Recuperan una "caperucita roja", vehículo de tortura de dictadura paraguaya
| |
Asunción, 23 abr (EFE).- Una de las seis "caperucitas rojas", como eran conocidos los vehículos de ese color usados por la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) en Paraguay para trasladar a presos políticos, llegó hoy al Museo de las Memorias en Asunción, donde permanecerá como símbolo de los abusos del régimen.
La recuperación fue fruto del trabajo del activista paraguayo de derechos humanos Martín Almada, quien viajó en uno de ellos antes de ser sometido a torturas. El vehículo, una de las camionetas "Chevrolet Custom 10" donde comenzaba el calvario de las víctimas, se encontraba en un deposito de la Fiscalía en el municipio de San Lorenzo, a unos 15 kilómetros de Asunción. Desde allí fue llevado por una grúa hasta el Museo de las Memorias, en la capital, donde permanecerá junto al resto de documentos que recuerdan ese periodo. El propio Almada supervisó desde otro automóvil el trayecto de la camioneta, desvencijada y castigada por los años, pero conservando todavía el rojo que anunciaba su tenebrosa presencia durante el tiempo en que Stroessner gobernó a base de tortura y represión. A las puertas del Museo, Almada se refirió a ella como uno de los "iconos del régimen de terror de Stroessner", de cuya caída, mediante un golpe de Estado, se cumple este año el 25 aniversario. "Eran centros de tortura ambulantes. La gente las veía y el miedo de apoderaba de ellas. Una vez dentro comenzaban los golpes, el ablandamiento de los detenidos", declaró Almada a Efe. Almada, que fue uno de los inquilinos de las "caperucitas" como antesala de la sesión de torturas a la que fue sometido en la década de los setenta, fue también quien descubrió su paradero en un aparcamiento privado de Asunción hace tres años. "Cuando lo encontré informé a la Fiscalía e hice las gestiones para recuperarlo, pero en lugar de ello una juez ordenó que quedara retenido en el depósito del Ministerio Fiscal en San Lorenzo", explicó el activista. Finalmente, hace 15 días, un juzgado falló que la custodia del vehículo pasara a la fundación Celestina Pérez, que dirige Almada, bautizada en honor a su esposa fallecida y dedicada a recordar las atrocidades de la dictadura. La "caperucita" es una las seis que operaban durante el régimen, y la única que hasta el momento ha sido localizada. Su búsqueda era una obsesión de Almada, quien en 1992 descubrió los llamados "Archivos del Terror", tres toneladas de papeles internos de la dictadura que aportan datos sobre la llamada "Operación Cóndor". Se conoce así al plan de represión coordinada instaurado por los regímenes militares del Cono Sur durante las décadas de los años 70 y 80 del siglo XX. "Cuando volví del exilio me dediqué a buscar los Archivos, y después a encontrar estos vehículos. La idea es que se quede en el Museo y tenga un valor pedagógico", añadió Almada. El activista destacó el valor simbólico de la recuperación, precisamente este año, cuando se cumplen los 60 años del inicio de la dictadura de Stroessner, también mediante un golpe de Estado, y los 25 años de su caída. "Ahora la caperucita regresa al nido del cóndor", comentó Raúl González, periodista paraguayo e hijo de Chali González, dirigente opositor a la dictadura que subió varias veces en la camioneta antes de pasar a dependencias policiales. En 2008, la Comisión de Verdad y Justicia (CJV) registró un total de 425 desaparecidos o ejecutados por las fuerzas de seguridad de la dictadura, que se caracterizó por el uso sistemático de la tortura. Mantuvo unos 20.000 detenidos, la mayoría víctimas de palizas, picana eléctrica, quemaduras y otras formas de tortura física, y otras 20.814 personas se vieron forzadas al exilio, según el informe de la CJV. La Justicia de Paraguay solo ha condenado a un pequeño grupo de policías por delitos durante la dictadura, en procesos realizados poco después de su fin. Almada protestó hoy contra esa impunidad, y puso como ejemplo el caso del excomisario Eusebio Torres, que según él fue un chófer de esas "caperucitas" y lo torturó personalmente, y que ahora es vecino suyo y no ha sido procesado por esos hechos. "Es mi vecino, me obligó a comer materia fecal. Se lo he recordado pero lo niega. Dice que él solo torturó a delincuentes comunes", comentó Almada. EFE |
miércoles, 14 de mayo de 2014
PARAGUAY. "CAPERUCITA ROJA" VEHICULO MOVIL DE TORTURA DURANTE LA DICTADURA MILITAR
domingo, 11 de mayo de 2014
PLATÓN, MILÓN, LA MENTE Y EL CUERPO
ADEMÁS
DE CULTIVAR NUESTRA MENTE NO DESCUIDEMOS EL CUERPO.
El verdadero
nombre del gran filósofo PLATON era ARISTOCLES, y lo llamaron Platón, que significa “el ancho”, por sus “anchas
espaldas” según dice Diógenes Laercio
en su “Vida de los filósofos ilustres”. Es que Platón fue campeón de Lucha en
las Olimpiadas y un gran atleta que cultivaba su cuerpo además de su intelecto.
Tenemos también el ejemplo de MILÓN DE CROTONA (510-? A.C.) quien, según cuenta
Diodoro Sículo en su “Historia” (“Biblioteca
Histórica), siendo de adolescente débil y pequeño, decidió mejorar su físico y
su salud para lo cual empezó a ejercitarse diariamente levantando repetidas
veces un ternero recién nacido, y a medida que el ternero se fue desarrollando
y pesaba más Milón continuaba levantándolo de modo que él también crecía en
tamaño muscular y fuerza, a tal punto que cuando el ternero se convirtió en toro lo seguía levantando pues ya se había convertido en un hombre grande y
fuerte, hasta que para festejarlo lo mató de un puñetazo y se lo comió en un
banquete con sus amigos. Paralelamente cultivaba su mente siendo aventajado
discípulo del gran Pitágoras, cuya
escuela de pensamiento era una de las más difíciles.
Así pues, desde este Blog instamos a
los intelectuales que nos siguen no descuidar el mejoramiento físico,
cultivándolo al par que lo intelectual; más aún ahora que tenemos en el
Paraguay un Sistema de entreno casi único en el mundo por su efectividad, sin
tener que dedicarle más tiempo que alrededor de media hora tres a cinco veces
por semana. Por eso transcribimos lo que el Profesor Máster Osvaldo Giménez Santacruz escribió
especialmente para nosotros:
“—El
Entrenamiento Muscular y Cardiovascular Nivel
de lo Alto aumenta el poder de la mente y disminuye el trabajo del corazón
en un 50% con las siguientes propiedades:
1.
Activa una fuerza de la Mente, que en casos
de desesperación u otros extremos nosotros llamamos Adrenalina y nos hace
realizar cosas al parecer imposibles.
2.
Junta la resistencia, fuerza, la
explosión y la hipertrofia muscular; es el único sistema que une las tres
rutinas en una sola.
3.
Se acorta el tiempo de entrenamiento.
Tomando como ejemplo el Futbol, se trabaja en el año 480 Hs. Menos que en el
sistema de entrenamiento actual, en el cual se trabaja 816 Hs.
4.
Se llega al estado óptimo en 6 meses
porque la mente y el cuerpo alcanzan una resistencia y fuerza máximas, y
llegamos a tener “memoria muscular”, o sea que el entrenamiento realizado queda
en la mente subconsciente.
5.
No lastima los músculos, los tendones ni
los ligamentos, ya que no puede existir lesión posible porque se trabaja con
menos del 50% de peso, contrariamente a la rutina actual en la cual se trabaja
con el 60%, 70% y 80% del peso máximo para llegar a la fatiga muscular y luego
a la hipertrofia.
6.
Además de modelar el cuerpo provee al
mismo como a la mente de potencia total: en este sistema psicofísico la mente
tiene más lucidez por lo cual las
personas que lo practican se vuelven más creativas, el cuerpo rechaza por sí
mismo cualquier infección interna y se cura de la que ya tiene. También
disminuye los latidos cardíacos y hace trabajar al corazón con un 50% menos de
necesidad de fuerza dentro del “Sistema de Entrenamiento Nivel de lo Alto”, algo nunca visto en el país ni en el mundo. Es
algo totalmente nuevo e inédito.
7.
Cura lesiones o contusiones al llegar a
la hipertrofia muscular; desinflama la zona que se encuentra con inflamaciones.
8.
Sirve para las personas excedidas de
peso, las cuales al ejercitarse con pesas livianas por zonas, llegarán a la
fatiga muscular y luego a la hipertrofia, lo cual hará que se quemen 62 gramos
de grasa por sesión, pues el peso con que se trabaja es ficticio y no daña los
tendones ni ligamentos musculares por el hecho de que se utiliza lo necesario
del cuerpo sin sobrepasar los límites.
9.
Estimula la Médula por las “Señales” que
se envían a través de la mente.
10.
Elimina la necesidad de utilizar esteroides
anabólicos porque con este sistema se utiliza menos del 50% de peso (que es
ficticio), se llega a la fatiga muscular y luego a la hipertrofia, y no hace
falta consumir Anabólicos porque la función de éstos es acelerar el proceso de
obtención de Nutrientes y así poder tener fuerza y una rápida recuperación del
entrenamiento realizado. En conclusión: con el Sistema del Nivel de lo Alto se llega al entrenamiento máximo sin tener
necesidad de consumir anabólicos porque con este sistema la Mente ordena al Músculo
entrar en contracción máxima con menos del 50% de peso (algo increíble pero
cierto).
11.
En el Entrenamiento Nivel de lo Alto desaparece
el Ácido Láctico porque a los 2 minutos se entra al cansancio muscular y a los
5 minutos a la contracción máxima y luego al desarrollo muscular y pérdida de
grasa corporal.
12.
Para practicar el Sistema “Nivel de
lo Alto” NO hay edad; o sea lo puede practicar una
persona de 18 años tanto como alguien de 60 años (y tenemos casos de 75 años)
porque con el mismo peso utilizado ambos tipos de personas llegan al mismo
tiempo al “cansancio muscular” y luego a la hipertrofia y buen estado físico
(fitness).
13.
Este Sistema también es utilizado en
personas que hayan perdido fuerza y coordinación porque, repetimos, el peso es ficticio, pues la fuerza
está en la mente, igual que el estado óptimo en mente y cuerpo.
14.
Además de la Gimnasia de recuperación,
rehabilitación y modelación, el Sistema
de entrenamiento “Nivel de lo Alto” abarca todos los deportes donde se
utilice la resistencia, explosión e hipertrofia muscular.-
Para
mayor información consultar al Profesor
Máster OSVALDO GIMÉNEZ SANTACRUZ, al Celular (0971) 244-949 y en el Gimnasio
de Formación Física: Ñuflo de Chávez casi Carlos A. López--Asunción.-
ADAM SMITH EQUIVOCADO
ADAM SMITH ESTABA EQUIVOCADO
JOHN NASH Y LA “TEORÍA DE LOS JUEGOS”.
1.- UNA MENTE BRILLANTE.
…Ebrio de ideas el cerebro
siente,
y es de su paso en la celeste
orgía,
su divino licor, la ciencia y
la poesía
y su vaso la eterna inmensidad.
(Joaquín Castellano: “Temulento”).
……………………………………….
Así, Fabio, me muestra descubierta
su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se
concierta.
No te burles de ver cuánto
confío,
ni al arte de decir, vana y
pomposa,
el ardor atribuyas de este
brío.
¿Es por ventura menos poderosa
que el error la verdad? ¿Es
menos fuerte?
No la arguyas de flaca y
temerosa.
La codicia en las manos de la
suerte
se arroja al mar, la ira a las espadas,
y la ambición se ríe de la muerte.
¿Y no serán siquiera tan osadas
las opuestas acciones, si las
miro
de más ilustres genios
ayudadas?
“Epístola moral a Fabio”: (Anónimo Sevillano).
……………………………………………………...
Esta entrega completa y
corrobora la anterior en la cual afirmáramos que la teoría Liberal
“mercado-céntrica” está errada, y da los fundamentos científicos de porqué los
Nacionalistas Republicanos propugnamos un Estado más pequeño pero con activa
participación para suplir las fallas y deficiencias del mercado, planear el
futuro y repartir un crecimiento con justicia social.
Hace unos cuantos años se
estrenó en Asunción una película titulada “Una mente brillante” que narraba la
vida y obra del matemático JOHN NASH, quien en 1994 obtuvo el Premio Nobel de Economía por sus
descubrimientos acerca de la denominada “Teoría
de los Juegos”(1). Hay un instante en el film en que el protagonista
asevera que descubrió, literalmente, que Adam
Smith –el padre de la economía moderna– no tenía razón, cuando en el año 1776, en su obra “La Riqueza de las Naciones”(2) esbozó
su tesis principal –y base fundamental de toda la teoría económica moderna– de
que el máximo nivel de bienestar social se genera cuando cada individuo, en
forma egoísta, persigue su bienestar individual, y nada más que ello, como si
una “mano invisible” guiara la suma de egoísmos particulares hacia el bienestar
general. Pero Nash expone, mediante desarrollos matemáticos, que Adam Smith está errado y
declara que, con eso, más de un siglo y medio de Teoría Económica se desvanecía.
Es necesario remarcar que Nash
descubre que una sociedad maximiza su nivel de bienestar cuando cada uno de sus
individuos acciona a favor de su propio bienestar, pero sin perder de vista
también el de los demás integrantes del grupo. Demuestra cómo un comportamiento
puramente individualista puede producir en una sociedad una especie de “ley de
la selva” en la que todos los miembros terminan obteniendo menor bienestar del
que podrían(3). Con estas premisas, Nash profundiza los descubrimientos de la “Teoría de los Juegos”, descubierta en la década del ’30 por
Von Neumann y Morgestern(4), generando la posibilidad de mercados con múltiples
niveles de equilibrio según la actitud que tengan los diferentes jugadores,
según haya o no una “autoridad externa al juego”, según sea el juego
cooperativo o no cooperativo entre los diferentes jugadores. De esta manera,
John Nash genera todo un aparato teórico que describe la realidad en forma más
acertada que la teoría económica clásica, y que tiene usos múltiples en
economía, política, diplomacia y geopolítica, a punto que puede explicar e
incluir el más sangriento de todos los juegos: la guerra.
Todo esto puede parecer difícil
de entender. Por eso vamos a dar como ejemplo una verdad de Perogrullo. Tomemos
el caso del Fútbol: supongamos un equipo en el que todos sus jugadores intentan
brillar con luz propia, jugar de delanteros y hacer el gol; más que compañeros,
serán rivales entre sí. Un equipo de esas características será presa fácil de
cualquier otro que aplique una mínima estrategia lógica: que los once
integrantes se ayuden entre sí para vencer al rival. ¿Cuál cree el lector que
será el equipo ganador? Aun cuando el primer equipo tenga las mejores
individualidades, es probable que naufrague, incluso hasta individualmente, y
que los miembros del segundo equipo luzcan mejor. Es lo que Nash descubre, en
contraposición a Adam Smith, que sugeriría que cada jugador haga la suya.
Pero a pesar de que se trata de
un concepto muy básico, prácticamente nada de la “Teoría de los Juegos” se
enseña en general a los economistas, casi nada hay escrito en otro idioma que
no sea el inglés y lo escaso que se enseña en las carreras de Grado y Posgrado
se hace sin aclarar que con la “Teoría
de los Juegos” se usa algo más aproximado
a la realidad que con la Teoría Económica Clásica, a tal punto que se silencia
que “la gran teoría de Smith” queda en realidad anulada por la falsedad de
su hipótesis basal, demostrada por Nash. Sin embargo se sigue enseñando que
Adam Smith es el padre de la economía y que estaba en lo correcto con su
hipótesis acerca del individualismo y la “mano invisible”.
Los argumentos se basan
generalmente en desarrollos anteriores al descubrimiento de Nash y muchos
profesores ni siquiera han sido informados de que hace más de medio siglo alguien
descubrió que el individualismo, lejos de conducir al mejor bienestar de una
sociedad, puede producir un grado menor de bienestar general e individual que
el que se podría conseguir por otros métodos de ayuda mutua.
¿Cómo puede explicarse esto? Los
descubrimientos de Nash fueron efectuados a principios de la década del ’50, y
fueron hechos nada menos que en Princeton,
no en algún alejado lugar del planeta, sin conexiones académicas con el resto
de los economistas, profesores y profesionales de la economía y las finanzas.
¿Por qué no se trabajó para dotar de nuevas bases y fundamentos a la ciencia
cuya premisa fundamental acababa de desvanecerse? Sobre todo si se tiene en
cuenta que a raíz de esa teoría los consejos de los economistas, y las medidas
que finalmente toman los gobiernos y las empresas, de hecho alteran la riqueza,
el trabajo y la vida diaria de millones de personas.
Por lo tanto, el descubrimiento
acerca de la falsedad de la teoría de Adam
Smith debería haber puesto en estado de alerta a la comunidad de los
economistas, pero ello no ocurrió, en buena medida debido a que sólo un
reducido núcleo de profesionales se enteró a inicios de los años ’50 de
la verdadera profundidad de los descubrimientos de Nash. Puede pensarse,
entonces, que un saludable revisionismo sería una verdadera actitud científica
frente a lo acontecido. Sin embargo, nada de esto ocurrió ni ocurre; sólo se
entroniza la premisa básica del individualismo Smithsoniano, a la vez
que se intenta universalizar para todo momento del tiempo y del espacio los
desarrollos económicos clásicos y neoclásicos iniciados por Smith.
Quien crea que esto no tiene
consecuencias se equivoca gravemente. Habría que preguntarse, por ejemplo, si
la propia globalización hubiera sido posible, en su actual dimensión, en el caso
de que los descubrimientos de Nash hubieran tenido la repercusión que merecían,
si los medios de comunicación los hubieran difundido y si muchos de los
economistas considerados más prestigiosos del mundo –muchas veces financiados
por Universidades Norteamericanas que deben su existencia a grandes empresas
del sector privado– no los hubieran dejado “olvidados” en el closet. Si hubiera
habido en su debido momento un revisionismo a fondo a partir de los
descubrimientos de Nash, quizá hoy
tendríamos Estados nacionales mucho más fuertes, reguladores y poderosos de
lo que, tras dos décadas de globalización, resultan (5).
2.- TEOREMA DEL “SEGUNDO MEJOR”.
En forma casi simultánea a los
descubrimientos de Nash, dos economistas, Lipsey y Lancaster, descubrieron el
denominado “Teorema del Segundo Mejor”
que enuncia que si una economía, debido a las restricciones propias que ocurren
en el mundo real, no puede funcionar en el punto óptimo de plena libertad y
competencia perfecta para todos sus actores, entonces no se sabe a priori qué
nivel de regulaciones e intervenciones Estatales necesitará ese país para
funcionar lo mejor posible; o sea que bien podría ser necesaria una muy intensa
actividad Estatal en la economía para que todo funcione mejor. El
Neoliberalismo proclama que el punto inmediato mejor para un país es el de la
menor cantidad de restricciones posibles al funcionamiento de plena libertad
económica. Lipsey y Lancaster derrumbaron hace más de medio siglo ese preconcepto.
Como consecuencia directa, reaparecen temas como aranceles a la importación de
bienes, subsidios a la exportación y a determinados sectores sociales,
impuestos diferenciales, restricciones al movimiento de capitales, regulaciones
financieras y etcéteras, como en la Argentina Kirchneriana y el Brasil de Lula,
que ahora las están exagerando.
Un caso típico es el de la ex
Unión Soviética: Gorbáchov en su momento decidió desregular, privatizar y abrir
la economía eliminando rápidamente la mayor cantidad de barreras posibles a la
libre competencia. No le fue bien. Lejos de progresar rápidamente, la economía
Rusa cayó en una de las peores crisis de su historia(6). Si se hubieran
aplicado los postulados de Lipsey y Lancaster, se habría tenido más cautela y
muy probablemente las cosas no habrían salido tan mal; como hicieron los
Chinos. Con Pútin hubo rectificaciones y la economía rusa se recuperó.
Si combináramos los
descubrimientos de Nash, Lipsey y Lancaster, obtendríamos que no puede
establecerse a ciencia cierta y de antemano, qué resulta mejor para un
determinado país, sino que ello dependerá de una gran cantidad de variables.
Por lo tanto, toda universalización de recomendaciones económicas es
incorrecta. No se puede dar el mismo consejo (por ejemplo, privatizar,
desregular o eliminar el déficit fiscal) para todo país y en todo momento. Sin
embargo, esto es lo que precisamente se ha venido haciendo cada vez con más
intensidad, se han enseñado recetas como universales, como verdades reveladas,
que todo país debe aplicar siempre(7).
3.- LA
“ESCUELA MONETARISTA”.
Mientras éstas teorías no
recibían atención por los diseñadores de políticas gubernamentales, empezaron a
tener, a partir de los años ’50 y ’60, una gran difusión en los medios de
comunicación las teorías desarrolladas en la Universidad de Chicago, que financió en materia económica a Milton Friedman –también Premio Nobel
en Economía – quien comenzó a desarrollar en los mismos años ’50 la denominada “Escuela Monetarista”. Luego de más de
una década de estudios, Friedman y sus seguidores llegaron a la conclusión de
que la actividad del Estado en la economía debe reducirse a una sola premisa
básica: emitir dinero al mismo ritmo en que la economía está creciendo. O sea,
si un determinado país crece al 5% anual, para Friedman, su Banco Central debe
emitir moneda a ese ritmo. Si, en cambio, crece naturalmente al 1% anual, debe
emitir moneda solo al 1% anual. En el fondo, la recomendación de Milton Friedman es que cada país mantenga una
relación constante entre cantidad de dinero y PBI. Toda otra política económica
estatal es desaconsejada por Friedman(8).
La Escuela Monetarista tuvo una
gran difusión en todo el mundo, aun cuando los Bancos Centrales de los
principales países desarrollados jamás aplicaron los consejos de Friedman,
con la sola excepción de Margaret
Thatcher, que tras un breve período de aplicación de unos cuantos meses de
las políticas en Inglaterra, necesitó ganar una guerra (la de las Malvinas)
para recuperar la popularidad perdida por los desastrosos resultados de ella,
que habían elevado el desempleo en Inglaterra a niveles pocas veces vistos
–nada menos que el 14% - sin siquiera acabar por ello con la inflación. Fue el
único y muy breve caso de aplicación de las recetas de esta escuela en países
desarrollados. Sin embargo los “Chicago Boys” la aplicaron en el Chile del
sangriento Pinochet, para que, después de 9 años, fueran despedidos por el
colapso total del sistema bancario, financiero y de grandes y medianas
empresas, tanto que en 1982 tuvo que ser el vilipendiado Estado el que tuvo que
acudir al rescate.
Sin embargo, una buena parte del
establishment veía en la aplicación de estas teorías la posibilidad de
derrumbar un gran número de trabas y regulaciones estatales en muchos países,
pudiendo así ensanchar su base de negocios a zonas del planeta que permanecían
ajenas a su actividad. Esto explica el alto perfil que alcanzaron las teorías
monetaristas en los medios de comunicación, propiedad de ese mismo
establishment. El hecho de que el establishment de los países desarrollados
hiciera enormes loas a esas teorías, pero los gobiernos de esos mismos países desarrollados
no aplicaran para sí las teorías monetaristas, no fue un obstáculo para que
muchos de los más poderosos empresarios presionaran a gobernantes de países
periféricos para que aplicaran las tesis de Milton Friedman y comenzaran a
hacer estragos en los países tomados como laboratorios.
4.- LA “ESCUELA DE EXPECTATIVAS
RACIONALES”.
Desde los años ’60 hasta la
fecha, la Escuela Monetarista y su hija directa, la Escuela de Expectativas Racionales, de Robert Lucas, han ocupado el centro de la escena en Universidades,
centros de estudio y medios de comunicación. La “Escuela de Expectativas
Racionales” reduce aún más el papel del Estado de lo que ya lo había hecho la
Escuela Monetarista. Un país, según Lucas, no debe hacer nada más allá de
cerrar su presupuesto sin déficit. Si el desempleo es de dos dígitos, no debe
hacer nada. Un buen Ministro –para esa escuela– debe dejar en “piloto
automático” a la economía de un país y aunque la gente se muera de hambre, sólo
debe preocuparse de que el gasto público esté íntegramente financiado con
recaudación de impuestos.
Robert Lucas, de profesión
ingeniero, también de la Universidad de Chicago, llega a la conclusión de que
cualquier país, en cualquier momento del tiempo, ni siquiera debe emitir dinero
al mismo ritmo que crece. De esta manera, hasta la regla de oro de Milton
Friedman es abolida por esta Escuela cuyo auge intelectual se ubicó en la
década del ’80. La hipótesis fundamental es que el ser humano posee perfecta
racionalidad y toma sus decisiones económicas sobre la base de ella. Esta
hipótesis psicológica fue duramente criticada, pero Lucas y sus seguidores se
escudaron en el razonamiento de que no hacía falta que cada uno de los
operadores económicos fuera perfectamente racional, sino que sólo era necesario
que el promedio de los operadores se comportara con perfecta racionalidad para
que sus teorías fueran válidas(9,10,11).
Es extraño que esto haya
ocurrido, sobre todo a la luz de los descubrimientos de otro economista: Gary Becker (Premio Nobel en 1992),
quien descubrió matemáticamente que las preferencias individuales no son
agregables (o sea, no puede obtenerse una función de preferencias sociales
a partir de la adición de las individuales, dado que estas últimas no pueden
sumarse). Con este descubrimiento, Becker lanzó un verdadero misil a toda la
denominada “teoría de la utilidad”, que es la base subyacente en las teorías
económicas de Chicago, y termina de derrumbar mucho más que todo su aparato
teórico.
A pesar de ello, los “científicos”
que estaban creando las Escuelas de Chicago no parecen haberse dados por
enterados. Nadie se preguntaba cómo pudo ser que la teoría económica de todo el
planeta (especialmente durante los años ’80 y ’90), estuviera en manos de un
ingeniero puesto a esbozar teorías psicológicas, pero así ocurrió. Nadie sabe
muy bien, tampoco, de dónde salió el argumento de que el “promedio” de
cualquier sociedad se comporta de manera perfectamente racional. Sin el sello
de Chicago, las teorías de Lucas
hubiesen causado hilaridad y se hubiera mandado al ingeniero a construir
puentes o edificios, en vez de intentar explicar cómo funciona la economía
mundial y la psiquis promedio de toda sociedad. Resumiendo: para Lucas, si los
gobiernos no se meten con la economía, ésta logra fácilmente el pleno empleo;
todo es cuestión de que los gobernantes levanten todo tipo de restricciones a
la competencia perfecta y cuiden que no haya déficit fiscal. Nada más que eso,
y en forma mágica, se llega al pleno empleo sino también a los mejores salarios
posibles para toda la masa laboral de cualquier país del mundo, en cualquier
momento del tiempo.
5.- MALTHUSIANISMO.
Robert Lucas podía tener razón,
sin embargo, sólo si pensamos la existencia humana con un criterio malthusiano: Thomas Robert Malthus, ensayista
inglés del siglo XIX, pensaba que mientras las poblaciones se multiplican en
forma geométrica, los alimentos sólo lo hacen aritméticamente. Por lo tanto, la
sobrepoblación era el peor peligro que acechaba al mundo. Si bien el tiempo no
dio la razón a Malthus, el establishment norteamericano es un ferviente
creyente de las ideas malthusianas. Baste señalar que el obsequio que el
Presidente George Bush le hizo al
Presidente argentino Kirchner en su
visita a Washington DC, fue la principal obra de Malthus, “Un ensayo sobre el principio de la población”, del año 1798. Si se
posee una filosofía maltusiana, es más fácil creer en la Escuela de las
Expectativas Racionales.
¿Y porqué la élite
norteamericana es creyente de Malthus, aun cuando la realidad de los siglos
demostró que no estaba en lo correcto? Porque estima que es sólo una cuestión
de tiempo hasta que Malthus esté en lo correcto. Como la energía del planeta
está basada en recursos no renovables, lo que buena parte del establishment
anglo-norteamericano cree es que, a medida que el petróleo se agote, Malthus
irá teniendo razón. Si no hay energía disponible para transportar los alimentos
o para producirlos, una buena parte de la población podría estar destinada a
desaparecer. Todo sería cuestión de determinar quiénes. Y para ello, la
élite de negocios norteamericana usa la teoría de otro inglés famoso: Charles Darwin. Darwin fue el creador
de la “Teoría de la Selección Natural”
la cual predica que las especies más aptas, que mejor se amoldan al medio,
sobreviven y se reproducen, y las menos aptas perecen y se extinguen. Aplicar
una combinación de las principales tesis de Malthus y Darwin implica, para
nosotros, adoptar una posición racista sistemáticamente. Por otro lado un
reemplazante muy barato y abundante del petróleo podría sacar de forma
inmediata de la pobreza a millones de personas; pero hoy por hoy, podría poner
en un riesgo elevado las finanzas de los enormes pulpos petroleros y de los
mercados financieros en su conjunto.
6.-
EXPERIENCIA ARGENTINA.
Volviendo, para terminar, con la
“Escuela de Expectativas Racionales”, si bien ningún país desarrollado aplicó
ni aplica las tesis de Robert Lucas, la Argentina de Carlos Menem sí lo hizo.
El llamado “piloto automático” con el que se movían los ministros Cavallo,
Fernández y Machinea, no era otra cosa que el Estado iba a desentenderse de la
crisis de empleo que vivía la Argentina en los ’90, y el mensaje que los
argentinos recibían desde los medios de comunicación, en forma masiva, de parte
de autoridades y de economistas presuntamente independientes, era que no había
que hacer nada porque la situación del empleo se solucionaba sola. No es
casualidad que Robert Lucas visitara la Argentina en 1996, invitado en forma
especial por la principal usina de la Escuela de Expectativas Racionales de la
Argentina: el CEMA, y hasta fuera recibido por el entonces Presidente Menem en
la quinta presidencial de Olivos, lo que marca hasta qué punto esta verdadera
secta de la economía caló hondo en la Argentina de entonces (12).
7.- EL PORQUÉ
DE LAS COSAS.
En resumen de cuentas, desde al
menos los años ’50, descubrimientos científicos de gran envergadura, cuya
difusión hubiera podido cambiar la historia de la globalización y detener sus
peores consecuencias, fueron ignorados mientras que teorías basadas en
hipótesis probadas matemáticamente como falsas, fueron difundidas profusamente
y fueron aplicadas en todos los lugares del mundo en los que ello ha sido
posible, donde había un ambiente receptivo favorable, como en AMÉRICA LATINA.
Se nos había enseñado que el
sistema de Universidades Norteamericanas era el más desarrollado del mundo, que
su actitud hacia el conocimiento científico era frío e imparcial; que la
ciencia progresaba en estas universidades independientemente de presiones
políticas y de conveniencias económicas y empresariales. ¿Cómo pudo ocurrir
esto, entonces? Un detalle que hay que tener en cuenta es que las dos Escuelas
mencionadas se originaron, desarrollaron y expandieron desde la Universidad de Chicago, recibiendo
fuertes dosis de financiamiento de esa casa de estudios. El financiamiento no
se detuvo sólo en pagar los elevados salarios de los investigadores que desarrollaban las
teorías monetaristas y de expectativas racionales en ese recinto académico,
sino que además abarcó la costosa campaña de difusión de estas ideas en los
medios de comunicación. Porque aunque alguien pueda llegar a un descubrimiento
tipo “pólvora económica”, sin el dinero suficiente para difundir esa idea en
los medios de comunicación no hay forma alguna de que el conocimiento en
cuestión tome estado público.
Es evidente, entonces, que ha
habido poderosos intereses atrás de las Teorías de la llamada “Escuela de Chicago”, que han
constituido el basamento para lo que hoy es la Globalización, aún cuando se
trataba de un saber falso. ¿Qué intereses están detrás de la Universidad de
Chicago? Pues bien, fue fundada por el magnate petrolero John D. Rockefeller I, creador del mayor monopolio petrolífero del
mundo: la Standard Oil. Esa casa de
estudios superiores ha sido siempre un baluarte de la industria petrolera. Pero
el control de una alta casa de estudios como la Universidad de Chicago por sí
solo no hubiera bastado, en medio de un contexto intelectual muy independiente,
para imponer las ideas de Milton Friedman y Robert Lucas de la manera que se
hizo. Pues bien, la industria petrolera no sólo fundó la Universidad de Chicago sino que controla, en forma directa o
indirecta, al menos a las Universidades de Harvard,
New York, Columbia y Stanford, y además está presente en otras muchas
universidades; es usual que muchos de los Directivos de estas casas de estudios
superiores alternen tareas en empresas petroleras o en instituciones
financieras muy relacionadas con dicho sector, y precisamente el petróleo es el
bien cuyo mercado ostenta el mayor nivel de cartelización del mundo.
Ahora, en esta década, comienza
a quedarnos más claro porqué, y debido a quiénes, el principal descubrimiento
de John Nash había permanecido
bastante oculto y, al mismo tiempo, aparecía como un enigma el verdadero estado
de situación del mercado petrolero, sobre todo a la luz de las guerras ocurridas en el siglo XXI.
N O T A S
(1)
Akiva Goldsman: “A beautiful mind. The shooting
script”. Newmarket Press, 2002.-
(2)
Adam Smith: “On the wealth of nations”. Londres,
1776.-
(3)
Sylvia Nasar:
“Una mente brillante”. Touchstone, 1998.-
(4)
Joseph
Schumpeter: “Historia del análisis económico”. Fondo de Cultura Económica,
1971.-
(5)
Harold Kuhn; Sylvia Nasar: “The Essentials John Nash”.
Princeton University Press, 2002.-
(6)
Joseph Stiglitz:
“El malestar en la globalización”. Ediciones Taurus, 2002.-
(7)
Herbert Gintis: “Game theory evolving. A
problem-centered introduction to modeling strategic interaction”. Princeton University Press, 2000.-
(8)
Milton Friedman:
“Libertad de elegir”. Ediciones Orbis S.A., 1983.-
(9)
Eric Roll:
“Historia de las doctrinas económicas”. Fondo de Cultura Económica, 1942.-
(10)
Joseph
Schumpeter: “Historia del análisis económico”. Ibídem, 1971.-
(11)
Ibid.
“Capitalismo, Socialismo y Democracia”. Unwin Ltda. , 1950.-
(12)
Olivier
Blanchard; Daniel Pérez Enrri: “Macroeconomía. Teoría y
Política
Económica con aplicaciones en América Latina”. Prentice Hall,
2000.-
viernes, 9 de mayo de 2014
IDEOLOGÍA DEL PARTIDO LIBERAL
IDEOLOGÍA DEL PARTIDO LIBERAL
No es fácil analizar los rasgos dominantes de
la ideología liberal en el PLRA. Existen varias corrientes que pueden
determinarse observando la acción y pronunciamientos de los Dirigentes pero no
hay un desarrollo orgánico ideológico en el Partido porque no han surgido
ideólogos que se ocupen de ello y por tanto para la mayoría de los Jefes del
Partido (y ni qué decir las masas) el tratamiento y estudio del problema
ideológico no es más que un espejismo que va retrocediendo continuamente en el
gran desierto de la ignorancia. Así que nos vemos obligados a estudiar los
caracteres ideológicos del PLRA –que ha intentado, desde 1977, conjugar la
democracia libertaria de los Cívicos con la línea más dura aunque más
preocupada por los problemas sociales de los Radicales– dentro del marco de las
grandes corrientes históricas del Liberalismo en el mundo.
Y es fácil darse cuenta que en
el PLRA coexisten predominantemente dos tendencias ideológicas: basta con
estudiar su historia y la ideología liberal basada en el Racionalismo del siglo
XVIII y la equivocada Teoría económica de Adam Smith (demostrada por John Nash, premio Nobel de Economía de
1994, en su “Teoría de los Juegos”, como ya veremos en otra entrega); y
también observar la postura de quien ocupó la Presidencia del Senado, Alfredo
Jaegli: liberal libertario de
extrema derecha a ultranza, para quien el Estado no debe intervenir para nada y
todo debe privatizarse, inclusive “el mismo Estado”(sic). Pero es justo
reconocer que frente a esa ideología individualista, de libertad absoluta para
los agentes económicos, se yergue la postura de dos de los líderes políticos
del Partido: Miguel Abdón “Tito” Saguier y Luis
Alberto Wagner quienes se adscriben
al “Liberalismo Social, Progresista” junto a los Movimientos internos que
lideran –Saguier en la “Centro
Derecha” y Wagner en la “Centro
Izquierda”– y que pasaremos a explicar en qué consiste, para luego volver a
examinar detenidamente la Doctrina Liberal Clásica y el Neoliberalismo, los
cuales no han sido superados por los principales Dirigentes del PLRA.
El Liberalismo Social: Este liberalismo cobra pleno sentido en su
lucha por las libertades básicas, por el imperio del derecho. Sin embargo, este
liberalismo, en algunos de sus más destacados proponentes, no va alrededor de
un individualismo posesivo, ni por el rigor de mantener al Estado fuera de las
preocupaciones de la igualdad y la justicia.
Respetando al individuo, fue
asociando cada vez más al Estado con lo social. Esta conciencia social fue la
que marcó a este liberalismo y así evitó que fuera indiferente ante la
desigualdad y, sobre todo, se constituyera en doctrina responsable socialmente
y comprometida con la igualdad de oportunidades. Para resolver las crisis
procuró evitar la propuesta de libertades irrestrictas que no tuvieran
contenido social, que con el Liberalismo Clásico o, peor aún, con el Neoliberalismo,
significan cancelación de oportunidades o establecimiento de panoramas poco
alentadores.
El Liberalismo social entiende la justicia como una labor permanente
que requiere de políticas públicas deliberadas que aseguren más oportunidades a
los que menos tienen, pero de manera permanente y no como efímera oferta
política, sin sustento económico. Esto presupone estabilidad económica y
también libertad para que sean las propias comunidades las que decidan cómo
enfrentar sus problemas y retos, con más recursos, con el decidido apoyo del
Estado, pero sin burocracias, tutelas o imposiciones; con políticas populares y
no populistas y paternalistas. El Liberalismo Social contempla un Estado sano
financieramente y comprometido con su tarea de regulador de mercados y promotor
de la inversión que garantiza la estabilidad económica y promueve el
crecimiento. Un Estado que se coloca a la vanguardia para abatir la pobreza
extrema y moderar la desigualdad entre regiones e individuos; que se compromete
con la protección de los derechos humanos, que encabeza la lucha para conservar
y recuperar los recursos naturales. Pero el Liberalismo Social no es “Liberalismo Estatal”. Al contrario, trata
de liberar fuerzas sociales de restricciones estatales. El liberalismo, para
ser social, requiere dar libertad a las organizaciones
de la sociedad en su interacción con otras organizaciones o grupos y, para no
ser estatal, necesita evitar, como sucedió en el pasado, la intromisión
creciente del Estado; permite, así, evitar confundir sociedad y Estado en el
ámbito político, rechazando la estatización de las relaciones sociales, es
decir, la intervención extrema del Estado como única base del desarrollo
económico, social y político, y se antepone a la aplicación de crudos criterios
neoliberales que dejan a las supuestas fuerzas libres del mercado como
reguladoras de la sociedad dejando en lugar secundario los objetivos sociales.
Esta doctrina del Liberalismo
Social tuvo mucho auge en México a principios de la década del ’90, bajo la
Presidencia de Carlos Salinas de Gortari, quien intentó desplazar el
nacionalismo estatalista y autoritario del PRI (Partido Revolucionario
Institucional), pero constituyó un gran fracaso, cayendo en un crudo
neoliberalismo que privatizó más de 700 empresas cuya propiedad fue a las manos
del círculo de amigos y parientes del presidente, provocando una fuerte
reacción popular que lo obligó a exiliarse y le costó, también, la presidencia
de la OCDE (Organización para el comercio y el desarrollo económico), causando
un lustro después la caída del poder del mismo PRI.
El problema estribaba en que un
Partido prebendarlo, corrupto, sin democracia interna, conservador y
reaccionario, no podía aceptar el liberalismo social, que, para él, se
identificaba casi con la Socialdemocracia, y eso lo rechazaba con todas sus
fuerzas inclinándose cada vez más hacia el Neoliberalismo, según veremos al
analizar la ideología liberal clásica y éste último bastión de liberales como
Jaegli y la mayoría de los Dirigentes del PLRA.
Liberalismo clásico: El liberalismo es la doctrina filosófica y
política que ha predominado entre mediados del siglo XVIII y mediados del siglo
XIX, y “se caracteriza por ser una concepción individualista, es decir, una
concepción para la cual el individuo y no los grupos constituyen la verdadera
esencia; los valores individuales son superiores a los colectivos y el
individuo decide su destino y hace la historia”(1).
En su aspecto predominantemente filosófico
el liberalismo es una posición intelectual que basa exclusivamente en la fuerza
de la razón la posibilidad de interpretar los fenómenos, con autonomía de todo
principio que se considere absoluto o superior. Es particularmente en este
aspecto que ha sido motivo de condenaciones pontificias por desvincular al
individuo de toda instancia sobrenatural. Pero puede hablarse también más
específicamente de un liberalismo político –sin desconocer en éste aquella
influencia filosófica– que centra su punto de vista en las relaciones entre los
individuos y el Estado, o de un liberalismo económico, referido a la limitación
de los controles de la economía. Estos últimos aspectos son los que más de
cerca se vinculan con el liberalismo en cuanto doctrina sobre los fines del
Estado.
En su sentido político el
antiguo liberalismo clásico es un movimiento ideológico que si bien no niega al
Estado –como el anarquismo– lo reduce a una expresión mínima; “considera
que la aplicación de coacción y, por tanto, el Estado, es imprescindible, si
bien es un mal necesario, por lo cual su ámbito debe ser reducido al
mínimo: defensa de la seguridad exterior, protección de la vida y propiedad de
los miembros del Estado en el interior, pero nada de fomentar el bienestar
de los ciudadanos y, especialmente, nada de intervención estatal en la vida
económica y en la cultura espiritual, pues una y otra no florecen mas que en el
libre juego de las fuerzas sociales”(2). El orden estatal debe responder, para
el liberalismo, al ideal de la mayor libertad posible de los ciudadanos, y
puesto que cierta coacción estatal es inevitable al orden jurídico tendría que
ser producida por aquellos mismos para los cuales pretende validez obligatoria,
por lo que “el liberalismo exige autolegislación, autoadministración en una palabra, una forma democrática del
Estado”(3). Pero no se entienda esta exigencia, ínsita en el liberalismo, como
algo que tiene que darse en una forma radical para que exista un régimen liberal,
pues el liberalismo coincide con la democracia en cuanto ella se opone a las
otras formas de autoridad, pero disiente con ella en la medida en que ésta
“aceptando una igualdad exclusivamente mecánica tiende, queriéndolo o no, al
autoritarismo, al estatismo, esto es, en la medida en que es o contiene al
socialismo”(4). Por eso reconocemos que “por sobre cualquier otra nota lo que
distingue al Estado liberal es el hecho de que en él se encuentra reconocida y
garantizada una esfera de libertad a la persona humana”(5).
En fin, todo esto se desprende
del iluminismo liberal que hacía del
ser humano una criatura exclusivamente histórica, negando sus valores
trascendentes y hacía de la razón el metro de lo real, siendo el poder político
un límite a superar, un momento represivo que no tiene realidades propias. Por
eso es que el Liberalismo es
internacionalista, laicista, antitradicionalista y considera al Estado un mal
necesario por lo cual pretende reducirlo a su expresión mínima, pues se
caracteriza por una concepción para la cual el individuo y no los grupos
constituyen la verdadera esencia, porque
los valores individuales son superiores a los colectivos.
El Orden Mundial Liberal en la
actualidad: Aquí
vamos a examinar las modalidades históricas que
adopta el Liberalismo en sus tres grandes momentos intelectuales: los de la
Ilustración, el Positivismo y el Pragmatismo. Ello llevó al liberalismo racionalista por un lado,
con su carga revolucionaria, humanista secular, utópica, y por el otro al liberalismo naturalista, dotado de
mayor dinamismo empírico, directamente conectado con la esfera económica de los
intereses particulares, plurales, y por eso menos encadenado a las
abstracciones intelectualistas y emancipatorias, y es la modalidad ideológica dominante
del “orden mundial liberal” de los días posteriores a 1989. Pero reducir el
Liberalismo Naturalista al librecambismo soslaya que allí reside un designio
alternativo, retóricamente combinable pero filosóficamente antinómico del
Liberalismo Racionalista, dotado de una lógica, una antropología, una
psicología, una ética y sobre todo, una orientación política coincidente sólo
tangencial e instrumentalmente con aquél. El Liberalismo que modernamente se
lanza en dos grandes trayectorias, la productivista e intercambiaria y la
nacionalista y estatista, reorganiza los imperativos operativos del capitalismo
y está muy lejos de la mitología del ajuste de cuentas del “individuo” frente
al “Estado”, porque el Liberalismo de nuestro tiempo expresa los acomodos productivos,
defensivos y hegemónicos de los enormes complejos nacionales y transnacionales
que tejen en todas las escalas intermedias sus propias estructuras de poder.
Que hoy se hable de la hegemonía
global del liberalismo como “gran vencedor histórico” no traduce otra cosa que
la instalación de los modelos duros de la hegemonía capitalista al resultar
disonantes e incosteables las expectativas sociales históricas alentadas por el
Liberalismo Racionalista antes y después de la Segunda Guerra Mundial y, en
cambio, traducen fuerzas privadas transnacionales distantes ya de los contextos
iluministas y positivistas de los siglos XVIII y XIX. Hay que entender bien el
significado mundial y real del Liberalismo contemporáneo; se debe esclarecer en
América Latina y otras porciones del planeta, porqué la realización de los
principios liberales jus-naturalistas consagrados en sus constituciones y las
de los organismos mundiales, apareja condiciones agravadas de miseria e
inseguridad. Desde esa perspectiva, la plasticidad y fluidez ideológicas del Liberalismo Jus-Naturalista han desmantelado en los ’70 y los ’80 los elementos
cohesivos y unitarios a cuyo nacionalismo y estatismo se prestó “perversamente”
(según el jus-naturalismo) el Liberalismo
Racionalista.
A lo largo de 1989, annus mirabilis, se pregonaba un “nuevo
consenso global” y la sustitución universal de la praxis revolucionaria marxista por la pragma mercantilista y empresarial y, puesto que el comunismo
desaparecía ¿qué caso tenía ya el anticomunismo? Con todo, apenas en la
primavera de 1993, el viejo Establishment anticomunista anuncia con el
Neo-Conservador Irving Kristol –quien
reivindicaba el Conservadurismo Ideológico de los siglos XVII y XVIII
abandonado a finales del siglo XIX por los Partidos Conservadores actuales– el
comienzo de la verdadera Guerra Fría, una
para la cual “estamos mucho menos
preparados… y somos mucho más vulnerables ante nuestro enemigo de lo que fuimos
en nuestra guerra victoriosa contra la amenaza comunista global”(6). “Para mí no hay ‘después
de la Guerra Fría’. Lejos de haber
terminado, mi guerra fría ha crecido en intensidad en la medida en que sector
tras sector de la vida americana ha sido despiadadamente corrompido por el ethos
Liberal. No puede ganar pero puede volvernos perdedores a todos. Hemos alcanzado, lo creo, un punto
crítico de viraje en la historia de la democracia Americana”(7).
¿A qué viraje aludía Kristol y a
qué Liberalismo le declaraba la guerra? Cuando Kristol hablaba de virajes,
aludía al desgajamiento de las dos dimensiones del Liberalismo anteriormente
conciliables al interior del Estado-Nación y ahora contrapuestas por el proceso
globalizador. Las antinomias entre la propiedad y la igualdad, entre la
libertad y la democracia, se despejan descarnadamente cuando de acuerdo a una
lógica que corre de Robert Malthus a Milton Friedman el Neoliberalismo y
su postmodernismo acentúan las
“descontrucciones” estatales y nacionales y la contención de expectativas
económicas y democráticas a través de la instancia “superior y neutral” del
Mercado, y los grandes complejos de poder privado, corporativos y
transnacionales, desbancan la vieja esfera pública del Estado pautado según la
idea del bien común. Donde la toma clave de decisiones y las élites y
tecnocracias mismas se transnacionalizan, el liberalismo educador, planificador
y emancipador parece perder su razón de ser; porque la pragmática y la
dogmática globalistas deben desactivar la “subversión inmanente” que representa
un sistema nacionalmente articulado de consenso procedente de las conquistas
éticas e históricas de la humanidad.
Pero si la convocatoria de
Kristol configuraba un llamado a la polarización que exhibe las paradojas
radicales del Liberalismo, la
estrategia Neo-Conservadora no se
embarcó en semejante aventura cuando podía divulgar la armonía subordinada del
liberalismo humanista al liberalismo naturalista. Rebuscada y postiza –y por
ello no del todo confiable para Kristol– la síntesis intelectualista y
teológica de Francis Fukuyama (protegé y discípulo indirecto),
profesará absorber, depurar y jerarquizar lo mejor y lo más servicial de la
tradición liberal occidental sin meterse en las confrontaciones que Kristol
aguijoneaba. Pero ni el determinismo consumista ni el sobrepuesto hegelianismo
ni el culturalismo realista atajan las tendencias egoístas, atomizadoras y
centrífugas del capitalismo que triunfa, ni impiden la presencia del “otro
liberalismo”, el que, asociado a la Ilustración y la Revolución
Francesa pretende trascender los confinamientos del orden hegemónico
material a través de los andamiajes normativos de la razón, la soberanía
popular o los derechos humanos y colectivos. Así, mientras que el Liberalismo Naturalista se vierte en un
ideal administrador (managerial) de
las cosas y las personas y en la pragma
maximizadora de ventajas, el Liberalismo
Racionalista postula el viraje utópico y una praxis emancipadora que involucra el reencuentro del hombre consigo
mismo y con los demás.
Aunque Kristol exaltó la propia
“herencia revolucionaria” norteamericana, no se limitó a franquear la desventaja estadounidense “en la guerra
de las ideologías que abismaron al siglo XX:
el paradigma de la “libertad ordenada” bajo el cual serán internacionalmente
viables “tanto la prosperidad económica como la participación política”.
Planteó simple y sencillamente la recomposición del orden histórico y la
sustitución de los viejos paradigmas revolucionarios(8). “El pensamiento
político revolucionario de los siglos XIX y XX –decía por su parte Hannah
Arendt– ha procedido como si nunca hubiera ocurrido una revolución en el Nuevo
Mundo y como si nunca hubieran habido ni nociones ni experiencias Americanas en
el reino de la política y el gobierno dignas de ser pensadas” y hay que
“recordar que una revolución hizo nacer a los Estados Unidos y que la república
no llegó a existir por una ‘necesidad histórica’ ni por un desarrollo orgánico
sino mediante un acto deliberado: el de la fundación de la libertad”(9).
Así se justifica “el fin de la
historia” que Francis Fukuyama predicó porque los EE.UU. han triunfado en toda
la línea y con él la Democracia Liberal a la cual ya no hay alternativa.
Entonces, hay que “salvar al hombre económico del “despotismo racionalista”
separando a la Revolución Francesa de la Revolución Norteamericana nacida ésta
para quebrar el espinazo del monolitismo político europeo.
Así pues, no es sorprendente que
Friedrich Hayek (1899-1992), quien académica y legendariamente en
su libro The Road to Serfdom entabla
en 1944 las hostilidades contra el estatismo agudizado por la Segunda Guerra
Mundial, engranase sin disonancias en la Universidad
de Chicago porque allí le esperaba el cenáculo intelectual y financiero de
los Rockefeller y los creyentes y
practicantes dispuestos a desmantelar la metafísica política dominante y sus
protectorados sociales, humanistas y democráticos. Tampoco desentona que,
aparentemente a contrapelo del individualismo y el fragmentarismo metodológicos
de Hayek y Karl Popper, los
apóstoles Milton y Rose Fiedman expliquen
a posteriori, en 1988, el
advenimiento del Neoliberalismo en
los términos de una filosofía idealista, personalista y triunfalista de la
historia. Dentro de esas coordenadas, la primera “gran ola” de la Modernidad es
la del ascenso del laissez faire de Adam Smith que, con una leve referencia
a la fisiocracia francesa, despega del siglo XVIII Escocés como la
contracorriente del Mercantilismo y que, precedida por David Hume, labra en La Riqueza de las Naciones la “piedra
angular de la economía científica moderna” que sabemos que está errada como lo
demostró John Nash (como ya veremos
en la próxima entrega). Pero la
clarividencia de derecha con Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, Ayn Rand o los
propios Friedmans triunfa poco a poco en la contienda de los best-sellers.
Si Camino de Servidumbre de Hayek abre en 1944 “la primera brecha
efectiva en la visión intelectual dominante”, hay que notar que el friedmaniano
Capitalismo y Libertad (1962) no
merece una sola reseña en “ningún periódico popular norteamericano” hasta que,
en 1980, la influencia de la Universidad
de Chicago y un Premio Nobel hacen de “Libertad
de Elegir” de los Friedman, el best-selling
nonfiction book del año, y demuestra las batallas ganadas por la
perseverancia mercadotecnista. Nítidamente metropolitana, nutrida, como hemos
visto, en el empirismo y moralismo escoceses, el liberalismo austríaco, la
influencia y la amistad de Karl Popper, el liberalismo y el monetarismo,
solamente a los Friedman les cabe sustraer la experiencia de Hayek al tiempo,
el espacio y la política.
Entonces, financiera,
corporativa y militarmente definida, la “libertad liberal” iusnaturalista, que cobra forma en la policy choice o la decision-making
de “los que saben”, tendrá “una mínima conexión instrumental con el
progreso histórico, los derechos humanos, el nacionalismo ilustrado y la
emancipación de la superstición”(10). “Ni siquiera la filosofía de la historia
con la que Henry Kissinger pretende
corregir la racionalidad seca del administrativo realista ofrece otra cosa que
un gerencialismo teutónico y monumental”. La alta política, resume Kissinger,
“se alimenta de la creación continua, de la constante reformulación de los
objetivos; la buena administración prospera en la rutina, en la definición de
relaciones que puedan mantenerse en la mediocridad”(11). Muy joven, en su Tesis
Harvardiana de Licenciatura, Henry Kissinger rechazaba por igual el racionalismo
de Kant y el empirismo de Popper y les oponía el voluntarismo de los que, como
Spengler y Toynbee, hallan en la historia una condición metafísica y trágica
superior(12). Y Daniel Bell advertía
desde 1967, que “rápida y esquemáticamente bosquejada, la sociedad del año 2000
será más frágil y más vulnerable a las hostilidades y la polarización a lo
largo de numerosas líneas diferentes”(13).
Por todo esto algunos Dirigentes
Liberales del PLRA, con Miguel Abdón
Saguier (en la Centro-Derecha) y Luis Alberto Wagner (en la Centro-Izquierda) a la cabeza, han adoptado
para su base ideológica el Liberalismo
Social, entroncado con el Liberalismo
Racionalista, heredero de la Revolución de Independencia Norteamericana de
1776 y de los Jacobinos igualitaristas de la Revolución Francesa de 1789,
superando el Neoliberalismo y el Liberalismo clásico, basados éstos en
el Jusnaturalismo, heredero a su vez de las concepciones
libertarias de los primitivos Whigs
de la “Gloriosa Revolución” Inglesa de 1688-89 y de la reacción Termidoriana de
1794. Y no podía ser de otra manera, porque el Neoliberalismo –que es la ideología
dominante en el PLRA– propone que la responsabilidad por los problemas sociales se
transfiera del Estado y la Sociedad a cada individuo dejándole librado a su
suerte. En esta concepción ideológica fundamenta su legitimidad esa sociedad de
los excluidos, de lo descartable, de los residuos, tan exactamente descripta
por Viviane Forrester en “El horror económico”. Los imaginativos argentinos
idearon una frase estereotipo para describir a los marginados durante el
régimen neoliberal de Menem-Cavallo: “Cayó del Sistema”.
APENDICE.
Origen del primer Partido Liberal moderno.
Ya desde la “Gloriosa Revolución”
Inglesa de 1688-89, surgió con fuerza el implacable juego de los Partidos
Políticos, y la división entre los Torys
(Conservadores) y los Whigs (Liberales) se agudizó desde el principio, cuando en 1675 fue fundado en Londres “The Green Ribbon Club” (El Club de la Cinta Verde ) que se convirtió en el núcleo de los que ya se autodenominaban “El Partido del País” y representaban
los intereses de la ascendente clase media de comerciantes, importadores,
exportadores, profesionales e industriales que cuestionaban el modelo
paternalista cristiano-medieval favorable a los Gremios de artesanos y
trabajadores y las trabas a la libre actividad económica del Mercantilismo sostenido por la Corona, exigiendo también más Poder para el
Parlamento con disminución de las Prerrogativas Reales, siendo su Líder Anthony Ashley Cooper, Primer Conde de Shaftesbury y uno de los primeros ideólogos
del Liberalismo junto con su protegido John
Locke (“Tratado sobre Gobierno Civil”: Primer y Segundo). Frente a ellos se erguía el Partido de la Corte , autodenominado
también “El Partido Honrado” que
defendía la supremacía del Poder Real y representaba a los Caballeros
terratenientes y los pequeños hidalgos rurales así como a los artesanos y
obreros beneficiados por los privilegios que sus Gremios habían obtenido de las
Monarquías; sus principales ideólogos primigenios fueron Henry St. John, Vizconde Bolingbroke (“Carta sobre el Estudio de la Historia e Idea de un Rey
Patriota”) y Edmund Burke (“Reflexiones sobre la Revolución Francesa ”). Para 1680, sin embargo, ambos
Partidos ya eran conocidos como Whig (abreviación
de una palabra escocesa Whigamore
que significaba “bandolero”) y Tory (palabra irlandesa que significaba
“ladrón”) que con buen humor las
adoptaron y luego se expandió al resto del mundo como Liberales y Conservadores.
Según un eminente catedrático de Ciencia
Política de la Universidad de Cambridge: “…El Partido Tory enseñó que los fundamentos
de la sociedad eran algo más que la conveniencia y el contrato (afirmación Whig), que la sociedad era un organismo
moral, unido por una tradición y por sentimientos de lealtad que no podían ser
violados o ignorados impunemente. En la reacción Whig se vieron disminuidos
tanto los indispensables poderes de gobierno como los instintos sociales de los
hombres; los derechos fueron puestos por delante de las obligaciones, la
conveniencia por encima de la lealtad, y el individuo en un escalón más elevado
que la comunidad. El Conservadurismo filosófico de Bolingbroke y Burke era
necesario para devolver su dignidad a la Constitución ,
reviviendo los elementos místicos y tradicionales de la sociedad… El reemplazo
de la teoría orgánica de la política (Tory) por el concepto
contractual (Whig) debilitó el sentido de obligación política desde
mediados del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX” (I. Deane Jones: “La Revolución Inglesa”; pág. 431; Ediciones Siglo XX, Buenos
Aires, 1968).
N O T A S.
(1) M. García Pelayo: “Derecho
Constitucional Comparado”; Madrid, 1950.-
(2) Hans Kelsen: “Teoría general del
Estado”; Madrid, 1934.-
(3) Ibídem.
(4) Benedetto Croce: “Ética y Política”; Bs. Aires, 1952.-
(5) F. Ayala: “El problema del Liberalismo”; México, 1941.-
“Introducción a las Ciencias Sociales”;
Madrid,
1952.-
“Tratado de Sociología”; Bs. Aires,
1947.-
(6) Irving Kristol: “My Cold
War”; p. 144; The National
Interest, Nº 31; Primavera
de 1993.-
(7) Ibídem.
(8) Ibid. “The American Revolution as a
Successful
Revolution”; pp.3 y ss.;
Doubleday; Garden City,
Nueva York, 1976.-
(9) Hannah Arendt: “On Revolution”; pp. 215 a 220; Penguin
Books Harmondsworth;
Middlesex, 1987.-
(10) José Luis Orozco: “Sobre el
Orden Liberal del Mundo”; p. 212; loco citato et passim; Centro Coordinador y
Difusor de Estudios Latinoamericanos - UNAM; México D.F., 1995.-
(11) Henry Kissinger: “Un Mundo Restaurado”;
pp. 350 a 354; Fondo de Cultura Económica; México D.F., 1973.-
(12) Ibídem : “El significado de la Historia
(Reflexiones sobre Spengler, Toynbee y Kant)”; tesis, Universidad de Harvard;
Cambridge; pp. 5 y ss. y 283 y ss., 1950.-
(13) Daniel Bell: “The Year 2.000. The Trajectory of an
idea”;
en “Toward the Year 2,000. Work in Progress; pp.
7 y 8; Beacon Press,
Boston, 1969.-
Suscribirse a:
Entradas (Atom)