EL
PARTIDO COLORADO EN EL MAR DE LOS SARGAZOS
El mar de los Sargazos es
una región del océano Atlántico septentrional que se extiende entre los meridianos 70º y
40º O y los paralelos 25º a 35º N,
y que en los siglos XVII al XVIII tuvo la tétrica fama de ser lugar de
cementerio de buques de navegación a vela. Es el único mar definido por
características físicas y biológicas sin incluir la presencia de costas.
El sector con una superficie total –aunque
variable– de 3.500.000 km², que se caracteriza por la frecuente ausencia
de vientos,
corrientes marinas, y la abundancia de plancton y algas, estas últimas
formando «bosques» marinos superficiales que pueden extenderse
de horizonte a horizonte y constituyeron junto a las «calmas chichas» un
formidable escollo para la navegación desde la época del descubrimiento de América. Las corrientes
circundantes se interceptan tangencialmente impulsando las aguas interiores en
un lento círculo de sentido horario y concéntrico, cuyo amplio centro no tiene
movimiento aparente y es de una calma eólica notable. En efecto, el área, de
forma ovalada, es de límites difusos ya que no baña tierra firme –con la única
excepción de las islas Bermudas– y sus límites los constituyen importantes corrientes oceánicas: al Oeste la corriente del Golfo, al Norte la Corriente del
Atlántico norte y al Sur una de las corrientes ecuatoriales.
Las corrientes que lo circundan
determinan un sistema de aguas superficiales relativamente cálidas que se
mueven muy lentamente en sentido horario, sobre las aguas más profundas del
océano, mucho más frías y densas. Esta estratificación del agua por densidades,
provocada por la diferencia de temperatura, tiene importantes consecuencias
ecológicas. En las aguas superficiales, donde llega la luz, abunda el plancton vegetal,
que consume sales como los fosfatos y nitratos. Debido a la diferencia de densidad, el agua de la
superficie apenas se mezcla con el agua fría y rica en minerales de las capas
inferiores, que podría reponer las sales consumidas. Por esta razón, en las
regiones superiores del mar de los Sargazos apenas existe vida animal, y
carecería de interés biológico si no fuera por el alga que le da el nombre, el sargazo (género
Sargassum),
que forma grandes campos, rebosantes de organismos marinos.
El Mar de los Sargazos fue uno de los descubrimientos de Cristóbal Colón en
su primer viaje a América y en el siglo siguiente se comenzó a gestar fama de
cementerio de barcos y donde van a parar las cosas perdidas.
El Partido Colorado parece también encontrarse en el “Mar de los
Sargazos” de la política nacional pues está inmovilizado sin ir a ninguna parte
–como aquellos veleros que quedaban a la deriva por la ausencia del impulso de
una fuerte corriente marina o un viento rejuvenecedor– sin que su Dirigencia
atine a encontrar la fuerza impulsora que lo empuje hacia el progreso operativo
de su marcha. Pareciera existir una parálisis de voluntad que lo mueva con
renovadas energías a salir del marasmo de la pasividad e indiferencia que se
han adueñado de él. No se observa el estudio intensivo de sus principios e
ideología que genere la idea-fuerza que lo lleve al cumplimiento de los altos
destinos que su rica historia le ha deparado a través del tiempo. Hay un
inmovilismo inquietante en el quehacer partidario; la historia ha precipitado al
Partido Colorado a una crisis de identidad política. En gran
parte estos problemas de “raison d’étre” (qué proponer, con quién aliarse, qué
representar) son los que han quebrado su espina dorsal y lo llevaron a la
llanura, y todavía pueden volver a llevarlo;
no se observa el dinamismo para cumplir con las
funciones importantes que necesita cumplir para mantenerse en el Poder en el 2018,
que podríamos resumir así:
Es válido pensar en el Partido Nacional Republicano como una
organización política-cultural-social edificada sobre sus cuatro “rostros” o
funciones distintivas: como
vanguardia política, como contra-sociedad, como Partido de Gobierno y como
tribuna de los desvalidos (esto último desempeñando el papel de “Partido-comunidad
política” y, principalmente, genuino defensor de los intereses populares). Allí podemos explicarnos que al
contemplar esa compleja simultaneidad, los puntos de apoyo internos y las
contradicciones globales, era posible entender tanto las líneas de su fortaleza
y debilidad como la autenticidad y la ficción del Coloradismo sin tener que
recurrir a imágenes caricaturescas del Partido, en una u otra de sus funciones,
según nuestras propias ideas preconcebidas o premisas políticas. El Partido Colorado no es simplemente de insurrección revolucionaria
con dos rostros “in maschera”, ni una
potencia, opositora, satisfecha en su “espléndido aislamiento”, ni una tribuna
popular un tanto incomprendida, que bajo su apariencia áspera y fanática
esconde un corazón de oro.
Al examinar el pasado se advierte que
los años 1947-1958 pudieron haber
sido una especie de edad dorada del Coloradismo Republicano. En esa época sus
grandes éxitos de organización se combinaron con las satisfacciones de sus
posibilidades de profundas realizaciones políticas y un real Poder
Partidario a pesar de un ambiente de guerra fría ideológica (Guiones contra
Democráticos), uniendo la posición
de “espléndido aislamiento”
–al margen
de la aristocrática sociedad liberal derrotada– con la calidez partidista de
una sólida camaradería. “Es bueno saber que estamos juntos”, declaraba Epifanio Méndez Fleytas entre
atronadores aplausos de los masivos asistentes a sus mítines. Estos
sentimientos de los años cincuenta son recordados para plantear el argumento de
que al Partido le falta hoy esa cohesión que da la hermandad, la camaradería
y un Norte o destino común. Por lo
pronto, para tener un acercamiento
prospectivo a la difícil pero omnipresente ruptura del modelo “Partido Colorado-Gobierno”, que con la asunción de Horacio Cartes parece darse, vale la
pena apuntar cuáles son los elementos que inciden sobre la crisis del Partido
en la actualidad y dificultan, aún hoy, su transformación.
1.
Pérdida de su hegemonía y su función como vanguardia política:
Los Partidos Políticos paraguayos han estado obsesionados,
desde el final de la Revolución del 47,
por las consecuencias de ésta. La división del espectro político y del
Partido vencedor de la contienda, consolidó la influencia de las FF.AA. sobre
el Partido Colorado y lo obligó a convertirse en algo así como rehén del
poderío militar y también lo obligó a una moderación autoimpuesta a las
ambiciones de los políticos colorados, que se erigió como requisito
indispensable para que los militares no intervinieran directamente en las
luchas internas por el Poder dentro del Partido. Actualmente, el fin del
conflicto Este/Oeste mas la expansión democrática y la desmilitarización de la
política, eliminaron cualquier posibilidad real de que el Ejército llegara a
intervenir en forma efectiva en los sueños de los Políticos de ascender al Poder
con su apoyo. Pero a la influencia Militar
le sucedió la del Capital Financiero:
una casta de Gerentes de grandes Empresas domina la Estructura Gubernamental y
ahora hasta la Junta de Gobierno, dejando de lado a los Caudillos tradicionales
de la Élite Colorada.
Hasta
hace muchos años, antes de su caída, en el 2008, el Partido Colorado controlaba
todo: los tres Poderes de la Rca.
(Ejecutivo, Legislativo y Judicial), los grupos de interés económico y las
principales organizaciones sociales. Era una hegemonía plena en el terreno
político y casi sin rival digno de ser tomado en cuenta en el terreno social e
ideológico. Desde la crisis del modelo económico y político durante el
quinquenio “Wasmosy-Seifart”, la debacle del Partido comenzó a darse en el terreno de la
legitimidad y la credibilidad (de ahí el surgimiento de la figura de Oviedo y UNACE). En el año 2002
se registró la más importante escisión en el seno del Partido oficial con la
salida de la corriente “Oviedista”.
El Partido Colorado, por primera vez en su historia de Poder contemporáneo,
estuvo en riesgo real de perder la Elección Presidencial y, por ende, el
control del pilar del sistema político paraguayo; el Poder Ejecutivo y la estructura clientelar tradicional del
Partido se enfrentaron a un rival nacido en el seno del propio Gobierno: UNACE. La pérdida de hegemonía
colorada se agudizó en el quinquenio de Duarte
Frutos porque la sociedad ya no legitimaba el modelo oficial y buscaba
alternativa, porque el Partido Colorado seguía (y sigue) dando la impresión de
ser un Partido reaccionario, derechista, opuesto a todo cambio moderno y
aferrado al pasado. Como ejemplos
bastan unos botones de muestra: los
Parlamentarios Colorados se opusieron, en su momento, a una Reforma Fiscal y al
Impuesto a la Renta Personal; no
respondieron a la necesidad de una Reforma Agraria; y en una época que todos los Medios de Comunicación
internacionales muestran, con lujo de detalles, la competencia por el Liderazgo
Mundial de China Popular se sigue
manteniendo la ficción de reconocer a Taiwán
como la “República de China”, yendo a contramano de la
historia y de la realidad política mundial.
El Partido, (o mejor, su Dirigencia) está siendo considerado como un parásito
burocratizado de la política que ha perdido la capacidad de pensar
estratégicamente por sí mismo.
2.
Pérdida de identidad y su función como Partido
de Gobierno:
La
crisis del modelo de desarrollo que se desató en los últimos decenios, también
derivó en una pérdida de identidad del Partido Colorado, que en la llanura fue
más notoria, y ahora también. Se
necesitaba (y se necesita) una selecta élite de nuevos y antiguos Políticos,
surgidos no solamente de la Burocracia Partidaria sino surgidos también del
entorno de la Élite Tradicional y la militancia activa con capacidad
intelectual, que pugnen por el nuevo
modelo que se necesita urgentemente;
pero esto encuentra a su principal rival en la propia identidad del
Nacionalismo Republicano. Si bien no se puede hablar de una ideología ortodoxa
que rigiera al Coloradismo, sí se pueden mencionar ciertos elementos que le
daban identidad política e ideológica al Partido: Nacionalismo, Agrarismo, Republicanismo, Estado tutelar que
generaba clientelismo, estrecha relación Iglesia-Estado, proteccionismo
económico, entre los principales. Pero el cambio de modelo, si no se lo realiza
con prudencia, paciencia e inteligencia, carecerá de arraigo intelectual y
social dentro de las filas Republicanas y no será producto de un movimiento
social sino de una imposición vertical operada desde la élite Burocrática.
En cuanto al papel que ha desempeñado
en el Gobierno el Partido Colorado, es una historia más compleja: en varios estudios serios fue posible
sintetizar varias encuestas donde se demuestra que los Gobiernos locales Colorados
han sido a menudo eficaces y que la población de sus respectivas localidades
así lo ha considerado. Sin embargo, la imagen de los Colorados como dinámicos
proveedores de servicios sociales se ha desdorado en cierta medida en los
últimos años a causa de los problemas relativos a las poblaciones marginales
migrantes, también por la “usura del poder” tan común en todos los Partidos que
gobiernan durante largo tiempo y, en ciertos casos, por el fraude electoral.
En lo que se refiere al Gobierno de
nivel nacional, los resultados de las encuestas de opinión realizadas en los
últimos 10 años demuestran que la Opinión Pública paraguaya considera que el Partido Colorado es cada día menos
capaz de desempeñarse en forma útil como Partido de Gobierno. Es que la acumulación de errores
políticos indican que se trata de un liderazgo artificial que ha perdido el
contacto fundamental con la realidad política y necesita una reforma
urgente de Liderazgo y Estructura.
3. La crisis del corporativismo y de la
función como tribuna del pueblo:
El
Partido Colorado que ganó el Poder en 1947,
era un producto típico de los “Modelos
Corporativos” que estuvieron en boga
en los años cuarenta: el leninismo, la socialdemocracia, el nazi-fascismo, el social cristianismo. La corriente mundial estaba en eso;
había anti-Liberalismo por todas partes.
La traducción Colorada de esta mezcla corporativa fue el propio modelo de
“Gobierno Nacionalista policlasista” que, en su momento, tuvo un sustento
social inusitado, producto de las reformas emprendidas durante aquel período
pre-stronista, y continuado por Stroessner. Este modelo corporativo, acompañado
de una fuerte dosis de autoritarismo gubernamental, comenzó a quedar desfasado frente
a la sociedad paraguaya mucho antes de la caída de Stroessner en 1989. Las
corporaciones sindicales, campesinas y urbanas que funcionaban como las
“correas de transmisión” del Partido Colorado frente a la sociedad, “se
convirtieron en filtros antidemocráticos y elementos de control sobre el pueblo
que perpetuaban un modelo de Partido de Estado” (Carlos Romero Pereira: Una
Propuesta Ética. “Análisis de la realidad nacional”; Editorial Histórica; Asunción, 1987). Pero el crecimiento y la mayor
participación de la clase media influyó decisivamente en esta crisis. Junto con
ella, la conformación de nuevos organismos sindicales, campesinos y urbanos,
que ya no dependían del Partido Colorado y que no funcionaban como organismos
clientelares al servicio del Gobierno, generaron una fuerte corriente que
abogaba por la democratización política y el fin del control Colorado que
desembocó al final en la caída del mismo en 2008.
El Partido Colorado está fracasando
también en el desempeño de la función de
defensor del pueblo. En efecto, el Partido ha perdido en los últimos años una
porción considerable de su clientela como “tribuna popular”(los individuos que
se encuentran en desventaja o se sienten amenazados por la sociedad). Muchos
votantes que normalmente han respaldado al Partido Colorado, se pasaron al
bando de los “independientes” o de la Izquierda y la del “Liberalismo
progresista”, porque éstos hablan en nombre de varias causas relativas a problemas
concretos y las minorías.
4. La reforma fallida y la función como
contra-sociedad:
Durante el período decadente comenzado en 1993 que culminó en el 2008, el Partido Nacional Republicano
había ido en picada vertiginosa. No se cumplió la promesa de democratizar los
métodos de selección de Dirigentes Colorados más que en mínima medida, ni el
desmantelamiento de las “listas sábanas”;
el Coloradismo se quedó sin un programa ideológico coherente (pese a que en el
Estatuto Partidario de 1992 se prevé obligatoriamente un “Congreso Doctrinario
Ideológico” cada diez años) y ahora la nueva Estructura Partidaria de la post-llanura
es un enredo tan complicado que nadie se la toma en serio.
Llegamos en último término al problema de la decadencia
de la famosa “contra-sociedad colorada”
a la cual hay que analizar profundamente pues ha sido una de las fuentes de Poder
del Partido. La “contra-sociedad” se apoyaba en un núcleo Agrarista opuesto al
“chuchaje” aristocrático Liberal, que aportó, tanto el entorno cultural
donde floreció con más pujanza
el Coloradismo paraguayo, como los elementos militantes que se
convirtieron en los Caudillos y Burócratas integrantes del Aparato Partidario; en este caso nos referimos al destino
mismo del Partido Colorado. “El Coloradismo es una sub-cultura” decía Domingo
Rivarola en su “Revista Paraguaya de Sociología”.
La reciedumbre demostrada por el
Partido Colorado durante seis decenios en la política paraguaya, provenía del
hecho de que el movimiento Republicano de nuestro país constituía una auténtica
comunidad política y cultural (vale la pena repetirlo). El Partido era la
expresión política de un movimiento de masas imbuido de un entusiasmo
militante; fue también un fenómeno genuinamente nacional, una
contracultura de los Nacionalistas paraguayos contra la mentalidad al estilo
Legionario cuya doble lealtad (al país y al exterior) representaba el
último desafío partidista de gran envergadura a la legitimidad del sistema
Nacionalista Republicano del Paraguay.
Ahora, ¿cómo se produjo la desintegración
de la identidad Agrarista, dogmáticamente campesina, del Coloradismo? Es verdad
que aun cuando sagaces observadores habían detectado desde hacía años ciertos
indicios de inestabilidad en la sociología política del Partido Colorado, su
desastroso deterioro efectivo empezó en el quinquenio 1993-1998. La explicación más habitual es que
parte de su declinación obedece a factores estrictamente políticos e
ideológicos que nosotros ya hemos analizado. Además el desafío “Encuentrista”
de Caballero Vargas que no se supo valorar en toda su magnitud en 1993; y más
de diez años después, la estrategia misma de la unión de la Izquierda con el
Liberalismo, en un “pacto contra natura”, que fue apropiada para atraer el voto
de las mayorías, pero cuyas ganancias provinieron del centro y pudieron
producirse a expensas de los electores situados en posiciones más extremistas; también el énfasis de las Elecciones
Presidenciales del 2008 en el magnetismo personal del Candidato –que la Candidata del Partido Colorado no
tenía– en lugar de poner de relieve el atractivo del Partido (o los
Partidos) o su Programa; y el derrumbamiento del prestigio del Gobierno
Colorado de Nicanor Duarte Frutos en
la opinión pública durante sus dos últimos años. Todos estos fueron errores gruesos cometidos por el Clan
gobernante de Nicanor Duarte Frutos y
que costó muy caro.
Para que esa tragedia no vuelva a ocurrir
ahora el Partido Colorado necesita
de una urgente renovación de su Dirigencia y un cambio de rumbo basado en el
énfasis en su Ideología Nacionalista Republicana Desarrollista con Líderes de
prestigio tradicional y jóvenes surgidos de la militancia activa y el estudio
sistemático de la ciencia política que les haga comprender el papel que debe
desempeñar un Partido Político, moderno y tradicional a la vez, en la coyuntura
histórica que le toca vivir.
La rapidez con
que el Partido pasa de una etapa a otra depende del examen certero de las
condiciones objetivas, del acierto de su propia política y de la capacidad de
sus Dirigentes. La historia demuestra que los Partidos Políticos pueden actuar
con éxito cuando cuentan con grupos estables de Dirigentes expertos,
experimentados, prestigiosos e influyentes. Un método muy importante de trabajo
del Partido es el amplio examen de todas las cuestiones de principio, de
ideología, y la elaboración colectiva de las decisiones. Esto es necesario para
recoger la experiencia de unos y otros, para poder revelar los defectos y para
que cada uno tenga el convencimiento de que las resoluciones adoptadas son
correctas. Ello instaura la disciplina consciente que proporciona al Partido la
organización debida y orienta todos sus actos hacia el fin que se ha propuesto;
y nuestro Partido sólo puede ser un Gran
Partido en el sentido auténtico de la palabra cuando sus Dirigentes
mantienen estrechas relaciones con las masas y gozan de su apoyo; es por eso
que no deben vivir en una “burbuja del Poder” alejada de la realidad del
pueblo. Porque, ¿de qué manera llega el Partido a convertirse en verdadero
rector de la política? Pues no hay más que un camino: convencer a las masas del pueblo de que este Partido recoge y
defiende sus intereses, convencer no con discursos sino con hechos y posturas
firmes, con su línea política, su iniciativa y su fidelidad a la causa popular.
Solamente así el Partido Colorado podrá dejar de ser un velero anticuado dependiente
de los vientos que soplen y las corrientes marinas, ausentes en el “Mar de los
Sargazos”, y podrá convertirse en una motonave moderna cuyas hélices impulsoras
potentes lo llevarán al buen puerto del Poder que la historia le deparará,
cualquiera sea el mar en que le toque navegar.--
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