miércoles, 29 de enero de 2014

LA GUERRA CAMPESINA

LA GUERRA CAMPESINA.
En un estudio publicado en una fecha tan lejana como 1964, el escritor argentino Jorge Abelardo Ramos examinó las ideas de Ernesto “Che” Guevara sobre la aplicabilidad de la guerrilla como fórmula única de la lucha en América Latina(1): “La autoridad revolucionaria legítimamente adquirida por Guevara por su actuación en la Revolución Cubana volvía indispensable esa puntualización, por más severa que fuese. Respetábamos su notable figura como guerrillero, pero expresábamos nuestras reservas como teórico de la revolución latinoamericana, justamente porque su prestigio aumentaba los peligros de la difusión de una concepción voluntarista profundamente errónea. Pero la ratificación por Fidel Castro de aquellas tesis de Guevara y su tentativa de aplicación en varios Estados Latinoamericanos obligan a considerar nuevamente la cuestión”(2).
         Esto parecería haber sido escrito en esta época y para el Paraguay de ahora, que tiene a una Guerrilla al parecer intoxicada por esa ideología aunque nuestro bobalicón Ministro del Interior –que, repetimos, debiera ser despedido sin más trámite cuando ocurra el próximo ataque impune del EPP y sustituido por un político con mucha experiencia práctica y capacidad de organización y resolución como el Dr. Bader Rachid Lichi– asegura que sólo se trata de “un grupo de criminales y narcotraficantes sin ninguna ideología”(sic); pero el EPP está fuertemente ideologizado (por la ideología del “foco”), por eso continuaremos analizando la cuestión. Las ideas de Castro y Guevara han sido reformuladas por, en aquél entonces, un joven intelectual francés: Regis Debray (que ahora, en su madurez, ha abjurado completamente de ellas en su libro “Alabados sean los Señores”). Sus tres trabajos publicados(3) permiten ofrecernos una idea de conjunto de lo que es la escala de valores de los revolucionarios cubanos (porque perviven aún hoy) sobre los múltiples problemas de América Latina y en particular acerca de los métodos aplicables a su revolución.Y los errores de Debray alcanzan proporciones espectaculares: el concepto dominante de estos trabajos consiste en elevar la lucha armada al nivel de único para la lucha revolucionaria y en reducir todas las etapas de la lucha política a un conjunto de fórmulas técnico-militares porque “la lucha armada parece tener razones que la teoría no conoce”(4). La fórmula introductoria es muy singular: “Liberar el presente del pasado”, esto es, no hacer mucho caso a la experiencia histórica de las revoluciones. La originalidad que va a brindarnos Debray así lo exige, pues nos dice a continuación que pocos años de experiencia armada en América Latina han hecho “mucho más para dar a conocer la singularidad de sus condiciones objetivas que las décadas precedentes de teoría política copiada”. Pero ignora que en “las décadas precedentes” no sólo se habían formulado en América Latina “teorías políticas copiadas”, sino además movimientos de masas no copiados, entre ellos algunos armados; recordemos a Zapata, a Sandino, a Prestes, a los mineros bolivianos de 1942 y a la clase media y obreros de Bolivia de 1952.
              De la idea central de Debray se desprenden necesariamente todos sus extravíos laterales. En efecto, afirma que la Revolución Cubana ha sustituido el Partido por la Guerrilla, y que sólo la guerrilla puede generar al Partido. El jefe de ésta debe reunir a la vez la condición de Jefe político y militar. Sin embargo, en China y Vietnam, el partido creaba su fuerza militar subordinada a la dirección política de aquél. Pero Debray dice que en América Latina, Cuba ha enseñado un nuevo camino: es la guerra la que genera el Partido: “esta es la desconcertante novedad inaugurada por la revolución cubana”(5). Esta novedad habría puesto fin a “un divorcio de varias décadas entre teoría marxista y práctica revolucionaria”(6). Ahora, el marxismo se ha encarnado al fin. ¿Y los Partidos Marxistas? : “Ahí donde el instrumento no sirve ya, ¿debe detenerse la lucha de clases o deben forjarse nuevos instrumentos?”.... “la Guerrilla se convierte en Dirección Política…. y, “una perfecta educación marxista no es, para comenzar, una condición imperativa”(7).
              Naturalmente esto no lo comprenden los hombres de ciudades porque “El hombre de ciudad vive como un consumidor…. Aunque sea un camarada, si se pasa la vida en la ciudad es un burgués sin saberlo en comparación con el guerrillero…. Se dice bien que nos bañamos en lo social: los baños prolongados ablandan”(8). Los únicos que no se ablandan son los que se bañan en el propio ombligo. Es decir, que se bañan en lo individual; son los duros individualistas que pretenden sustituirse al Partido y al pueblo y se autoeligen para el martirio. Lenin escribió varios volúmenes para condenarlos, al mismo tiempo que se inclinaba ante su heroísmo personal. Es imposible seguirlo a Debray en su romantización del “núcleo elegido” sin recordar la observación de Engels, que no sólo era un maestro del socialismo, sino también un robusto joven que luchó con las armas en la mano y algo sabía de milicia: “¡Qué pueril ingenuidad la de presentar la propia impaciencia como argumento teórico!”.
              Pero ahora ya tenemos entre nosotros al EPP (Ejército Paraguayo del Pueblo) un foco guerrillero al parecer imbuido de las ideas Castro-Guevaristas divulgadas por Regis Debray, que no admite pertenecer a ningún Partido Político y ha perpetrado importantes golpes donde ha corrido sangre, haciéndose inaccesible, tanto a la policía como al ejército, operando en el norte del país –y también en el bajo Chaco– moviéndose entre la población “como pez en el agua” según decía Mao Zedong (Mao Tse Tung en la    antigua grafía china) en su “Manual de Guerra de Guerrillas”. Ni el “Estado de Emergencia”, decretado dos veces en la era Lugo, ni el consiguiente rastrillaje de tropas del Ejército y dotaciones de la Policía Nacional especializada dieron –ni dan ahora– resultado alguno, teniendo por resultado que vastos sectores de la opinión pública acusaran al ex-Presidente Lugo y su gobierno de “complacencia “ con dicho grupo extremista y violento.
              Ya se inició, pues, la “Guerra Campesina”, a la que se suma el paso de las protestas pacíficas a las violentas de asociaciones de campesinos sin tierras, como los llamados “carperos” –por instalarse bajo precarias carpas en los terrenos invadidos o frente a ellos– que parecían contar con la lenidad o simpatía del ex-Presidente y su entorno (políticos de fuste, Gobernadores y Parlamentarios) por la atención que se les prestaba y ser recibidos a menudo en el Palacio de López. La ciudadanía dudaba si era realmente simpatía, por la empatía ideológica, o simplemente inutilidad de las autoridades –como ahora– especialmente en el Ministerio del Interior, donde el ex Presidente Lugo, luego de remover al ineficiente Rafael Filizzola,  había llevado a esa Cartera a aquella solterona “Socialista”, Carlos Filizzola, para que hiciera lo que Lugo sabía que no podía hacer: calmar a las masas y a los Dirigentes campesinos mediante el ofrecimiento de lo que ya se les había ofrecido antes, o “atenerse a duras consecuencias”; pero que un rojillo “Fabiano rabanito”(9) como Carlos Filizzola –sin experiencia en un cargo de tan alta como complicada envergadura– vería como una invención nueva, generosa y ventajosa de la Izquierda. La farsa de este enfrentamiento singular entre este rojillo Fabiano y codiciosos dirigentes “carperos” no pasó inadvertida a la comunidad nacional. Su fracaso total e inevitable fue una bofetada en pleno rostro de ”Carlitos”, que volvió a su despacho con el rabo entre las piernas y su “pureza” de intenciones. Al haber recibido una oportunidad de demostrar que un Socialista Fabiano moderno podía conseguir lo que jamás había logrado la “Derecha” desfasada, a saber: la tolerancia entre los campesinos y la colaboración política entre campesinos y autoridades, él también se había visto desbordado por la responsabilidad del mando, una responsabilidad que significaba, pura y simplemente, que las cosas funcionaran.
              Y no pudo, por supuesto, hacer que funcionaran porque los políticos dirigentes campesinos querían el brazo si se les ofrecía la mano. Sin haberlo entendido, regresó a su despacho con aquella sonrisa como una placa de metal sobre un féretro, y la convicción de que si alguien se había mostrado reacio a cooperar, no quedaba claro quién había sido. Hasta que sobrevino el brutal como sangriento choque entre policías y carperos en la estancia “Mborumbí” con un saldo de 17 muertos (6 policías y 11 campesinos) y decenas de heridos, lo que provocó la destitución de Filizzola. En cuanto se hubo ido, la campaña “¡Fuera Lugo de la Presidencia!” cobró ímpetu; cosa que hasta resultó divertida, porque hizo ver como si Carlos Filizzola la hubiera inventado, y pasado mediados de Junio, todos los Partidos Políticos representados en el Parlamento, adoptaron la resolución del “Juicio Político”. El país contuvo el aliento y a continuación, con una mayoría sin parangón en la memoria viva, el Congreso se alzó y, pese a las presiones y amenazas internacionales y los ofrecimientos del Ejecutivo, votó la destitución del Presidente.
              Pero la guerra campesina ya está declarada y continuará, y no puede ser para menos en un país donde casi el 80% de las mejores tierras cultivables están en manos del 1% de la población y en el cual los Partidos de Izquierda, cuando estuvieron en el Poder, se dedicaron a soliviantar los ya encrespados y levantiscos ánimos campesinos pero sin gestionar ni emprender medidas prácticas para su solución, pasando –eso sí– a ocupar cuanto cargo burocrático se ponía a su alcance y con visos de corrupción que se fueron detectando.
              El problema guerrillero no se soluciona con un aparatoso despliegue de fuerza militar-policial, que es -según la irónica expresión de Ho-Chi-Ming cuando los EE.UU. tuvieron 500.000 soldados en Viet Nam- "una guerra de elefantes contra conejos" que no podía ser ganada por aquéllos pues los conejos se les escurrían entre sus patas; como ya lo demostró hasta la saciedad la experiencia histórica en China, Vietnam, Laos, Camboya, Argelia, el Congo, Angola, Cuba, Nicaragua, El Salvador, y actualmente Colombia, sino eliminando la gran asimetría estructural campesina con una radical y profunda “Reforma Agraria”, tocando los intereses de la Oligarquía Latifundista Agraria Semifeudal, como lo hicieron los países que emergieron del subdesarrollo luego de la 2ª Guerra Mundial y ahora están en el “Primer Mundo” constituyendo “modelos” para nosotros: Taiwán, Corea y China Popular, que empezaron su camino hacia el éxito socioeconómico y político solucionando, primero que todo, el gran descontento campesino.


N O T A S
                             
(1) Jorge Abelardo Ramos: “Los peligros del empirismo en la revolución latinoamericana”. Revista “Izquierda Nacional”, Nº 5; Febrero de 1964.-                
(2) Ibídem: “Historia de la Nación Latinoamericana”; p. 547; A. Peña Lillo Editor, Buenos  Aires, 1968.- Jorge Abelardo Ramos fue un escritor y político argentino de la Extrema Izquierda (Trotskysta), y Presidente del “Partido de la Izquierda Nacional (PSIN).-
(3) Regis Debray: “América Latina: algunos problemas de estrategia revolucionaria”; Ed. Banda Oriental; Montevideo, 1967.- 
“El Castrismo: la larga marcha de América Latina”;
Revista “Pasado y  Presente “;
Córdoba, 1964.-                                                                     
“¿Revolución en la Revolución?”; Ed. Sandino; Montevideo, 1967.-         
(4)Ibídem:“¿Revolución en la Revolución?”; 
p. 107.-                                        
(5) Ibídem : p. 113.-                      
(6) Ibid. : p. 113.-   
(7) Ibid. : p. 111.-   
(8) Ibid. : p, 70.-     
(9) “Fabiano rabanito”: “Socialismo Fabiano” es el nombre dado a un Partido Socialista Inglés (uno de cuyos Dirigentes era George Bernard Shaw), cuya política era evitar toda actividad revolucionaria y choque con el Gobierno, “cabalgándole al costado” para obtener mejoras paulatinas. Su apelativo proviene del General romano Fabio, llamado “el contemporizador” por evitar librar una batalla decisiva contra el cartaginés Aníbal en la 2ª Guerra Púnica. “Rabanito” es la expresión despectiva que los Comunistas y los Socialistas Revolucionarios daban a los Fabianos ingleses, y en España a los Socialdemócratas del  PSOE, por parecerse al rábano: rojo por fuera y blanco por dentro. (N. del A.).-



sábado, 25 de enero de 2014

LA CUESTION SOCIAL (Continuación)




             



               Permítasenos recordar al respecto  las “Lecciones de la Historia”: Una y otra vez, ante concentraciones enormes de riqueza en manos de unos pocos, las masas empobrecidas se han visto empujadas a la rebelión, para derribar de sus lujosos pedestales de poder y de prestigio a los opulentos. La riqueza y la codicia de los Borbones de Francia y de sus cortesanos fueron las causas de la Revolución Francesa. La aristocracia rusa y el régimen Zarista fueron derribados por la Revolución Bolchevique. El Sha de Irán fue depuesto en medio de un sangriento alzamiento. La historia nos enseña, sin lugar a dudas, que las grandes disparidades de la riqueza conducen, andando el tiempo, a grandes disturbios. No escribimos esto como profecía, sino como aviso, dentro del espíritu de un Thomas Jefferson cuando advertía a la opinión pública francesa, precisamente cuatro años antes de la Revolución, “que la extrema concentración de la riqueza en aquella sociedad acarrearía las más graves consecuencias”.
               Llegados a este punto, se puede formular una objeción legítima: si el exceso de concentración de la riqueza tiene consecuencias tan horrendas para la economía y para la sociedad, ¿cómo es posible que tales peligros hayan sido casi universalmente desconocidos? La sencilla respuesta es que vivimos en una época que propiamente puede calificarse de la era de los logreros”. Llamamos logrero al que sólo piensa en el dinero, al que desea el dinero por amor al mismo y olvida que hay en la vida otras cosas más dignas de ser disfrutadas y más nobles. Cuando hablamos de logreros aludimos a la mentalidad adquisitiva, no a la situación patrimonial de una persona. El logrero será generalmente una persona rica, pero no todo rico es necesariamente un logrero; todo depende del empleo que se proponga dar a su riqueza.
               Durante las eras adquisitivas la riqueza es la fuente principal de Poder político y de prestigio social. Los ricos dominan entonces el Gobierno, la Religión, las costumbres y la mayor parte de las instituciones sociales. Alquilan a los intelectuales para que elaboren teorías que justifiquen la supremacía social de los logreros. Entonces, la ideología económica corriente dice que, si bien es cierto que la disparidad de las fortunas puede ser algo injusta, al menos es conveniente para la prosperidad económica. Como dijo John F. Kennedy en aquellos dorados años ’60 para los EE.UU.: “cuando la marea sube, todas las barcas flotan”. ¿Acaso no están mejor las riquezas en manos de hábiles y osados empresarios, capaces de generar inversiones y de crear puestos de trabajo? Como veremos, uno de los puntos centrales de estas ideas es la “Teoría del goteo” o de la “Capilaridad descendente”. La “Teoría de la Capilaridad descendente” dice, sencillamente, que no se debe poner trabas a los hombres de negocios en su afán de acumular riquezas, porque la prosperidad se irá difundiendo luego gradualmente, a partir de los ricos, para beneficiar a las demás capas de la sociedad. Tal teoría sostiene que, cuanto más ricos sean los ricos, más invertirán y más y más oportunidades de trabajo se crearán en consecuencia. Por tanto, la codicia es buena para la sociedad y el bienestar económico de la Nación. Esta es la teoría que inspiró la “Economía de la Oferta” de Ronald Reagan en los años ’80 llamada también “Reaganomics” (Reaganomanía). A esta idea se la denomina también “Teoría del Goteo” y a los partidarios de la misma los “cuentagotas”.
               Siempre que se presenta alguna dificultad económica, bien sea que se dispare la inflación, que aumente el desempleo, que haya déficit comercial o cualquier otra calamidad, la “Teoría del Goteo” le hecha la culpa al Gobierno. Algunos “cuentagotas” denuncian al Gobierno por intervenir demasiado, otros por no intervenir lo suficiente. En cualquier caso lo evidente es que el Gobierno casi siempre tiene la culpa de todo; el sector privado, movido por la codicia, nunca tiene la culpa de nada.
            La Macroeconomía, que es el estudio del comportamiento económico de una sociedad en su conjunto, se halla hoy por hoy en un estado de lamentable confusión. Al último recuento y excluyendo a los Socialistas y otras doctrinas radicales, observamos ocho escuelas de pensamiento económico y sus a láteres: la clásica, la neoclásica, la keynesiana, la poskeynesiana, la neokeynesiana, la monetarista, la de las expectativas racionales y la de la economía de la oferta. Todas esta escuelas difieren entre sí, algunas radicalmente, otras en cuestiones de matices, y ofrecen a la política económica toda una panoplia de recomendaciones. Un estudio más detenido, sin embargo, revela que todas estas variantes pueden resumirse en dos categorías. Hablando en líneas generales, sólo hay dos escuelas de pensamiento económico, a saber, la intervencionista y la no intervencionista, ya que estas dos ideas genéricas abarcan todo el horizonte de las filosofías macroeconómicas.
        Según la Escuela Intervencionista, la autoridad económica debe realizar periódicos reajustes de la economía, por medio de sus políticas monetarias y fiscales. El sector privado es inestable de por sí, pero las autoridades pueden ayudar a estabilizarlo mediante la intervención en sus instituciones financieras, tales como los mercados monetarios y de valores. Ésas son las armas intervencionistas de esa escuela, en la que se engloban los keynesianos, poskeynesianos y neokeynesianos. Son partidarios de un sector público fuerte, como baluarte contra las flaquezas de la economía. La Tendencia No Intervencionista, en la que subsuman todas las demás escuelas, detesta la idea de los ajustes practicados por las autoridades sobre la economía, y ello por razones lógicas e ideológicas. Opinan que la autoridad económica no debe intervenir para nada, si no es para observar unas normas rígidas en cuanto al crecimiento monetario y al equilibrio del presupuesto. Que el sector privado es eficiente y estable de por sí, pero la intervención administrativa lo desestabiliza y le resta eficiencia. Las ayudas del poder público pueden ofrecer paliativos a corto plazo, pero no una cura definitiva.
              Aunque estas dos escuelas del pensamiento económico –según nuestra definición amplia– propugnan a veces recetas radicalmente diferentes, la filosofía en que se fundan ambas viene a ser la misma. Las dos admiten la “teoría del goteo”: la escuela no intervencionista es la teoría “mostrenca” del goteo, mientras que los intervencionistas se adhieren a la teoría “tácita”. Como ya dijimos, la doctrina del “goteo” o “capilaridad descendente” busca su justificación moral en la afirmación de que los potentados reinvierten continuamente su dinero y crean puestos de trabajo. Nada más lejos de la verdad, sin embargo. Los muy ricos son principalmente especuladores, no inversores. Y ¿es verdad que las grandes compañías crean muchos puestos de trabajo? Se trata de otro mito que ha prevalecido a través de los años, y que ha sido refutado por David Birch en su libro Job creation in America (Free Press, Nueva York, 1987). Su conclusión es que casi todos los puestos de trabajo nuevos se han creado en empresas de menos de veinte empleados: los pequeños empresarios, procedentes de las clases medias, son los verdaderos inversores y los que hacen verdadera demostración de iniciativa. Los muy ricos se limitan a especular sobre negocios ya existentes, o intentan apoderarse de los pequeños, no crean puestos de trabajo, sino que los eliminan a través de las fusiones. Además el estudio de Birch confirma que las pequeñas y medianas empresas (PYMES) ofrecen  más seguridad en el empleo que las grandes compañías. Por desgracia, en una sociedad adquisitiva como la que tenemos no hay lugar para las herejías económicas y otra de las lecciones de la historia es que el establishment es siempre el último en aceptar las ideas nuevas, como las que expondremos a continuación en una próxima entrega a titularse: PROUT: LA SOLUCIÓN DEL SUBDESARROLLO.-












LA CUESTION SOCIAL




                                  ANÁLISIS DE SITUACIÓN ESPECIAL
                                
   TRES DESAFÍOS PARA EL PRESIDENTE CARTES.
                                               III
                                                   
EL PROBLEMA ECONÓMICO Y LA CUESTIÓN SOCIAL.
                                         
1.- TRABAJADORES: OBREROS  Y  EMPLEADOS.

                                  Con ojos secos, lúgubres y ardientes,
                                  rechinando los dientes,
                                  se sienta en su telar el tejedor:
                                  ¡Oh, patria vieja, tu capuz zurcimos,
                                  tres maldiciones en la tela urdimos.
                                  Adelante, adelante el tejedor!
                  
                           ¡Maldito el falso Dios que implora en vano
                                  en invierno tirano, muerto de hambre
                                  el jayán en su obrador!
                                  ¡En vano fue la queja y la esperanza;
                            al Dios que nos burló, guerra y venganza.
                                  Adelante, adelante el tejedor!

                                  ¡Maldito el falso Rey del poderoso,
                                  cuyo pecho orgulloso
                                  nuestra angustia mortal no conmovió.
                                  El último doblón nos arrebata,
                                  y como a perros luego el Rey nos trata.
                                  Adelante, adelante el tejedor!

                                  ¡Maldito el falso Estado en que florece
                                  y como hiedra crece,
                                  cubierto de fango el público baldón.
                                  Donde la tempestad la flor aventa
                                  y el gusano con podre se sustenta.
                                  Adelante, adelante el tejedor!

                                  ¡Corre, corre sin miedo tela mía,
                                   tierra maldita, tierra sin honor!
                                   ¡Oh, patria vieja, tu capuz zurcimos:
                                   tres veces tres, la maldición urdimos.
                                   ¡Adelante, adelante el tejedor!
                                   Heinrich Heine: “El Tejedor”.
                                   …………………………………

               Es indudable que la situación de la clase obrera y empleados de baja clase media no es para nada envidiable. Al exiguo salario mínimo que perciben hay que agregar el no pago de horas  extras trabajadas, ni el de los domingos y feriados, así como el incumplimiento de las ocho horas diarias de jornada legal más la falta del seguro social en muchos casos. La lenidad de los Inspectores de la Dirección del Trabajo es tema de protesta constante así como de su tendencia a “transar” con los empleadores en caso de violación flagrante. La ya débil clase obrera se halla fragmentada en varios Sindicatos, hecho que la debilita aún más y lo mismo sucede con los Empleados y afines. Es necesario estimular la formación de unos Sindicatos unidos y fuertes capaces de negociar de verdad, unas empresas que democratizar, un plan para dominar el desarrollo, una mejor difusión del saber y la cultura entre los trabajadores, una sociedad que descentralizar: porque no habrá justicia social sin que sean destruidas las estructuras que afianzan el poder de clase de los grupos dominantes.
               Estamos entrando a abordar el campo económico y social. Pero antes de analizar la política del gobierno de Lugo, los liberales y la izquierda recientemente defenestrada, y  las consecuencias de la experiencia llamada “Alianza Patriótica para el Cambio” sobre la vida de los paraguayos, tal vez podríamos montar el decorado. A pesar de no mostrar excesivo interés por la suerte de los obreros y empleados, la Izquierda, movida por su inclinación ideológica “Castro-Guevarista”, que le hizo prestar más atención a los movimientos campesinos, sí hizo sentir su influencia, lo que llevó al movimiento Obrero a quedar entre dos fuegos: el fuego del “marxismo-leninismo” con su teoría del Partido como vanguardia de las masas, con su estrategia de conquista del poder del Estado como condición previa y, después, principal órgano de todo cambio fundamental ; y el fuego también de la democracia social (a la cual adherimos los Nacionalistas Republicanos), que privilegia la ley y las instituciones como medio de cambio y sólo piensa en la transformación social al ritmo electoral y en libertad. Porque ¿qué es lo que intenta el nuevo modelo del Partido Nacional Republicano, si no es definir una estrategia original para el cambio de la sociedad? Y creemos, que la identificación de la Izquierda paraguaya con la clase campesina y obrera y su misión de “pueblo elegido” de una parte, y de otra parte la gestión institucional de los Liberales, llevaron al país a un callejón sin salida.
               Estamos de acuerdo en que no hay emancipación en el tiempo libre sin emancipación en el trabajo, y que ningún proyecto Colorado puede poner en un callejón sin salida el porvenir del trabajo ni del país, pero discutimos fuertemente la teoría izquierdista Bolivariana sobre la “muerte” de los Partidos Políticos tradicionales y su capacidad, junto con los movimientos asociativos, para ocupar el lugar supuestamente vacante de esos Partidos y aún de los Sindicatos.
       Nosotros reconocemos las dificultades que tienen los Sindicatos para adaptarse a las actividades surgidas de la transformación de los oficios y de las técnicas, y por consiguiente, para hacerse cargo de las nuevas responsabilidades. Y sabemos bien que esa adaptación y la calificación de la mano de obra  con aumento de la productividad hará que el asalariado perciba un mejor salario y ¿qué trabajador lo despreciaría? Para poner un ejemplo actual. Es obvio que con dos millones setecientos mil  guaraníes mensuales se vive mejor que con un millón ochocientos mil. Vivir mejor, vivir de otro modo, son unos temas que los colorados hemos lanzado siempre y que, ahora, con Horacio Cartes debe hacerse realidad. Por eso no quitamos ni una coma a su sólido argumento según el cual “no hay Coloradismo sin buenas condiciones de trabajo, sin seguridad social, sin prevención del riesgo de enfermedades profesionales, sin una concepción distinta de la organización del trabajo y de las cualificaciones”.
               ¿Eso es todo? No. Nosotros no desdeñamos el “sistema electoral” de la democracia que los republicanos hemos practicado tanto como hemos podido desde el advenimiento de la transición. Pero también creemos que todo cambio fundamental ha de pasar antes por la conquista del poder del Estado. Agregaremos que tampoco habrá “Modernización Transformadora” sin que sean destruidas las estructuras que afianzan el poder de clase de los grupos dominantes, sin que se instituyan otras para que el cambio sea duradero, pero en democracia y libertad. Porque el valor intelectual y la inteligencia política nacida en el Movimiento “Honor Colorado” y extendida a los colorados en general –si se les da importancia ahora que se conquistó el poder– contribuirán entonces a orientar el rumbo del siglo hacia la sociedad que hemos de construir todos los paraguayos juntos. Mirando eso, los Parlamentarios adheridos al Partido Colorado votaron el 21 y 22 de Junio de 2012 contra el que fuera el candidato único de la Izquierda y de los Liberales.
          Pero después hemos continuado en la oposición porque no somos un Partido de Derecha y queremos ser por todas partes, la proyección política de un mismo, poderoso y único movimiento Obrero que pueda disponer en el Paraguay de auténticos medios de influencia para sus negociaciones con el Gobierno y la Patronal puesto que no condenamos el reformismo, aunque la palabra lleva el peso de una historia lamentable; pero si el reformismo de un Sindicato consiste en negociar ventajas para sus poderdantes, creemos que ésa es su función. ¡Viva la libertad, hasta cuando nos molesta!
               En las pasadas justas electorales sólo una victoria política del nuevo Nacionalismo Republicano de Horacio Cartes podía dar una respuesta duradera a las reivindicaciones sociales. Sin esa victoria, las ventajas adquiridas en la lucha siempre serían puestas en tela de juicio. La derecha Liberal no firma más que treguas. ¿Quién habría imaginado hace unos treinta y cinco años que en los países que rodean al Paraguay se habría de dar el desmantelamiento de la Seguridad Social y la privatización indiscriminada del sector público que aquí también empezó con Wasmosy? Por eso, todo lo que perjudicaba a la conquista del Poder por un nuevo Partido Colorado de Centroizquierda (que, ideológicamente, siempre lo fue) perjudicaba también a la causa de los trabajadores, pues creíamos que al acceder al Poder el Gobierno Colorado  intentaría concluir un Pacto con los Sindicatos –que si llegan las grandes inversiones y el establecimiento de industrias, con aumento del empleo, crecerán en número de afiliados y aumentarán su “Poder Fáctico”– reuniendo una “Conferencia Nacional”, ya que suele suceder que son los mismos Sindicatos quienes reclaman la presencia del Gobierno a la mesa de negociaciones. Ahora bien, debemos reconocer que el poder es la propiedad. De un modo general, los cuadros de obreros y empleados no tienen todavía un conocimiento de la estrategia industrial, de las inversiones, de los objetivos operacionales, de los mercados, ni siquiera del presupuesto de la empresa a la que dedican su tiempo, su saber y su capacidad creadora. Por eso, si el nuevo Partido Colorado propusiese la formación de los comités de empresa, la creación de comités de grupos y de Holdings en el sector privado, y unos consejos de administración tripartitos y unos de unidad, de taller o de servicios en el sector estatal, estaría defendiendo la dignidad de los cuadros de trabajadores.
           En cuanto al sistema de Seguridad Social y regímenes complementarios y del Seguro de Vejez y la Jubilación, ninguna de las ventajas conseguidas deberá ser discutida, a no ser para mejorarlas. La institución de un régimen unificado de Seguridad Social, que figura en el programa del Partido Colorado, desembocará en una sensible mejora de las prestaciones, y por consiguiente, de las condiciones de vida y de retiro del conjunto de los asalariados. Los sistemas de retiro complementario deberán ser incluidos hasta que se alcance el objetivo de una jubilación para todos que suponga por lo menos el 75% del salario de los diez mejores años de trabajo. Sea como sea, este Gobierno de orientación colorada, no tendría que decidir nada sin previo acuerdo con las Organizaciones Sindicales interesadas.                                         Los afiliados al Partido Colorado pertenecen en su mayoría al sector primario y terciario, pero la proporción de obreros continúa creciendo y es fuerte. Esta proporción disminuye entre los responsables locales y nacionales: cuestión de tiempo, de lenguaje, de costumbre, y el Presidente Cartes debe esforzarse en remediarlo; pero aunque el Partido Colorado no es, stricto sensu, un partido obrero, aparece ante la opinión pública como un Partido de asalariados. Los más críticos al coloradismo lo llaman un partido de funcionarios públicos lo cual no es enteramente exacto y a pesar de todos los errores e imperfecciones, el Partido ha ampliado considerablemente su audiencia en los últimos diez años, porque sabemos que la explotación del hombre por el hombre no se detiene en las fronteras del mundo obrero.
         Ahora sería interesente precisar la posición de Cartes y el nuevo modelo de Partido Nacional Republicano sobre una libertad de la que se ha dicho que es recusada por los colorados –por ser estatistas– y es la Libertad de Empresa. Es una acusación errónea pues ya los clásicos del coloradismo de principios del siglo XX explicaron que propiciaban la intervención del Estado en la economía solamente cuando fuera estrictamente necesario para corregir o paliar los defectos de la empresa privada o del mercado. Pero ¿Quién posee hoy la libertad de empresa? En principio, todo el mundo. Sin embargo, en la práctica, no basta con tener una buena idea y ánimos para crear una empresa. Hay que reunir los medios, encontrar capital, beneficiarse de ayudas. Los bancos conceden créditos con cuentagotas. Por otro lado, las grandes Firmas disponen de mil posibilidades para someter a sus intereses o anular tal o cual empresa incómoda para su hegemonía. La libertad, en el sistema económico en que estamos, viene a ser con demasiada frecuencia –según la expresión de Rosa Luxemburgo– la del zorro libre en el gallinero libre. Los más fuertes dan cuenta de los más débiles, sea aplastándoles, sea imponiéndoles su tutela. Amenazados por la concentración capitalista y situados en una mutación económica acelerada, el comercio, el artesanado y las PYMES están expuestos a una crisis cuya gravedad se mide por el número de quiebras. Empero, la experiencia, buena consejera, y el conocimiento de la historia, han enseñado a los colorados a descartar la tesis de la tabla rasa de la izquierda extremista: de que la libertad de empresas y el incentivo de la ganancia es el germen de las taras de nuestra sociedad. Los Dirigentes más avanzados del Partido Colorado creen que, en una economía basada en el desarrollo social, y en que la lucha contra los despilfarros y la corrupción debe ser intensificada, la empresa de tamaño mediano, industrial, comercial o artesanal, ofrece un campo natural a la innovación técnica y a la creación de empleos. Las PYMES cubren ya un buen porcentaje del territorio del empleo: abren así la posibilidad de satisfacer unas necesidades nuevas que se le escapan a la producción en masa, y contribuyen, finalmente, a mantener el equilibrio entre los medios rural y urbano, entre la ciudad y su periferia; lo mismo puede decirse de las COOPERATIVAS.
                    Ahora bien, es necesario que nuestra economía crezca para darle empleo y un mejor nivel de vida a la población paraguaya. La urgencia de este requerimiento ha sido la excusa para que algunos mal intencionados planteen que la República debe primero progresar económicamente y que la actividad política debe quedar subordinada a las previas soluciones económicas. Pero entre Política y Economía no existe tal antinomia. Toda dirección económica tiene paralela una línea política consecuente con aquella. Si tomamos como meta de nuestras aspiraciones económicas mejorar la situación actual, si aspiramos a desarrollar nuestra economía. multiplicandola, el primer paso a dar deberá ser poner en ejecución un plan de crecimiento económico. Y este Plan solamente podrá ser llevado a cabo si recibe el apoyo político organizado de sus beneficiarios: los grandes núcleos nacionales de trabajadores, campesinos, profesionales, agricultores, comerciantes e industriales. Un plan efectivo de desarrollo económico sólo será llevado a cabo si sus Ejecutivos, ya desde el Poder, logran el respaldo político de las mayorías ciudadanas.
                    Por razones tan valederas como el bajo nivel de vida de nuestro país; los abusos de las grandes corporaciones; el capitalismo feroz y primitivo de muchos empresarios –en años atrás y también en los que corren– el pensamiento económico del ciudadano medio propugnaba una violenta política Estatal distributiva dirigida a aumentar indefinidamente los salarios. Se razonaba que con la merma de las utilidades del Empresario y el aumento correlativo de los ingresos del trabajador, la economía nacional se fortalecía. Sin embargo, aún en el caso extremo de que un Gobierno se incaute de todas las utilidades y las reparta entre los trabajadores (como quiere la extrema izquierda Luguista), ello no aumentaría sustancialmente el nivel de vida de la población ni el poderío económico del país: eso sería redistribuir infantilmente el ingreso nacional del Paraguay, de por sí pequeño, como quien reparte los pedazos de una torta. Más importante que todo eso, es tratar de lograr una torta más grande para la Nación. Entonces cada uno tendrá más.
               Lo primordial es el acento de la Política Gubernamental: si el distributivo o el productivo. Si se le quita a uno su pedazo de torta para repartir pedacitos, o si logramos hacer la torta más grande y desde luego más justamente repartida. Por supuesto que el Gobierno Democrático del Partido Colorado ha de cuidar celosamente por altos salarios para el trabajador, por altos ingresos para sus ciudadanos. Junto a esa política distributiva, de justicia social, estará obligado a hacer crecer la economía paraguaya, desarrollarla, poner la técnica en la producción nueva. Si no crecemos económicamente, ponemos en peligro nuestros actuales ingresos. Si nuestra economía se estanca o si aún creciendo no se modifica la estructura existente, al paso que la población del país continúa aumentando, acabaremos por morir de hambre.
               Debemos examinar ahora la excesiva concentración de la riqueza y sus consecuencias. Algunos afirman que la desigualdad de las fortunas no ha aumentado sensiblemente desde los años ochenta hasta el presente. Eso es negar las abrumadoras pruebas en contrario, es ignorar deliberadamente los indicios que nos suministran el aumento de la pobreza, la disminución del poder adquisitivo de las clases medias, la decadencia del ingreso medio asalariado, el rápido aumento del número de multimillonarios en paralelo con el número de los sin  hogar y los sin tierras, los máximos históricos de los tipos de interés y la exagerada especulación. También están los que afirman que no hay contradicción entre la disparidad de las fortunas y el interés general: “¿Qué hay de malo en ello?”, dicen. Nuestra respuesta es que la concentración excesiva de la riqueza representa un cáncer social que, en el mejor de los casos, sirve para mermar el nivel de vida general, y en condiciones desfavorables precipita las depresiones y, porqué no, la ingobernabilidad generalizada y aún Revoluciones. Opinamos que la excesiva concentración de la riqueza ejerce los efectos deletéreos siguientes sobre cualquier sistema económico:

1.-Favorece las absorciones de Empresas y la tendencia a la formación de Monopolios, siendo por tanto contraria a la libertad de empresa. 2.-Priva de incentivo a la laboriosidad y fomenta la especulación. 3.-Incrementa el endeudamiento interior. 4.-Favorece el aumento de los tipos de interés.
 5.-Fomenta el déficit comercial. 6.-Socava la estabilidad del sistema Bancario. 7.-Acaba por desencadenar la depresión. 8.-Suele crear las condiciones para que se produzcan disturbios violentos.
               Uno de los argumentos comúnmente aducidos por aquellos que hemos citado es que si la sociedad se empeña en poner trabas al enriquecimiento, fallará el incentivo para el trabajo, y se resentirá la productividad, lo que produciría un deterioro general del nivel de vida. Pero, ¿qué hacen con su dinero los sumamente ricos? Serias investigaciones de sociólogos y economistas concluyen que la opulencia tiende a destruir la ética del trabajo e inclina a la avaricia, pero que también destruye la disposición para invertir e inclina a la especulación. Los economistas suelen definir la inversión como el gasto dedicado a fábricas, instalaciones fabriles y maquinaria. También la compra de una casa nueva se considera como una inversión. Este tipo de gastos genera puestos de trabajo y mejora la productividad del mismo. La compra de acciones, obligaciones y otros títulos no se consideran como inversiones sino como”gestión de cartera”. Y cuando la Gestión de Cartera implica pedir dinero prestado, los economistas la laman Especulación. También se dice que especula el que emplea dinero propio para comprar valores de alto riesgo, acciones, obligaciones u otros instrumentos que ofrezcan una remuneración muy elevada pero que impliquen por otra parte una posibilidad muy grande de pérdida.
             Vemos, pues, que hay una diferencia crucial entre las especulaciones y las verdaderas inversiones. La especulación es para el lucro personal rápido; no crea empleos ni fomenta la productividad, y desestabiliza a la larga la economía. La inversión también es para el lucro personal, pero funciona mediante la fundación o la expansión de una empresa; los frutos se recogen después de mucho trabajo y paciencia, y la rentabilidad es relativamente baja aunque el riesgo de fracaso sea también bajo. O dicho de otro modo: normalmente los muy ricos (salvo excepciones) no invierten, sino que especulan, y en ese proceso juegan con la vida de otras personas. No crean empleo, lo destruyen. Son especuladores, no empresarios dedicados a crear o ampliar empresas. Y es ley general que, siempre que aumenta la desigualdad de las fortunas con ella aumenta la especulación. Por eso, el Gobierno que quiere formular una teoría, una línea política o un “Nuevo Rumbo” más justo, debe dejar de lado las excepciones y  fijarse en la “ley general”.



              

sábado, 18 de enero de 2014

CASO VENEZUELA Y MERCOSUR.




                              PARAGUAY Y EL MERCOSUR.
             EXPLICACIÓN Y FUNDAMENTACIÓN JURÍDICA DE LA
               ACEPTACIÓN DEL INGRESO DE VENEZUELA.

                                    1.- UNA TRIPLE TRAICIÓN.

                                      De lauros coronada, Patria mía,
                                      abre ante el mundo tu admirable historia,
                                      y suban a los cielos este día,
                                      épicos himnos en pregón de gloria.
                                          A los pueblos que sólo de tus lides,
                                          conocen sacrificios y dolores,
                                          enseña las proezas de tus Cides,
                                          al son de los clarines y tambores.
                                     ¡Curupayty! Inmarcesible gloria
                                     de una raza sin par en desventura,
                                     que, con sangre, al morir grabó en su historia:
                                     prefiero al deshonor la sepultura.
                                           ¡Curupayty! Que empañas los colores
                                           de las naciones que a mi patria hundieron,
                                           (Argentina, Brasil, Uruguay),
                                           tres grandes pueblos que odios y temores
                                           con el barniz de “libertad” cubrieron.
                                      Manuel Gamarra: “Himno a Curupayty”.
                                      ………………………………………………

                                      Contra el mundo, si el mundo se opone,
                                      si intentare su prenda insultar,
                                      batallando vengarla sabremos,
                                      o abrazados con ella expirar.
                                     “Himno Nacional Paraguayo”.
                                     ………………………………………………

               En el momento de escribir estas líneas Paraguay ha sido reincorporado al MERCOSUR, pero sus “socios” quisieron obligarlo a aceptar los hechos consumados de la ilegalidad de la suspensión y el, también ilegal, ingreso de Venezuela; ante lo cual el Presidente Horacio Cartes ha reaccionado con la dignidad que corresponde ante la afrenta a la soberanía nacional, pero gracias a su buen sentido de la “Realpolitik” termina felizmente esta comedia de enredos. Y no podía ser para menos, porque violando todas la
reglas del Derecho Internacional, los propios Estatutos del Tratado  del Mercado Común del Sur, los protocolos de Ouro Preto y Ushuaia 1, los Presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay, actuando como una pandilla de compinches, llevaron adelante la suspensión con el pretexto de la destitución, estrictamente constitucional, de Fernando Lugo, para poder incorporar a Venezuela como miembro pleno del tratado de integración regional. Pero veamos un poco las motivaciones de cada uno.
               Cristina Fernández, necesita desesperadamente la ayuda venezolana para convertir a la Argentina en la “huerta de Venezuela” y ser la proveedora de los productos alimenticios primarios de los que aquél país carece, además de aprovechar  el importante acuerdo petrolífero entre YPF y PDVSA. Es que Cristina está teniendo grandes problemas de gobernabilidad por su enfrentamiento con los Sindicatos, especialmente con la todopoderosa Confederación General del Trabajo (CGT) y el descontento creciente de la población por el alto costo de vida, la elevación de los impuestos, la restricción cambiaria de divisas fuertes, el control estricto y restrictivo de las importaciones, una vuelta de tuerca hacia el autoritarismo y el elevado índice de inflación que hoy ya alcanza el 14%, superando a la ya muy alta inflación venezolana. Al respecto, el importante economista y analista paraguayo Dr. Ricardo Rodríguez Silvero, en entrevista con Humberto Rubín, por Radio Ñandutí, señaló (en el mes de Julio) que la inflación argentina podría llegar al 35% y que “la economía argentina está cayendo”(sic). Todo esto puede explicar que Cristina Fernández no haya  reaccionado con la serenidad de una estadista ante la noticia de la remoción de Lugo, y haya sido la primera en llevar a tambor batiente la suspensión del Paraguay y la incorporación de Venezuela. Es que ella no olvida y está muy agradecida al Presidente Hugo Chávez por la ayuda prestádale  para su reelección, con los famosos maletines llenos de dólares y la compra de los invendibles bonos argentinos. Veremos ahora si su gesto amable hacia nuestro Presidente electo es sincero y profundo.
            La Presidenta Fernández había heredado de su finado marido Néstor Kirchner –el  Presidente que sacó a la Argentina del pozo en que la sumió el neoliberalismo de Carlos Menem, Domingo Cavallo y luego Fernando de la Rúa– un país ordenado y una economía limpia y sana que crecía, con equidad social, al ritmo del 9% anual, y durante su primer mandato, en parte del cual su marido todavía vivía y la controlaba, siguió adelante haciendo bien los deberes, lo que le valió una gran popularidad, que, junto con la ayuda venezolana y la creación artificial de una gran “burbuja económica” con mucho gasto social, hizo que ganara las elecciones por un porcentaje de votos superior al 50%; pero, luego, al quedarse ya sola en el poder , no supo manejarlo con propiedad y cometió torpezas que hacen que el país se le esté yendo de las manos, y entre en la desesperación para caer en los desmanes como el que estamos comentando.
               Por su parte, el Presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, es ya un anciano achacoso, que en su senil decrepitud prorrumpe disparates –añorando tal vez su juventud, en que salía a poner bombas, quizá  secuestrar y matar gente con el terrorismo urbano, junto a sus camaradas Tupamaros– y se allanó ante la voluntad de sus pares a pesar de que también Uruguay, al igual que Paraguay, ha sufrido los perjuicios de someterse a la voluntad de Brasil y Argentina, que no han tenido muchos miramientos en su trato con sus socios “pequeños” del MERCOSUR. Uruguay no tiene mucho que ganar con la incorporación de Venezuela excepto algunas migajas, y no se explica el atropello al Derecho de los pueblos cuyo respeto ha sido una tradición para el Estado Oriental, por lo que la decisión ilegal e ilegítima hay que achacársela a la responsabilidad personal de su Presidente, quien ha sido fuertemente criticado por su propio Vice-Presidente y la oposición en el Congreso, además de los sectores más importantes de la prensa, que “lavaron la cara” del pueblo uruguayo ante tamaño dislate. Solamente el izquierdista “Frente Amplio”, movido por su dogmatismo y fanatismo ideológico apoyó esta aberrante decisión, pero le costará caro.
               En cuanto a Dilma Rouseff, ella nos recuerda la historia del comerciante chino, quien era tan, pero tan comerciante, que ofrecía en su tienda, al mismo tiempo, en un rincón “un escudo que no podía ser atravesado por ninguna lanza”, y, en el otro “una lanza capaz de atravesar cualquier escudo”. Para Dilma, primero están los negocios y ¡después los principios! No en balde de inmediato ya firmó un contrato para Embraer con el Estado venezolano por centenares de millones de dólares y en adelante espera mucho más, pues teme que el Brasil vuelva a caer en la recesión –que azota a la economía mundial– igual que en 1999 y los años subsiguientes y de la que le costó salir ya que no está pudiendo disminuir siquiera la tremenda desigualdad económica y social de su país –que parece dos países diferentes, con el Nordeste subdesarrollado, atrasado y miserable, y el Sur industrializado pero también con inequidad– y está teniendo grandes problemas con los Sindicatos de trabajadores y el pueblo que ya está saliendo a las calles. Pero aparte, ha de sentir mucho orgullo de pertenecer, con la incorporación de Venezuela, a un bloque que representa la quinta economía del mundo.
               En descargo de éstos personajes hay que reconocer que ellos no conocen, no saben, no han palpado el desquicio que el gobierno de Lugo trajo al Paraguay ni la indignación que el pueblo paraguayo siente por su inmoral conducta privada y su irresponsable conducta pública.
               Éste autor nunca compartió la postura del Congreso paraguayo contra la inserción de Venezuela en el bloque regional del MERCOSUR –porque “no tenía un régimen democrático”– ya que consideraba que en Venezuela sí había democracia, imperfecta y con ciertos ribetes autoritarios, pero la había y aún la hay, lo que se nota en que existe una oposición que acciona sin muchas cortapisas y ha competido por las elecciones presidenciales de Octubre de 2012 y Enero de 2013 además de las Municipales de Diciembre, varios Estados tienen Gobernadores opositores y la red de radio y televisión “Globovisión” además de muchos periódicos opositores siguen apareciendo, aunque no negamos la hostilidad de que son objeto por parte del Gobierno, y los congresistas opositores critican libremente;  y de todos ellos depende que Venezuela no se convierta en otra Cuba, volviendo a repetir la sentencia de Henry Kissinger de que “en política, la magnitud de las tareas no excusa el fracaso”. También pensamos que el juzgamiento que hacía el Congreso paraguayo del régimen político imperante en Venezuela, constituía una intromisión en los asuntos internos de esa nación y luego el Gobierno venezolano nos la devolvió, cual violenta Némesis(1), con una intromisión flagrante y con saña en los asuntos internos paraguayos con la actuación de su entonces canciller Maduro aquí en Asunción y una persecución implacable en todos los estrados internacionales. Pero aunque mantenemos esta posición no podemos dejar de condenar el atropello salvaje que se perpetró contra el Paraguay anteponiendo los intereses políticos y económicos a la fría lógica del Derecho, algo inadmisible como hace más de dos mil años dijera CICERÓN:
               “¿Quién de vosotros ignora, Gobernantes, que al principio del mundo, y cuando no eran conocidos ni el Derecho Civil ni el natural, vagaban los hombres por los campos y sólo poseían lo que podían adquirir o conservar por medio de la violencia, a costa de su sangre y con riesgo de su vida? Los primeros que sobresalieron por su valor y prudencia, observando con el género humano docilidad e ingenio, reunieron a los que andaban dispersos y les indujeron a ser justos y humanos. Entonces surgió la idea de una cosa común, a la que llamamos cosa pública; entonces empezaron las agrupaciones, que después se llamaron Estados; entonces las reuniones de edificios, que nombramos ciudades, fueron rodeadas de muros, y en ellas se inventó el Derecho Divino y Humano. Lo que distingue esta civilización de la vida salvaje, es la supremacía del Derecho sobre la fuerza. Si no queremos aquél estado, tenemos que adoptar éste. ¿Deseamos suprimir las violencias? Pues es necesario que prevalezca el Derecho, esto es, los Juicios, donde se practica todo el Derecho. ¿Son los Tribunales desdeñados o anulados? Pues por precisión dominará la fuerza. Esto lo ven todos, y se intenta emplear el Derecho, rechazando la fuerza: se quiso apelar a aquél, para que la virtud venciera a la osadía; y se vale el Derecho por necesidad de la fuerza, para que la osadía no venza a la virtud.”
               “¡Oh Dioses inmortales! ¡Qué suerte nos mostráis! ¿Qué esperanza dais a la República? ¿Quién será en adelante tan virtuoso que abrace la buena causa del Estado? ¿Quién se unirá a los buenos ciudadanos? ¿Quién procurará para sí sólida y verdadera gloria cuando sepa que hombres (y mujeres) funestos a su República, merecedores con arreglo a todas la leyes de todos los suplicios, eluden el castigo, y en cambio es acusado éste que veis?(el Paraguay). Los que se dedicaron a desempeñar cargos públicos en su República, y a adquirir fama por su gestión, distinguiéronse en todos los tiempos en todos sus actos y discursos ser populares en cuanto hacían, y procuraban lograr la estimación de las personas notables. ¿Quiénes son estos optimates? Innumerables; pues de otra manera no podríamos vivir. Son óptimos los Gobernantes no dañinos, ni por su naturaleza ímprobos, ni violentos, ni embarazados por infortunios privados. Admitamos que ésta clase la forman todos los íntegros, los de corazón sano, y todos los que en el Gobierno de su República respetan los deseos, los intereses y la opinión de esta clase de ciudadanos son sus defensores, y ellos mismos figuran en el número de los personajes respetables y de los principales ciudadanos. ¿Cuáles deben ser los propósitos de los que gobiernan la República? ¿A qué deben atender? ¿Qué fin han de proponerse? El más precioso y deseable para todos los gobernantes sensatos, buenos y felices, es, después de terminar sus funciones, un descanso digno y honroso. Los que tal cosa aspiran son optimates, los que la alcanzan merecen ser llamados grandes ciudadanos y conservadores del Estado. En efecto, el honor de dirigir los asuntos públicos no debe llevarles tan lejos que pierdan de vista su honor; ni tampoco el Poder ha de ser algo que dañe su dignidad.
               Los fundamentos para alcanzar este honroso descanso son la conservación y defensa, hasta con peligro de sus vidas, de la religión, los auspicios, la potestad del Derecho, la autoridad del Senado, las leyes, los usos de nuestros antepasados, los Tribunales, las jurisdicciones y el crédito público. Mentiría, Gobernantes, si negase que ésta vía es áspera, difícil y llena de asechanzas y peligros, cosa que siempre comprendí, y de la cual la experiencia me ha convencido mejor que a ningún otro.¡Por los Dioses inmortales, imitad a tales hombres vosotros los que buscáis honor, estimación y gloria! Tales son las acciones grandiosas y heroicas, que la fama pregona, que se consignan en los anales y que la posteridad propaga. No niego que os cueste esfuerzos; confieso que arrostraréis grandes peligros. Exactísimo es el dicho ‘a los gobernantes buenos se les ponen muchas celadas’; pero añade el poeta: ‘Lo que muchos desean y muchos esperan es torpeza pedirlo, si para lograrlo no empleas grande y cuidadoso trabajo’. Del mismo poeta es el dicho, ‘Que los ciudadanos perversos os odien, con tal que teman’’.(Éstas frases están tomadas de Atio, poeta trágico, en su tragedia Astrea) (2). Los paréntesis, las negritas y el subrayado son nuestros: N. del A.).
               Y hablando de Presidentes, hay un detalle que nos asombra: Durante la Guerra contra la Triple Alianza, los Gobiernos de Colombia, Perú y Chile, alzaron su indignada voz de protesta ante el genocidio que se estaba perpetrando contra el pueblo paraguayo; ofreciendo su mediación e incluso su ayuda, aunque tardía;  pero en 2012, se inclinaron ante la voluntad de Chávez de expulsar al Paraguay de la UNASUR. ¿Qué ha pasado con los Presidentes Santos, Humala y Piñera, cuyos gobiernos son de democracia liberal, no izquierdistas y no pertenecen al ALBA? Chi lo sa.     

                                      2.- LA CRISIS DEL MERCOSUR.

               En sus dos décadas de existencia, el Mercado Común del Sur muestra profundos síntomas de inmadurez. Luego de una primera fase promisoria, debida sobre todo al crecimiento brasileño, la fase recesiva que afectó a la región en el año 1999 y siguientes, puso en evidencia la falta de visión estratégica y de órganos de la integración estables. La persistencia de una actitud hegemónica, autoritaria y parcial de los “grandes” compromete el futuro de este promisorio mercado regional. Pero actualmente no solamente hay una crisis política, sino también crisis económica porque las naciones del bloque están empezando a sufrir los efectos de la intensa recesión mundial; y crisis comercial porque el flujo de intercambio está sometido a los efectos del cambio de rumbo de la estrategia del Brasil y ahora lo será también de Venezuela; y la crisis política no se debe sólo al atropello cometido contra el Paraguay, sino a la ideologización política de una integración comercial que hace tiempo ha suscitado quejas en las capitales de los países miembros contra las actitudes de sus socios, todas entrecruzadas entre sí, que han alcanzado un nivel de dureza inesperado desde los diversos sectores internos de cada uno de los países que lo conforman. El incidente de tres de sus miembros contra el Paraguay, no debe inscribirse en la cadena de conflictos propios de toda integración, sino que achacarse a la persistencia de las debilidades estructurales del proyecto. Así, en la esfera económica, numerosos representantes de sectores privados están ocupando la primera plana de los periódicos para expresar sus problemas frente a las actitudes de sus respectivos vecinos, especialmente los de los países pequeños frente a los dos “gigantes”.
               Las demandas de correcciones al proceso se repiten sin solución de continuidad desde hace más de una década; recordemos que al poco tiempo de ocupar su cargo de presidente de la Rca. del Paraguay (en 1999), Luis Ángel González Macchi expresó su deseo de revisar el Tratado con el objeto de corregir lo que consideraba “evidentes asimetrías regionales” que hasta ahora persisten. El Uruguay, aunque en sordina, planteaba y plantea aún los mismos temas, esperando lograr algunas reivindicaciones para los socios más pequeños del bloque, porque éstos sufren perjuicios por la actitud de Brasil y Argentina, que se empeñan en proteger ciertas industrias que los dos países pequeños no poseen. Esto lo hemos visto claramente en materia del régimen automotor, donde el acuerdo a que llegaron aquéllos en el 2000, perjudicó y sigue perjudicando a países netamente importadores como Paraguay y Uruguay y con el vuelco a la izquierda de la política regional se torna aún más difícil frenar la voracidad proteccionista de los grandes.
               Todo se explica por diferentes razones de estructura, ya sean sectoriales o específicas, pero todo también se despliega sobre el telón de fondo que ofrece la política económica brasileña. Este fenómeno resulta esencial comprender, porque Brasil es el supremo gigante en el seno del Mercosur: su dimensión poblacional, sumada a la magnitud de su actividad económica, hacen que su Producto Bruto Interno sea alrededor del 70% del total de la región y , por ende, su crecimiento uno de los motores impulsores del bloque desde su creación, así como una recesión sería causante de más problemas para sus socios.
Porque la marcha relativamente rápida del proceso de integración regional se debió, en gran medida, a los avances de la economía brasileña, que ofrecía un mercado ávido para muchos productos de sus vecinos; además el éxito económico del Brasil permitía a su Gobierno  efectuar concesiones menores pero decisivas para los otros miembros del bloque, siendo Argentina la más beneficiada, puesto que el Brasil se convirtió en su principal cliente y en su mayor socio comercial quedando relativamente “olvidados” los más pequeños. Ahora, en cambio, los problemas agravan su influjo negativo sobre las tendencias de la integración porque la crisis reduce la valorización potencial de los beneficios imaginados para el futuro.
               Se esperaba que a partir del Tratado de Asunción de 1991, los mecanismos de la integración serían “graduales, flexibles y progresivos” pero, sin embargo, si bien parecía mantenerse el objetivo final, se decidió orientar el proceso sobre la base de criterios generales y medidas macroeconómicas; también se ensayó acelerar el ritmo de la integración sin tener en cuenta los requisitos y demandas de los agentes privados involucrados; en vez de verificarse la capacidad competitiva de un sector o de esperar su reacomodo a la nueva situación, se impuso una condición de mercado generalizada y ciega a las necesidades de empresas y sectores, que provocaron cambios decisivos en la estrategia de integración, cuyos efectos nocivos se destacan ahora, a raíz de la crisis.
               Otro factor que agrava la crisis es que demasiado pronto, en el último quinquenio, con las reuniones de Presidentes y de Cancilleres, los Protocolos de Ouro Preto, de Ushuaia 1 y Ushuaia 2 y el Tribunal de Revisión del MERCOSUR, se creó una especie de órgano de integración que tiene todas las apariencias de un “Aparato de Estado” –que muy pronto se politizó e ideologizó– en vez de mejorar primero un mercado regional que no tenía más herramientas que los acuerdos de política global, que en una primera etapa fueron básicamente de orden arancelario; porque se buscó copiar rápidamente la estrategia aplicada para forjar la “Unión Europea” (UE); pero en el caso de la UE los órganos de regulación se fueron instalando, poco a poco, en Bruselas, como parte esencial del ya exitoso proceso de integración económica, que llevaba muchos años, y recién entonces forjaron los primeros elementos para construir un futuro Estado supranacional, que incluyen desde el Parlamento Europeo hasta el actualmente decisivo Banco Europeo, destinado a gerenciar la moneda común, el euro.
               La falla que apuntamos trae problemas graves, porque en la medida en que no hay instancias de negociación y reflexión, el sistema tiende a entrar en crisis sucesivas, que sólo pueden ser resueltas con la participación directa de los Presidentes de los países que lo integran y mediante decisiones políticas, como la que nos afecta ahora. Así se incrementan los costos políticos y personales del camino elegido y se explica que no siempre las decisiones finales se basen en estudios, antecedentes y negociaciones adecuadas; es algo más que anecdótico que dichas decisiones sean poco consistentes con la situación real. La experiencia europea se menciona como ejemplo de manera arbitraria, sin explicar que su proyecto y contexto son muy diferentes a los del Cono Sur. La crisis refleja ahora, con claridad meridiana, los defectos del Tratado de Asunción y los sucesivos Protocolos, que se están aplicando contra viento y marea en estos años. Ya no cabe duda alguna de que es necesaria una revisión total cuyos mayores lineamientos deben estar en la forja de Instituciones para la integración, retomando la idea del modelo flexible y gradual que se pensó al principio, y el rechazo de las extralimitaciones del “aparato político” que cree que basta el voluntarismo del Poder para impulsar la justicia, el sistema productivo y la creación de riqueza. De todos modos, Paraguay debe continuar dentro del MERCOSUR, como tan atinadamente lo expresó Horacio Cartes desde el principio de la crisis en varios discursos, tomando con serenidad los avatares que sufrimos, y demuestra, como lo dijo Napoleón, que “para gobernar se debe tener el corazón en la cabeza”. Porque, a pesar de todo, Paraguay ha obtenido ventajas de la integración: el volumen de sus exportaciones e importaciones con los países del bloque alcanza a sumar el 30% de su PBI y lo recibido del Fondo de Inversión es muy superior a lo aportado; además su condición de mediterraneidad le hace necesitar de un tránsito sin obstrucciones para la salida de sus productos y estamos seguros que con un Gobierno Republicano, que ha vuelto a su ideología de centro-izquierda de sus orígenes, las negociaciones serán más fáciles y positivas en todos los órdenes, se limarán asperezas y se será más comprensivo con Venezuela, ya que nuestra suspensión se ha levantado a partir de la asunción del nuevo Gobierno Colorado, y el Paraguay no puede seguir siendo el país más aislado y aislacionista de América del Sur. Mas debe hacerse respetar la dignidad de la soberanía nacional. Y al fin y al cabo, los Gobiernos de Cristina, Mujica y Dilma pasarán pero la integración continuará, porque es lo que impone el “Nuevo Orden Mundial” por imperativo de la Globalización. Por eso no debemos cerrarnos en un “chauvinismo”(nacionalismo patriotero) que no condice con la ideología nacionalista del Partido Colorado, y menos en éste milenio.

   3.- EXPLICACIÓN Y FUNDAMENTACIÓN JURÍDICA DE LA
       ACEPTACIÓN PARAGUAYA DEL INGRESO DE VENEZUELA
       AL MERCOSUR.

               Ahora, la “polvareda” que ha levantado la aceptación paraguaya del ingreso de Venezuela al MERCOSUR ilustra la polarización de actitudes de la opinión pública y el alarmante maniqueísmo ante el llamado “caso Venezolano”. Por eso es nuestra intención abordarlo desde otro ángulo y encontrarle una salida para lo cual debemos empezar recordando a Hans Kelsen, aquel jurista maestro de la llamada “Escuela de Viena” y su doctrina de la “Teoría Pura del Derecho”. Kelsen ha elaborado una teoría del conocimiento jurídico tratando de depurar la construcción jurídica de todos los elementos históricos, políticos y sociológicos extraños a la misma y afirmó “ab initio” que su formalismo difiere toto coelo del formalismo de los juristas, porque las “formas” con las que éstos operan pertenecen al contenido del Derecho, que no es el objeto de la “Teoría Pura del Derecho”. Kelsen ha dado expresión a un grandioso y primer sistema de Lógica del “deber ser”. ¿Qué quiere decirse con esto? Su afirmación fundamental es que el Derecho pertenece al mundo del deber ser, netamente distinto del mundo del ser; se limita a la fría lógica pura del Derecho positivo sobre las bases de la Filosofía Crítica Neokantiana en antítesis a la orientación histórica y sociológica. Kelsen, en efecto, había distinguido neokantianamente entre el “ser” (Sein) y el “deber ser” (Sollen), situando el Derecho en esta última región (3). En esta doctrina, el término “ser” resultaba equiparado a “realidad natural”. El “deber ser” hacía referencia, por el contrario, a los objetos ideales que no poseen esta cualidad, si bien Kelsen hacía la precisión de que se trataba no de cualquier “deber ser” (fundado en un juicio ético-político) sino de un “deber ser” estrictamente lógico y no de otra cosa. Desarrolla sobre esta base una lógica del “deber ser”, no sólo sustituyendo verbalísticamente por éste el verbo “ser”, o el valor de “verdad” por el de “validez”, sino fundando la necesidad de la forma de la imputación normativa –el “deber ser lógico”– en la concepción del Derecho como realidad de la conducta libre, consistente en un “deber ser existencial” que ha de ser expresado en una forma lógica propia (4).  Pero el mismo Kelsen reconocía que basarse en la “Teoría Pura del Derecho” supone que los problemas metajurídicos (mas allá, de otro modo del Derecho) ya están resueltos; es decir, se presupone la existencia de un “agreement on fundamentals” (acuerdo sobre lo esencial), que actúe como término fundante de la pirámide de normas (5).
               En nuestro caso, con el advenimiento de la Democracia en Sudamérica, entramos al “Estado de Derecho” cuya base radica, en un marco demoliberal, no violar ni torcer la Ley. Sin embargo, en el problema que nos ocupa, guiarse por la fría lógica del Derecho implica entrar en colisión con la posibilidad de solución política negociada de un conflicto no previsto por la Teoría Pura del Derecho. El problema planteado por la aplicación de la fría lógica del Derecho a la cuestión del ingreso de Venezuela radica en el hecho de que el “agreement on fundamentals” no existe en este caso porque para su existencia deberían suponerse dos cosas: por un lado, que no hay un fuerte actor político capaz de resistir y por el otro, la aceptación por parte de todos los involucrados de una misma definición de los límites que deben imperar en la convivencia societal. Pero en la medida en que uno –o varios de los actores involucrados– no participa de ese encuadre fundante, se siente lesionado por él y posee el Poder real para sustentar su posición, la lógica del Derecho, considerada neutra a partir del consenso sobre la Teoría Pura del Derecho, pasa a ser visualizada como política y a incidir políticamente en la situación. Por otra parte, en este juego perverso que estamos observando, el actor político por excelencia en el marco del “agreement on fundamentals” demoliberal (el Gobierno Paraguayo) no puede intentar utilizar el Derecho para desactivar un potencial efecto político (la inclusión de Venezuela en el MERCOSUR) sin hacer peligrar el fundamento mismo del estado de Derecho. Todo se puede negociar a partir del reconocimiento –aunque sea tácito– de que el “acuerdo sobre lo esencial” (agreement on fundamentals) ya no existe o ha cambiado.
   
                                                         N O T A S.

   (1) Némesis: Diosa de la venganza en la mitología griega.-
 (2) Marco Tulio Cicerón: “Vida y Discursos”, Tomo V; pp. 665 670; Ediciones Anaconda, Buenos Aires, 1946.-
  (3) Luis Legaz y Lacambra: “Filosofía del Derecho”; p. 40 al 77, 404
        al 467 y 620 al 678. BOSCH, Casa Editorial, S.A. Barcelona,1975.     
  (4) C. Cossio: “Hans Kelsen, el Jurista de la Época Contemporánea” en “Anales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata”, p. 13-14; Editorial Jurídica Argentina, Buenos Aires, 1946.-
    (5) Hans Kelsen: “Zur Theorie der Juristischen Fiktionen (Hacia  la
          Teoría de las Ficciones Jurídicas),  1919.-