domingo, 29 de junio de 2014

EL EXCEPCIONALISMO NORTEAMERICANO

3ª. Parte de la Trilogía sobre RUSIA, CHINA y EE.UU. tres   Imperios que se disputan el dominio del Mundo.

          EL “EXCEPCIONALISMO”             NORTEAMERICANO.

Nosotros somos la Nación indispensable (Madeleine Albright, ex Secretaria de Estado de los EE.UU.).

          Casi como por efecto de alguna Ley natural, en cada siglo parece surgir un país con el poderío, la voluntad y el ímpetu intelectual y moral necesarios para modificar todo el sistema internacional, de acuerdo con sus propios valores. En el siglo XVII Francia, encabezada por el Cardenal Richieleu, introdujo el enfoque moderno a las relaciones internacionales, basado en la Nación-Estado y motivado por intereses nacionales como propósito supremo. En el siglo XVIII la Gran Bretaña introdujo el concepto de Equilibrio del Poder, que dominó la Diplomacia Europea durante los siguientes 200 años. En el siglo XIX la Austria de Metternich reconstruyó el Concierto de Europa, y la Alemania de Bismarck lo desmanteló, convirtiendo la Diplomacia Europea en un frío juego de Política del Poder.
         En el siglo XX ningún país ha influido tan decisivamente en las Relaciones Internacionales, y al mismo tiempo con tanta ambivalencia, como los Estados Unidos. Ninguna sociedad ha insistido con mayor firmeza en lo inadmisible de la intervención  en los asuntos internos de otros Estados, ni ha afirmado más apasionadamente que sus propios valores tenían aplicación universal. Ninguna Nación ha sido más pragmática en la conducción cotidiana de su Diplomacia, ni más ideológica en la búsqueda de sus convicciones morales históricas” (Henry Kissinger:“La Diplomacia” pp. 11-12; Fondo de Cultura Económica; México, 1996).
          En verdad, los EE.UU. han tenido siempre a lo largo de su historia dos actitudes contradictorias en cuanto a su Política Exterior: una es perfeccionar constantemente la Democracia en su interior, actuando así como un Faro para el resto de la humanidad; y otra es que sus propios valores le imponen la obligación de hacer Cruzada por ellos en todo el mundo. Por ello el pensamiento norteamericano ha oscilado continuamente entre el Aislamientoy el Compromiso”. Pero ambas actitudes, aunque contradictorias, consideran normal un Orden Global Internacional fundamentado en la Democracia, el Libre Comercio y el Derecho Internacional y a través de su historia se ha intensificado la fe del país en que es posible superar la historia y que si el mundo realmente desea la Paz, tendrá que aplicar las prescripciones morales de los EE.UU. Así, ambos enfoques: el Aislacionista y el de Cruzado, reflejaron y reflejan todavía una fe común de los Norteamericanos, de que poseen el mejor sistema de Gobierno del mundo y que el resto de la humanidad podía alcanzar la paz, el progreso y la prosperidad abandonando sus sistemas tradicionales y adoptando la reverencia de los Estadounidenses por la Democracia y la Libertad.
          Desde que los EE.UU. entraron en la arena de la política mundial, en 1917, han sido tan predominantes en su fuerza –y por ello tan convencidos de lo justo de sus ideales– que los principales acuerdos internacionales de ese siglo han sido encarnaciones de los valores norteamericanos;  y el desplome del Comunismo Soviético fue como la confirmación intelectual de esos ideales, tal como lo expresara Francis Fukuyama  en “El Fin de la Historia y el Último Hombre”. Pero en el Nuevo Orden Internacional ha resurgido con mucha fuerza el Nacionalismo y las Naciones han buscado su propio interés con mayor frecuencia que los “principios elevados” de los EE.UU. y han competido con él más que cooperado y se rebelan por doquier, lo cual choca con la autodesignada “misión” Norteamericana de implantar un estilo de vida global. Y por primera vez los Estados Unidos no pueden volver a su Aislacionismo, retirándose del Mundo, ni tampoco dominarlo. Y eso les causa un gran tormento, porque ninguna Nación se ha impuesto a sí misma las exigencias morales y materiales que los EE.UU. se han impuesto, y ningún país se ha atormentado tanto por el divorcio entre sus valores morales y la imperfección inherente a las situaciones concretas a las que deben aplicarse en la realidad material.
          Es obvio ya que el sistema internacional de las primeras décadas del siglo XXI queda señalado por una aparente contradicción: por una parte, Fragmentación; por la otra, creciente Globalización. Contiene al menos seis Grandes Potencias –Estados Unidos, Europa, Rusia, China, Japón y probablemente a corto plazo India– así como toda una pléyade de países de mediana importancia y más pequeños (Brasil, Sudáfrica, Irán). Y se está notando que para los EE.UU. conciliar valores diferentes y experiencias históricas muy diversas entre países de importancia comparable constituye una experiencia nueva y una considerable desviación, tanto del “Aislamiento” del siglo XIX y principios del XX, como de la Hegemonía de facto de la Guerra Fría. El final de ésta ha creado lo que se ha llamado un “Mundo Unipolar” o de una sola “Superpotencia”; pero en realidad los Estados Unidos no están ahora, 25 años después, en mejor posición para imponer unilateralmente la “Agenda Mundial”, de lo que estaban  al comienzo de los años ’90: son más preponderantes de lo que eran entonces, pero, sin embargo, de manera irónica, “el Poder también se ha vuelto más difuso”. De este modo, en realidad ha decrecido la capacidad de los EE.UU. para aplicarlo a dar forma al resto del mundo. Los Estados Unidos seguirán siendo la Nación más grande y poderosa, pero una Nación que tendrá sus iguales; los EE.UU. serán primus inter pares pero serán, no obstante, una Nación como otras. Por consiguiente, el “Excepcionalismo” Norteamericano –que es la base indispensable de su Política Exterior– tal vez sea menos aplicable en el decurso de este siglo que se ha venido.

                      EL MITO NORTEAMERICANO.       
        Cuando la Unión Soviética colapsó, EE.UU. se alzó como la superpotencia hegemónica. Parecía que el país había resuelto todos sus problemas. El mundo lo envidiaba. Pero las cosas han cambiado. La historia ha vuelto para vengarse”, escribe el Analista Andranik Migranyan –Director del “Instituto de Democracia” de Nueva York– en su artículo El mito del Excepcionalismo Estadounidense en la revista 'The National Interest'.                 
         Los Estadounidenses se consideran a sí mismos una Nación excepcional desde hace siglos y solo ahora empiezan a darse cuenta de las dificultades que tienen, subraya el Politólogo. El término “Excepcionalismo Estadounidense” fue acuñado por el historiador francés Alexis de Tocqueville en su obra 'La Democracia en América' (1835-1840). A partir de los años 20 del siglo pasado el término empieza a utilizarse ampliamente. El currículo de las Universidades del país incluye un curso titulado “El Excepcionalismo Estadounidense”, la Asignatura llamada “El Excepcionalismo Estadounidense y los Derechos Humanos” forma parte también del Yale World Fellows Program, un programa de la Universidad de Yale que tiene como objetivo formar una red de nuevos Líderes Globales emergentes: en él cada año participan unas 18 personas seleccionadas entre jóvenes profesionales de todo el planeta.                      .                             
        El mito presenta a EE.UU. como una tierra prometida que da a los ciudadanos una oportunidad sin precedentes para conseguir la prosperidad y la libertad personal. Por otra parte, la Nación Estadounidense tiene una misión de Liderazgo Mundial que consiste en ilustrar al resto del planeta y difundir los valores y las instituciones de la Democracia. Los problemas llegan cuando los mitos se enfrentan con la realidad oscura”, acentúa Migranyan. Es muy peligroso cuando los políticos y la sociedad no se percatan de que la brecha entre la ideología y la realidad se está transformando en un profundo precipicio”, comenta. 
         A pesar de su deuda colosal y de sus acentuados problemas sociales, EE.UU. sigue siendo un centro clave de la influencia económica mundial. El país sigue cultivando la idea de su “Excepcionalismo”, pero está perdiendo los elementos de este 'excepcionalismo' uno tras otro, insiste el Analista. Por ejemplo: uno de los postulados principales –la importancia del trabajo individual como herramienta para lograr la prosperidad personal y colectiva– cae en el olvido: actualmente como mínimo un 35% de la población está inactiva y vive de los subsidios Estatales.
                        EL MESIANISMO IMPERIAL.
          Podemos colegir con un grado razonable que los hechos ocurridos en Irak, Afganistán, Libia, Siria, Venezuela y Ucrania, han develado una realidad dinámica: el mundo ya no será igual que antes, sometido a un Inquisidor despiadado y, por el contrario, lo anterior hace despertar al planeta de tal modo que el ansia de liberación se extiende ahora por los cinco continentes. Nunca pensó el “Imperio Unipolar” que su actuación provocaría un rechazo tal y que los pueblos comenzarían a exigir soberanía plena, la que se traducirá en cambios de conciencia, de administración –políticos y espirituales– lo que indicará una modificación estructural en las relaciones económicas, orientadas por el Principio de Complementariedad.
          Pese a lo que hemos explicado  anteriormente, no se puede desconocer que la Teoría que recorre el mundo como un jinete apocalíptico es el Excepcionalismo, ideología Estadounidense, hoy desviada de su origen, que asuela la soberanía de los pueblos, causando la miseria y explotación descarada en su faz Neoliberal. Uno de los múltiples ejemplos de la aplicación de esta Ideología Imperial es el bombardeo a Yugoslavia en 1999 realizado por la OTAN, bajo el mandato de Bill Clinton, entonces Presidente de los Estados Unidos.
          La Excepcionalidad es un planteamiento de progreso, interesante, que hoy al parecer se ha vuelto reaccionario con elementos de superioridadracial, de pensamiento,  de desarrollo y élite privilegiadaatribuida a una Nación por obra de un Destino Manifiesto, que llega desde una esencia divina y lo porta sólo quien tiene un lugar reservado en la Historia para liderar ética y moralmente al Mundo. En ese sentido, se refiere a que un pueblo posee capacidades que la gran mayoría no tiene y cuya misión proviene de una voz que sólo los Líderes la reciben como seres autorizados.
          Así es como el Candidato Republicano a la Elección Presidencial en 2012,  Mitt Romney, declaró que Dios había creado a Estados Unidos para que dirigiera al mundo, y prometió que si llegaba a la Casa Blanca arremetería contra la alianza maligna del socialismo de Cuba y Venezuela”. Dios no creó a este país para que fuera una Nación de seguidores. Estados Unidos no está destinado a ser uno de los varios poderes globales en equilibrio dijo Romney en su discurso de campaña más importante sobre Política Exterior. Estados Unidos debe conducir al mundo o lo harán otros”, agregó, señalando que el planeta sería más peligroso si Washington no jugara un papel de primer orden. El Candidato Republicano pronunció esta alocución el día que se cumplían diez años del inicio de la intervención en Afganistán, el 25 de Julio de 2012, en una Academia Militar de Carolina del Sur.
          Esta Doctrina se convierte en la Ideología que sustenta la actuación histórica de los Estados Unidos y que explica la forma bárbara como ha tratado a numerosos países del orbe.  Algunas de sus características filosófico-políticas pueden resumirse en que Norteamérica  se atribuye el principio mesiánico de ser una Nación que ha recibido la bendición de Dios para dirigir el mundo junto a quienes acepten su concepción de dominio. Sus fuentes son de carácter ético, político, económico, histórico y religioso. Une dos factores: ser únicos y universales, lo que configura su carácter planetario que ninguna otra Nación posee. Este poder casi divino le otorga la facultad, como derecho por sobre todos los derechos humanos existentes –incluso en su propio país– de  castigar a quien estime conveniente. Por tanto, posee una superioridad moral basada en ser un País que promueve la Libertad en el mundo, los valores más sagrados, la defensa de la Propiedad como bien inobjetable, el derecho a desarrollarse por sí mismo –pues Dios dejó a cada ser para que se sacrificara y surgiese solo– como defensor a ultranza de la Legalidad, la Democracia y la Paz. Así, le corresponde a esa Nación (EE.UU.) superar todo aquello que pueda suponer un peligro de envergadura para la Humanidad. Eliminar a quien no cree en su doctrina es lícito y, además, cuenta con el beneplácito de los amantes de la Libertad.
            Sus valores están ligados a la Libertad, Propiedad, Igualdad y Justicia, las cuales se supeditan al Mercado, pues es la forma como el Creador hizo el mundo: libre y autorregulado, según su propio albedrío. El Terrorismo es la amenaza a la supervivencia de esta Nación, justificación para ejecutar todas las acciones que sean convenientes con el fin de garantizar la continuidad viva de su gente y aliados. La creencia absoluta es que Dios está de su lado –todos los Presidentes Norteamericanos, y en especial Obama, han proclamado ser muy piadosos en Religión”– y le permitirá siempre obtener victorias; así, todos los castigos son justos pues responden a una necesidad de que el plan divino sea mantenido, cueste lo que costare, como lo declaró confiado, en 1961, el entonces Presidente John F. Kennedy: “que los Estados Unidos eran tan fuertes que pagarían cualquier precio, soportarían cualquier carga por asegurar el triunfo de la Libertad aun a costa de sus propios ciudadanos, quienes únicamente son llamados a la grey en la medida que sirven a su Gobierno y están dispuestos a dar la vida por su Patria, la cual se llama Norteamérica: No preguntes –dijo Kennedy en su discurso de toma de posesión de la Presidencia– lo que América puede hacer por ti; sino qué puedes hacer tú por América”. Como vemos, el Excepcionalismo, derivación del Pragmatismo –Escuela Filosófica  actualizada en su versión Neoliberal– conduce a que todo Ser Humano pueda ser considerado un daño colateral en la medida que su sacrificio se realice para proteger la identidad del país.
          Lo anterior ha conducido a las mayores masacres en el mundo, iniciada con el exterminio de millones de indios en el territorio de este país o el robo a México de una porción inmensa de su territorio… por ser 'primitivos' y contrarios al “Destino Manifiesto”.  Ello obviamente conduce actualmente a contradicciones de principio insalvables, en su Política Exterior,  como el caso de  la escisión de Kosovo en Serbia, a través de la guerra de exterminio (15.000 bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia en 1999), que se convierte en prístina y conveniente, pues ellos” (EE.UU) la orientan, y en cambio,  el Referéndum de Crimea  –sin un disparo y con el 96%  de aprobación mayoritaria– sin embargo en “ilegal y contrario al Derecho Internacional”. El caso de los Nazis del Partido Sbovoda, con gran Poder en Ucrania, demuestra esa inequidad conceptual.  
           Esa razón instrumental ha llevado a esta Superpotencia a los mayores desastres y a un número indeterminado de cientos de miles de soldados estadounidenses –y extranjeros aliados– muertos, mutilados, pensionados, enfermos mentalmente. Por ello –como todos los instrumentos para sostener esta doctrina son válidos– se utiliza la “Guerra Mediática” de forma alienante con el fin de presentar una ilusión como realidad: los Medios de información ocultan lo que sucede realmente. La Prensa, obviamente, y el uso de las grandes redes sociales para domesticar son uno de los mecanismos aplicados.
           La Propiedad a ultranza, el patriotismo irracional, la supuesta amenaza a la seguridad, conducen a la creación de un temor a lo desconocido, existiendo un enemigo, o incluso siendo todos, quienes atentan contra ellos, puesto que son el Pueblo escogido. Además, la envidia es la fuente de las amenazas porque quieren robarle su forma de ser (modo de vida americano), lo que configura una temible sentencia que es obligatorio impedir; al respecto, el entonces  Presidente Lyndon Johnson dijo a los soldados de  un Regimiento de GI acantonados en Corea, en 1965: Sólo somos 200 millones en un mundo de 3.000 millones; los otros quieren lo que nosotros tenemos, ¡y no se lo vamos a dar!”.
    Ahora bien, ¿Qué es ideológicamente el “Excepcionalismo”? Hagamos primero una aproximación al “Pragmatismo” para poder entenderlo mejor:

                  PRAGMATISMO Y AMERICANISMO.
          El Pragmatismo encarna, así es comúnmente admitido, la filosofía del "americanismo" y ha dado lugar, desde luego, al ingreso del pensamiento norteamericano en el mundo moderno. Constituye, pues, una filosofía propia, clara y distinta que supuso, ciertamente, un cambio de ideas; o, más específicamente, como señala Louis Menand en un trabajo galardonado con el Premio Pulitzer de Historia 2002, “no un conjunto de ideas sino más bien una idea sobre las ideas consistente en que éstas no están esperando a ser descubiertas sino que son herramientas que creamos para enfrentarnos al mundo” (Louis Menand:“El Club de los Metafísicos. Historia de las Ideas en América”; p. 13; Destino, Barcelona, 2002).
          Siguiendo una exposición de William Savery que es citada por H. B. Van Wesep, autor cuyo estudio sobre el Pragmatismo constituirá más adelante el guion del repaso al núcleo de autores que conforman el Pragmatismo Estadounidense, pueden distinguirse dos factores comunes, al menos, en todas las concepciones filosóficas norteamericanas. En primer lugar, hay que llamar la atención sobre un nuevo criterio de “verdad”: Frente a las Teorías de la “Correspondencia” o de la copia seguida por Aristóteles y los Escolásticos (que convertía la verdad en una reproducción de la cosa real) y de la coherencia de autores como Spinoza, Kant, Hegel y otros (que contribuían a teorizar sobre lo que las cosas podían ser o sobre lo que deseábamos que fueran), aparece la “Teoría de la Supervivencia” en la que la verdad está relacionada con la acción, de modo que la formulación que se impone, aunque sea como primer esbozo muy general, es la de que "verdad es lo que funciona". En segundo término, corresponde señalar que el “Pragmatismo” es una concepción que toma como punto de partida el sentido común y no prescinde nunca del mundo concreto y cotidiano. Se trata, pues, de una forma de realismo pluralista, no monista, que hace posible albergar una diversidad de perspectivas.
          El término “Pragmatismo” fue acuñado por Charles Sanders Peirce (1839-1914) durante los encuentros del “Metaphysical Club” de Cambridge, Massachusetts, hacia 1872; es decir, poco después de la Guerra Civil Estadounidense. Sin embargo, se puede afirmar que el “Pragmatismo” no se reduce a la época de su formulación a la sombra de la Universidad de Harvard en el ya citado “Club de los Metafísicos”; puede hablarse también de un itinerario del Pragmatismo que cubre un período –anterior y posterior al enunciado– que permitirá conocer, de acuerdo con Van Wesep, cómo mudó el pensamiento norteamericano del Deísmo y del Trascendentalismo al “Meliorismo” pragmático (H.B. Van Wessep: Siete Sabios y una Filosofía. Itinerario del Pragmatismo; Editorial Hobbs Sudamericana; Baires,1965).
           La moral del “Meliorismo”, presupuesto necesario de todos los que tienen ideales, opone al quietismo abstracto la creencia activa en la perfectibilidad; su optimismo no significa ya simple satisfacción frente a lo actual, sino confianza en la posibilidad de perfecciones infinitas. Lo existente no es perfecto en sí, pero marcha hacia un perfeccionamiento; para el hombre, en particular, se traduce en dignificación de su vida. Todo lo humano es susceptible de mejoramiento; es natural el devenir de un bien mayor, mensurable por el conjunto de satisfacciones en que los hombres hacen consistir la felicidad. De otra parte el Excelsiorismo apunta en la dirección del progreso del hombre, le interesa más principalmente las cosas temporales y mundanas del diario vivir, por sobre aquellas cosas eternas y celestiales. Constituyendo un optimismo de profundos alcances humanistas, desarrollado en una incesante actividad humana, y por tanto abierta a la aprobación de nuevos e ilimitados descubrimientos humanos, en todos los campos de las ciencias.
          Por lo expuesto, la aproximación al Pragmatismo va a tomar en cuenta una doble consideración: de un lado, su formulación, y, de otro, un recorrido que permitirá relacionar, recalando en diversos autores, sus tesis principales.                       Se supone que fue Peirce, como queda dicho, quien acuñó el término "Pragmatismo" durante los debates del Club, aunque no fue hasta mucho tiempo después cuando se le confiriera significado filosófico a la expresión. Dicho término resultó ser una derivación de la distinción kantiana entre praktisch y pragmatisch, pretendiendo proporcionar con ello una nueva teoría lógica del significado; de manera que la función del pensamiento no sea sino imponer una regla de acción, un hábito de comportamiento o bien una creencia. Peirce se encargó de exponer los postulados del pragmatismo en dos artículos titulados The Fixation of Belief y How to Make Our Ideas Clear, publicados en Popular Science Monthly, en noviembre de 1877 y enero de 1878, respectivamente. Sin embargo, es de justicia reconocer que la expresión Pragmatismo fue popularizada por William James a partir de una conferencia que data de 1898.
          El Pragmatismo constituye, siguiendo nuevamente a Menand, un modo de explicar cómo se forman las creencias y cómo se adoptan las decisiones; pudiendo considerarse el núcleo de sus aportaciones la convicción de que las ideas no deben convertirse en ideologías (asimiladas éstas al marco en que se desenvuelven los imperativos trascendentes que pretenden justificar, o bien el orden existente, o bien la llamada a la subversión). Pero es que, además, no se puede pasar por alto que el Pragmatismo se propuso como objetivo fundamental que a las personas les resultara más difícil llegar a la violencia por sus creencias; ideas como la tolerancia, envuelta en una especie de escepticismo, conformaron, por tanto, una cultura intelectual íntimamente unida al sentir democrático en el que "los diversos vástagos del modo pragmático de pensar –la filosofía educacional, la concepción pluralista de la cultura, el argumento para las libertades de expresión– fueron, en cierto sentido, traducciones de esa ética individualista Protestante a términos sociales y seculares" (Entrevista a Louis Menand: Estados Unidos, ¿Pragmatismo o Absolutismo?    Suplemento Babelia; El País, p. 2; 19-X-2002, Barcelona).
          El cambio en los presupuestos intelectuales de la vida americana que hay que reconocerle al Pragmatismo se plasmó en el modo de pensar sobre la educación, la democracia, la libertad, la justicia y la tolerancia. Esta fuente de inspiración, esta forma de ser, empero, no puede considerarse enteramente agotada por más que se oponga a la misma el Absolutismo a que nos referiremos después. La relación existente entre el “Pragmatismo” y el “Aislacionismo”, una tentación que siempre, como venimos repitiendo, está latente en la Política Exterior Estadounidense, podrá ser advertida con mayor claridad al abordar seguidamente el itinerario de esta particular manera de ser o modo de pensar; constituyendo dicho recorrido nada más que una síntesis, incluso apresurada, tendiente a conferir continuidad, con afán orientativo, a la exposición.
          Así, se ha de constatar, cuanto menos, que la concepción realista y pluralista, apegada al sentido común y al mundo de lo cotidiano y lo concreto, de una parte; y la noción de verdad, íntimamente relacionada con la acción, y por tanto, alejada de la creencia en las verdades absolutas, eso que se ha llamado Absolutismo, de otra; constituyen las ideas-fuerza que están presentes en los autores que conforman el Pragmatismo: el movimiento de ideas que ha pasado a ser considerado, no es ocioso insistir, como la filosofía netamente norteamericana.
           Según varios filósofos representantes del Pragmatismo “Estados Unidos es un país absolutista y su cultura política es muy absolutista. Decir que el Pragmatismo constituye la aportación a la filosofía mundial no significa que represente el espíritu americano” (Louis Menand: “Entrevista cit.”, pág. 2; Barcelona, 2002). La oposición apreciada entre Pragmatismo y Absolutismo no es suscrita, empero, sin discrepancias; o por lo menos, a partir de lecturas no siempre convergentes. La visión pragmática, o simplemente práctica o instrumental, cuando no la propiamente pragmatista, se sitúa, con frecuencia, como un antecedente, o como un aspecto determinante, de la acción política Estadounidense. Edward S. Said (1935-2003), por ejemplo, pudo entrever un notorio influjo de esta línea de pensamiento a la hora de definir y proyectar dicha acción política: Detrás de esto se halla la creencia en el ‘Pragmatismo’ como sistema filosófico destinado a administrar la realidad: un Pragmatismo anti-metafísico, anti-histórico y hasta –curiosamente– anti-filosófico. Esa especie de anti-nominalismo posmodernista constituye, junto a la filosofía analítica, un sistema de pensamiento muy influyente en las Universidades Estadounidenses"(Edward S. Said:“La Otra América” en Le Monde Diplomatique; nº 89, Marzo de 2003, p. 23).
           El Pragmatismo Estadounidense es particularmente evidente en la Política Exterior, que no sigue ningún lineamiento claro y se adapta a cada situación según se hayan analizado los mejores resultados para el país. Recurrir al Pragmatismo significa que las situaciones son confrontadas en un nivel individual, a diferencia de un nivel colectivo que generalmente implica una planificación a largo plazo. El Pragmatismo afecta a la Política Exterior de EE.UU. en varias formas: aminora el requisito de que los responsables de la toma de decisiones sólo hagan política que esté basada en estrictos principios legales o principios ideológicos. La política no está casada con estrictos conceptos filosóficos o morales. Se puede decidir con mayor flexibilidad, basada principalmente en las percepciones políticas en lugar de rígidas consideraciones normativas. Además, la Política Exterior de EE.UU. tiende a ser más reactiva que proactiva; en sus Relaciones Internacionales  el país reacciona ante ciertos eventos que se producen en lugar de anticipar qué se va a producir, como ya mencionaron varios autores antes. En este sentido, el Pragmatismo contribuye a la tendencia norteamericana a preferir los objetivos nacionales a corto plazo en comparación a las soluciones a largo plazo, un enfoque que alimenta la falta de coherencia en las acciones de Política Exterior.
          Pese a las versiones contrapuestas a que se ha hecho alusión, el Pragmatismo es, como el Aislacionismo, cita obligada en un estudio que pretende desbrozar la génesis de la Realpolitik Estadounidense  y que remite, necesariamente, al Excepcionalismo Norteamericano. El propósito que persigue este estudio tiende a tratar de desvelar, aunque también a acrecentar, los interrogantes, e incluso contradicciones, que incesantemente asaltan; pues, llegados a este punto a nadie le pasará inadvertido que el elemento paradójico viene a ser una constante con la que hay que irse habituando a contemporizar.

        EL “ EXCEPCIONALISMO”  NORTEAMERICANO.
         El fin del Aislacionismo coincide, no exento de matices, con el inicio del predominio mundial Norteamericano. El siglo XX ha sido, como ya ha sido anticipado, el siglo de los Estados Unidos. Su entrada en la Política Internacional se produjo cuando las estructuras de poder de las viejas Potencias Europeas estaban a punto de quedar colapsadas. Con miras a ir concluyendo nuestro estudio centrado en el rastreo de orígenes ideológicos, se considera oportuno enmarcar éste haciendo alusión, de una parte: al protagonismo reconocido a Estados Unidos en mérito de su intervención en la I Guerra Mundial; y, de otra: con fines recapitulativos, a eso que una y otra vez venimos denominando Excepcionalismo Norteamericano.
          Tras esta expresión, una tanto enigmática, admitámoslo, tiene acogida una corriente de ideas variopinta. Corriente de ideas que se ve complementada, a su vez, con una serie de hechos de los que da cuenta la reciente historia de Estados Unidos de América; decimos historia reciente cuando, en puridad, no la hay de otra clase pues dicha historia se remonta, claro es, a poco más de dos siglos. Ya en otro lugar, en un contexto determinado como fue el ius ad bellum a propósito de la Segunda Guerra del Golfo, se ha tenido oportunidad de referirse al Excepcionalismo norteamericano (Luis Bueno Ochoa: Guerra por si acaso o Culminación de la Real Politik Estadounidense; Medusa, Madrid, 2006). Constituye éste uno de los aspectos medulares de la cosmovisión estadounidense, al menos en lo concerniente al  rol desplegado en el panorama internacional. Nos detendremos, brevemente, en la corriente de ideas que están en circulación sobre el particular; en una serie de hechos, de indudable significación histórica, que ilustran cómo los avances y retrocesos son continuos y, para concluir, en glosar aspectos puntuales de la mano de dos autores ya citados como Tocqueville y Lipset.
          La corriente de ideas aludida –sin perjuicio de todo lo dicho hasta ahora sobre el “Aislacionismo” y el “Pragmatismo” y sin obviar las remisiones al “Realismo” y al “Absolutismo” trazadas que no esconden alguna suerte de conexión entre las mismas– engarza, aun a costa de incurrir en reduccionismos, con dos Doctrinas: la del Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe. La primera, de carácter visionario, si no mesiánico, enlaza con la propia creación de la Nación Norteamericana como si de un segundo pueblo elegido, especie de redentor, se tratara; la segunda, ha demostrado ser ambivalente hasta el punto que lo mismo puede servir para justificar la no injerencia en asuntos internos como para prestar cobertura a la acción consistente en cobrar intervención en cualquier momento y ante cualquier situación” (Luis Bueno Ochoa: Bases del Excepcionalismo Norteamericano”; Revista Telemática de Filosofía del Derecho, Nº 10; Universidad Pontificia de Comillas; Madrid, 2006/2007. Loco citato et passim). Los intereses de Estados Unidos no tienen límites, cabría decir; de ahí que nunca esté exento de polémica distinguir ámbitos de actuación.
          A vueltas con el Excepcionalismo norteamericano como elemento crucial que ha informado “la visión que Estados Unidos tiene de sí mismo y de su papel protagonista en el mundo”, una aproximación a su estudio, centrándonos en la historia de las ideas, reenvía esta cuestión a dos de las obras de dos insignes tratadistas: por un lado, la obra clásica de Alexis de Tocqueville: La Democracia en América 1835-40 (Alianza; Madrid, 1980); y, más modernamente, el trabajo de Seymour Martin Lipset titulado: El  Excepcionalismo Norteamericano. Una espada de dos filos (Fondo de Cultura Económica; Madrid, 2000).
           Para Tocqueville, en primer lugar, deviene esencial reparar en el punto de partida que determina el porvenir de la Nación norteamericana: el ardor religioso, el espíritu republicano, y la íntima unión entre el genio religioso y el de la libertad. Las razones de dichas peculiaridades tienen, pues, un doble origen: Puritano e Inglés, que está asociado a la propia noción de religión-política y que bien pudiera quedar sintetizado con frases tales como la divisa que corona los billetes de dólar –In God we trust– o la archifamosa consigna patriótica “God Bless America”. Aun cuando la hipótesis que manejaba Tocqueville para explicar el Excepcionalismo se vinculaba a la ausencia histórica tanto de una Aristocracia señorial como de un Campesinado servil, debe admitirse la importancia reconocida tanto al llamado “patriotismo reflexivo”, o amor instintivo a la patria, como al hecho, cierto, contrastado, de que la religión es la causa histórica de las sociedades angloamericanas.
        Para Lipset, en otro orden de cosas, lo que hace singular (o, por mejor decir, excepcional) al sistema político norteamericano es el extremado Liberalismo populista; la retórica de la demagogia litigante; la ausencia de Socialismo; la debilidad del welfare state; la proliferación de armas privadas; la persistencia de la pena de muerte (capital punishment); la coexistencia de minorías de inmigrantes y la pervivencia del racismo, etc. De lo que se deduce la existencia de un credo norteamericano que puede quedar descrito con estos cinco términos, a saber: libertad, igualitarismo, individualismo, populismo y laissez faire. Lipset alcanza, pues, una conclusión análoga a la de Tocqueville al circunscribir lo esencial del Excepcionalismo norteamericano a la conjunción religioso-política: a un credo político que busca conciliar, en definitiva, una forma de consenso mesiánico que subyace bajo un pluralismo aparente, con una misión nacional, redentora;que comparten los estadounidenses y que no es otra sino convertir, en clave proselitista, al resto del mundo a su Excepcionalismo.             
          En resumen, hemos podido observar cómo un conjunto diverso de ideas, de extracción religiosa, política y estrictamente filosófica, puesto en relación con una sucesión de jalones en la historia de Estados Unidos, ha contribuido a despejar el origen del Excepcionalismo norteamericano. Dicho Excepcionalismo constituye pues, una marcada seña de identidad que, no obstante, admite no sólo matices sino  relecturas y un amplio elenco de reformulaciones. No creemos, en fin, que haya inconveniente en reconocer que el Excepcionalismo norteamericano trasciende lo episódico e invita a una reflexión poliédrica que no puede evitar verse obligada a convivir con la paradoja.-

              


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