jueves, 21 de julio de 2016

FRACASO IZQUIERDISTA

                MARCHAS  Y  CONTRAMARCHAS
El fracaso del Progresismo Izquierdista, la ofensiva Neoliberal y la recuperación del “patio trasero”

En el marco de la crisis internacional, en Latinoamérica convergen la declinación de las experiencias Progresistas y el regreso del Neoliberalismo. Con la llegada de Macri a la Presidencia, en unas pocas semanas el país pasó de un crecimiento débil a una recesión que se va agravando rápidamente. No es difícil imaginar lo que puede ocurrir en Brasil o en Venezuela, que ya están en recesión, si la Derecha conquista el Poder Político. Las victorias de fuerzas políticas Neoliberales tienden a instaurar economías funcionando a baja intensidad, con mercados internos contraídos e inestables.
La coyuntura global está marcada por una crisis deflacionaria motorizada por las Grandes Potencias. La caída de los precios de las commodities descubre el desinfle de la demanda internacional mientras tanto se estanca la “ola financiera”, muleta estratégica del Sistema durante las últimas cuatro décadas. La crisis de la financierización de la economía mundial (predominio del Capital Financiero, efecto de las políticas económicas Neoliberales) va ingresando de manera zigzagueante en una zona de depresión, las principales economías capitalistas tradicionales crecen poco o nada y China se desacelera rápidamente. No presenciamos la “recomposición” política-económica-militar del Sistema como lo fue la reconversión Keynesiana (militarizada) de los años 1940 y 1950 sino su degradación general.
El Progresismo
Inmersa en este mundo se despliega la coyuntura Latinoamericana donde convergen dos hechos notables: la declinación de las experiencias Progresistas y la prolongada degradación del Neoliberalismo que las precedió y las acompañó desde países que no entraron en esa corriente de la que ahora ese Neoliberalismo degradado aparece como el sucesor.
Los “Progresismos” Latinoamericanos se instalaron sobre la base de los desgastes y en ciertos casos de las crisis de los Regímenes Neoliberales y cuando llegaron al Gobierno los buenos precios internacionales de las materias primas sumados a políticas de expansión de los mercados internos les permitieron recomponer la gobernabilidad.
El ascenso Progresista se apoyó en dos impotencias: la de la Derechas que no podían asegurar la gobernabilidad, colapsadas en algunos casos (Bolivia en 2005, Argentina en 2001-2002, Ecuador en 2006, Venezuela en 1998) o sumamente deterioradas en otros (Brasil, Uruguay, Paraguay) y la impotencia de las bases populares que derrocaron Gobiernos, desgastaron regímenes pero que incluso en los procesos más radicalizados no pudieron imponer revoluciones, transformaciones que fueran más allá de la reproducción de las estructuras de dominación existentes.
En Brasil el zigzagueo entre un Neoliberalismo “social” y un Keynesianismo light casi irreconocible fue reduciendo el espacio de Poder de un Progresismo que desbordaba fanfarronería “realista” (incluida su astuta aceptación de la hegemonía de los grupos económicos dominantes). La dependencia de las exportaciones de commodities y el sometimiento a un sistema financiero local transnacionalizado terminaron por bloquear la expansión económica. Finalmente, la combinación de la caída de los precios internacionales de las materias primas y la exacerbación del pillaje financiero precipitaron una recesión que fue generando una crisis política sobre la que empezaron a cabalgar los promotores de un “golpe blando” ejecutado por la Derecha local y monitoreado por los Estados Unidos.
En Argentina el “golpe blando” se produjo protegido por una máscara electoral forjada por una ofensiva Mediática desmesurada. El Progresismo Kirchnerista en su última etapa había conseguido evitar la recesión aunque con un crecimiento económico anémico sostenido por un fomento del mercado interno respetuoso del Poder económico, sin poder evitar la crisis.
Restauraciones
Por lo general el “Progresismo” califica a sus derrotas o amenazas de derrotas como victorias o peligros de regreso del pasado Neoliberal. También suele utilizarse el término “restauración conservadora”, pero ocurre que esos fenómenos son sumamente innovadores, tienen muy poco de “conservadores”. Cuando evaluamos a personajes como Michel Temer, Mauricio Macri o Henry Ramos Allup no encontramos a Jefes autoritarios de Élites Oligárquicas estables sino a personajes completamente inescrupulosos, sumamente ignorantes de las tradiciones Burguesas de sus países, incluso en ciertos casos con miradas despreciativas hacia las mismas.
Otro aspecto importante de la coyuntura es la irrupción de movilizaciones ultra-reaccionarias de gran dimensión donde las clases medias ocupan un lugar central. Los Gobiernos Progresistas suponían que la bonanza económica facilitaría la captura política de esos sectores sociales pero ocurrió lo contrario: las capas medias se derechizaban mientras ascendían económicamente, miraban con desprecio a los de abajo y asumían como propios los delirios Derechistas extremistas de los de arriba. El fenómeno sincroniza con tendencias derechistas extremistas ascendentes en Occidente, desde Ucrania hasta los Estados Unidos pasando por Alemania, Francia, Hungría. Es una expresión cultural del Neoliberalismo decadente, pesimista, de un Capitalismo nihilista ingresando en su etapa de reproducción ampliada negativa donde el apartheid aparece como la tabla de salvación.
Pero este” “Derechismo Latinoamericano” incluye también la reaparición de viejas raíces racistas y segregacionistas que habían quedado tapadas por las crisis de gobernabilidad de los Gobiernos Neoliberales, la irrupción de protestas populares y las primaveras progresistas. Sobrevivieron a la tempestad y en varios casos resurgieron –incluso antes del comienzo de la declinación del Progresismo– como en Argentina el egoísmo social de la época de Menem o el “gorilismo” racista anterior.
Una observación importante es que el fenómeno asume características de tipo “contrarrevolucionario”, apuntando hacia una política de tierra arrasada, de extirpación del enemigo Progresista. Es lo que se ve actualmente en Argentina o lo que promete la Derecha en Venezuela o Brasil. La blandura del contrincante, sus miedos y vacilaciones excitan la ferocidad reaccionaria. Refiriéndose a la victoria del Fascismo en Italia Ignazio Silone la definía como “una contrarrevolución que había operado de manera preventiva contra una amenaza revolucionaria inexistente”. Esa no existencia real de amenaza o de proceso revolucionario en marcha, de avalancha popular contra estructuras decisivas del sistema desmoronándose o quebradas, envalentona (otorga sensación de impunidad) a las élites y su base social.
Si el Progresismo fue la superación fracasada del fracaso Neoliberal, este “Neofascismo” subdesarrollado exacerba ambos fracasos inaugurando una era de duración incierta de contracción económica y desintegración social. Basta ver lo ocurrido en Argentina con la llegada de Macri a la Presidencia: en unas pocas semanas el país pasó de un crecimiento débil a una recesión que se va agravando rápidamente producto de un gigantesco pillaje. No es difícil imaginar lo que puede ocurrir en Brasil o en Venezuela que ya están en recesión si la Derecha conquista el Poder Político en vez de una Centroizquierda Nacionalista como la de Henrique Capriles.
La caída de los precios de las commodities y su creciente volatilidad, que la prolongación de la crisis global seguramente agravará, han sido causas importantes del fracaso Progresista y aparecen como bloqueos irreversibles de los proyectos de reconversión elitista-exportadora medianamente estables. Las victorias Derechistas tienden a instaurar economías funcionando a baja intensidad, con mercados internos contraídos e inestables. Eso significa que la supervivencia de esos Sistemas de Poder dependerá de factores que los Gobiernos pretenderán controlar: en primer término el descontento de la mayor parte de la población aplicando dosis variables de represión, embrutecimiento mediático, corrupción de Dirigentes y degradación moral de las clases bajas. Se trata de instrumentos que la propia crisis y la combatividad popular pueden inutilizar. En ese caso el fantasma de la revuelta social puede convertirse en amenaza real.
EE.UU.
Los Estados Unidos desarrollan una estrategia de “reconquista” de América Latina aplicándola de manera sistemática y flexible. El “golpe blando” en Honduras fue el puntapié inicial al que le siguió el fracaso de Lugo en Paraguay y un conjunto de acciones desestabilizadoras, algunas muy agresivas, de variado éxito que fueron avanzando al ritmo de las urgencias imperiales y del desgaste de los Gobiernos Progresistas. En varios casos las agresiones más o menos abiertas o intensas se combinaron con buenos modales que intentaban vencer sin violencias militar o económica o sumando dosis menores de las mismas con operaciones domesticadoras. Donde no funcionaba eficazmente la agresión empezó a ser practicado el ablande moral, se implementaron paquetes persuasivos de configuración variable combinando penetración, cooptación, presión, premios y otras formas retorcidas de ataque psicológico-político.
El resultado de ese despliegue complejo es una situación paradojal: mientras los Estados Unidos retroceden a nivel global en términos económicos y geopolíticos, van reconquistando paso a paso su “patio trasero” Latinoamericano. La caída de Argentina ha sido para Estados Unidos una victoria de gran importancia trabajada durante mucho tiempo a lo que es necesario agregar tres maniobras decisivas de su juego regional: el sometimiento de Brasil, el fin del Gobierno Chavista en Venezuela y la rendición negociada de la insurgencia Colombiana.
   Perspectivas populares
 Más allá de la curiosa paradoja de un Estados Unidos decadente reconquistando su retaguardia territorial, desde el punto de vista de la coyuntura global, de la decadencia sistémica del Capitalismo, la generalización de Gobiernos pro-Norteamericanos en América Latina puede ser interpretada superficialmente como una gran victoria geopolítica de los Estados Unidos. Pero si profundizamos el análisis e introducimos por ejemplo el tema del agravamiento de la crisis impulsada por esos Gobiernos tenderíamos a interpretar al fenómeno como expresión específica regional de la decadencia del sistema global.
El alejamiento del estorbo “Progresista” puede llegar a generar problemas mayores a la dominación Estadounidense si bien las inclusiones sociales y los cambios económicos realizados por el Progresismo fueron insuficientes, embrollados, estuvieron impregnados de limitaciones burguesas y su autonomía en materia de política internacional tuvo una audacia restringida; lo cierto es que su recorrido ha dejado huellas, experiencias sociales, dignificaciones (suprimidas por la Derecha) que serán muy difícil de extirpar y que en consecuencia pueden llegar a convertirse en aportes significativos a futuros (y no tan lejanos) desbordes populares radicalizados.
La ilusión Progresista de humanización del sistema, de realización de reformas “sensatas” dentro de los marcos institucionales existentes, puede pasar de la decepción inicial a una reflexión social profunda, crítica de la institucionalidad Neoliberal, de la opresión mediática y de los grupos de negocios parasitarios. En ese caso la molestia “Progresista” podría convertirse tarde o temprano en huracán revolucionario no porque el Progresismo como tal evolucione hacia la radicalidad anti-sistema sino porque emergería una cultura popular superadora, desarrollada en la pelea contra Regímenes condenados a degradarse cada vez más. Solamente la irrupción de Gobiernos de Centroizquierda Nacionalistas y desarrollistas con el “Estado Regulador” que armoniza los intereses políticos con los económicos podría evitarlo. El Coloradismo Paraguayo tiene la ideología precisa para ello; habría que estudiarla y aplicarla.

FUENTES: Jorge Beinstein, economista, docente de la Universidad de Buenos Aires. Suplemento “Cash”. Periódico “Página 12”. Revista Noticias; Nueva Sociedad. Ideología del Partido Colorado del Paraguay.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario