¿QUIÉN DIJO QUE EL NACIONALISMO
REPUBLICANO DEL “ESTADO
SERVIDOR DEL HOMBRE LIBRE” ESTÁ
PERIMIDO?
Cuando en el libro “UNA PROPUESTA ÉTICA”. “Análisis de la realidad nacional” (Editorial
Histórica; Asunción, 1987), Carlos
Romero-Pereira escribía que la ideología del Nacionalismo Republicano “…Asegura al Estado un papel activo
para que, como Servidor del Hombre Libre, intervenga en la vida social y
económica de la nación para evitar el abuso del interés privado y promover el
bienestar general; un bienestar basado en la igualdad, la justicia y la
soberanía popular” (p. 19), y cuando
ahora, en el decurso de este trabajo exponemos la esencia y características del
Estado regulador, planeador, ordenador de los objetivos políticos con los
económicos, que se diferencia del Estado omnívoro, totalitario, del Socialismo
Marxista, como del Estado mínimo, meramente subsidiario, “mirón”, del
Neoliberalismo; y aún del “Welfare State” (Estado de Bienestar) de la Socialdemocracia
–con esa subvención generalizada de
todos los bienes y servicios que ese Estado considera vitales según su
ideología política (al servicio de la “Clase Obrera” y con gran poder de los
Sindicatos, mientras que el Republicanismo es “Policlasista”), deprimiendo en
parte la iniciativa privada y anulando el principio de subsidiariedad que
nosotros consideramos indispensable hasta cierta medida, y donde el Estado
determina las necesidades de los ciudadanos lo que lleva a gastos muy altos de
ese Estado y a la instauración de impuestos también muy altos– no estamos mas
que actualizando lo que BLAS GARAY escribía en 1898 en su estudio de las
organizaciones jesuíticas:“…Somos
partidarios de la intervención del Estado. La requerimos, si no como absolutamente necesaria, como sumamente conveniente…”, y donde, ya entonces, advertía
contra la tentación de copiar mecánicamente modelos de naciones más
desarrolladas: “…El Laissez Faire no debe ponerse en práctica en los países nuevos, que
empiezan a desenvolverse, tropezando a menudo con obstáculos, para vencer los
cuales no basta la acción natural y libre de sus intereses empeñados en
vencerlos. Es necesario que el Estado, con los poderosos medios que dispone,
concurra a allanar el camino y hacer más fácil su evolución”. Y también estamos recordando lo
que FULGENCIO R. MORENO señalaba en 1902 ante la Cámara de Diputados: “…La intervención del Estado en la esfera
económica es, pues, una condición necesaria para el desarrollo progresivo, para
la integración constante del cuerpo social; pero el grado, favor y ocasión en
que esta necesidad se manifiesta no es
ni puede ser uniforme, por lo mismo que la complejidad de los hechos
económicos no puede estar sujeta a
fórmulas aplicables en todas la situaciones, tiempos y lugares”.
Afortunadamente, esta concepción del
Estado regulador, interventor, ordenador de objetivos, que ha sido la constante
–salvo, tal vez, breves desviacionismos episódicos– del Nacionalismo
Republicano, es la moderna impulsora del desarrollo que se ha impuesto en la Europa de la revolución
científico-tecnológica, del poderoso Japón contemporáneo y de sus discípulos
los “Tigres del Asia”. Vale, pues, detenernos en un somero análisis.
El Nacionalismo Económico y el Estado Transformador de los “Tigres del Asia”:
Cuando describimos la característica
del Estado Transformador señalamos
su etimología: del griego “Meta-Morfé”, y lo hacemos porque queremos expresar
con claridad meridiana que “Transformar” no significa simplemente “cambiar de
forma” o “cambio” común y corriente (que en griego se dice “trapelós”), sino
“cambiar para mejorar”, la traslación hacia algo más bueno y hermoso. Meta significa “paso a otra parte,
traslación, cambio; y Morfé es el
delineamiento de una forma o figura de belleza o perfección. “Morfo” = formar, delinear; “Morfúno” = hermosear; así, el
sobrenombre de la diosa Venus entre
los Lacedemonios era “Morfus”. De
ahí viene la palabra Metamórfosis.
Esto, que parecería una pedante
disquisición filológica, viene, sin embargo, a cuento, porque es básico para
comprender mejor la esencia ideológica del Nacionalismo Republicano, que no ha
sido el Liberalismo, sino el Conservadurismo
Ideológico, muy opuesto al “Reaccionarismo” o “Conservadurismo
Reaccionario” –muy propio de los actuales “Partidos Conservadores” de EE.UU. y
Europa– con el que fácil y generalmente se lo suele confundir. Es el que está
expresado en la fórmula de Edmund Burke cuando
espetaba a los Liberales de su época:
“…En vuestros antiguos Estados teníais los viejos cimientos; pero habéis
preferido actuar como si no hubierais formado nunca una sociedad civil y como
si tuvierais que comenzar todo desde la base. Comenzasteis mal porque
empezasteis a despreciar todo lo que os pertenecía… Respetando a vuestros
antepasados habríais aprendido a respetaros a vosotros mismos” (E. Burke: “Textos Políticos”; Fondo de
Cultura Económica, p. 71; México, 1984). Para Burke, el ordenamiento
institucional no debe ser producto de doctrinas no experimentadas largamente,
sino la consecuencia de la moderación, la utilización de elementos probados y el resultado de construir sobre lo ya
construido. En otro pasaje de su obra (p. 178) dice aún mejor: “…No puedo
concebir cómo un hombre de Estado puede llegar a una presunción tal que le
permita considerar a su país como nada más que una “carte blanche”, en la que
puede dibujar lo que se le antoje”. Por eso “…un verdadero político piensa
siempre en la manera de conseguir mejor resultado con los materiales de que
dispone. Mi tipo ideal de hombre de Estado reúne una tendencia a conservar y una capacidad para mejorar. Cualquier
otra cosa es vulgar en la concepción y peligrosa en la ejecución”. Es lo que
escribía el Príncipe Metternich –arquitecto
de la organización y la política del “Equilibrio del Poder” europea, después de
Napoleón, que dio un siglo de paz a Europa– diciendo que: “…Ser Conservador no exigía ni el retorno a un periodo anterior
ni una reacción, sino una reforma
cuidadosamente estudiada. El verdadero Conservadurismo entraña una política
activa: Pero la Reforma debe ser el producto del orden y no de la voluntad; debe afirmar la
universalidad del Derecho contra la contingencia del Poder…” (Metternich,
citado por Henry Kissinger: “Un
Mundo Restaurado. Metternich, Castlereagh, y la Ideología Conservadora ”.
Tesis Doctoral en Harvard; pp. 195, 318;
Grosset & Dunlap, New York, 1964). Y es lo que entendía el General Bernardino Caballero, cuando en su
célebre Manifiesto del 11 de Agosto de 1904 afirmaba: “…El Partido Nacional
Republicano, que es la Escuela
Conservadora de la política paraguaya… y “…Nuestro
Partido con el concurso de todos los intereses conservadores del país…”
cuyos “…Heroicos miembros netamente
paraguayos...” han sido “…en primer término los obreros en la noble
tarea de la reconstrucción nacional…” y “…el restablecimiento de los negocios, el
acrecentamiento de la renta y de la inmigración que recobran su movimiento
ascendente…” (B. Caballero: “Mensajes”.
“Presidencias Republicanas”; Fundación Cultural Republicana, pp. 207-209;
Asunción, 1987); y que lo llevó a oponerse resueltamente a la Candidatura
Presidencial de José
Segundo Decoud, aquel personaje oportunista que, al decir del insigne e
imparcial historiador Liberal Gomes
Freire Esteves, “…pretendía incubar un Partido del Poder, sin
conexiones confesadas con el pasado… pensamiento que explicaba su
posición adventicia en las filas del régimen (Nacionalista
Republicano), pero profundamente artificial, para alterar el curso de la historia”. (G.
Freire Esteves: “Historia Contemporánea
del Paraguay. El Paraguay Constitucional”, p. 3; Empresa Gráfica del
Paraguay. G. Peña & Cía. Baires, 1921);
(Manuel Pesoa: “José Segundo Decoud”;
Talleres Gráficos Orbis, pp.81-83; Asunción, 1979), y que a principios de la
década del ’90 fue exaltado (Decoud) por el Senador Juan Carlos Galaverna y los
Neoliberales del Partido, que además denostaron al Mcal. López y al Gral
Caballero en pleno Congreso Nacional.
Ahora los lectores se estarán
preguntando: ¿qué tiene que ver todo esto con los “Tigres del Asia”? Pues –como
lo demostraremos– que el impresionante progreso de ellos y del Japón (su
modelo) no ha sido logrado merced a la dirección ideológica y la receta
económica del Neoliberalismo –como por aquí nos quieren hacer creer– sino a una
ideología, a una ética y a una línea económica profundamente Nacionalista,
con raíz en el Conservadurismo
ideológico, con el Estado Transformador, Regulador, Ordenador de los objetivos
políticos y sociales con el crecimiento económico.
En efecto, si nos concentramos en el
examen de Corea y Taiwán que, como ya dijimos, tienen
perfiles más nítidos del “tercer mundo”, nos encontraremos con muchas
características que avalan nuestro aserto. Dejaremos por tanto de lado a HONG
KONG y SINGAPUR pues son, más bien, “Ciudades-Estados” que constituyen
principalmente una base de producción para las Multinacionales extranjeras
atraídas por los bajos costos relativos y buena formación de la mano de obra, y
una infraestructura eficaz, cuyas impresionantes mejoras de los niveles de vida
han provenido del perfeccionamiento de la calidad de los recursos humanos e
infraestructura, que ha permitido mejorar la calidad de los puestos de trabajo,
pero que siguen siendo, cada cual, un lugar de producción extranjera, no una
auténtica base central, y cuyo desarrollo económico depende principalmente de
las Multinacionales susodichas.
COREA DEL SUR y TAIWÁN, como la
mayoría de los otros países triunfadores en este “juego de suma cero” de la
lucha por el poder económico internacional, son débiles en términos de recursos
naturales. Pero ambos han hecho muchas cosas parecidas al igual que JAPÓN. Una
de las primeras ha sido una Reforma
Agraria exitosa; el papel de un Gobierno
fuerte y decidido fue decisivo; en el caso de TAIWÁN, el ejemplo puede ser valedero para nosotros: a los
Terratenientes se les pagó su tierra expropiada con bonos del Estado que
solamente podían canjearlos para invertir el dinero en actividades productivas.
La Cooperativización , respetando las ancestrales costumbres
de asociaciones familiares, dio
resultados igual que en Japón. Otra característica ha sido la excitación del
espíritu nacionalista y republicano avivado por el estado de peligro y
guerra continua (contra Corea del Norte por un lado y China Popular por el
otro) y la idea del Republicanismo de la “cosa de todos” en que los sacrificios
en pro del desarrollo y la defensa nacional eran compartidos por todas las
clases y estamentos, sin excepciones para “Barones” y Militares corruptos. Eso
dio lugar a que ambos países gozasen de estabilidad política y social, al menos
la mayor parte del tiempo, junto con una movilidad económica.
Ambos Gobiernos se habían propuesto,
“en serio”, como meta nacional lograr el desarrollo económico y crearon los
ambientes institucionales necesarios así como los mecanismos eficaces y
eficientes para la toma de decisiones sociales. En ese aspecto, la experiencia
de Taiwán ha sido constantemente
utilizada como un ejemplo para los países en desarrollo de cómo lograr
crecimiento económico con equidad y avance social. Y no nos cansaremos de
repetir que el éxito Taiwanés se debió en gran parte a la ideología
nacionalista republicana de los líderes de la nación que se propusieron
explícitamente mejorar las condiciones de vida del ciudadano medio basados en
los tradicionales valores Confucianos
de los “Tres Principios del Pueblo” con
el acento puesto en la Lealtad ,
el Respeto a los mayores y una firme creencia en el Trabajo como una
Virtud Moral. (Ramón H. Myers: “El
Desarrollo Económico de la
República de China en Taiwán, 1965-1981” ; y Sung Yeung Kwack: “El Desarrollo Económico de la República de Corea,
1965-1981” ;
en “Modelos de Desarrollo”, CINDE,
1993. También Edward K. Y. Chen: “China:
Market in the Asia Pacific” y “Las Políticas Comerciales en Asia”; en “Lecciones sobre el Desarrollo”; ICS
PRESS, EE.UU., 1989). No es casualidad que el Partido Político gobernante en
Taiwán, en esa época –y otra vez ahora– se llame KUO-MING-TANGque significa: PARTIDO NACIONALISTA DEL PUEBLO y “fue
fundado nó como un Partido de clase, sino como un bloque o Frente Unido de
obreros, campesinos, clases medias, (es decir policlasista), organizado bajo la forma y disciplina del Partido” (Víctor Raúl Haya de la Torre : “El
Antiimperialismo y el APRA”; p. 68; Ed.
Ercilla, Santiago de Chile, 1936).
En este respecto, el investigador socioeconómico Tibor Scitovsky (“El Desarrollo
Económico en Taiwán y Corea del Sur, 1965-1981” ; p. 23; CINDE, 1993), analizó en cierta
profundidad “las filosofías” detrás del desarrollo económico de Taiwán y Corea
del Sur, relacionando estas filosofías al tamaño promedio de los negocios y el
grado de desigualdad en los ingresos de cada país. Como ya se mencionó, estos
“Dragones Asiáticos” siguieron estrategias bastantes similares; “…sin embargo,
las filosofías que guiaban las estrategias eran diferentes en cuanto a ciertos
aspectos básicos y sus resultados han sido únicos” (Ibídem). La diferencia
fundamental –según Scitovsky– “radica en su visión acerca del papel del Estado: hubo más esfuerzo de los planificadores
económicos del Estado en Corea del
Sur para lograr economías de escala; específicamente, los medios
utilizados por el Estado coreano para controlar la empresa privada –como en
Japón– fueron más importantes que en Taiwán
el cual puso también en práctica una serie de controles económicos, pero
que tendieron a ser más selectivos y menos intervencionistas que en Surcorea”. Es decir que en Corea “el
Estado adoptó un rol muy activo en el control de las fuerzas del mercado.
Sin embargo, la diferencia es sólo en el
grado: de acuerdo a los stándares de las economías occidentales
industrializadas avanzadas, AMBOS ESTADOS PUEDEN SER CONSIDERADOS
INTERVENCIONISTAS”. (Laurence J. Lau: “Modelos
de Desarrollo”; y R. Myers y S.Y. Kwack: op. cit. También Dong Sung Cho: “La esplendente Corea”; c/M.Porter, pp.
574-603, loco citato et passim).-
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