PARAGUAY Y EL
MERCOSUR.
EXPLICACIÓN Y FUNDAMENTACIÓN JURÍDICA DE LA
ACEPTACIÓN DEL INGRESO DE
VENEZUELA.
1.- UNA
TRIPLE TRAICIÓN.
De lauros coronada, Patria mía,
abre ante
el mundo tu admirable historia,
y suban a
los cielos este día,
épicos
himnos en pregón de gloria.
A los pueblos que sólo de tus lides,
conocen sacrificios y dolores,
enseña las proezas de tus Cides,
al son de los clarines y tambores.
¡Curupayty! Inmarcesible gloria
de una
raza sin par en desventura,
que, con
sangre, al morir grabó en su historia:
prefiero
al deshonor la sepultura.
¡Curupayty! Que empañas los colores
de las naciones que a mi patria hundieron,
(Argentina,
Brasil, Uruguay),
tres grandes pueblos que odios y temores
con el barniz de “libertad” cubrieron.
Manuel Gamarra: “Himno a Curupayty”.
………………………………………………
Contra el mundo, si el mundo se opone,
si
intentare su prenda insultar,
batallando vengarla sabremos,
o
abrazados con ella expirar.
“Himno Nacional Paraguayo”.
………………………………………………
En el momento de escribir estas líneas Paraguay ha sido reincorporado al
MERCOSUR, pero sus “socios” quisieron obligarlo a aceptar los hechos consumados
de la ilegalidad de la suspensión y el, también ilegal, ingreso de Venezuela;
ante lo cual el Presidente Horacio
Cartes ha reaccionado con la
dignidad que corresponde ante la afrenta a la soberanía nacional, pero gracias
a su buen sentido de la “Realpolitik” termina felizmente esta comedia de
enredos. Y no podía ser para menos, porque violando todas la
reglas
del Derecho Internacional, los propios Estatutos del Tratado del Mercado Común del Sur, los protocolos de
Ouro Preto y Ushuaia 1, los Presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay,
actuando como una pandilla de compinches, llevaron adelante la suspensión con
el pretexto de la destitución, estrictamente constitucional, de Fernando Lugo,
para poder incorporar a Venezuela como miembro pleno del tratado de integración
regional. Pero veamos un poco las motivaciones de cada uno.
Cristina Fernández, necesita desesperadamente la ayuda venezolana
para convertir a la
Argentina en la “huerta de Venezuela” y ser la proveedora de
los productos alimenticios primarios de los que aquél país carece, además de
aprovechar el importante acuerdo
petrolífero entre YPF y PDVSA. Es que Cristina está teniendo grandes problemas
de gobernabilidad por su enfrentamiento con los Sindicatos, especialmente con
la todopoderosa Confederación General del Trabajo (CGT) y el descontento creciente
de la población por el alto costo de vida, la elevación de los impuestos, la
restricción cambiaria de divisas fuertes, el control estricto y restrictivo de
las importaciones, una vuelta de tuerca hacia el autoritarismo y el elevado
índice de inflación que hoy ya alcanza el 14%, superando a la ya muy alta
inflación venezolana. Al respecto, el importante economista y analista
paraguayo Dr. Ricardo Rodríguez Silvero, en entrevista con Humberto Rubín, por
Radio Ñandutí, señaló (en el mes de Julio) que la inflación argentina podría
llegar al 35% y que “la economía argentina está cayendo”(sic). Todo esto puede
explicar que Cristina Fernández no haya
reaccionado con la serenidad de una estadista ante la noticia de la remoción
de Lugo, y haya sido la primera en llevar a tambor batiente la suspensión del
Paraguay y la incorporación de Venezuela. Es que ella no olvida y está muy
agradecida al Presidente Hugo Chávez por la ayuda prestádale para su reelección, con los famosos maletines
llenos de dólares y la compra de los invendibles bonos argentinos. Veremos
ahora si su gesto amable hacia nuestro Presidente electo es sincero y profundo.
La Presidenta Fernández
había heredado de su finado marido Néstor Kirchner –el Presidente que sacó a la Argentina del pozo en
que la sumió el neoliberalismo de Carlos Menem, Domingo Cavallo y luego
Fernando de la Rúa–
un país ordenado y una economía limpia y sana que crecía, con equidad social,
al ritmo del 9% anual, y durante su primer mandato, en parte del cual su marido
todavía vivía y la controlaba, siguió adelante haciendo bien los deberes, lo
que le valió una gran popularidad, que, junto con la ayuda venezolana y la
creación artificial de una gran “burbuja económica” con mucho gasto social,
hizo que ganara las elecciones por un porcentaje de votos superior al 50%;
pero, luego, al quedarse ya sola en el poder , no supo manejarlo con propiedad
y cometió torpezas que hacen que el país se le esté yendo de las manos, y entre
en la desesperación para caer en los desmanes como el que estamos comentando.
Por su parte, el Presidente
uruguayo José “Pepe” Mujica, es ya
un anciano achacoso, que en su senil decrepitud prorrumpe disparates –añorando
tal vez su juventud, en que salía a poner bombas, quizá secuestrar y matar gente con el terrorismo
urbano, junto a sus camaradas Tupamaros– y se allanó ante la voluntad de sus
pares a pesar de que también Uruguay, al igual que Paraguay, ha sufrido los
perjuicios de someterse a la voluntad de Brasil y Argentina, que no han tenido
muchos miramientos en su trato con sus socios “pequeños” del MERCOSUR. Uruguay
no tiene mucho que ganar con la incorporación de Venezuela excepto algunas
migajas, y no se explica el atropello al Derecho de los pueblos cuyo respeto ha
sido una tradición para el Estado Oriental, por lo que la decisión ilegal e
ilegítima hay que achacársela a la responsabilidad personal de su Presidente,
quien ha sido fuertemente criticado por su propio Vice-Presidente y la
oposición en el Congreso, además de los sectores más importantes de la prensa,
que “lavaron la cara” del pueblo uruguayo ante tamaño dislate. Solamente el
izquierdista “Frente Amplio”, movido por su dogmatismo y fanatismo ideológico
apoyó esta aberrante decisión, pero le costará caro.
En cuanto a Dilma Rouseff, ella nos recuerda la historia del comerciante chino,
quien era tan, pero tan comerciante, que ofrecía en su tienda, al mismo tiempo,
en un rincón “un escudo que no podía ser atravesado por ninguna lanza”, y, en
el otro “una lanza capaz de atravesar cualquier escudo”. Para Dilma, primero
están los negocios y ¡después los principios! No en balde de inmediato ya firmó
un contrato para Embraer con el Estado venezolano por centenares de millones de
dólares y en adelante espera mucho más, pues teme que el Brasil vuelva a caer
en la recesión –que azota a la economía mundial– igual que en 1999 y los años
subsiguientes y de la que le costó salir ya que no está pudiendo disminuir
siquiera la tremenda desigualdad económica y social de su país –que parece dos
países diferentes, con el Nordeste subdesarrollado, atrasado y miserable, y el
Sur industrializado pero también con inequidad– y está teniendo grandes
problemas con los Sindicatos de trabajadores y el pueblo que ya está saliendo a
las calles. Pero aparte, ha de sentir mucho orgullo de pertenecer, con la
incorporación de Venezuela, a un bloque que representa la quinta economía del
mundo.
En descargo de éstos personajes
hay que reconocer que ellos no conocen, no saben, no han palpado el desquicio
que el gobierno de Lugo trajo al Paraguay ni la indignación que el pueblo
paraguayo siente por su inmoral conducta privada y su irresponsable conducta
pública.
Éste autor nunca compartió la
postura del Congreso paraguayo contra la inserción de Venezuela en el bloque
regional del MERCOSUR –porque “no tenía un régimen democrático”– ya que
consideraba que en Venezuela sí había democracia, imperfecta y con ciertos
ribetes autoritarios, pero la había y aún la hay, lo que se nota en que existe
una oposición que acciona sin muchas cortapisas y ha competido por las
elecciones presidenciales de Octubre de 2012 y Enero de 2013 además de las
Municipales de Diciembre, varios Estados tienen Gobernadores opositores y la
red de radio y televisión “Globovisión” además de muchos periódicos opositores
siguen apareciendo, aunque no negamos la hostilidad de que son objeto por parte
del Gobierno, y los congresistas opositores critican libremente; y de todos ellos depende que Venezuela no se convierta
en otra Cuba, volviendo a repetir la sentencia de Henry Kissinger de que “en
política, la magnitud de las tareas no excusa el fracaso”. También pensamos que
el juzgamiento que hacía el Congreso paraguayo del régimen político imperante
en Venezuela, constituía una intromisión en los asuntos internos de esa nación
y luego el Gobierno venezolano nos la devolvió, cual violenta Némesis(1), con una intromisión
flagrante y con saña en los asuntos internos paraguayos con la actuación de su
entonces canciller Maduro aquí en Asunción y una persecución implacable en
todos los estrados internacionales. Pero aunque mantenemos esta posición no
podemos dejar de condenar el atropello salvaje que se perpetró contra el
Paraguay anteponiendo los intereses políticos y económicos a la fría lógica del
Derecho, algo inadmisible como hace más de dos mil años dijera CICERÓN:
“¿Quién de vosotros ignora,
Gobernantes, que al principio del mundo, y cuando no eran conocidos ni el
Derecho Civil ni el natural, vagaban los hombres por los campos y sólo poseían
lo que podían adquirir o conservar por medio de la violencia, a costa de su
sangre y con riesgo de su vida? Los primeros que sobresalieron por su valor y
prudencia, observando con el género humano docilidad e ingenio, reunieron a los
que andaban dispersos y les indujeron a ser justos y humanos. Entonces surgió
la idea de una cosa común, a la que llamamos cosa pública; entonces empezaron
las agrupaciones, que después se llamaron Estados; entonces las reuniones de edificios,
que nombramos ciudades, fueron rodeadas de muros, y en ellas se inventó el
Derecho Divino y Humano. Lo que
distingue esta civilización de la vida salvaje, es la supremacía del Derecho
sobre la fuerza. Si no queremos aquél estado, tenemos que adoptar éste.
¿Deseamos suprimir las violencias? Pues es necesario que prevalezca el Derecho,
esto es, los Juicios, donde se practica todo el Derecho. ¿Son los Tribunales
desdeñados o anulados? Pues por precisión dominará la fuerza. Esto lo ven
todos, y se intenta emplear el Derecho, rechazando la fuerza: se quiso apelar a
aquél, para que la virtud venciera a la osadía; y se vale el Derecho por
necesidad de la fuerza, para que la osadía no venza a la virtud.”
“¡Oh Dioses inmortales! ¡Qué
suerte nos mostráis! ¿Qué esperanza dais a la República? ¿Quién será
en adelante tan virtuoso que abrace la buena causa del Estado? ¿Quién se unirá
a los buenos ciudadanos? ¿Quién procurará para sí sólida y verdadera gloria
cuando sepa que hombres (y mujeres) funestos a su República, merecedores con
arreglo a todas la leyes de todos los suplicios, eluden el castigo, y en cambio
es acusado éste que veis?(el Paraguay). Los que se dedicaron a desempeñar
cargos públicos en su República, y a adquirir fama por su gestión,
distinguiéronse en todos los tiempos en todos sus actos y discursos ser
populares en cuanto hacían, y procuraban lograr la estimación de las personas
notables. ¿Quiénes son estos optimates? Innumerables; pues de otra manera no
podríamos vivir. Son óptimos los Gobernantes no dañinos, ni por su
naturaleza ímprobos, ni violentos, ni embarazados por infortunios privados.
Admitamos que ésta clase la forman todos los íntegros, los de corazón sano, y
todos los que en el Gobierno de su República respetan los deseos, los intereses
y la opinión de esta clase de ciudadanos son sus defensores, y ellos mismos
figuran en el número de los personajes respetables y de los principales
ciudadanos. ¿Cuáles deben ser los propósitos de los que gobiernan la República? ¿A qué deben
atender? ¿Qué fin han de proponerse? El más precioso y deseable para todos los
gobernantes sensatos, buenos y felices, es, después de terminar sus funciones,
un descanso digno y honroso. Los que tal cosa aspiran son optimates, los que la
alcanzan merecen ser llamados grandes ciudadanos y conservadores del Estado. En
efecto, el honor de dirigir los asuntos públicos no debe llevarles tan lejos
que pierdan de vista su honor; ni tampoco el Poder ha de ser algo que dañe su
dignidad.
Los fundamentos para alcanzar
este honroso descanso son la conservación y defensa, hasta con peligro de
sus vidas, de la religión, los auspicios, la
potestad del Derecho, la autoridad del Senado, las leyes, los usos de nuestros
antepasados, los Tribunales, las jurisdicciones y el crédito público.
Mentiría, Gobernantes, si negase que ésta vía es áspera, difícil y llena de
asechanzas y peligros, cosa que siempre comprendí, y de la cual la experiencia
me ha convencido mejor que a ningún otro.¡Por los Dioses inmortales, imitad a
tales hombres vosotros los que buscáis honor, estimación y gloria! Tales son
las acciones grandiosas y heroicas, que la fama pregona, que se consignan en
los anales y que la posteridad propaga. No niego que os cueste esfuerzos;
confieso que arrostraréis grandes peligros. Exactísimo es el dicho ‘a los
gobernantes buenos se les ponen muchas celadas’; pero añade el poeta: ‘Lo que
muchos desean y muchos esperan es torpeza pedirlo, si para lograrlo no empleas
grande y cuidadoso trabajo’. Del mismo poeta es el dicho, ‘Que los ciudadanos
perversos os odien, con tal que teman’’.(Éstas frases están tomadas de Atio, poeta trágico, en su tragedia Astrea)
(2). Los paréntesis, las negritas y el subrayado son nuestros: N. del A.).
Y hablando de Presidentes, hay
un detalle que nos asombra: Durante la Guerra contra la Triple Alianza, los Gobiernos
de Colombia, Perú y Chile, alzaron
su indignada voz de protesta ante el genocidio que se estaba perpetrando contra
el pueblo paraguayo; ofreciendo su mediación e incluso su ayuda, aunque
tardía; pero en 2012, se inclinaron ante
la voluntad de Chávez de expulsar al Paraguay de la UNASUR. ¿Qué ha pasado con los Presidentes Santos, Humala y Piñera, cuyos
gobiernos son de democracia liberal, no izquierdistas y no pertenecen al ALBA? Chi lo sa.
2.- LA CRISIS DEL MERCOSUR.
En sus dos décadas de
existencia, el Mercado Común del Sur muestra
profundos síntomas de inmadurez. Luego de una primera fase promisoria, debida
sobre todo al crecimiento brasileño, la fase recesiva que afectó a la región en
el año 1999 y siguientes, puso en evidencia la falta de visión estratégica y de
órganos de la integración estables. La persistencia de una actitud hegemónica,
autoritaria y parcial de los “grandes” compromete el futuro de este promisorio
mercado regional. Pero actualmente no solamente hay una crisis política, sino
también crisis económica porque las naciones del bloque están empezando a
sufrir los efectos de la intensa recesión mundial; y crisis comercial porque el
flujo de intercambio está sometido a los efectos del cambio de rumbo de la
estrategia del Brasil y ahora lo será también de Venezuela; y la crisis
política no se debe sólo al atropello cometido contra el Paraguay, sino a la
ideologización política de una integración comercial que hace tiempo ha
suscitado quejas en las capitales de los países miembros contra las actitudes
de sus socios, todas entrecruzadas entre sí, que han alcanzado un nivel de
dureza inesperado desde los diversos sectores internos de cada uno de los
países que lo conforman. El incidente de tres de sus miembros contra el
Paraguay, no debe inscribirse en la cadena de conflictos propios de toda
integración, sino que achacarse a la persistencia de las debilidades
estructurales del proyecto. Así, en la esfera económica, numerosos
representantes de sectores privados están ocupando la primera plana de los
periódicos para expresar sus problemas frente a las actitudes de sus
respectivos vecinos, especialmente los de los países pequeños frente a los dos
“gigantes”.
Las demandas de correcciones al
proceso se repiten sin solución de continuidad desde hace más de una década;
recordemos que al poco tiempo de ocupar su cargo de presidente de la Rca. del Paraguay (en 1999),
Luis Ángel González Macchi expresó su deseo de revisar el Tratado con el objeto
de corregir lo que consideraba “evidentes asimetrías regionales” que hasta
ahora persisten. El Uruguay, aunque en sordina, planteaba y plantea aún los
mismos temas, esperando lograr algunas reivindicaciones para los socios más
pequeños del bloque, porque éstos sufren perjuicios por la actitud de Brasil y
Argentina, que se empeñan en proteger ciertas industrias que los dos países
pequeños no poseen. Esto lo hemos visto claramente en materia del régimen
automotor, donde el acuerdo a que llegaron aquéllos en el 2000, perjudicó y
sigue perjudicando a países netamente importadores como Paraguay y Uruguay y
con el vuelco a la izquierda de la política regional se torna aún más difícil
frenar la voracidad proteccionista de los grandes.
Todo se explica por diferentes
razones de estructura, ya sean sectoriales o específicas, pero todo también se
despliega sobre el telón de fondo que ofrece la política económica brasileña.
Este fenómeno resulta esencial comprender, porque Brasil es el supremo gigante
en el seno del Mercosur: su dimensión poblacional, sumada a la magnitud de su
actividad económica, hacen que su Producto Bruto Interno sea alrededor del 70%
del total de la región y , por ende, su crecimiento uno de los motores
impulsores del bloque desde su creación, así como una recesión sería causante
de más problemas para sus socios.
Porque
la marcha relativamente rápida del proceso de integración regional se debió, en
gran medida, a los avances de la economía brasileña, que ofrecía un mercado
ávido para muchos productos de sus vecinos; además el éxito económico del
Brasil permitía a su Gobierno efectuar
concesiones menores pero decisivas para los otros miembros del bloque, siendo
Argentina la más beneficiada, puesto que el Brasil se convirtió en su principal
cliente y en su mayor socio comercial quedando relativamente “olvidados” los
más pequeños. Ahora, en cambio, los problemas agravan su influjo negativo sobre
las tendencias de la integración porque la crisis reduce la valorización
potencial de los beneficios imaginados para el futuro.
Se esperaba que a partir del Tratado de Asunción de 1991, los
mecanismos de la integración serían “graduales, flexibles y progresivos” pero,
sin embargo, si bien parecía mantenerse el objetivo final, se decidió orientar
el proceso sobre la base de criterios generales y medidas macroeconómicas;
también se ensayó acelerar el ritmo de la integración sin tener en cuenta los
requisitos y demandas de los agentes privados involucrados; en vez de
verificarse la capacidad competitiva de un sector o de esperar su reacomodo a
la nueva situación, se impuso una condición de mercado generalizada y ciega a
las necesidades de empresas y sectores, que provocaron cambios decisivos en la
estrategia de integración, cuyos efectos nocivos se destacan ahora, a raíz de
la crisis.
Otro factor que agrava la crisis
es que demasiado pronto, en el último quinquenio, con las reuniones de
Presidentes y de Cancilleres, los Protocolos de Ouro Preto, de Ushuaia 1 y
Ushuaia 2 y el Tribunal de Revisión del MERCOSUR, se creó una especie de órgano
de integración que tiene todas las apariencias de un “Aparato de Estado” –que
muy pronto se politizó e ideologizó– en vez de mejorar primero un mercado
regional que no tenía más herramientas que los acuerdos de política global, que
en una primera etapa fueron básicamente de orden arancelario; porque se buscó
copiar rápidamente la estrategia aplicada para forjar la “Unión Europea” (UE);
pero en el caso de la UE
los órganos de regulación se fueron instalando, poco a poco, en Bruselas, como
parte esencial del ya exitoso proceso de integración económica, que llevaba
muchos años, y recién entonces forjaron los primeros elementos para construir
un futuro Estado supranacional, que incluyen desde el Parlamento Europeo hasta
el actualmente decisivo Banco Europeo, destinado a gerenciar la moneda común,
el euro.
La falla que apuntamos trae problemas graves, porque
en la medida en que no hay instancias de negociación y reflexión, el
sistema tiende a entrar en crisis sucesivas, que sólo pueden ser resueltas con
la participación directa de los Presidentes de los países que lo integran y mediante
decisiones políticas, como la que nos afecta ahora. Así se incrementan los
costos políticos y personales del camino elegido y se explica que no siempre
las decisiones finales se basen en estudios, antecedentes y negociaciones
adecuadas; es algo más que anecdótico que dichas decisiones sean poco
consistentes con la situación real. La experiencia europea se menciona como
ejemplo de manera arbitraria, sin explicar que su proyecto y contexto son muy
diferentes a los del Cono Sur. La crisis refleja ahora, con claridad meridiana,
los defectos del Tratado de Asunción y los sucesivos Protocolos, que se están
aplicando contra viento y marea en estos años. Ya no cabe duda alguna de que es
necesaria una revisión total cuyos mayores lineamientos deben estar en la forja
de Instituciones para la
integración, retomando la idea del modelo flexible y gradual que se pensó al
principio, y el rechazo de las extralimitaciones del “aparato político” que
cree que basta el voluntarismo del Poder para impulsar la justicia, el sistema
productivo y la creación de riqueza. De todos modos, Paraguay debe continuar
dentro del MERCOSUR, como tan atinadamente lo expresó Horacio Cartes desde el principio de la crisis en varios discursos,
tomando con serenidad los avatares que sufrimos, y demuestra, como lo dijo
Napoleón, que “para gobernar se debe tener el corazón en la cabeza”. Porque, a
pesar de todo, Paraguay ha obtenido ventajas de la integración: el volumen de sus exportaciones e
importaciones con los países del bloque alcanza a sumar el 30% de su PBI y lo
recibido del Fondo de Inversión es muy superior a lo aportado; además su
condición de mediterraneidad le hace necesitar de un tránsito sin obstrucciones
para la salida de sus productos y estamos seguros que con un Gobierno Republicano,
que ha vuelto a su ideología de centro-izquierda de sus orígenes, las
negociaciones serán más fáciles y positivas en todos los órdenes, se limarán
asperezas y se será más comprensivo con Venezuela, ya que nuestra suspensión se
ha levantado a partir de la asunción del nuevo Gobierno Colorado, y el Paraguay
no puede seguir siendo el país más aislado y aislacionista de América del Sur.
Mas debe hacerse respetar la dignidad de la soberanía nacional. Y al fin y al
cabo, los Gobiernos de Cristina, Mujica y Dilma pasarán pero la integración
continuará, porque es lo que impone el “Nuevo Orden Mundial” por imperativo de la Globalización. Por
eso no debemos cerrarnos en un “chauvinismo”(nacionalismo patriotero) que no
condice con la ideología nacionalista del Partido Colorado, y menos en éste
milenio.
3.- EXPLICACIÓN Y FUNDAMENTACIÓN
JURÍDICA DE LA
ACEPTACIÓN PARAGUAYA DEL
INGRESO DE VENEZUELA
AL MERCOSUR.
Ahora, la “polvareda” que ha levantado la aceptación paraguaya del
ingreso de Venezuela al MERCOSUR
ilustra la polarización de actitudes de la opinión pública y el alarmante
maniqueísmo ante el llamado “caso Venezolano”. Por eso es
nuestra intención abordarlo desde otro ángulo y encontrarle una salida para lo
cual debemos empezar recordando a Hans
Kelsen, aquel jurista maestro de la llamada “Escuela de Viena” y su
doctrina de la “Teoría Pura del
Derecho”. Kelsen ha elaborado una teoría del conocimiento jurídico tratando
de depurar la construcción jurídica de todos los elementos históricos,
políticos y sociológicos extraños a la misma y afirmó “ab initio” que su
formalismo difiere toto coelo del
formalismo de los juristas, porque las “formas” con las que éstos operan
pertenecen al contenido del Derecho,
que no es el objeto de la “Teoría Pura del Derecho”. Kelsen ha dado expresión a
un grandioso y primer sistema de Lógica del “deber ser”. ¿Qué quiere decirse
con esto? Su afirmación fundamental es que el Derecho pertenece al mundo del
deber ser, netamente distinto del mundo del ser; se limita a la fría lógica pura del Derecho positivo sobre las
bases de la Filosofía Crítica
Neokantiana en antítesis a la orientación histórica y sociológica. Kelsen, en
efecto, había distinguido neokantianamente entre el “ser” (Sein) y el “deber ser” (Sollen), situando el Derecho en esta última
región (3). En esta doctrina, el término “ser” resultaba equiparado a “realidad
natural”. El “deber ser” hacía referencia, por el contrario, a los objetos
ideales que no poseen esta cualidad, si bien Kelsen hacía la precisión de que se trataba no de cualquier “deber
ser” (fundado en un juicio
ético-político) sino de un “deber
ser” estrictamente lógico y no de otra cosa. Desarrolla sobre esta base una
lógica del “deber ser”, no sólo sustituyendo verbalísticamente por éste el
verbo “ser”, o el valor de “verdad” por el de “validez”, sino fundando la
necesidad de la forma de la imputación normativa –el “deber ser lógico”–
en la concepción del Derecho como realidad de la conducta libre, consistente en
un “deber ser existencial” que ha de ser expresado en una forma lógica propia
(4). Pero el mismo Kelsen reconocía que basarse en
la “Teoría Pura del Derecho” supone que los problemas metajurídicos (mas allá, de otro modo del Derecho) ya están resueltos; es decir, se presupone la existencia
de un “agreement on fundamentals” (acuerdo
sobre lo esencial), que actúe como término fundante de la pirámide de normas
(5).
En nuestro caso, con el
advenimiento de la
Democracia en Sudamérica, entramos al “Estado de Derecho”
cuya base radica, en un marco demoliberal, no violar ni torcer la
Ley. Sin embargo, en el problema que nos
ocupa, guiarse por la fría lógica del Derecho implica entrar en colisión con
la posibilidad de solución política negociada de un conflicto no
previsto por la Teoría Pura
del Derecho. El problema planteado por la aplicación de la fría lógica
del Derecho a la cuestión del ingreso de Venezuela radica en el hecho de que el
“agreement on fundamentals” no existe en este caso porque para su
existencia deberían suponerse dos cosas:
por un lado, que no hay un fuerte
actor político capaz de resistir y por el otro, la aceptación por parte de todos los involucrados de una misma
definición de los límites que deben imperar en la convivencia societal. Pero
en la medida en que uno –o varios de los actores involucrados– no participa de
ese encuadre fundante, se siente lesionado por él y posee el Poder real para
sustentar su posición, la lógica del Derecho, considerada
neutra a partir del consenso sobre la Teoría
Pura del Derecho, pasa a ser visualizada como política y a
incidir políticamente en la situación. Por otra parte, en este juego
perverso que estamos observando, el actor político por excelencia en el marco
del “agreement on fundamentals” demoliberal (el Gobierno Paraguayo) no puede
intentar utilizar el Derecho para desactivar un potencial efecto político (la
inclusión de Venezuela en el MERCOSUR) sin hacer peligrar el fundamento mismo
del estado de Derecho. Todo se puede negociar a partir del
reconocimiento –aunque sea tácito– de que el “acuerdo sobre lo esencial”
(agreement on fundamentals) ya no existe o ha cambiado.
N O T A S.
(1) Némesis: Diosa de la venganza
en la mitología griega.-
(2) Marco Tulio Cicerón: “Vida
y Discursos”, Tomo V; pp. 665 670; Ediciones Anaconda, Buenos Aires, 1946.-
(3) Luis Legaz y Lacambra:
“Filosofía del Derecho”; p. 40 al 77, 404
al 467 y 620 al 678. BOSCH, Casa
Editorial, S.A. Barcelona,1975.
(4) C. Cossio: “Hans Kelsen, el
Jurista de la Época Contemporánea” en “Anales de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la
Universidad de La
Plata”, p. 13-14; Editorial Jurídica Argentina, Buenos
Aires, 1946.-
(5) Hans Kelsen: “Zur Theorie
der Juristischen Fiktionen (Hacia la
Teoría de las Ficciones Jurídicas), 1919.-
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