¿PORQUÉ APARECIÓ KHOMEINI?
Génesis y evolución del Régimen Teocrático Iraní
Mucho se ha escrito ya sobre la Revolución Islámica Iraní y sus
secuelas, de la que en este final de
Febrero se cumplen ya 37 años. Se han dado las más diversas explicaciones a
este fenómeno inédito de la política contemporánea, mas nosotros quisiéramos
agregar algo más y muy particular en el contexto global de los análisis de la
caída del Sha y el ascenso y
permanencia del ya fallecido Ayatolah
Khomeini y sus Mollahs. Tal vez
ahondando en la historia, la estructura y la psicología del Chiismo iraní
podamos explicarnos mejor el hecho de la caída fulminante de uno de los
Monarcas más poderosos de la tierra, apoyado plenamente por los EE.UU. en su papel de “gendarme del
Golfo Pérsico”, empeñado (hasta entonces aparentemente con éxito) en la
modernización acelerada de la sociedad iraní y en franco progreso económico,
militar, legal y educacional.
I- UN POCO DE HISTORIA
La historia de Persia se pierde en la noche de los
tiempos. Más allá del Tigris y el Éufrates, durante toda la historia de Grecia y Roma, estaba el casi secreto Imperio que por un millar de años
había resistido la expansión de Europa y las hordas Asiáticas, no olvidando
nunca su gloria Aqueménida,
recobrándose siempre de sus caídas y manteniendo orgullosamente su singular y
aristocrática cultura que había de transformar la conquista Islámica del Irán en
un Renacimiento Persa.
La geografía misma de Irán nos da, ya,
una idea de su fuerza y su debilidad:
situado en esa zona del Medio-Oriente donde se cruzan las rutas que unen
Europa, Asia, el sub-continente Indio y África. Bañado por tres mares y
separado de la civilización Mediterránea sólo por Irak y Siria, he ahí su
fuerza. Mas, por otra parte, el Irán es una inmensa llanura ocupada por
estepas, desiertos salados y montes abruptos, lo que ha hecho que las
poblaciones, la actividad, la riqueza y la cultura, se concentraran en la
periferia, con minorías étnicas y caudillajes políticos, además de influencias
exteriores que impulsaban un constante movimiento centrífugo, habiendo sido a
lo largo de los siglos el factor determinante que hiciera del Imperio y de la
Religión los fundamentos de la unidad.
La Dinastía
Aqueménida creó no sólo el Imperio más grande que el mundo había conocido,
sino también el primer auténtico Imperio
es decir, el Gobierno de un solo Jefe sobre numerosos y extensos pueblos
diferentes. Pero hizo algo más: bajo
el influjo de la veneración del déspota oriental único, fue tomando conciencia
el ser humano de la idea del Dios único eterno e inmutable que superaba el
grosero Politeísmo rendido a las fuerzas ciegas de la naturaleza: el
Monoteísmo de masas comienza con el oriente Persa. Con Zoroastro nace el espíritu religioso mazdeo –expandido
fuera de Persia como Maniqueísmo–
intolerante, fatalista y despiadado. La religión Mazdea era una religión de ritos lúgubres, triste; de un puritanismo fatigoso, exigía de
sus adeptos una extraordinaria pureza, una perpetua vigilancia de todos sus
instintos, un salvaje ataque a todos los intérpretes del “Mal”: Ahriman, el “Taghout”
(Diablo), el espíritu maléfico;
en nombre del puro Aura Mazda, la
luz, el Bien, mas no amoroso ni
misericordioso, sino implacable. Para Zoroastro
el mundo todo no es más que un campo de batalla donde se enfrentan Ormuz y Ahriman, y no sólo metafísicamente, sino con la espada en la mano y
bajo la guía de los Sacerdotes, los Magos:
los Mobeds. ¿No parece acaso
escuchar todavía a Khomeini y sus
sucesores cuando leemos este pasaje del Zend-Avesta?:
“Es malo ser bueno con el malo... Los
príncipes hechiceros han sometido al hombre al yugo de su imperio para destruir
la existencia con sus malas acciones. Hay que destruir a los huéspedes de la
casa del Mal”. Así pues, gran parte
del alma de esa religión se nutría de la desgracia, la intolerancia, la muerte,
la evasión y el renunciamiento, y subsistiría vivaz a través de los siglos.
La decadencia Aqueménida sucumbió ante Iskandar, el nombre con que el Oriente
inmortalizó a Alejandro Magno, pero,
contrariamente a lo que puede creerse, Persia
no se helenizó; fue Alejandro quien abrazó la civilización
Persa y este fenómeno se ha repetido con los demás conquistadores, pues los
Persas conservaron e impusieron a sus vencedores su propia cultura… y los Magos Zoroastrianos no solo conservaron su influencia sino que la
acrecentaron.
Con la desaparición de la estructura
administrativa del Imperio, con la disolución de las Satrapías y la eliminación
de los “ojos y oídos del Rey” los magos Zoroastrianos fueron quedando como los
únicos administradores válidos, tal como los clérigos cristianos de la baja
Edad Media; su Poder fue creciendo a
tal punto, que ni siquiera el breve eclipse sufrido bajo los Partos Arsácidas pudo desplazarlos de
la historia persa.
Hacia 248 (antes de nuestra era) un Caudillo Escita, Arsaces, se rebeló contra la autoridad Seléucida y convirtió a
Parthia en un Estado soberano, fundando la Dinastía Arsácida. Hacia fines del siglo II, a. C., toda la
Mesopotamia y toda Persia habían sido absorbidas en un nuevo Imperio Parto. Los soberanos Arsácidas
conservaron la estructura administrativa creada por los Seléucidas pero le
superpusieron un Feudalismo derivado de los Reyes Aqueménidas. La
descentralización relativa que ese feudalismo supuso, debilitó grandemente la
influencia de los sacerdotes Zoroastrianos;
si a eso sumamos el hecho de que los Partos Arsácidas eran muy tolerantes para
con las diversas confesiones, permitiendo a los griegos, judíos y más tarde a
los cristianos que vivían entre ellos practicar sus cultos sin molestias, más
su desvío de la ortodoxia mazdea, prefiriendo a Mitra, el Dios Sol que en la religión de Zoroastro solo recibía un
culto menor como principal ayudante de Ormuz, comprenderemos que, ya entonces,
los Magos, desdeñados por los reyes
Arsácidas, estaban al constante acecho detrás de las masas para derrocar a la
Dinastía. A la muerte de Vologases IV (209 de nuestra era) los Mobeds Mazdeos apoyaron una serie de
revueltas y guerras civiles hasta que en 227 Ardashir, Señor Feudal de Persia, venció a Artabano, el
último Arsácida, y se proclamó “Rey
de Reyes”, estableciendo la Dinastía Sasánida.-
II- LOS SASÁNIDAS
Con los Sasánidas la religión de
Zoroastro fue restablecida en autoridad e influencia; se asignaron tierras y
diezmos a los Sacerdotes; el Gobierno se cimentó plenamente en la religión,
como en la Europa Medieval… “Un Archimago, sólo inferior en Poder al
Rey, encabezaba una ubicua casta sacerdotal hereditaria de Magos, que dominaba
casi toda la vida intelectual de Persia, atemorizaba a los pecadores y rebeldes
con la amenaza del infierno y mantuvo en servitud el pensamiento y el pueblo
persa durante varios siglos” (J. B.
Bury: “History of the later Roman Empire” ; T.I. pág. 91¸ Londres, 1923).
No debemos olvidar que la primera Iglesia organizada por el Estado fue la Mazdeísta, por el Rey Sasánida Ardechir, quien en el siglo IV de
nuestra era lo hizo así y planificando todos los detalles, convirtiendo al
clero Mazdeo, los Mobeds, en sostén
oficial del trono.
Como dice Gobineau en su obra “Trois ans en Asie”: “Bajo los
Sasánidas, un cuerpo de Sacerdotes del fuego, los Mobeda, habían adquirido una
enorme influencia en el Estado. Eran casi todopoderosos en los Consejos del
Soberano, se habían introducido en la Administración Civil y, confundiendo el
dominio de la fe y el de la política, no admitían que ninguna parte de ésta
última les fuera vedada…” “Los
Mobeds, que constituían un poderoso cuerpo bien organizado y dirigido por
fogosos Jefes, no dudaron en introducir un sistema constante de persecución que
dejó muy lejos todo lo que se pueda contar o inventar sobre la Inquisición
española…”.
La organización de
los Magos (Mobeds) era tan rica que los Reyes a veces tomaban en préstamo
grandes sumas de la tesorería de los templos. Pero también ella protegía al
ciudadano común contra los recaudadores de impuestos y a los pobres contra la
exagerada opresión (G. Rawlinson: “The Seven Great Oriental Monarchy”; pág. 636; Londres, 1876). Cada ciudad importante tenía un
templo del fuego donde una llama sagrada simbolizaba al Dios de la Luz. Sólo una vida de estricta, obsesiva virtud y
limpieza ritual podía salvar el alma de las acechanzas de Ahrimán (el “Gran Satán”
de Khomeini); en la lucha contra el
demonio era vital contar con la ayuda de los Magos y su “magia”: sus plegarias,
su guía, sus consejos, sus adivinaciones etc. Solamente de esta manera y con
esa ayuda el alma podía alcanzar santidad y pureza, pasar la prueba del Juicio
Final y gozar la eterna felicidad del Paraíso.
Pero los sacerdotes Mazdeístas, como los
Mollahs de Khomeini y de ahora y, ¿porqué no decirlo?, como los Cristianos y
Judíos de otros tiempos, hacían delito capital de la apostasía del credo
nacional. Cuando Manes (que pasó a
nosotros como Maniqueo) alegando ser
el cuarto mensajero divino –después de Buda, Zoroastro y Jesús– anunció una
religión de celibato, pacifismo y quetismo (Quetismo: movimiento
místico-religioso, en reacción a las prácticas ascéticas, propuestas
excesivamente formales. Se determinó como una propuesta de un camino espiritual
centrado en el pasivo del alma ante Dios, el espíritu de la quietud y la
oración mental, que tiene por objeto lograr la total unión del alma con Dios), los nacionalistas y
militantes Magos lo hicieron crucificar y el Maniqueísmo tuvo que encontrar su expansión en el extranjero.
Es que todas las áreas de la vida
espiritual y material estaban regidas por los Mobeds, como luego lo serían bajo
el Islam. No solamente eran
Dirigentes políticos y religiosos, sino que tenían bajo su jurisdicción la
enseñanza, la justicia, los servicios civiles, la supervisión del comercio y
aún de la agricultura y la industria. Decidían en casi todos los casos –tal
cual después como Mollahs del Islam– siguiendo el enfoque o el
capricho, el interés o la pasión del momento; tan poderosos llegaron a ser
dentro de la sociedad persa, que hasta el Derecho era creado por los Reyes. Sus
Consejeros y los Mobeds, sobre la base del viejo Código Avesta (como ahora el
Corán) pero su administración e interpretación eran dejadas a los Sacerdotes. El
Rey atribuía su Poder a Dios, se presentaba como su Virrey y cuando no había
heredero directo, los Nobles y Sacerdotes escogían el Soberano.
A tanto llegó el Poder de los Mobeds que
hasta los Reyes llegaron a temerles, y no era para menos, pues los Magos
lograban que todas las clases sociales acudieran a ellos: los Nobles para recabar su apoyo en las decisiones del Soberano; los Comerciantes porque siempre los
necesitaban en su calidad de Jueces Civiles;
los Terratenientes porque se hizo de la agricultura un deber religioso pues las
labores agrícolas (se decía al pueblo) aseguraban la victoria final de Ormuz
sobre Ahrimán; hasta los Líderes de
facciones políticas porque los Mobeds habían llegado a ser verdaderos Jefes del
populacho. Para conservar esta
fuerza se hicieron complacientes con la plebe –como ahora– mantenían con
limosnas a los miserables, agitaban a las masas con demagogia, y en su calidad
de administradores de Justicia, la aplicaban según su conveniencia política o
económica.
El paralelo –a tantos siglos de
distancia– es asombroso. Así como hoy, mientras las clases inferiores siguen
fanáticamente a sus clérigos Mollahs (recordemos
que solamente el Chiismo tiene
clérigos en al Islam) las clases
superiores han aprendido a despreciarlos, y es difícil comprender “¿cómo en este país, al cual quienes
han vivido unos años en él, lo conocen –respecto a sus Clérigos– revoltoso,
escéptico, haciéndolos blanco de toda clase de bromas por sus malas costumbres,
su pereza, su ignorancia y hasta -¡oh, paradoja!– su ebriedad; cómo lleva al Poder a estos mismos
Mollahs y se hunde en un siniestro puritanismo?” (J. Lartéguy: “Dieu, l’or et
le sang”; París, 1980). Solamente conociendo la historia del
Clero Mazdeo es posible comprenderlo, amén de otros factores que más adelante
veremos.
El dominio clerical llegó a tanto, que las Clases citadas
–con la aquiescencia del Monarca, que deseaba mantener y acrecentar su
autoridad– reaccionaron con odio y fuerza y, bajo el reinado de Kobad I (488-531) se fomentó un Movimiento de comunismo primitivo que hacía de los
Mobeds el principal motivo de su ataque. Fue cuando el Sacerdote Zoroástrico Masdak, hacia 490, se proclamó Dios,
predicando la destrucción de los Magos, la comunidad de bienes y de mujeres,
que ninguno tiene derecho a poseer más que otro y que todos los hombres nacen
iguales y pueden alcanzar la salvación sin intermediarios. Pero lo más extraño
fue que durante diez años contó con la aprobación del Rey. Mas luego el Rey Kobad
fue derrocado, Mazdak ejecutado, y
el Clero volvió al Poder más influyente que nunca.
III-
LA CONQUISTA ÁRABE
El Régimen Sasánida no
cayó solo por el empuje militar árabe y por la fuerza persuasiva del Islam. Sucumbió por las mismas razones
que ya estuvieron a punto de hacer triunfar a Mazdak: el anquilosamiento cultural, la desintegración social, la
corrupción moral y el estancamiento económico de un país agotado por la
anarquía y la rigidez del sistema dirigido por los Mobeds. Los Árabes con su Islam triunfante fueron vistos como liberadores
por los Persas, cansados del puritanismo religioso y la opresión agobiante.
Pero, volvamos a Gobineau en otros
pasajes de su obra citada: “En esos
momentos nació el Islamismo. El día del rencor resplandecía… En las ciudades, los disidentes oprimidos levantaron la cabeza.
La multitud de artesanos, el pueblo maltratado por los Mobeds, los artistas,
los incrédulos, se echaron en brazos de los árabes vencedores. La pasión por
las revoluciones y el pillaje hiso el resto”.
Y en otro pasaje, Gobineau continúa: “…Los árabes, como confesó un Califa,
tenían genio militar pero en modo alguno poseían el del Gobierno y la
Administración. Los Mobeds ofrecieron
poner su experiencia al servicio del vencedor si el vencedor quería utilizarla… La utilizó; tomó a los Mobeds como
Intendentes con la condición de que reconocerían al Islam; consintieron, arreglando de inmediato un Islam de tal manera que hubiera sido irreconocible para Mahoma y que no se parece en nada a lo
que se ve en el mundo Musulmán… Volvieron
a constituirse en un Clero inquisitivo, dominador, cambiando solo el nombre de Mobeds por el de Mollahs. Establecieron que en principio, leer el Corán sin la participación de un Mollah
constituía una herejía grave en sí y que sólo el Mollah podía y debía dar a los
Fieles el verdadero sentido del libro sagrado… Inventaron el culto de los Imanes
contra el propio Islamismo…”
Hasta aquí Gobineau. Y
podemos agregar que los Persas otra vez volvieron a afirmar la supremacía de su
cultura y su originalidad al elaborar la Doctrina
Chiita, con lo cual se independizaron política y espiritualmente de los Califas hereditarios de Bagdad. La “Chía” (significa: secta, grupo) que rechazó el Sunismo oficial, tuvo su origen en los asesinatos de Alí, yerno de Mahoma y el de su hijo Husein
y su familia. Hasta ahora, cada año
representan la tragedia de su pasión venerando la memoria de Alí y sus hijos Hasan y Husein. Y,
precisamente –corroborando a
Gobineau– notamos que el clero Mazdeo, convertido ya en clero Musulmán, pero
influido quizá por sus originarias y arraigadas ideas Persas y por el Judaísmo
y el Cristianismo acerca de un Mesías, y por la concepción Budista de los Bodhisattvas (santos repetidamente encarnados) hizo que los Chiitas consideraran que los descendientes de Alí
eran Imanes (modelos) o sea, infalibles encarnaciones de la
sabiduría divina. Y como el último y duodécimo Imán desapareció a los doce años
de edad, según la creencia Chiita no murió sino que aguarda el momento de
reaparecer para conducir a los Chiitas a la supremacía universal y a la
felicidad. Todo lo cual encaja perfectamente con el “iluminado” Ayatollah de Quom y la “exportación” universal de la Revolución Islámica.
IV- CONCLUSIÓN
A través de los siglos,
y pasando por las conquistas Mongolas, Turcas, y el de las Potencias Imperiales
de Occidente, Persia, con altibajos de gran esplendor, fue hundiéndose cada vez más en el atraso, la
miseria, el estancamiento general, la anarquía y la desesperación. Pero el
clero Chiita continuaba firme en el dominio férreo que ejercía sobre las
diversas instituciones de la vida del pueblo iraní. Ni siquiera la singular personalidad de Reza Khan, el fundador de la
Dinastía Pahlevi, pudo arrancarle
ese Poder. Reza Khan, a pesar de
soñar para el Irán una República
laica como la Turquía de Kemal
Atatürk (a quien tomaba como modelo de Estadista), y aunque logró proscribir la poligamia, el velo de las mujeres,
y hacer vestir a su pueblo de occidental, no logró quebrar la espina dorsal de
los Mollahs: su disciplinada y
rígida jerarquía clerical y su impresionante red de intereses creados, en
especial la tenencia de la tierra. Aunque logró retirar todos sus Poderes al
Clero, como ser la enseñanza, la Justicia y el Estado Civil, con la
introducción en 1926 de un sistema judicial basado en el modelo Francés, y en
1927 con la instauración de la Enseñanza Primaria obligatoria y laica. Así
comenzó el odio terrible contra la Monarquía y su subsecuente movilización, de
una Secta única en el mundo musulmán: única
por contar con un Clero organizado y con disciplinada jerarquía, cosa ésta que
la previsión de Mahoma había evitado
al Mundo Islámico.
Las causas políticas y sociales de la
caída de Pahlevi han sido ya muy
estudiadas y analizadas como para detenernos a examinarlas otra vez. La índole
de este trabajo es la de completar esos estudios. Por tanto, sólo queremos
agregar que el Sha, al querer ir
demasiado lejos y muy rápido, ebrio de orgullo y despotismo, fracasó además
porque los tecnócratas suyos e internacionales, desconocieron y subestimaron
al pueblo iraní. La Reforma Agraria quebró la aldea que era el eje
ancestral de una especie de unidad cooperativa, sin proporcionarles a los
campesinos, recién devenidos en propietarios, ni los conocimientos ni los
medios para producir mejor, llevándoles a desarraigarse y –endeudaos y
enfurecidos– a engrosar el proletariado creciente de las ciudades, que una
industrialización planeada según los intereses transnacionales no podía
absorber.
Pero, por sobre todo, el Sha se malquistó
con el más rico y poderoso terrateniente al que obligó a malvender sus inmensos
dominios: el Clero Chiita. Con la
Reforma Agraria, más la nacionalización de los bosques y las tierras de
pastoreo, la laicización extensiva y acelerada de la enseñanza, además de la
introducción de la Justicia laica en el campo por medio de las “Casas de Equidad” y, por último, la
concesión de sufragio a la mujer, sólo les quedaba a los Mollahs el camino de la insurrección si no aceptaban quedar
relegados como los Derviches de la
moderna Turquía.
Ahora, a Treinta y siete años de distancia, ¿hacia dónde va el Irán? ¿se
consolida una nueva forma de Organización Social con un Estado Teocrático? ¿caerán en ello las demás Naciones Islámicas? Es
difícil saberlo, pero con la existencia bien organizada del Clero Chiita, al que Khomeini y sus sucesores han reformado
totalmente de sus vicios y malas costumbres, dándoles una gran autoridad moral
y material, llevando al Irán a un gran progreso político, militar, y económico; y con toda la estructura del Estado
dependiendo de la voluntad omnímoda de un Líder Religioso (Velagat Faghi) asistido por su “Comité de Vigilancia” compuesto por 6 Sabios Doctores de la Ley Islámica, con un Poder absoluto e
inapelable; este reemplazante del Ayatollah Khomeini, con toda la
autoridad y el poder carismático heredados
de aquél que le permitieron capear las más diversas tempestades
políticas, está saliendo adelante contra todo pronóstico.
Y el mundo asiste, perplejo aún, al
espectáculo que ha dejado puesto en escena ese nuevo Zoroastro y su República
Teocrática, que con palabras del Zend-Avesta –aún después de muerto– apostrofa al universo con frases
como éstas:
“Europa no es más que un hato de Dictaduras
llenas de injusticias. Estamos convencidos de que ustedes, iranios, han perdido
su capacidad de distinguir el bien del mal a cambio de algunos aparatos de
radio y de ridículos sombreros occidentales”.
“Todo Poder laico, cualquiera que sea su
forma en que se manifieste, es por fuerza un Poder ateo, obra de Satán. Y el
Poder Satánico sólo puede engendrar corrupción sobre la tierra, es el Mal
Supremo que debe ser despiadadamente combatido y desenraizado”.
“Se deben castigar las
faltas por la Ley del Talión: cortar
la mano del ladrón, matar al asesino y no encarcelarlo... ochenta latigazos a un bebedor de vino, cien latigazos al hombre adúltero, lapidar a la mujer adúltera si es casada...”.
“Debemos hacer todo lo posible para derrocar los otros
Gobiernos tiránicos, pseudo-musulmanes puestos por el extranjero, y una vez conseguido este propósito, instalar el Gobierno Islámico Universal”. . (de: “Pensamientos y Reglas de
Conducta”, del Ayatollah Ruhollah
Khomeini).-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
(1)
J.B. Bury: “History of The Later Roman Empire” (Historia de la última
etapa del Imperio Romano) T.I.
pág. 91; Londres, 1923.-
(2)
G. Rawlinson: “The Seven Great Oriental Monoarchy” (Las
Siete Grandes Monarquías Orientales) pág. 636; Londres, 1876.-
(3)
J. Lartéguy: “Dieu, l’or et le sang” (Dios, el oro y la
sangre) París, 1980.-
(4)
Will Durant: “Historia de la Civilización”; Tomos: VI-VII-VIII-IX y X.-
(5)
Conde de Gobineau: “Trois ans en Asie” (Tres años en Asia);
1859; Metaillé, París, 1980.-
(6)
Mohammed Reza Pahlevi: “Reponse a l’histoire” (Respuesta a la historia);
París, 1979.-
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