miércoles, 29 de enero de 2014

LA GUERRA CAMPESINA

LA GUERRA CAMPESINA.
En un estudio publicado en una fecha tan lejana como 1964, el escritor argentino Jorge Abelardo Ramos examinó las ideas de Ernesto “Che” Guevara sobre la aplicabilidad de la guerrilla como fórmula única de la lucha en América Latina(1): “La autoridad revolucionaria legítimamente adquirida por Guevara por su actuación en la Revolución Cubana volvía indispensable esa puntualización, por más severa que fuese. Respetábamos su notable figura como guerrillero, pero expresábamos nuestras reservas como teórico de la revolución latinoamericana, justamente porque su prestigio aumentaba los peligros de la difusión de una concepción voluntarista profundamente errónea. Pero la ratificación por Fidel Castro de aquellas tesis de Guevara y su tentativa de aplicación en varios Estados Latinoamericanos obligan a considerar nuevamente la cuestión”(2).
         Esto parecería haber sido escrito en esta época y para el Paraguay de ahora, que tiene a una Guerrilla al parecer intoxicada por esa ideología aunque nuestro bobalicón Ministro del Interior –que, repetimos, debiera ser despedido sin más trámite cuando ocurra el próximo ataque impune del EPP y sustituido por un político con mucha experiencia práctica y capacidad de organización y resolución como el Dr. Bader Rachid Lichi– asegura que sólo se trata de “un grupo de criminales y narcotraficantes sin ninguna ideología”(sic); pero el EPP está fuertemente ideologizado (por la ideología del “foco”), por eso continuaremos analizando la cuestión. Las ideas de Castro y Guevara han sido reformuladas por, en aquél entonces, un joven intelectual francés: Regis Debray (que ahora, en su madurez, ha abjurado completamente de ellas en su libro “Alabados sean los Señores”). Sus tres trabajos publicados(3) permiten ofrecernos una idea de conjunto de lo que es la escala de valores de los revolucionarios cubanos (porque perviven aún hoy) sobre los múltiples problemas de América Latina y en particular acerca de los métodos aplicables a su revolución.Y los errores de Debray alcanzan proporciones espectaculares: el concepto dominante de estos trabajos consiste en elevar la lucha armada al nivel de único para la lucha revolucionaria y en reducir todas las etapas de la lucha política a un conjunto de fórmulas técnico-militares porque “la lucha armada parece tener razones que la teoría no conoce”(4). La fórmula introductoria es muy singular: “Liberar el presente del pasado”, esto es, no hacer mucho caso a la experiencia histórica de las revoluciones. La originalidad que va a brindarnos Debray así lo exige, pues nos dice a continuación que pocos años de experiencia armada en América Latina han hecho “mucho más para dar a conocer la singularidad de sus condiciones objetivas que las décadas precedentes de teoría política copiada”. Pero ignora que en “las décadas precedentes” no sólo se habían formulado en América Latina “teorías políticas copiadas”, sino además movimientos de masas no copiados, entre ellos algunos armados; recordemos a Zapata, a Sandino, a Prestes, a los mineros bolivianos de 1942 y a la clase media y obreros de Bolivia de 1952.
              De la idea central de Debray se desprenden necesariamente todos sus extravíos laterales. En efecto, afirma que la Revolución Cubana ha sustituido el Partido por la Guerrilla, y que sólo la guerrilla puede generar al Partido. El jefe de ésta debe reunir a la vez la condición de Jefe político y militar. Sin embargo, en China y Vietnam, el partido creaba su fuerza militar subordinada a la dirección política de aquél. Pero Debray dice que en América Latina, Cuba ha enseñado un nuevo camino: es la guerra la que genera el Partido: “esta es la desconcertante novedad inaugurada por la revolución cubana”(5). Esta novedad habría puesto fin a “un divorcio de varias décadas entre teoría marxista y práctica revolucionaria”(6). Ahora, el marxismo se ha encarnado al fin. ¿Y los Partidos Marxistas? : “Ahí donde el instrumento no sirve ya, ¿debe detenerse la lucha de clases o deben forjarse nuevos instrumentos?”.... “la Guerrilla se convierte en Dirección Política…. y, “una perfecta educación marxista no es, para comenzar, una condición imperativa”(7).
              Naturalmente esto no lo comprenden los hombres de ciudades porque “El hombre de ciudad vive como un consumidor…. Aunque sea un camarada, si se pasa la vida en la ciudad es un burgués sin saberlo en comparación con el guerrillero…. Se dice bien que nos bañamos en lo social: los baños prolongados ablandan”(8). Los únicos que no se ablandan son los que se bañan en el propio ombligo. Es decir, que se bañan en lo individual; son los duros individualistas que pretenden sustituirse al Partido y al pueblo y se autoeligen para el martirio. Lenin escribió varios volúmenes para condenarlos, al mismo tiempo que se inclinaba ante su heroísmo personal. Es imposible seguirlo a Debray en su romantización del “núcleo elegido” sin recordar la observación de Engels, que no sólo era un maestro del socialismo, sino también un robusto joven que luchó con las armas en la mano y algo sabía de milicia: “¡Qué pueril ingenuidad la de presentar la propia impaciencia como argumento teórico!”.
              Pero ahora ya tenemos entre nosotros al EPP (Ejército Paraguayo del Pueblo) un foco guerrillero al parecer imbuido de las ideas Castro-Guevaristas divulgadas por Regis Debray, que no admite pertenecer a ningún Partido Político y ha perpetrado importantes golpes donde ha corrido sangre, haciéndose inaccesible, tanto a la policía como al ejército, operando en el norte del país –y también en el bajo Chaco– moviéndose entre la población “como pez en el agua” según decía Mao Zedong (Mao Tse Tung en la    antigua grafía china) en su “Manual de Guerra de Guerrillas”. Ni el “Estado de Emergencia”, decretado dos veces en la era Lugo, ni el consiguiente rastrillaje de tropas del Ejército y dotaciones de la Policía Nacional especializada dieron –ni dan ahora– resultado alguno, teniendo por resultado que vastos sectores de la opinión pública acusaran al ex-Presidente Lugo y su gobierno de “complacencia “ con dicho grupo extremista y violento.
              Ya se inició, pues, la “Guerra Campesina”, a la que se suma el paso de las protestas pacíficas a las violentas de asociaciones de campesinos sin tierras, como los llamados “carperos” –por instalarse bajo precarias carpas en los terrenos invadidos o frente a ellos– que parecían contar con la lenidad o simpatía del ex-Presidente y su entorno (políticos de fuste, Gobernadores y Parlamentarios) por la atención que se les prestaba y ser recibidos a menudo en el Palacio de López. La ciudadanía dudaba si era realmente simpatía, por la empatía ideológica, o simplemente inutilidad de las autoridades –como ahora– especialmente en el Ministerio del Interior, donde el ex Presidente Lugo, luego de remover al ineficiente Rafael Filizzola,  había llevado a esa Cartera a aquella solterona “Socialista”, Carlos Filizzola, para que hiciera lo que Lugo sabía que no podía hacer: calmar a las masas y a los Dirigentes campesinos mediante el ofrecimiento de lo que ya se les había ofrecido antes, o “atenerse a duras consecuencias”; pero que un rojillo “Fabiano rabanito”(9) como Carlos Filizzola –sin experiencia en un cargo de tan alta como complicada envergadura– vería como una invención nueva, generosa y ventajosa de la Izquierda. La farsa de este enfrentamiento singular entre este rojillo Fabiano y codiciosos dirigentes “carperos” no pasó inadvertida a la comunidad nacional. Su fracaso total e inevitable fue una bofetada en pleno rostro de ”Carlitos”, que volvió a su despacho con el rabo entre las piernas y su “pureza” de intenciones. Al haber recibido una oportunidad de demostrar que un Socialista Fabiano moderno podía conseguir lo que jamás había logrado la “Derecha” desfasada, a saber: la tolerancia entre los campesinos y la colaboración política entre campesinos y autoridades, él también se había visto desbordado por la responsabilidad del mando, una responsabilidad que significaba, pura y simplemente, que las cosas funcionaran.
              Y no pudo, por supuesto, hacer que funcionaran porque los políticos dirigentes campesinos querían el brazo si se les ofrecía la mano. Sin haberlo entendido, regresó a su despacho con aquella sonrisa como una placa de metal sobre un féretro, y la convicción de que si alguien se había mostrado reacio a cooperar, no quedaba claro quién había sido. Hasta que sobrevino el brutal como sangriento choque entre policías y carperos en la estancia “Mborumbí” con un saldo de 17 muertos (6 policías y 11 campesinos) y decenas de heridos, lo que provocó la destitución de Filizzola. En cuanto se hubo ido, la campaña “¡Fuera Lugo de la Presidencia!” cobró ímpetu; cosa que hasta resultó divertida, porque hizo ver como si Carlos Filizzola la hubiera inventado, y pasado mediados de Junio, todos los Partidos Políticos representados en el Parlamento, adoptaron la resolución del “Juicio Político”. El país contuvo el aliento y a continuación, con una mayoría sin parangón en la memoria viva, el Congreso se alzó y, pese a las presiones y amenazas internacionales y los ofrecimientos del Ejecutivo, votó la destitución del Presidente.
              Pero la guerra campesina ya está declarada y continuará, y no puede ser para menos en un país donde casi el 80% de las mejores tierras cultivables están en manos del 1% de la población y en el cual los Partidos de Izquierda, cuando estuvieron en el Poder, se dedicaron a soliviantar los ya encrespados y levantiscos ánimos campesinos pero sin gestionar ni emprender medidas prácticas para su solución, pasando –eso sí– a ocupar cuanto cargo burocrático se ponía a su alcance y con visos de corrupción que se fueron detectando.
              El problema guerrillero no se soluciona con un aparatoso despliegue de fuerza militar-policial, que es -según la irónica expresión de Ho-Chi-Ming cuando los EE.UU. tuvieron 500.000 soldados en Viet Nam- "una guerra de elefantes contra conejos" que no podía ser ganada por aquéllos pues los conejos se les escurrían entre sus patas; como ya lo demostró hasta la saciedad la experiencia histórica en China, Vietnam, Laos, Camboya, Argelia, el Congo, Angola, Cuba, Nicaragua, El Salvador, y actualmente Colombia, sino eliminando la gran asimetría estructural campesina con una radical y profunda “Reforma Agraria”, tocando los intereses de la Oligarquía Latifundista Agraria Semifeudal, como lo hicieron los países que emergieron del subdesarrollo luego de la 2ª Guerra Mundial y ahora están en el “Primer Mundo” constituyendo “modelos” para nosotros: Taiwán, Corea y China Popular, que empezaron su camino hacia el éxito socioeconómico y político solucionando, primero que todo, el gran descontento campesino.


N O T A S
                             
(1) Jorge Abelardo Ramos: “Los peligros del empirismo en la revolución latinoamericana”. Revista “Izquierda Nacional”, Nº 5; Febrero de 1964.-                
(2) Ibídem: “Historia de la Nación Latinoamericana”; p. 547; A. Peña Lillo Editor, Buenos  Aires, 1968.- Jorge Abelardo Ramos fue un escritor y político argentino de la Extrema Izquierda (Trotskysta), y Presidente del “Partido de la Izquierda Nacional (PSIN).-
(3) Regis Debray: “América Latina: algunos problemas de estrategia revolucionaria”; Ed. Banda Oriental; Montevideo, 1967.- 
“El Castrismo: la larga marcha de América Latina”;
Revista “Pasado y  Presente “;
Córdoba, 1964.-                                                                     
“¿Revolución en la Revolución?”; Ed. Sandino; Montevideo, 1967.-         
(4)Ibídem:“¿Revolución en la Revolución?”; 
p. 107.-                                        
(5) Ibídem : p. 113.-                      
(6) Ibid. : p. 113.-   
(7) Ibid. : p. 111.-   
(8) Ibid. : p, 70.-     
(9) “Fabiano rabanito”: “Socialismo Fabiano” es el nombre dado a un Partido Socialista Inglés (uno de cuyos Dirigentes era George Bernard Shaw), cuya política era evitar toda actividad revolucionaria y choque con el Gobierno, “cabalgándole al costado” para obtener mejoras paulatinas. Su apelativo proviene del General romano Fabio, llamado “el contemporizador” por evitar librar una batalla decisiva contra el cartaginés Aníbal en la 2ª Guerra Púnica. “Rabanito” es la expresión despectiva que los Comunistas y los Socialistas Revolucionarios daban a los Fabianos ingleses, y en España a los Socialdemócratas del  PSOE, por parecerse al rábano: rojo por fuera y blanco por dentro. (N. del A.).-



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