EL PARTIDO COLORADO Y
STROESSNER
Los acontecimientos del 2-3 de Febrero de
1989, signados por la caída de Stroessner,
pusieron de relieve la perenne vitalidad del Partido Colorado y su capacidad de sobreponerse a las más trágicas
y terribles circunstancias, pudiendo emerger de su “cautiverio” con sus cuadros
intactos, para ofrecer aún al pueblo paraguayo la alternativa más válida de
recuperación institucional y democracia participativa. En los prolegómenos de
este análisis queremos señalar el mérito, por un lado, del “Coloradismo de la resistencia”,
el “maquis colorado”, que preservó, con singular heroísmo
y constancia, la autoridad moral del Partido; así como de un gran sector de la “corriente Oficialista”, que aún
teniendo que tascar el freno del stronismo, pudo “mantener el pie” en las
estructuras del Poder Partidario y Estatal, conservando la organización del Partido
a nivel nacional, evitando la caída a la llanura, para esperar pacientemente el
momento en que Stroessner cometiera un error o que la relación de fuerzas
Stroessner-Partido favoreciera a éste último para intentar la caída del
dictador.
Al considerar el tema que estamos
tratando, queremos señalar que debemos tener siempre presente, la peculiaridad esencial de la historia política y social del Paraguay,
que consiste en el extraordinario Poder del Estado sobre la sociedad nacional.
Tal es así, que podemos añadir con propiedad, que mientras en la mayoría de
los Países Latinoamericanos las Oligarquías crearon el Estado, en el Paraguay el Estado ha dado origen a la Oligarquía; incluso el Capitalismo paraguayo nació
como una criatura del Estado. La
inmadurez pues, de las clases sociales de nuestro país, ha inducido (y sigue
induciendo) a los Dirigentes de la intelectualidad y a pequeños grupos de Caudillos
políticos, a suplantar al pueblo y a obrar como sus representantes sin
consultarlo demasiado.
Expliquémonos: la formación histórica de la Nación Paraguaya se ha operado de
una manera bastante singular y diferente de la mayoría de las naciones
latinoamericanas. En efecto, mientras que en el Río de la Plata la conquista española se asentó sobre la
explotación de las grandes estancias ganaderas; en el Virreinato del Perú sobre la gran minería extractiva, en las Antillas sobre las plantaciones de caña
de azúcar, y en el Brasil la
colonización portuguesa sobre las grandes plantaciones de café, por ej., en el
Paraguay no había nada de eso. La presencia de los factores que prometían riqueza
fácil y extraordinaria, hizo que los conquistadores y sus sucesores –sobre todo
los nobles aristócratas que se fueron sumando– sentaran sus reales en los
centros antes mencionados. Y formaron la aristocracia hispano-criolla, blanca,
noble, que nunca se unió a los naturales; al contrario, sometió a los indios de
los Andes, a los negros traídos del África y a los mestizos peones de las
estancias de la Pampa húmeda, a una esclavitud no prevista por las Leyes de Indias, degenerando su estirpe
con coca, alcohol y hambre; problema social tremendo que aún arrastran los
países que han heredado esa masa humana tanto tiempo sometida.
En el Paraguay, ante la ausencia de posibilidades de riqueza fácil y
pronta, los aristócratas y grandes caballeros españoles, pasaron de largo;
quedando solamente los segundones, los “hijosdalgos”,
los que no tenían los medios adecuados para ocupar un espacio en los ricos
Virreinatos. Y tampoco tuvieron mucho desdén hacia los indios como para no
unirse con sus hijas y hermanas. Además cuentan los cronistas, que la raza Guaraní pura (que no es la misma
que las tribus “guaranizantes” que todavía pueblan nuestra tierra, pues los
guaraníes fueron absorbidos casi en su totalidad por la población mestiza ya
para mediados del siglo XIX) poseía mujeres atractivas y limpias. Y además los
“hijosdalgos” tenían otro motivo poderoso para casarse con las indias: una ley no escrita pero muy respetada
de los naturales que obligaba a los “cuñados” a ayudar al marido de su hermana.
Demás está decir que los conquistadores –como buenos españoles– se casaban con
varias mujeres para tener así un ejército de “cuñados” a su disposición. Esto
puede explicar que en el Paraguay no exista problema racial, ni compartimentos
estancos entre sus clases, ni “alta aristocracia” excluyente y tradicional. En
el Paraguay el que tiene el Poder Político se vuelve “aristócrata”; valga un ejemplo: con el derrumbe del Stronato en
Febrero del ’89, el Club Social
más “aristocrático” del país, el CLUB CENTENARIO, quedó acéfalo, pues su mesa Directiva
estaba compuesta casi en su totalidad por los nuevos ricos poderosos de la
camarilla de Stroessner.
Así pues, en el Paraguay, ante la
ausencia de todo tipo de grandes explotaciones y unidades económicas, la base
de su sociedad fue la pequeña chacra del
campesino libre. Esta clase social que por su misma mentalidad e intereses
era la que tenía que apoyar la independencia absoluta de la corona española y
posteriormente el Nacionalismo
férreo de la Dictadura del Dr. José Gaspar
Rodríguez de Francia quien destruyó la alta “Aristocracia blanca española”
empotrada en el Cabildo de Asunción y la Oligarquía comerciante
agro-exportadora “Porteñista” interesada, por sus vínculos comerciales, en la
incorporación del Paraguay a las Provincias Argentinas. En este mundo agrario, bucólico, de pequeños campesinos, sin
“intelligentsia” aristocrática, ni burguesía, ni grandes latifundistas, el
Estado adquirió un Poder absoluto. Los 29 años del Dr. Francia en el Poder, de
los cuales 24 fueron de suprema Dictadura Perpetua, plasmaron la unidad
nacional y dieron al Estado paraguayo su supremacía total y completa iniciativa
en la toma de decisiones de todos los aspectos de la sociedad. A la muerte del
Supremo Dictador en 1840, y la ascensión al Poder del Pte. Carlos Antonio López, el cambio que se operó fue sólo de grado, no
de esencia. El Estado continuó siendo la principal fuente de acumulación de
capital así como el impulsor y propietario de las bases de una industria
siderúrgica y metalúrgica, el ferrocarril y el comercio de exportación. Con la
destrucción del Estado Paraguayo, por la Guerra
de la Triple Alianza de 1865-1870, que costó al Paraguay la muerte de
las dos terceras partes de su población total y la nueve décima parte de
su población masculina, nuestra Nación adquirió la forma –impuesta por los
vencedores– de una Democracia Liberal de formato constitucional. Pero este
sistema nunca pudo funcionar apropiadamente. Y la postración popular luego del genocidio del ’70 hizo que careciese de
energías para presionar sobre el Gobierno de un Estado que era débil ante los
intereses dominantes pero seguía siendo poderoso en su dominio sobre las masas
campesinas bajo la fachada de una pseudo democracia liberal.
Este sistema funcionó más mal que bien
durante casi 32 años de gobierno ininterrumpido del Partido Liberal. Pero las
energías latentes de las masas hicieron eclosión a raíz de la Guerra del Chaco
entre Paraguay y Bolivia. Esta guerra fratricida puso al descubierto y agudizó
al máximo, todas las falencias del sistema. Y es así como el Ejército toma, por
primera vez, participación directa en la dirección de la vida política
paraguaya. La cronología comienza con el Golpe de Estado revolucionario del 17
de febrero de 1936, dirigido y liderado por un héroe del Chaco: el Coronel Rafael Franco.
Hecha esta breve e incompleta sinopsis
histórica, necesaria para comprender las peculiaridades de la Nación Paraguaya
y de su política, pasaremos a tratar de ilustrar sobre el fenómeno clave: la aparición en el escenario gubernamental
del Partido Colorado y el Stronismo. Sin ello no podríamos referirnos a nuestra
visión del proceso de transición democrática y nuestras expectativas hasta
ahora fallidas.
LA REVOLUCIÓN COLORADA Y EL
STRONISMO.
Después de una irrupción relativamente
breve, pero intensa, de las energías populares, durante las jornadas de 1936 y
la década subsiguiente, el agotamiento de esas energías en la guerra civil de
1947 y la cuasi-desintegración post-revolucionaria de la sociedad, produjeron
un efecto aún más devastador. El ascenso del Coloradismo al poder con la guerra civil –seis meses de matanzas
pavorosas– fue una REVOLUCIÓN. Porque el gran derrotado: el Partido Liberal –y
su ejército profesional– era el sostén de una rancia Oligarquía que se había
ido formando lentamente por la clase de los grandes estancieros latifundistas,
comerciantes exportadores y abogados o accionistas de las grandes empresas de
capital extranjero. Imitando a su símil Rioplatense, adoptaban los usos y
costumbres europeos, poseían una vasta cultura Positivista y hablaban
correctamente el francés.
El advenimiento del Coloradismo, significó el ascenso popular al poder; o como otros lo
prefieren, el ascenso del populismo. Muchos de sus Jefes y sobre todo sus
mandos medios, no poseían una cultura exquisita: por primera vez se escuchaba en los pasillos del Palacio de
Gobierno y en los Ministerios, voces que hablaban en guaraní o en un mal castellano
mezclado, el “jopará”. Entonces,
¿porqué esta Revolución Popular Colorada, que había derrotado incluso –con su
milicia de “pynandíes”– al Ejército profesional, no pudo llevar a cabo las
transformaciones que sus mismos Estatutos y sus Caudillos prometían? Esta es la
pregunta que trataremos de responder, porque, a nuestro juicio, de este fracaso
deviene la larga noche stronista.
Entre
1947 y 1954, con los demás Partidos derrotados, incapacitados para defender sus
posiciones, el Partido Colorado y su Junta de
Gobierno asumieron el papel de custodios del orden y la legalidad. La lógica de
este “sustitutismo Republicano” los llevó a establecer el monopolio mucho más
estrecho de la facción “Guión Rojo” y
luego la “Democrática”. Y éste
fenómeno agudizó el ya prolongado eclipse de la conciencia social de las masas,
y devino en una verdadera parálisis de la voluntad política del Partido,
reflejada en su fragmentación, confusión y falta de identidad política con sus
bases, pudiendo ser descripto –en terminología Sartriana– como un “Partido en
sí”, pero no un “Partido para sí”. Expliquémoslo: un “Partido en sí” cumple
su función política en la sociedad, pero no tiene conciencia de su lugar en
dicha sociedad, es incapaz de concebir su propio interés colectivo e histórico
y de subordinar a éstos las aspiraciones particulares de sus miembros,
especialmente de sus Dirigentes. Esos Dirigentes habían supuesto –sin
expresarlo nunca directamente– que, una vez que el Partido Colorado lograra el
pleno Poder y la autointegración social que ello implicaba, conseguiría
también, automáticamente, esa conciencia política que haría de él un “Partido para sí”; y que se mantendría
en adelante en esa posición sin recaer en la inmadurez, que atribuían a los 40
años de llanura. Pero, en lugar de eso, el Partido Colorado, después de
derrocar a la rancia Oligarquía liberal y a su Ejército de élite, y afirmar su
preeminencia sobre todos los demás adversarios, volvió a sumirse en la
condición de una clase política inconsciente de sus verdaderos intereses y
objetivos, e inarticulada.
Así pues, sobrevino la reacción
“Bonapartista”(1) de Stroessner, quien aprovechó el hecho de que los impulsos y
las influencias que determinaban el comportamiento del Partido eran intrincados
y contradictorios, con el resultado de que el temor y la fe, el horror y la
esperanza, la desesperación y la confianza, luchaban en los sentimientos de las
masas coloradas, dejándolas enervadas, resentidas, y sin embargo renuentes a
resistir la autoridad del Estado y de la Junta de Gobierno, remitiéndose a
rumiar sus agravios en indolente sumisión. Y Stroessner tuvo el campo orégano.
Y entonces, el deseo febril de poner
orden, de lograr la expansión económica –por un lado– más la inestabilidad
general, el eclipse de la conciencia social de las masas y la extenuación de la
voluntad política del Partido –por el otro– formaron el trasfondo del
desarrollo posterior mediante el cual el
Gobierno de una facción partidaria se convirtió en el Gobierno de un solo Jefe.
A los Colorados les tocó el turno de descubrir, horrorizados algunos, que,
después de haber privado de libertad a todos sus adversarios, se habían privado
de libertad ellos mismos y se habían puesto a merced de su propio Jefe. Después de proclamar que el Partido debía
ser monolítico o no sería Colorado, Stroessner insistió en que su propia
facción debía ser monolítica o no sería stronista. Y el Partido Colorado dejó
de ser una “asociación de hombres libres” o la expresión de un grupo político: se convirtió en el interés, la
voluntad y el capricho personal de Stroessner.
Y mientras más poderoso parecía, y
mientras más enérgicamente hablaba y procedía Stroessner, y mientras más
abyectamente se arrastraban ante él sus nuevos partidarios y muchos antiguos
colorados, más delirante se hacía su obsesión por el Poder y más
incansablemente trabajaba para que todo el Paraguay compartiera su obsesión de
perpetuidad. El frenesí con que llevó adelante su empresa, convirtiéndola en la
preocupación capital de su Gobierno, supeditando a ella todos los intereses
políticos, tácticos, intelectuales y de cualquier género, supera toda
descripción; no existe en toda
nuestra historia otro caso en que recursos tan inmensos de Poder y Propaganda
hayan sido empleados para un solo individuo.
Pero mórbida y todo, como era su obsesión, tenía una base en la realidad: Stroessner no había conquistado el Poder
de una vez por todas; tuvo que afirmarlo y reconquistarlo una y otra vez: en el ’55; en el ’57; en el ’59; del
’60 al ’65; en el ’67 y etcétera. Su éxito no debe oscurecer el hecho de que
hasta la Convención del ’67 y la caída de Edgar
L. Ynsfrán, su supremacía no alcanzó a consolidarse totalmente. Y mientras
más alto ascendía, mayor era el vacío que lo rodeaba y más numerosa la masa de
colorados que tenían razones para temerlo y odiarlo y a quienes él a su vez
temía y odiaba.
Stroessner veía que la viejas divisiones
entre sus adversarios, las diferencias entre Guiones y Democráticos o
de MOPOCOS y “MendezFleytistas”, se borraban y se esfumaban; y ese temor le inspiraban
aquellas “conspiraciones comunistas” o “bloques, coaliciones de colorados
izquierdistas” que su policía tenía que descubrir o inventar una y otra vez.
Por último, el ascendiente de su propia facción stronista convertía a los
viejos Colorados tradicionales (y a muchos jóvenes) en aliados potenciales de
aquellos colorados marginados. Endiosado y elevado por encima de todo el
Partido Colorado, Stroessner veía, no sin razón, a todo el Partido como una
coalición potencial contra él; y
tenía que utilizar cada gramo de su fuerza y de su astucia para impedir que lo
potencial se volviera real.
La falta de cohesión política de la
sociedad paraguaya, que al comienzo del régimen de Stroessner era rural en casi
un 80% y aún ahora llega casi al 40%, determinó, como ya lo dijimos, la
omnipotencia del Estado. Y Stroessner al obtener el control del Gobierno, del
Partido y del Ejército, se convirtió en árbitro supremo. Y si después de la
guerra civil del ’47 el Régimen Colorado fue instaurado sobre el trasfondo de
la desintegración económica y la
dispersión de la clase obrera y campesina, ese Régimen adquirió luego con
Stroessner un poder virtualmente ilimitado, merced a la masiva ayuda económica
y diplomática internacional –producto de la Guerra Fría– que produjeron un
crecimiento y expansión económicos que habrían de darle, en 30 años, una nueva
forma a la sociedad; pero en lo
político, por la terrible represión y corrupción, hicieron a ésta aún más
amorfa y aumentaron su atrofia. En el Régimen Stronista pueden
distinguirse dos períodos de entre 15 a 20 años cada uno: el primer
período –de 1954 a 1974 aproximadamente– fue de lo que podríamos llamar
una Dictadura.
El segundo
período –de 1974 a 1989– ya constituyó una Tiranía. Expliquemos la
diferencia: Dictator era el sujeto de
una Institución Romana prevista por las leyes por la cual, en caso de peligro
extremo para la República, se entregaba todo el Poder a un ciudadano por el
plazo de seis meses, prorrogable, que lo convertía en un Magistrado absoluto
para tiempos difíciles. En cambio τύραννος (Türannos) Tirano llamaban los
Griegos a aquél que usurpaba el Poder y gobernaba con despótica crueldad en
beneficio suyo y de sus allegados. Así que decir de un Gobernante que es un Dictador
simplemente significa que tiene concentrado todo el Poder en sus manos,
con prescindencia del buen o mal uso que haga de él. En cambio considerarlo Tirano
implica ya descalificarlo desde el punto de vista moral.
Durante el primer período del Stronismo,
se logró la
tan ansiada paz y orden, se ejecutaron importantes obras materiales, se
ensanchó la frontera agrícola y empezó la construcción de la represa de Itaipú; y en lo político, cierta
libertad de acción y opinión –muy
controlada– a la Oposición.
La personalidad de Stroessner reflejaba
una serenidad asombrosa en el Gobernante de un país desquiciado, en total
desorden cuando él tomó el Poder, pocos de cuyos ciudadanos adultos podían
recordar un pasado político reciente del que pudieran enorgullecerse. Y la
serenidad era la característica más necesaria en un Gobernante cuya misión era
dar a su país el valor necesario para enfrentarse a un futuro incierto. Cuando
Stroessner llegó al Poder, a la edad de 41 años, pareció que toda su vida había
sido una preparación para la responsabilidad de devolver el respeto y orden a
su sociedad desordenada, desmoralizada y dividida.
El sentido de seguridad interna de
Stroessner se debía más a la fe que al análisis: era un lector asiduo y estudioso de la historia y todo el tiempo
que tuvo antes del Poder lo dedicó a la reflexión; había pasado por la escuela
de las convulsiones de su Patria y tenía una intuición extraordinaria de las
corrientes de la época. También poseía una penetrante comprensión de la
psicología de sus contemporáneos, y especialmente de sus flaquezas.
Stroessner se esforzó por superar las turbulentas pasiones del Paraguay y por
dar a su País –con su historia de extremismo y su inclinación al fanatismo– una
reputación de confiabilidad.
La respuesta de Stroessner al caos
paraguayo de la post Guerra Civil, fue que un país dividido y en desorden, con
sus raíces históricas en entredicho, requería una política firme si
deseaba recuperar algún dominio sobre su futuro. Y se negó a dejarse desviar de
este curso por simple nostalgia del pasado, ni por la tradicional relación
paraguaya de amor-odio con sus vecinos. Optó incondicionalmente por el Occidente Anticomunista aun al precio
de transgredir principios democráticos y violar los derechos humanos. Debemos recordar
que se estaba en la “hora de las espadas” en que, luego de la Revolución
Cubana, declarada Socialista-Marxista, se produjo en Sudamérica una trepidante
sucesión de Golpes de Estado Militares, quedando para la década del ’70
solamente Colombia y Venezuela con Regímenes Civiles.
Stroessner,
consciente de sus limitaciones intelectuales, durante la primera fase de su Gobierno
se rodeó de excelentes Consejeros con gran bagaje intelectual y experiencia
política práctica, como Juan José Soler, Emilio Saguier Aceval, J. Bernardino
Gorostiaga, Víctor Morínigo, J. Eulogio Estigarribia, Edgar L. Ynsfrán (y detrás de él J. Natalicio González), Tomás Romero Pereira y otros más. Pero cuando con el paso de los
años, por ley natural fueron desapareciendo y reemplazados por la “nueva
hornada” de Dirigentes mediocres encabezados y prohijados por Mario Abdo Benítez, su Dictadura
degeneró en total y grotesca Tiranía. De la misma manera relata Víctor de Laurestán (2) en sus “Memorias”, que Napoleón basó sus éxitos militares en
su gran equipo de Mariscales; pero
cuando fueron desapareciendo por morir en los combates o enemistarse con el
Emperador, fueron reemplazados por segundones mediocres como el Mcal. Grouchy, el responsable de la derrota de Waterloo.
En los años subsiguientes a la
expulsión, prisión y exilio de los Dirigentes del Movimiento Popular Colorado (MOPOCO), que sucedió en 1959, las
energías del pueblo paraguayo se ocuparon en tratar de subsistir, evitar la
represión, tratar de tomar parte en cierto progreso material; y con los prodigiosos esfuerzos que
esto exigía, quedaron pocos recursos para dedicarlos a la afirmación de
propósitos políticos, morales y sociales de cualquier índole. Y, puesto que el
Poder del Estado era cada vez mayor, cuanto que era ejercido sobre una Nación políticamente triturada, el amo del
Poder y sus epígonos hicieron todo lo posible, sin escrúpulo alguno, por
mantener a la República precisamente en esa situación.
No es
necesario detallar todo lo que el stronismo hizo, todo el mundo lo sabe;
solamente deseamos puntualizar sus consecuencias. Porque el terror del período de Stroessner fue equivalente a un
GENOCIDIO POLÍTICO: destruyó toda
especie de organizaciones antistronistas.
A medida que transcurría el tiempo y se consolidaba su Gobierno, no quedó en el
Paraguay ningún grupo capaz de plantearle un desafío serio, excepto el Movimiento Popular Colorado, pero cada vez más arrinconado e
implacablemente perseguido. Ni siquiera se permitió la supervivencia de algún
Centro de pensamiento independiente.
Stroessner “secuestró” a todo el pueblo paraguayo, inclusive a los Partidos
opositores; no olvidemos que tanto
el Partido Liberal (dividido en dos
facciones) y el Partido Revolucionario
Febrerista, participaron de las farsas electorales del oficialismo efectuadas
bajo Estado de Sitio, en 1963 y 1968, y estuvieron presentes en la “Asamblea
Nacional Constituyente” que aprobó una nueva Carta Magna al sólo efecto de
prolongar “constitucionalmente” el período de mando del Dictador.
En la conciencia de las masas coloradas
se produjo un tremendo hiato; se
trató de despedazar su memoria colectiva; la continuidad de sus tradiciones
republicanas y revolucionarias fue liquidada; y su capacidad de formar y
cristalizar cualquier idea anticonformista fue destruida. El Partido Colorado y
el Paraguay todo, quedaron finalmente, no sólo en su política práctica, sino
inclusive en sus procesos mentales, sin ninguna alternativa aparente frente al
stronismo.
Tal es la triste verdad de este aserto,
que, aún en los últimos años del régimen de Stroessner, ya con el deterioro
causado por su decadencia física, la crisis económica (causada, además de todos
los problemas inherentes al subdesarrollo, por el fin del flujo de dólares a la
construcción de la represa de Itaipú y el cierre de los créditos “Stand-By”),
el fin del aislamiento político del Paraguay con su “manto de silencio”, la
descomposición interna del stronismo con la emergencia de los Colorados Tradicionalistas de la
“generación de la paz”, el ascenso del nivel cultural de las masas como
resultado del desarrollo de las relaciones socioeconómicas etc., aún con todo
eso, ningún Movimiento antistronista pudo surgir firmemente de abajo, desde
el fondo de la sociedad paraguaya, y ningún Movimiento de resistencia pudo
llegar a estar tan fuerte como para derribarlo, mucho menos el MOPOCO.
Inclusive, Stroessner logró la sumisión de jóvenes y brillantes colorados
protegidos y elevados políticamente por Juan
R. Chaves, que luego fueron prominentes figuras de la transición para
después caer en el olvido y la nada, como Angel
Roberto Seifart, quien en 1984 defendió en el pleno de la Cámara de
Diputados la clausura del Diario ABC
Color y en la Campaña Electoral de 1983, para la “reelección” del Dictador,
lo proclamó “el conquistador del Este” en alusión de la apertura al Alto Paraná
con la ruta respectiva y la fundación del entonces llamado “Puerto Presidente
Stroessner”; también la misma suerte
corrió el intelectual Julio César Frutos
(Papuchín) quien no supo
sostener con gallardía el natural idealismo rebelde de la juventud sirviendo
sumisamente al tirano desde su escaño de la Cámara de Diputados expresando en
la Nota Editorial de “Clásicos Colorados”, pág. VI, año 1984, de la reimpresión del libro “Luchad”, de Juan Manuel Frutos
que éste “…inauguraba en 1948
un proceso revolucionario pacífico y
continuo, que encontró en el General
Alfredo Stroessner un empecinado moldeador de obras espirituales y materiales
que las nuevas generaciones tenemos que sostener y afianzar en la República”. Pero
también debemos destacar que hubo otros jóvenes que acompañaron al Stronismo
mas sin la sumisión al personalismo de aquellos citados, sino en función de
“hombres de Partido”, como “Carlín”
Romero Pereira y Bader Rachid Lichi.
Carlos Romero-Pereira en su Discurso
en Coronel Oviedo, su Carta a la H. Junta de Gobierno (1985),
Ética Política (1985), y su libro Una Propuesta Ética (1987),
documentos que ya son parte de la historia, denunció claramente que el resorte
principal del Stronismo era la defensa del privilegio, que era lo único
ya –sobre todo en la última década– que daba cierta unidad a todos los aspectos
de la política de Stroessner en su creciente degradación del Partido Colorado.
Y también analizó la composición de los Grupos Administrativos, del Aparato del
Partido, de los Altos Empleados Públicos, del Equipo Gobernante, que sumaban un
estrato masivamente poderoso, extraordinariamente reaccionario a causa de los
privilegios de que disfrutaba y empeñado en mantener a cualquier precio el
“statu quo”.
Pero el equilibrio social, policlasista,
del Partido Colorado –añadía “Carlín” en
los documentos citados– era inestable. A la larga debía prevalecer uno de los
dos elementos, el democrático o el autoritario personalista. El aumento contínuo
de la desigualdad en Poder y Riqueza era una señal de peligro. Los grupos de
Burócratas-Administradores metidos a “Dirigentes Políticos” no se contentarían
indefinidamente con sus privilegios de consumidores; tarde o temprano tratarían
de constituirse en una nueva clase política detentadora del Poder total
mediante la “expropiación” del Partido Colorado y su conversión en el “Partido
Stronista”. Y esto se cumplió ya en su primera parte en la Convención
Partidaria de 1984 para culminar en el atraco de 1987. Pero Stroessner, al
estimular la voracidad de su Burocracia, estaba socavando inconscientemente no
solo su propio Régimen, sino todas las conquistas del Coloradismo. Tan inminente le parecía este peligro
a “Carlín” que no vaciló en afirmar,
ya antes de 1984, que se estaban creando las premisas políticas del
“vitaliciado autoritario hereditario” y consideró sin ambages a la Burocracia
Militante-Stronista como el agente potencial y directo de la
defenestración del Partido Colorado y su reemplazo por el Partido Personal
Stronista.
También el “tribuno popular” Juan
Carlos Galaverna, hizo escuchar su estentórea voz: en una histórica reunión en la quinta del Dr. Ángel Florentín Peña, requirió que “el gringo Stroessner” fuera desplazado del Poder, lo que le valió
la persecución e intento de captura por la policía de la Dictadura que pudo
eludir a duras penas asilándose en una Embajada y exiliándose luego a la
Argentina, de donde sólo pudo volver, después de muchos intentos, a mediados de
1987, para seguir la lucha desde el Paraguay sufriendo en ese lapso varios
apresamientos.
Y así las cosas, tuvo que ser el EJÉRCITO una vez más, el árbitro de la situación, entregando las principales palancas del
Poder al grupo aparentemente más fuerte y mejor organizado, que resultó ser el
de los antiguos colaboradores de Stroessner, los Tradicionalistas, también denominados “Chavistas” (por alusión a sus prominentes cabezas: Federico
Chaves y Juan R. Chaves), que
debían emprender entonces, “desde arriba”, la reforma de los rasgos más
anacrónicos del Régimen. Pero aún solamente como “reformistas” ellos resultaron
un fiasco.
De ésta manera, habiendo devenido ya la
superación del stronismo en una necesidad histórica, y habiendo sido el Gral. Andrés Rodríguez con las FF.AA.
quienes tomaron la iniciativa práctica
del rompimiento, sin embargo, por una ironía de la historia, tuvo que ser el propio grupo gobernante
el encargado de llevar adelante y completar esa tarea. Pero ¿no les hemos
dicho, lectores, que habían resultado un fiasco? ¿Podían ellos todavía
rectificarse y hacerlo? ¿O era necesaria otra Revolución Política? ¿Aunque esa
Revolución no fuese violenta y se diese sólo a nivel de Partido?
VISIÓN DESDE EL PARTIDO
COLORADO EN 1989.
El golpe militar del 2 y 3 de Febrero de
1989 hizo pensar a muchos extranjeros (y también paraguayos) que con la caída
de Stroessner caería también el Partido Colorado, o que quedaría tremendamente
debilitado; que su masa no era tal,
que era Stroessner el que sostenía el Partido, que su credibilidad popular era
nula, y etc. También muchos políticos
notables y experimentados pensaban así; por ejemplo, el Dr. Domingo Laíno, Presidente del Partido
Liberal Radical Auténtico (PLRA), afirmó ante las cámaras de televisión, que
derrotaría al Gral. Rodríguez y al Partido Colorado, en las elecciones
generales del 1º de Mayo de ese año. Todos se equivocaron, porque los
verdaderos Colorados sabían que el pueblo colorado no era stronista. El correligionario es primordialmente HOMBRE DE
PARTIDO, y sus mandos medios, los caudillos, son hombres de Partido, generación tras generación, y hacen
política sin importarles muchas veces quién es el Gobernante, con tal que sea su
Partido el que gobierne. El Poder de la Junta
de Gobierno del Partido Colorado y su influencia son extraordinarios, aún
hoy, porque deben saber los lectores –sobre
todo los extranjeros– que en el Paraguay, el bipartidismo está tan acendrado,
que la pertenencia al Partido Liberal o al Partido Colorado, escapa a la
Ideología, al Estatuto o al Programa; es cosa de raigambre familiar, una
tradición histórico-cultural que sólo puede parangonarse con los célebres
clanes escoceses. Así fue como el Partido Colorado no defendió a Stroessner,
antes bien, las masas coloradas dieron un gran suspiro de alivio: ¡se había
roto su cautiverio! Y de un confín a otro de la República los correligionarios
fueron a ponerse a las órdenes de sus JEFES NATURALES, y allí –al hablar de
Jefes Naturales– comenzó el desgaste de los ex colaboradores de Stroessner. Pues las masas buscaron acercarse a
aquellos Dirigentes, que en la lucha clandestina del “exilio interior” o dentro
de la misma estructura stronista, mantuvieron enhiesta la bandera de las
reivindicaciones y los principios del auténtico Coloradismo. Y resultó
que los republicanos llamados
“Tradicionalistas Autónomos” –liderados por el último Caudillo
Colorado del siglo XX: Luis María Argaña–
por su oposición intransigente a un “Stronismo sin Stroessner”, fueron
creciendo día a día, ante el estupor de los colorados stronistas y de los
Partidos opositores. También
al influjo de ese “vendaval de verdades” que sacudía las estructuras del Partido, otros grupos de Dirigentes, no muy
comprometidos con Stroessner, abandonaron al Tradicionalismo ortodoxo y se
congregaron bajo la misma bandera. Y aquí viene la respuesta del porqué los Tradicionalistas “Chavistas” a quienes se entregaron las
palancas del Poder resultaron un fiasco:
porque esas viejas fuerzas decadentes
que conformaron los ex colaboradores
durante 30 años, presentaban un problema ideológico, político y moral.
Eran un problema ideológico y político
porque representaban la expresión de la vieja oligarquía partidaria de los
“veinte apellidos”, los “Partido jara” (dueños del Partido) –como sagazmente los denominó el pueblo–
que habían constituido siempre ese sector autoritario, anti-agrarista y
reaccionario del Partido Colorado, y que con Stroessner evolucionó hacia un neofascismo
sin ambages, reflejándose claramente en su conducta e intención después del
golpe: mantener un esquema vertical
de rígida obediencia piramidal, condenación del disenso y por ende, de las
corrientes internas, apelar emocionalmente a las bases para obtener especies de
“plebiscitos” dirigidos, y propender a un programa que preservase el
ordenamiento socioeconómico heredado de la dictadura, en un marco de
liberalismo sustancial mitigado por algunas concesiones sociales de tipo
asistencial, todo con una fraseología “revolucionaria” efectista, de populismo
verbal. Esta es en parte la explicación
del porqué, a pesar de copiar la fachada de los métodos democráticos, el
espíritu del “ancien régime” se trasuntaba en todos sus actos, porque, más allá
de los mecanismos formales de la democracia, el Tradicionalismo “Chavista”
seguía siendo fiel a sí mismo, como una estructura formada en el stronismo,
jerárquica y autoritaria, donde el jefe mandaba sin disputa. Pero lo más
peligroso para nuestra incipiente democracia estribaba en que el “Tradicionalismo Chavista” representaba
la “ideología” del “Sustitutismo
Partidario”; es decir, la “sustitución” de la voluntad y el protagonismo de
las masas por una élite privilegiada, exclusiva y excluyente, que se operaba de
la siguiente forma: Primero,
la masa de afiliados era sustituida por los caudillos, digitados y amparados
por Seccionales controladas; Segundo, esos mandos medios eran
“sustituidos” por los Presidentes de Seccionales y Convencionales, generalmente
prebendarios; luego, los Consejos de Presidentes de Seccionales
(Departamentales y de la Capital), “sustituían” a los Presidentes de
Seccionales cuando las decisiones se iban volviendo importantes; después,
la Junta de Gobierno “sustituía” a los Consejos; y el Comité Político
sustituía a la Junta; entonces el Presidente y los Vice-Presidentes
“sustituían” al Comité Político; hasta que por último, el “único Líder”
y Presidente Honorario del Partido, también Presidente de la República,
“sustituía” a todo el Partido Colorado en la toma de decisiones
trascendentales. Al no haber elección directa de autoridades, y al no tolerarse
la libre expresión de las corrientes internas, más el manipuleo de las
elecciones de base y de convencionales, por el prebendarismo y aún por la fuerza,
la representación se volvía sustitución. Tal el esquema de vida
“institucional” partidaria que hasta el
3 de Febrero había ofrecido el Partido Colorado durante el stronismo.
En fin, la oligarquía “Chavista” era
también un problema moral; la crisis
de credibilidad que padecía por su larga y abyecta sumisión a Stroessner, hizo
que la ciudadanía en general –cada día en mayor proporción– les haya negado el
derecho a comparecer ante la historia de la patria en el mismo pie de igualdad
que el resto de sus correligionarios, convirtiéndolos en políticos sin futuro,
cuya causa había perimido, desde que los dos principios tenidos por
intocables hasta el 3 de Febrero, quedaron vulnerados: primero, el predominio dictatorial del Coloradismo
Stronista sobre todos los aspectos de la vida política y administrativa; segundo,
la sumisión de la masa partidaria en medio de un Estado despótico de
autoritarismo total.
Todo lo apuntado en éste ítem es lo que los
Republicanos de ahora ya no debemos permitir en pleno siglo XXI. Porque como lo
expresó certeramente ese gran filósofo del Pragmatismo Norteamericano George Santayana: “Los pueblos que olvidan la historia están obligados a repetirla”.-
N O T AS.
(1)
Bonapartista: Denominación dada al Golpe de Estado
militar de Napoleón Bonaparte, el 18 de Brumario (9 de Noviembre de 1799),
contra el Directorio Civil que gobernaba Francia después de la Revolución y el
“Terror”, aprovechando el desorden circundante. Y a todo Golpe Militar
efectuado con el pretexto de “poner orden en el país”.-
(2)
Víctor de
Laurestán: “Memorias”; (Ed. KRAFT; Bs. Aires, 1955) V. de Laurestán fue amigo de infancia de Napoleón en Córcega y
luego una especie de Secretario Privado y Consejero personal además de amigo
íntimo y confidente hasta Santa Elena.-
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