos”
y “Parlamentarios colaboracionistas”, y
ambas del Ejecutivo, para poder derrotar a sus oponentes, que
surjan, en detalle. Debe estar decidido también a utilizar la impaciencia de
sus oponentes por lograr un arreglo, para hacerles dar un paso precipitado que
lo provea (a Bader) de una base
moral para la acción. En consecuencia, debe asumir lo que suele llamarse la
posición más fuerte: la defensiva, que es la expresión de la
ética de un político de statu quo.
Como decía nuestro modelo Metternich: “Me
refugio tras el tiempo y hago de la paciencia mi arma”.
2) Mientras
tanto, debe seguir cooperando activamente con el Presidente Cartes, tal como lo hiciera el Príncipe Metternich con Napoleón,
según lo glosa muy bien Henry Kissinger:
“Cooperar sin perder la propia alma, ayudar sin sacrificar la propia
identidad, trabajar por la
liberación socapa de esclavitud y bajo un silencio obligado, ¿cabe más dura prueba de fortaleza moral?” (“A World Restored”; p. 19).
3) Bader debe tener en
cuenta que un Líder, Movimiento, Partido o Gobierno que se convierta en foco de
irritación permanente no puede durar (tenemos el ejemplo de Lugo y de Cubas-Oviedo). Paradójicamente, la destrucción final de la
estructura “perturbadora” existente (entiéndase
una posible nueva coalición Izquierdista-Liberal
y el incipiente pero subyacente y merodeador –en el Cartismo– de “Técnicos” y
Empresarios Neoliberales) debe
aumentar la confianza de Bader en el
triunfo final, porque ya desde ahora es evidente la desproporción existente
entre la base material de la
Oposición y los neoliberales del “Cartismo” con
su base moral (es decir la “idea-fuerza”
que los empuja y sostiene). Cuando
las posiciones intermedias hayan sido eliminadas, el tiempo de los éxitos
ilimitados obtenidos con medios limitados merced a la “oposición y cuestionamiento al sistema” del PLRA y la Izquierda,
así como el entusiasmo por las grandes promesas electorales del Gobierno, habrá terminado. De allí en
adelante el éxito dependerá de la fuerza
electoral nacional resultante del cumplimiento de aquellas promesas o la
credibilidad de los cuestionamientos, cosa muy difícil. Entonces, el Factor de Poder (la Oposición
con sus movilizaciones, huelgas y
obstrucciones parlamentarias con amenazas de “Juicio Político”; y el Gobierno con imposiciones, “premios” y presiones políticas y económicas) al no poder establecer un principio de
obligación para conservar sus conquistas,
encontrará minado su Poder por la necesidad constante de aplicar la fuerza.
4) Por tanto Bader deberá
seguir “cabalgando al costado” y ganando posiciones de Poder tanto
en el Gobierno del Estado como entre los mandos medios y las bases del Partido. Pero no debe cometer los errores de Luis Castiglioni (por ejemplo) cuya
naturaleza lo llevaba (y lo sigue llevando) a seguir una política de ventajas
pequeñas buscando en la vacilación un sustituto de la acción.
Pero tampoco dejarse influir por los acontecimientos –v.g. el actual conflicto
en el Partido por los nombramientos de “Técnicos” antes que “Políticos”– porque
un político que solo “espera los sucesos” tenderá a buscar remedio a una
decisión que se reconoce como errónea adoptando su extremo opuesto, sin
considerar la posibilidad de soluciones intermedias.
5) En suma, Bader Rachid
Lichi, que ahora se halla en el súmmum de su prestigio político y personal,
debe también resistir la tentación de “desarme
político” y unión total con el
Gobierno (a no ser que Cartes rectifique
totalmente rumbos), y aprovechar ese
prestigio para fortalecer aún más la cohesión interna de su corriente
partidaria, y seguir ganando puntos ante la opinión pública. “La Opinión Pública –ya escribía Metternich en 1808– es
una de las armas más poderosas, que
penetra como la religión a los rincones más escondidos donde las medidas administrativas
pierden su influencia; el desprecio
a la opinión pública es como el desprecio a los principios morales… La
Opinión Pública requiere un culto propio… La posteridad encontrará difícil
creer que nosotros consideramos el silencio como un arma efectiva en éste que
es el siglo de las palabras” (Heinrich Von Srbik: “Metternich, el
Estadista y el Hombre”; Vol. I, p.
129).
6) Finalmente, nuestro ex-Presidente de la Junta de Gobierno del
Partido Colorado y ex-Senador debe saber (y sabemos que lo sabe) que llegará el
día, en que gracias a la sabiduría de sus pasos, él y sus amigos desempeñarán
el papel principal en un Paraguay y una Latinoamérica de anarquía universal; presenciaremos uno de esos momentos
que siguen siempre a las grandes usurpaciones. Nadie puede predecir la fecha,
pero nada la demorará más que la actitud de un solo individuo (Cartes) si no toma alguna medida para impedir el caos antes
de ser inevitable. La fuerza de la
oportunidad y de las promesas electorales puede conquistar un Estado y su
Gobierno, pero no puede legitimarse a sí misma. Corresponderá a Políticos-Estadistas
como Bader Rachid y sus amigos la
conservación de su integridad como depositarios de todo lo que queda de los
antiguos principios, de las formas
democráticas aceptadas y del equilibrio en orden; y con el curso del tiempo esto les hará ganar, inevitablemente,
aliados poderosos.-
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