MARCHAS Y
CONTRAMARCHAS
El fracaso del Progresismo Izquierdista, la ofensiva Neoliberal y la
recuperación del “patio trasero”
En el marco de la crisis internacional, en
Latinoamérica convergen la declinación de las experiencias Progresistas y el
regreso del Neoliberalismo. Con la llegada de Macri a la Presidencia, en unas pocas semanas el país pasó de un
crecimiento débil a una recesión que se va agravando rápidamente. No es difícil
imaginar lo que puede ocurrir en Brasil
o en Venezuela, que ya están en
recesión, si la Derecha conquista el Poder Político. Las victorias de fuerzas
políticas Neoliberales tienden a instaurar economías funcionando a baja
intensidad, con mercados internos contraídos e inestables.
La coyuntura global está
marcada por una crisis deflacionaria motorizada por las Grandes Potencias. La
caída de los precios de las commodities descubre el desinfle de la demanda
internacional mientras tanto se estanca la “ola financiera”, muleta estratégica
del Sistema durante las últimas cuatro décadas. La crisis de la
financierización de la economía mundial (predominio del Capital Financiero,
efecto de las políticas económicas Neoliberales) va ingresando de manera
zigzagueante en una zona de depresión, las principales economías capitalistas
tradicionales crecen poco o nada y China
se desacelera rápidamente. No presenciamos la “recomposición” política-económica-militar
del Sistema como lo fue la reconversión Keynesiana
(militarizada) de los años 1940 y 1950 sino su degradación general.
El Progresismo
Inmersa en este mundo se
despliega la coyuntura Latinoamericana donde convergen dos hechos notables: la declinación de las experiencias
“Progresistas” y la prolongada degradación del “Neoliberalismo” que las
precedió y las acompañó desde países que no entraron en esa corriente de la
que ahora ese Neoliberalismo degradado aparece como el sucesor.
Los “Progresismos” Latinoamericanos
se instalaron sobre la base de los desgastes y en ciertos casos de las crisis
de los Regímenes Neoliberales y cuando llegaron al Gobierno los buenos precios
internacionales de las materias primas sumados a políticas de expansión de
los mercados internos les permitieron recomponer la gobernabilidad.
El ascenso Progresista
se apoyó en dos impotencias: la de la Derechas que
no podían asegurar la gobernabilidad, colapsadas en algunos casos (Bolivia en
2005, Argentina en 2001-2002, Ecuador en 2006, Venezuela en 1998) o sumamente
deterioradas en otros (Brasil, Uruguay, Paraguay) y la impotencia de las bases
populares que derrocaron Gobiernos, desgastaron regímenes pero que incluso en
los procesos más radicalizados no pudieron imponer revoluciones,
transformaciones que fueran más allá de la reproducción de las estructuras de
dominación existentes.
En Brasil el zigzagueo entre un Neoliberalismo “social” y un Keynesianismo
light casi irreconocible fue reduciendo el espacio de Poder de un Progresismo que desbordaba
fanfarronería “realista” (incluida su astuta aceptación de la hegemonía de los
grupos económicos dominantes). La
dependencia de las exportaciones de commodities y el sometimiento a un sistema
financiero local transnacionalizado terminaron por bloquear la expansión
económica. Finalmente, la combinación de la caída de los precios
internacionales de las materias primas y la exacerbación del pillaje financiero
precipitaron una recesión que fue generando una crisis política sobre la que
empezaron a cabalgar los promotores de un “golpe blando” ejecutado por la Derecha
local y monitoreado por los Estados Unidos.
En Argentina el “golpe blando” se produjo protegido por una máscara
electoral forjada por una ofensiva Mediática desmesurada. El Progresismo Kirchnerista en su última
etapa había conseguido evitar la recesión aunque con un crecimiento económico
anémico sostenido por un fomento del mercado interno respetuoso del Poder
económico, sin poder evitar la crisis.
Restauraciones
Por lo general el “Progresismo”
califica a sus derrotas o amenazas de derrotas como victorias o peligros de
regreso del pasado Neoliberal. También suele utilizarse el término
“restauración conservadora”, pero ocurre que esos fenómenos son sumamente
innovadores, tienen muy poco de “conservadores”. Cuando evaluamos a personajes
como Michel Temer, Mauricio Macri o Henry Ramos Allup no encontramos a
Jefes autoritarios de Élites Oligárquicas estables sino a personajes
completamente inescrupulosos, sumamente ignorantes de las tradiciones Burguesas
de sus países, incluso en ciertos casos con miradas despreciativas hacia las
mismas.
Otro aspecto importante
de la coyuntura es la irrupción de movilizaciones ultra-reaccionarias de
gran dimensión donde las clases medias ocupan un lugar central. Los
Gobiernos Progresistas suponían que la bonanza económica facilitaría la captura
política de esos sectores sociales pero ocurrió lo contrario: las capas
medias se derechizaban mientras ascendían económicamente, miraban con
desprecio a los de abajo y asumían como propios los delirios Derechistas
extremistas de los de arriba. El fenómeno sincroniza con tendencias derechistas
extremistas ascendentes en Occidente, desde Ucrania hasta los Estados Unidos
pasando por Alemania, Francia, Hungría. Es una expresión cultural del Neoliberalismo
decadente, pesimista, de un Capitalismo nihilista ingresando en su etapa de
reproducción ampliada negativa donde el apartheid aparece como la tabla de
salvación.
Pero este” “Derechismo Latinoamericano” incluye
también la reaparición de viejas raíces racistas y segregacionistas que habían
quedado tapadas por las crisis de gobernabilidad de los Gobiernos Neoliberales,
la irrupción de protestas populares y las primaveras progresistas.
Sobrevivieron a la tempestad y en varios casos resurgieron –incluso antes del comienzo
de la declinación del Progresismo– como en Argentina
el egoísmo social de la época de Menem o
el “gorilismo” racista anterior.
Una observación
importante es que el fenómeno asume características de tipo
“contrarrevolucionario”, apuntando hacia una política de tierra arrasada, de
extirpación del enemigo Progresista. Es lo que se ve actualmente en Argentina o lo que promete la Derecha
en Venezuela o Brasil. La blandura del contrincante, sus miedos y vacilaciones
excitan la ferocidad reaccionaria. Refiriéndose a la victoria del Fascismo en Italia Ignazio Silone la
definía como “una contrarrevolución que había operado de manera preventiva
contra una amenaza revolucionaria inexistente”. Esa no existencia real de
amenaza o de proceso revolucionario en marcha, de avalancha popular contra
estructuras decisivas del sistema desmoronándose o quebradas, envalentona
(otorga sensación de impunidad) a las élites y su base social.
Si el Progresismo fue la superación fracasada
del fracaso Neoliberal, este “Neofascismo” subdesarrollado exacerba ambos
fracasos inaugurando una era de duración incierta de contracción económica y
desintegración social. Basta ver lo ocurrido en Argentina con la llegada de Macri
a la Presidencia: en unas pocas
semanas el país pasó de un crecimiento débil a una recesión que se va agravando
rápidamente producto de un gigantesco pillaje. No es difícil imaginar lo que
puede ocurrir en Brasil o en Venezuela que ya están en recesión si
la Derecha conquista el Poder Político en vez de una Centroizquierda
Nacionalista como la de Henrique
Capriles.
La caída de los precios
de las commodities y su creciente volatilidad, que la prolongación de la crisis
global seguramente agravará, han sido causas importantes del fracaso Progresista
y aparecen como bloqueos irreversibles de los proyectos de reconversión
elitista-exportadora medianamente estables. Las victorias Derechistas tienden a instaurar economías funcionando a baja
intensidad, con mercados internos contraídos e inestables. Eso significa que la
supervivencia de esos Sistemas de Poder dependerá de factores que los Gobiernos
pretenderán controlar: en primer
término el descontento de la mayor parte de la población aplicando dosis
variables de represión, embrutecimiento mediático, corrupción de Dirigentes y
degradación moral de las clases bajas. Se trata de instrumentos que la propia
crisis y la combatividad popular pueden inutilizar. En ese caso el fantasma de
la revuelta social puede convertirse en amenaza real.
EE.UU.
Los Estados Unidos desarrollan una estrategia de “reconquista” de América Latina aplicándola de manera
sistemática y flexible. El “golpe blando” en Honduras fue el puntapié inicial
al que le siguió el fracaso de Lugo en Paraguay
y un conjunto de acciones desestabilizadoras, algunas muy agresivas, de variado
éxito que fueron avanzando al ritmo de las urgencias imperiales y del desgaste
de los Gobiernos Progresistas. En varios casos las agresiones más o menos
abiertas o intensas se combinaron con buenos modales que intentaban vencer sin
violencias militar o económica o sumando dosis menores de las mismas con
operaciones domesticadoras. Donde no funcionaba eficazmente la agresión empezó
a ser practicado el ablande moral, se implementaron paquetes persuasivos de
configuración variable combinando penetración, cooptación, presión, premios y
otras formas retorcidas de ataque psicológico-político.
El resultado de ese
despliegue complejo es una situación paradojal: mientras los Estados
Unidos retroceden a nivel global en términos económicos y geopolíticos, van
reconquistando paso a paso su “patio trasero” Latinoamericano. La caída de Argentina ha sido para Estados Unidos
una victoria de gran importancia trabajada durante mucho tiempo a lo que es
necesario agregar tres maniobras decisivas de su juego regional: el sometimiento de Brasil, el fin del Gobierno Chavista en
Venezuela y la rendición
negociada de la insurgencia Colombiana.
Perspectivas populares
Más allá de la curiosa
paradoja de un Estados Unidos decadente reconquistando su retaguardia territorial,
desde el punto de vista de la coyuntura global, de la decadencia sistémica del
Capitalismo, la generalización de Gobiernos pro-Norteamericanos en América
Latina puede ser interpretada superficialmente como una gran victoria
geopolítica de los Estados Unidos. Pero si profundizamos el análisis e
introducimos por ejemplo el tema del agravamiento de la crisis impulsada por
esos Gobiernos tenderíamos a interpretar al fenómeno como expresión específica
regional de la decadencia del sistema global.
El alejamiento del estorbo
“Progresista” puede llegar a generar problemas mayores a la dominación Estadounidense
si bien las inclusiones sociales y los
cambios económicos realizados por el Progresismo fueron insuficientes,
embrollados, estuvieron impregnados de limitaciones burguesas y su autonomía en
materia de política internacional tuvo una audacia restringida; lo cierto
es que su recorrido ha dejado huellas, experiencias sociales, dignificaciones
(suprimidas por la Derecha) que serán muy difícil de extirpar y que en
consecuencia pueden llegar a convertirse en aportes significativos a futuros (y
no tan lejanos) desbordes populares radicalizados.
La ilusión Progresista
de humanización del sistema, de realización de reformas “sensatas” dentro de
los marcos institucionales existentes, puede pasar de la decepción inicial a
una reflexión social profunda, crítica de la institucionalidad Neoliberal, de
la opresión mediática y de los grupos de negocios parasitarios. En ese caso la
molestia “Progresista” podría convertirse tarde o temprano en huracán
revolucionario no porque el Progresismo como tal evolucione hacia la
radicalidad anti-sistema sino porque emergería una cultura popular superadora,
desarrollada en la pelea contra Regímenes condenados a degradarse cada vez más.
Solamente la irrupción de Gobiernos de Centroizquierda Nacionalistas y
desarrollistas con el “Estado Regulador” que armoniza los intereses políticos
con los económicos podría evitarlo. El Coloradismo
Paraguayo tiene la ideología precisa para ello; habría que estudiarla y
aplicarla.
FUENTES: Jorge Beinstein,
economista, docente de la Universidad de Buenos Aires. Suplemento “Cash”.
Periódico “Página 12”. Revista Noticias; Nueva Sociedad. Ideología del Partido
Colorado del Paraguay.-
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