LA
VICTORIA DE CARTES: ¿EN CAMINO HACIA LA REELECCIÓN?
La victoria del Oficialismo
en las elecciones internas del Partido Colorado fue, indudablemente, la
victoria del Pte. Horacio Cartes,
pues el hecho de haber bajado al ruedo, convirtiéndose en un operador
político, fue fundamental para que el
Candidato de “Honor Colorado”, de presencia anodina, se alzase con el triunfo;
no aplastante como él pregonaba, pero triunfo al fin. Esto trae al tapete la
posibilidad de buscar la reelección
Presidencial, expresada ya públicamente por los epígonos “Cartistas” y el
propio Candidato Alliana. Examinemos sus fundamentos y posibilidades.
Ahora bien, la vida asociativa, por su
intensidad, por su multiplicidad, muestra bien a las claras que hoy existen
unas nuevas necesidades a las que no responden enteramente las estructuras
electivas de la República; y es prueba, sobre todo, de que es necesario remozar
el debate sobre la noción de la delegación de Poder: un Concejal Municipal es elegido ahora para cuatro años
renovables, un Diputado para cinco años, un Senador también, así como el Presidente de la Rca., éste sin
prolongación del mandato. ¿Pero qué hace, durante ese tiempo, el Soberano
teórico, el pueblo? Siempre es una aventura (Lugo lo demostró) delegar el Poder en otro hombre, en una
institución, aunque sólo sea durante una hora. El Rey era Rey por tiempo indefinido, con su derecho divino y su
filiación: nos hemos deshecho de él.
Un Dictador, generalmente, lo es durante mucho tiempo: hemos aprendido a desconfiar de él y rechazarlo. ¿Pero no engaña también la Democracia
a su mundo? Durante cinco años el Pueblo-Rey abdica. Y con bastante
frecuencia se olvida, al terminar el plazo, del Poder de que dispone: ¡enviar a sus casas a los elegidos!.
Aquéllos que él mismo ha distinguido y promocionado se instalan largo tiempo en
el Poder (mediante las “listas sábanas” u otro mecanismo) y restablecen en
beneficio propio “la oligarquía de los Cargos”. No hablamos en contra de la renovación del mandato colectivo en
forma absoluta y en todos los casos; pero buscamos el medio de someter su
ejercicio a unas normas precisas. Se nos argüirá que, a excepción del Jefe del
Estado, los Representantes elegidos tienen asiento en unas Asambleas en las que
coinciden, se mezclan o se contraponen las opiniones, y que de esos debates
resulta una opinión media. Y es cierto. Pero el problema sigue planteado. Hay
que tratar de resolverlo de uno u otro modo:
sea reduciendo la duración del mandato, sea con la no reelegibilidad, sea con
la prohibición de las acumulaciones.
Para un ejemplo ya lejano, la
Constituyente Francesa de 1791, decretó que ninguno de sus miembros
podía pertenecer a la Asamblea Legislativa. Pero el peligro es que esa noria podría aprovechar aquí a los Poderes
ajenos a la consagración popular: la
Administración y la Tecnocracia. ¡Qué comodidad para un Gobernador, si es
reelegible, la de asistir al desfile de los elegidos departamentales, ninguno
de los cuales duraría lo bastante, ni siquiera tendría competencia para hacerle
frente! ¡Qué comodidad para los Tecnócratas devoradores de expedientes, que ya
no tendrían a nadie que les recordase que la vida de un país es algo distinto
de eso que llaman la Estadística! Actualmente, ¿qué Parlamentario no puede
jactarse de haber influido en la decisión a tomar por un Director de Ministerio, por un Presidente de
Ente Administrativo Nacional, por la anónima cohorte de la Inspección de
Hacienda y aún del Poder Judicial? ¡Y
todavía quieren imponer los Senadores decisiones al Presidente! ¡Pues
imaginémonos un Sistema en que el Diputado o Senador fuese permanentemente
intercambiable! Y si los mandatos de los Legisladores son revocables a los
pocos años como pasa con los Representantes en los EE.UU., y se instituye la reelección Presidencial en una próxima
Constituyente, ¡qué comodidad sería para el Presidente de la República, el
único libre de la ronda electoral y que vería pasar, como en un parque de
diversiones, el tren fantasma de las Legislaturas!
También debemos considerar que el resultado
de la aplicación de una concepción centralista-absolutista del Gobierno está a
la vista en toda América del Sur:
estancamiento económico, falta de libertades, altas tasas de inflación y
desempleo. Ningún discurso anti-Estatista tendrá mejor efecto que los
indicadores aludidos; debe ser por todo ello que la necesidad de reformar y
descentralizar mejor el Estado provoca,
aún hoy, una convergencia tan amplia que rompe los esquemas políticos tradicionales.
Ciertamente, un punto importante a
considerar es que el crecimiento desmesurado, “atrápalo todo” y absolutista de
la Institución Presidencial que hemos soportado durante el régimen stronista, hizo que se suscitara una reacción que tendió,
en ciertos aspectos, a buscar el cercenamiento al máximo, de los Poderes y
atribuciones del Ejecutivo. Pero no debemos dejarnos llevar por el deseo
vehemente –buscando ampliar la democratización de la República y prevenir la
repetición de la experiencia pasada– de debilitar en demasía el sistema
Presidencialista a que nos ha acostumbrado nuestra historia. Precisamente,
en lo referente a las relaciones de Poder, las nuevas tendencias constitucionales
de aquellos pueblos más avanzados que ya han pasado por experiencias –algunas
extremas– de descentralización y desconcentración del Poder Político, apuntan a
lograr ahora una mayor efectividad y autoridad de los organismos del Estado; en esa dirección, las modernas Constituciones Europeas
otorgan al Ejecutivo una mayor libertad para desarrollar su acción. Por
ejemplo, la Constitución Francesa de 1958 y su reforma de 1962, faculta
al Ejecutivo para que pueda emitir Ordenanzas
(Decretos-leyes) que implican una función Legislativa, disminuyendo las
prerrogativas del Parlamento; otro tanto sucede con la no escrita Constitución
Inglesa, donde la costumbre ha impuesto que el Gabinete pueda realizar
Decretos-leyes, que si bien son controlados por el Parlamento, en la práctica
no los rechaza, en función de que responde a una mayoría Gubernamental y ésta
al Partido del que es Jefe indiscutido el Primer Ministro. Inclusive en los Estados Unidos de América, los
“Mensajes Presidenciales” incluyen sugerencias con referencia a
proyectos de Ley que encuentran eco efectivo en las Cámaras del Congreso. Como vemos, pues, en consecuencia, en
las Democracias avanzadas la tendencia actual está orientada hacia una ampliación de los poderes del Ejecutivo
con vista a una mayor agilidad en
los programas y planes del Gobierno. Es
lo que necesita el Pte. Cartes para llevar adelante sus planes, dicen sus
partidarios a ultranza.
Indudablemente, debe buscarse insertar en la Constitución la figura de
la “Reelección Presidencial”. Pero,
en las actuales circunstancias y dado el Pacto de “cópula contra natura” con la
Oposición del rebelde “G-15” del
Senado, ¿sería posible lograrlo y aún intentarlo siquiera? Veámoslo: En este sentido, sobre esa Oposición que va en incremento, Horacio Cartes hizo una buena jugada al apoyar la candidatura
de Pedro Alliana al frente de la ANR debido a la creciente oposición que generaba
en carpas coloradas, que al ritmo que va debería hacerle reflexionar, pues no
ganaría mucho con aglutinar fuerzas antagónicas, contrarias y críticas dentro
del Partido. El hecho de que no haya habido
una “aplastante victoria” sobre Mario Abdo se debe a que justamente Cartes convive actualmente con posturas críticas muy extendidas,
que aún con los riesgos que significaba posicionarse a favor de Marito, lo
apoyaron a éste. Y están esos 120.000 votos en Blanco y Nulos que
significaron votos adversos… En referencia a la Reelección que los partidarios de Cartes llevarían adelante a través de la Junta de Gobierno, aseveramos que en el contexto actual Cartes no tendría los votos suficientes
para un segundo mandato; pero las
cosas pueden cambiar con el tiempo. En
cuanto a la posibilidad de alguna Reforma
Constitucional, no creemos que sea un riesgo inminente… pero no olvidemos que “poderoso
Caballero es Don Dinero…” como ya lo
decía el Arcipreste de Hita en plena
Edad Media: “Mucho hace el dinero/ mucho es de amar/al torpe hace bueno/y
hombre de prestar/hace correr al
cojo/y al mudo hablar/el que no tiene manos/dineros quiere tomar. Sea un hombre
rudo o necio labrador/los dineros le hacen hidalgo y sabidor/el que no tiene
dinero no es de sí Señor”.
En este sentido, recordemos lo que expresa la Constitución: en lo que respecta a la Enmienda, que sería lo más fácil de conseguir, el Art. 290 reza: “Transcurridos tres años de promulgada este Constitución, podrán
realizarse enmiendas a iniciativa de la cuarta parte de los legisladores de
cualquiera de las Cámaras del Congreso, del Presidente de la República o de
treinta mil electores, en petición firmada”. “El texto íntegro de la Enmienda deberá ser aprobado por mayoría
absoluta en la Cámara de origen. Aprobado el mismo, se requerirá igual
tratamiento en la Cámara Revisora. Si en cualquiera de las Cámaras no se
reuniese la mayoría requerida para su aprobación, se tendrá por rechazada la
Enmienda, no pudiendo volver a presentarla dentro del término de un año”…
“No se
utilizará el procedimiento indicado de la Enmienda sino el de la Reforma, para aquellas disposiciones que afecten el modo de elección, la
composición, la duración de mandatos o las atribuciones de cualquiera de los
Poderes del Estado”… Es decir, que
si no hubiese una aviesa, interesada e intrincada interpretación, sólo quedaría
como posibilidad recurrir a la Reforma
lisa y llana, veamos también:
El Art. 289 dice: “Podrán solicitar la Reforma, el veinticinco
por ciento de los legisladores de cualquiera de las Cámaras del Congreso, el
Presidente de la República o treinta mil electores, en petición
firmada”. “La declaración de la
necesidad de la Reforma sólo será aprobada por mayoría absoluta de dos tercios de
miembros de cada Cámara del Congreso”… “Una
vez decidida la necesidad de la Reforma,
el Tribunal Superior de Justicia Electoral llamará a elecciones dentro del
plazo de ciento ochenta días, en comicios generales que no coincidan
con ningún otro”.
Como vemos, en colofón, la Reforma
de la Constitución Nacional para permitir la Reelección Presidencial es muy difícil, pero, dados los recursos
económicos y de otra índole, que disponen el Presidente Horacio Cartes, el Gobierno y el Estado, no es en
absoluto imposible… y sus epígonos
juzgan que tal vez sea deseable para evitar el caos.-
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