ADAM SMITH ESTABA EQUIVOCADO
JOHN NASH Y LA “TEORÍA DE LOS JUEGOS”.
1.- UNA MENTE BRILLANTE.
…Ebrio de ideas el cerebro
siente,
y es de su paso en la celeste
orgía,
su divino licor, la ciencia y
la poesía
y su vaso la eterna inmensidad.
(Joaquín Castellano: “Temulento”).
……………………………………….
Así, Fabio, me muestra descubierta
su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se
concierta.
No te burles de ver cuánto
confío,
ni al arte de decir, vana y
pomposa,
el ardor atribuyas de este
brío.
¿Es por ventura menos poderosa
que el error la verdad? ¿Es
menos fuerte?
No la arguyas de flaca y
temerosa.
La codicia en las manos de la
suerte
se arroja al mar, la ira a las espadas,
y la ambición se ríe de la muerte.
¿Y no serán siquiera tan osadas
las opuestas acciones, si las
miro
de más ilustres genios
ayudadas?
“Epístola moral a Fabio”: (Anónimo Sevillano).
……………………………………………………...
Esta entrega completa y
corrobora la anterior en la cual afirmáramos que la teoría Liberal
“mercado-céntrica” está errada, y da los fundamentos científicos de porqué los
Nacionalistas Republicanos propugnamos un Estado más pequeño pero con activa
participación para suplir las fallas y deficiencias del mercado, planear el
futuro y repartir un crecimiento con justicia social.
Hace unos cuantos años se
estrenó en Asunción una película titulada “Una mente brillante” que narraba la
vida y obra del matemático JOHN NASH, quien en 1994 obtuvo el Premio Nobel de Economía por sus
descubrimientos acerca de la denominada “Teoría
de los Juegos”(1). Hay un instante en el film en que el protagonista
asevera que descubrió, literalmente, que Adam
Smith –el padre de la economía moderna– no tenía razón, cuando en el año 1776, en su obra “La Riqueza de las Naciones”(2) esbozó
su tesis principal –y base fundamental de toda la teoría económica moderna– de
que el máximo nivel de bienestar social se genera cuando cada individuo, en
forma egoísta, persigue su bienestar individual, y nada más que ello, como si
una “mano invisible” guiara la suma de egoísmos particulares hacia el bienestar
general. Pero Nash expone, mediante desarrollos matemáticos, que Adam Smith está errado y
declara que, con eso, más de un siglo y medio de Teoría Económica se desvanecía.
Es necesario remarcar que Nash
descubre que una sociedad maximiza su nivel de bienestar cuando cada uno de sus
individuos acciona a favor de su propio bienestar, pero sin perder de vista
también el de los demás integrantes del grupo. Demuestra cómo un comportamiento
puramente individualista puede producir en una sociedad una especie de “ley de
la selva” en la que todos los miembros terminan obteniendo menor bienestar del
que podrían(3). Con estas premisas, Nash profundiza los descubrimientos de la “Teoría de los Juegos”, descubierta en la década del ’30 por
Von Neumann y Morgestern(4), generando la posibilidad de mercados con múltiples
niveles de equilibrio según la actitud que tengan los diferentes jugadores,
según haya o no una “autoridad externa al juego”, según sea el juego
cooperativo o no cooperativo entre los diferentes jugadores. De esta manera,
John Nash genera todo un aparato teórico que describe la realidad en forma más
acertada que la teoría económica clásica, y que tiene usos múltiples en
economía, política, diplomacia y geopolítica, a punto que puede explicar e
incluir el más sangriento de todos los juegos: la guerra.
Todo esto puede parecer difícil
de entender. Por eso vamos a dar como ejemplo una verdad de Perogrullo. Tomemos
el caso del Fútbol: supongamos un equipo en el que todos sus jugadores intentan
brillar con luz propia, jugar de delanteros y hacer el gol; más que compañeros,
serán rivales entre sí. Un equipo de esas características será presa fácil de
cualquier otro que aplique una mínima estrategia lógica: que los once
integrantes se ayuden entre sí para vencer al rival. ¿Cuál cree el lector que
será el equipo ganador? Aun cuando el primer equipo tenga las mejores
individualidades, es probable que naufrague, incluso hasta individualmente, y
que los miembros del segundo equipo luzcan mejor. Es lo que Nash descubre, en
contraposición a Adam Smith, que sugeriría que cada jugador haga la suya.
Pero a pesar de que se trata de
un concepto muy básico, prácticamente nada de la “Teoría de los Juegos” se
enseña en general a los economistas, casi nada hay escrito en otro idioma que
no sea el inglés y lo escaso que se enseña en las carreras de Grado y Posgrado
se hace sin aclarar que con la “Teoría
de los Juegos” se usa algo más aproximado
a la realidad que con la Teoría Económica Clásica, a tal punto que se silencia
que “la gran teoría de Smith” queda en realidad anulada por la falsedad de
su hipótesis basal, demostrada por Nash. Sin embargo se sigue enseñando que
Adam Smith es el padre de la economía y que estaba en lo correcto con su
hipótesis acerca del individualismo y la “mano invisible”.
Los argumentos se basan
generalmente en desarrollos anteriores al descubrimiento de Nash y muchos
profesores ni siquiera han sido informados de que hace más de medio siglo alguien
descubrió que el individualismo, lejos de conducir al mejor bienestar de una
sociedad, puede producir un grado menor de bienestar general e individual que
el que se podría conseguir por otros métodos de ayuda mutua.
¿Cómo puede explicarse esto? Los
descubrimientos de Nash fueron efectuados a principios de la década del ’50, y
fueron hechos nada menos que en Princeton,
no en algún alejado lugar del planeta, sin conexiones académicas con el resto
de los economistas, profesores y profesionales de la economía y las finanzas.
¿Por qué no se trabajó para dotar de nuevas bases y fundamentos a la ciencia
cuya premisa fundamental acababa de desvanecerse? Sobre todo si se tiene en
cuenta que a raíz de esa teoría los consejos de los economistas, y las medidas
que finalmente toman los gobiernos y las empresas, de hecho alteran la riqueza,
el trabajo y la vida diaria de millones de personas.
Por lo tanto, el descubrimiento
acerca de la falsedad de la teoría de Adam
Smith debería haber puesto en estado de alerta a la comunidad de los
economistas, pero ello no ocurrió, en buena medida debido a que sólo un
reducido núcleo de profesionales se enteró a inicios de los años ’50 de
la verdadera profundidad de los descubrimientos de Nash. Puede pensarse,
entonces, que un saludable revisionismo sería una verdadera actitud científica
frente a lo acontecido. Sin embargo, nada de esto ocurrió ni ocurre; sólo se
entroniza la premisa básica del individualismo Smithsoniano, a la vez
que se intenta universalizar para todo momento del tiempo y del espacio los
desarrollos económicos clásicos y neoclásicos iniciados por Smith.
Quien crea que esto no tiene
consecuencias se equivoca gravemente. Habría que preguntarse, por ejemplo, si
la propia globalización hubiera sido posible, en su actual dimensión, en el caso
de que los descubrimientos de Nash hubieran tenido la repercusión que merecían,
si los medios de comunicación los hubieran difundido y si muchos de los
economistas considerados más prestigiosos del mundo –muchas veces financiados
por Universidades Norteamericanas que deben su existencia a grandes empresas
del sector privado– no los hubieran dejado “olvidados” en el closet. Si hubiera
habido en su debido momento un revisionismo a fondo a partir de los
descubrimientos de Nash, quizá hoy
tendríamos Estados nacionales mucho más fuertes, reguladores y poderosos de
lo que, tras dos décadas de globalización, resultan (5).
2.- TEOREMA DEL “SEGUNDO MEJOR”.
En forma casi simultánea a los
descubrimientos de Nash, dos economistas, Lipsey y Lancaster, descubrieron el
denominado “Teorema del Segundo Mejor”
que enuncia que si una economía, debido a las restricciones propias que ocurren
en el mundo real, no puede funcionar en el punto óptimo de plena libertad y
competencia perfecta para todos sus actores, entonces no se sabe a priori qué
nivel de regulaciones e intervenciones Estatales necesitará ese país para
funcionar lo mejor posible; o sea que bien podría ser necesaria una muy intensa
actividad Estatal en la economía para que todo funcione mejor. El
Neoliberalismo proclama que el punto inmediato mejor para un país es el de la
menor cantidad de restricciones posibles al funcionamiento de plena libertad
económica. Lipsey y Lancaster derrumbaron hace más de medio siglo ese preconcepto.
Como consecuencia directa, reaparecen temas como aranceles a la importación de
bienes, subsidios a la exportación y a determinados sectores sociales,
impuestos diferenciales, restricciones al movimiento de capitales, regulaciones
financieras y etcéteras, como en la Argentina Kirchneriana y el Brasil de Lula,
que ahora las están exagerando.
Un caso típico es el de la ex
Unión Soviética: Gorbáchov en su momento decidió desregular, privatizar y abrir
la economía eliminando rápidamente la mayor cantidad de barreras posibles a la
libre competencia. No le fue bien. Lejos de progresar rápidamente, la economía
Rusa cayó en una de las peores crisis de su historia(6). Si se hubieran
aplicado los postulados de Lipsey y Lancaster, se habría tenido más cautela y
muy probablemente las cosas no habrían salido tan mal; como hicieron los
Chinos. Con Pútin hubo rectificaciones y la economía rusa se recuperó.
Si combináramos los
descubrimientos de Nash, Lipsey y Lancaster, obtendríamos que no puede
establecerse a ciencia cierta y de antemano, qué resulta mejor para un
determinado país, sino que ello dependerá de una gran cantidad de variables.
Por lo tanto, toda universalización de recomendaciones económicas es
incorrecta. No se puede dar el mismo consejo (por ejemplo, privatizar,
desregular o eliminar el déficit fiscal) para todo país y en todo momento. Sin
embargo, esto es lo que precisamente se ha venido haciendo cada vez con más
intensidad, se han enseñado recetas como universales, como verdades reveladas,
que todo país debe aplicar siempre(7).
3.- LA
“ESCUELA MONETARISTA”.
Mientras éstas teorías no
recibían atención por los diseñadores de políticas gubernamentales, empezaron a
tener, a partir de los años ’50 y ’60, una gran difusión en los medios de
comunicación las teorías desarrolladas en la Universidad de Chicago, que financió en materia económica a Milton Friedman –también Premio Nobel
en Economía – quien comenzó a desarrollar en los mismos años ’50 la denominada “Escuela Monetarista”. Luego de más de
una década de estudios, Friedman y sus seguidores llegaron a la conclusión de
que la actividad del Estado en la economía debe reducirse a una sola premisa
básica: emitir dinero al mismo ritmo en que la economía está creciendo. O sea,
si un determinado país crece al 5% anual, para Friedman, su Banco Central debe
emitir moneda a ese ritmo. Si, en cambio, crece naturalmente al 1% anual, debe
emitir moneda solo al 1% anual. En el fondo, la recomendación de Milton Friedman es que cada país mantenga una
relación constante entre cantidad de dinero y PBI. Toda otra política económica
estatal es desaconsejada por Friedman(8).
La Escuela Monetarista tuvo una
gran difusión en todo el mundo, aun cuando los Bancos Centrales de los
principales países desarrollados jamás aplicaron los consejos de Friedman,
con la sola excepción de Margaret
Thatcher, que tras un breve período de aplicación de unos cuantos meses de
las políticas en Inglaterra, necesitó ganar una guerra (la de las Malvinas)
para recuperar la popularidad perdida por los desastrosos resultados de ella,
que habían elevado el desempleo en Inglaterra a niveles pocas veces vistos
–nada menos que el 14% - sin siquiera acabar por ello con la inflación. Fue el
único y muy breve caso de aplicación de las recetas de esta escuela en países
desarrollados. Sin embargo los “Chicago Boys” la aplicaron en el Chile del
sangriento Pinochet, para que, después de 9 años, fueran despedidos por el
colapso total del sistema bancario, financiero y de grandes y medianas
empresas, tanto que en 1982 tuvo que ser el vilipendiado Estado el que tuvo que
acudir al rescate.
Sin embargo, una buena parte del
establishment veía en la aplicación de estas teorías la posibilidad de
derrumbar un gran número de trabas y regulaciones estatales en muchos países,
pudiendo así ensanchar su base de negocios a zonas del planeta que permanecían
ajenas a su actividad. Esto explica el alto perfil que alcanzaron las teorías
monetaristas en los medios de comunicación, propiedad de ese mismo
establishment. El hecho de que el establishment de los países desarrollados
hiciera enormes loas a esas teorías, pero los gobiernos de esos mismos países desarrollados
no aplicaran para sí las teorías monetaristas, no fue un obstáculo para que
muchos de los más poderosos empresarios presionaran a gobernantes de países
periféricos para que aplicaran las tesis de Milton Friedman y comenzaran a
hacer estragos en los países tomados como laboratorios.
4.- LA “ESCUELA DE EXPECTATIVAS
RACIONALES”.
Desde los años ’60 hasta la
fecha, la Escuela Monetarista y su hija directa, la Escuela de Expectativas Racionales, de Robert Lucas, han ocupado el centro de la escena en Universidades,
centros de estudio y medios de comunicación. La “Escuela de Expectativas
Racionales” reduce aún más el papel del Estado de lo que ya lo había hecho la
Escuela Monetarista. Un país, según Lucas, no debe hacer nada más allá de
cerrar su presupuesto sin déficit. Si el desempleo es de dos dígitos, no debe
hacer nada. Un buen Ministro –para esa escuela– debe dejar en “piloto
automático” a la economía de un país y aunque la gente se muera de hambre, sólo
debe preocuparse de que el gasto público esté íntegramente financiado con
recaudación de impuestos.
Robert Lucas, de profesión
ingeniero, también de la Universidad de Chicago, llega a la conclusión de que
cualquier país, en cualquier momento del tiempo, ni siquiera debe emitir dinero
al mismo ritmo que crece. De esta manera, hasta la regla de oro de Milton
Friedman es abolida por esta Escuela cuyo auge intelectual se ubicó en la
década del ’80. La hipótesis fundamental es que el ser humano posee perfecta
racionalidad y toma sus decisiones económicas sobre la base de ella. Esta
hipótesis psicológica fue duramente criticada, pero Lucas y sus seguidores se
escudaron en el razonamiento de que no hacía falta que cada uno de los
operadores económicos fuera perfectamente racional, sino que sólo era necesario
que el promedio de los operadores se comportara con perfecta racionalidad para
que sus teorías fueran válidas(9,10,11).
Es extraño que esto haya
ocurrido, sobre todo a la luz de los descubrimientos de otro economista: Gary Becker (Premio Nobel en 1992),
quien descubrió matemáticamente que las preferencias individuales no son
agregables (o sea, no puede obtenerse una función de preferencias sociales
a partir de la adición de las individuales, dado que estas últimas no pueden
sumarse). Con este descubrimiento, Becker lanzó un verdadero misil a toda la
denominada “teoría de la utilidad”, que es la base subyacente en las teorías
económicas de Chicago, y termina de derrumbar mucho más que todo su aparato
teórico.
A pesar de ello, los “científicos”
que estaban creando las Escuelas de Chicago no parecen haberse dados por
enterados. Nadie se preguntaba cómo pudo ser que la teoría económica de todo el
planeta (especialmente durante los años ’80 y ’90), estuviera en manos de un
ingeniero puesto a esbozar teorías psicológicas, pero así ocurrió. Nadie sabe
muy bien, tampoco, de dónde salió el argumento de que el “promedio” de
cualquier sociedad se comporta de manera perfectamente racional. Sin el sello
de Chicago, las teorías de Lucas
hubiesen causado hilaridad y se hubiera mandado al ingeniero a construir
puentes o edificios, en vez de intentar explicar cómo funciona la economía
mundial y la psiquis promedio de toda sociedad. Resumiendo: para Lucas, si los
gobiernos no se meten con la economía, ésta logra fácilmente el pleno empleo;
todo es cuestión de que los gobernantes levanten todo tipo de restricciones a
la competencia perfecta y cuiden que no haya déficit fiscal. Nada más que eso,
y en forma mágica, se llega al pleno empleo sino también a los mejores salarios
posibles para toda la masa laboral de cualquier país del mundo, en cualquier
momento del tiempo.
5.- MALTHUSIANISMO.
Robert Lucas podía tener razón,
sin embargo, sólo si pensamos la existencia humana con un criterio malthusiano: Thomas Robert Malthus, ensayista
inglés del siglo XIX, pensaba que mientras las poblaciones se multiplican en
forma geométrica, los alimentos sólo lo hacen aritméticamente. Por lo tanto, la
sobrepoblación era el peor peligro que acechaba al mundo. Si bien el tiempo no
dio la razón a Malthus, el establishment norteamericano es un ferviente
creyente de las ideas malthusianas. Baste señalar que el obsequio que el
Presidente George Bush le hizo al
Presidente argentino Kirchner en su
visita a Washington DC, fue la principal obra de Malthus, “Un ensayo sobre el principio de la población”, del año 1798. Si se
posee una filosofía maltusiana, es más fácil creer en la Escuela de las
Expectativas Racionales.
¿Y porqué la élite
norteamericana es creyente de Malthus, aun cuando la realidad de los siglos
demostró que no estaba en lo correcto? Porque estima que es sólo una cuestión
de tiempo hasta que Malthus esté en lo correcto. Como la energía del planeta
está basada en recursos no renovables, lo que buena parte del establishment
anglo-norteamericano cree es que, a medida que el petróleo se agote, Malthus
irá teniendo razón. Si no hay energía disponible para transportar los alimentos
o para producirlos, una buena parte de la población podría estar destinada a
desaparecer. Todo sería cuestión de determinar quiénes. Y para ello, la
élite de negocios norteamericana usa la teoría de otro inglés famoso: Charles Darwin. Darwin fue el creador
de la “Teoría de la Selección Natural”
la cual predica que las especies más aptas, que mejor se amoldan al medio,
sobreviven y se reproducen, y las menos aptas perecen y se extinguen. Aplicar
una combinación de las principales tesis de Malthus y Darwin implica, para
nosotros, adoptar una posición racista sistemáticamente. Por otro lado un
reemplazante muy barato y abundante del petróleo podría sacar de forma
inmediata de la pobreza a millones de personas; pero hoy por hoy, podría poner
en un riesgo elevado las finanzas de los enormes pulpos petroleros y de los
mercados financieros en su conjunto.
6.-
EXPERIENCIA ARGENTINA.
Volviendo, para terminar, con la
“Escuela de Expectativas Racionales”, si bien ningún país desarrollado aplicó
ni aplica las tesis de Robert Lucas, la Argentina de Carlos Menem sí lo hizo.
El llamado “piloto automático” con el que se movían los ministros Cavallo,
Fernández y Machinea, no era otra cosa que el Estado iba a desentenderse de la
crisis de empleo que vivía la Argentina en los ’90, y el mensaje que los
argentinos recibían desde los medios de comunicación, en forma masiva, de parte
de autoridades y de economistas presuntamente independientes, era que no había
que hacer nada porque la situación del empleo se solucionaba sola. No es
casualidad que Robert Lucas visitara la Argentina en 1996, invitado en forma
especial por la principal usina de la Escuela de Expectativas Racionales de la
Argentina: el CEMA, y hasta fuera recibido por el entonces Presidente Menem en
la quinta presidencial de Olivos, lo que marca hasta qué punto esta verdadera
secta de la economía caló hondo en la Argentina de entonces (12).
7.- EL PORQUÉ
DE LAS COSAS.
En resumen de cuentas, desde al
menos los años ’50, descubrimientos científicos de gran envergadura, cuya
difusión hubiera podido cambiar la historia de la globalización y detener sus
peores consecuencias, fueron ignorados mientras que teorías basadas en
hipótesis probadas matemáticamente como falsas, fueron difundidas profusamente
y fueron aplicadas en todos los lugares del mundo en los que ello ha sido
posible, donde había un ambiente receptivo favorable, como en AMÉRICA LATINA.
Se nos había enseñado que el
sistema de Universidades Norteamericanas era el más desarrollado del mundo, que
su actitud hacia el conocimiento científico era frío e imparcial; que la
ciencia progresaba en estas universidades independientemente de presiones
políticas y de conveniencias económicas y empresariales. ¿Cómo pudo ocurrir
esto, entonces? Un detalle que hay que tener en cuenta es que las dos Escuelas
mencionadas se originaron, desarrollaron y expandieron desde la Universidad de Chicago, recibiendo
fuertes dosis de financiamiento de esa casa de estudios. El financiamiento no
se detuvo sólo en pagar los elevados salarios de los investigadores que desarrollaban las
teorías monetaristas y de expectativas racionales en ese recinto académico,
sino que además abarcó la costosa campaña de difusión de estas ideas en los
medios de comunicación. Porque aunque alguien pueda llegar a un descubrimiento
tipo “pólvora económica”, sin el dinero suficiente para difundir esa idea en
los medios de comunicación no hay forma alguna de que el conocimiento en
cuestión tome estado público.
Es evidente, entonces, que ha
habido poderosos intereses atrás de las Teorías de la llamada “Escuela de Chicago”, que han
constituido el basamento para lo que hoy es la Globalización, aún cuando se
trataba de un saber falso. ¿Qué intereses están detrás de la Universidad de
Chicago? Pues bien, fue fundada por el magnate petrolero John D. Rockefeller I, creador del mayor monopolio petrolífero del
mundo: la Standard Oil. Esa casa de
estudios superiores ha sido siempre un baluarte de la industria petrolera. Pero
el control de una alta casa de estudios como la Universidad de Chicago por sí
solo no hubiera bastado, en medio de un contexto intelectual muy independiente,
para imponer las ideas de Milton Friedman y Robert Lucas de la manera que se
hizo. Pues bien, la industria petrolera no sólo fundó la Universidad de Chicago sino que controla, en forma directa o
indirecta, al menos a las Universidades de Harvard,
New York, Columbia y Stanford, y además está presente en otras muchas
universidades; es usual que muchos de los Directivos de estas casas de estudios
superiores alternen tareas en empresas petroleras o en instituciones
financieras muy relacionadas con dicho sector, y precisamente el petróleo es el
bien cuyo mercado ostenta el mayor nivel de cartelización del mundo.
Ahora, en esta década, comienza
a quedarnos más claro porqué, y debido a quiénes, el principal descubrimiento
de John Nash había permanecido
bastante oculto y, al mismo tiempo, aparecía como un enigma el verdadero estado
de situación del mercado petrolero, sobre todo a la luz de las guerras ocurridas en el siglo XXI.
N O T A S
(1)
Akiva Goldsman: “A beautiful mind. The shooting
script”. Newmarket Press, 2002.-
(2)
Adam Smith: “On the wealth of nations”. Londres,
1776.-
(3)
Sylvia Nasar:
“Una mente brillante”. Touchstone, 1998.-
(4)
Joseph
Schumpeter: “Historia del análisis económico”. Fondo de Cultura Económica,
1971.-
(5)
Harold Kuhn; Sylvia Nasar: “The Essentials John Nash”.
Princeton University Press, 2002.-
(6)
Joseph Stiglitz:
“El malestar en la globalización”. Ediciones Taurus, 2002.-
(7)
Herbert Gintis: “Game theory evolving. A
problem-centered introduction to modeling strategic interaction”. Princeton University Press, 2000.-
(8)
Milton Friedman:
“Libertad de elegir”. Ediciones Orbis S.A., 1983.-
(9)
Eric Roll:
“Historia de las doctrinas económicas”. Fondo de Cultura Económica, 1942.-
(10)
Joseph
Schumpeter: “Historia del análisis económico”. Ibídem, 1971.-
(11)
Ibid.
“Capitalismo, Socialismo y Democracia”. Unwin Ltda. , 1950.-
(12)
Olivier
Blanchard; Daniel Pérez Enrri: “Macroeconomía. Teoría y
Política
Económica con aplicaciones en América Latina”. Prentice Hall,
2000.-
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