sábado, 21 de diciembre de 2013

SUGERENCIAS - POST SCRIPTUM

CUALQUIER SUGERENCIA, RESPUESTA O PEDIDO PARA EL BLOG, SERÁ RECIBIDA CON MUCHA SATISFACCIÓN. SI PREFIERE HACERLO DE MANERA PRIVADA ENVIAR A: federiconarvaezarza@gmail.com

CORRUPCIÓN - EL CASO VÍCTOR BOGADO



              LA MORAL, LA DELINCUENCIA Y LA CORRUPCIÓN.
               EL CASO VÍCTOR BOGADO.

               1.- Definición de la Moral: Deriva del Latín “mores”: costumbres, y es una forma de la conciencia social en que se reflejan y se fijan las cualidades éticas de la realidad social (bien, bondad, justicia etc.). La moral constituye un conjunto de reglas, de normas de convivencia y de conducta humana que determinan las obligaciones de los hombres, sus relaciones entre sí y con la sociedad. La moral se presenta no sólo como sistema de normas de conducta, sino, además, como peculiaridad característica del perfil espiritual de las personas, de la ideología y de la psicología de una capa social, del pueblo. La conducta objetivamente buena y justa, es moral; la mala. Injusta, es inmoral. Sin embargo, las personas pueden caer en error tomando por bueno lo malo y viceversa. Por esto la moral incluye en sí una valoración. La actitud estimativa se revela no sólo en los juicios (ideología), sino además, en las reacciones emocionales y volitivas, en los afectos (costumbres). Las relaciones entre los individuos expresadas en juicios de valor éticos sobre la conducta, el género de vida, son relaciones morales. La moral apareció al formarse la sociedad humana, o sea, antes de que surgieran el Estado y el Derecho, y ha recorrido un largo camino histórico en su desarrollo, cambiando su carácter al cambiar el modo y las costumbres del régimen social.
               2.- Definición de la Ética: (del Griego ètiké: relativo a las costumbres). Ciencia de la moral. Se divide en Ética normativa y Teoría de la moral. La primera investiga el problema del bien y del mal, establece el código moral de la conducta, señala qué aspiraciones son dignas, qué conducta es buena y cuál es el sentido de la vida. La Teoría de la moral investiga la esencia de ésta última, su origen y desarrollo, las leyes a que obedecen sus normas, su carácter histórico. La Ética normativa y la Teoría de la moral son inseparables entre sí. Últimamente se ha desarrollado la metaética, que investiga las enunciaciones éticas, su relación con la verdad, la estructura y constitución de la teoría ética. La metaética es un fruto de la época actual, en que las ciencias han recurrido al análisis lógico de sus medios. No hay que identificar la ética con la moral vigente, “práctica”, con la moralidad; la ética es la ciencia, la teoría de la moral y de la moralidad. La moral surgió antes que la ética, existía ya en el régimen de la comunidad primitiva, mientras que la ética apareció al formarse la Sociedad y el Estado y ha sido un elemento de las doctrinas filosóficas, de la teoría filosófica.   


               3.- Distinción entre Ética y Moral: Entre Ética y Moral hay una semejanza. Ambas son disciplinas que se ocupan de las acciones humanas, libres y responsables, atendiendo al criterio del bien y del mal. Sin embargo, hay entre estas dos disciplinas una diferencia, que consiste en que la Moral es normativa y la Ética es especulativa. Así, la moral nos dice: no matarás, no robarás, no mentirás; pero no nos da las razones de ninguna prohibición u obligación, mientras que la Ética se caracteriza por las preguntas y respuestas sobre los actos morales o inmorales. Luego, la Ética se plantea: ¿por qué no debo matar, ni robar, ni mentir? Esa es la razón por la cual se dice que la Ética es la especulación filosófica sobre la Moral.
               En cuanto existen diferentes Códigos de Moral, también existen sus correspondientes explicaciones en la Ética. Así, en el Liberalismo, que defiende la propiedad privada (Moral Liberal) se dará una razón para no atentar contra la misma, pero, en el Marxismo, que defiende la propiedad pública, el equivalente del robo será el sabotaje y/o la irresponsabilidad en el cumplimiento de obligaciones tendientes a la producción de bienes, porque no se roba, como en una sociedad Capitalista, a los particulares sino al “Estado de todo el Pueblo”.
               4.- Clasificación de los Sistemas Éticos: Tenemos el Nihilista propendido por Nietzsche y la filosofía Helenístico-Romana, que niega todos los absolutos éticos; y De Contenido que se divide en Contractualista (Rousseau etc.) y Finalista y/o Funcionalista (Sto. Tomás de Aquino y Aristóteles). La fundamentación de la Ética Contractualista estriba en la necesidad del Derecho Positivo, conveniencia de la lealtad a las leyes, en los valores sociales de sinceridad y honestidad, tolerancia y pluralismo ideológico, y cree en el progreso humano como obra de la Razón. En cambio, la Ética Finalista se fundamenta en el fin último del hombre y la libertad señalados por el Cristianismo, la “eudemonía” o el placer del intelecto, la escala de valores, la inmortalidad del alma, la felicidad, ética e inserción social y la “obediencia a la divina Providencia”.
               5.- La Moral: el Fin y los Medios: La tan conocida frase “el fin justifica los medios” atribuida a Maquiavelo, crea un gran problema de la Ética, que es el estudio de la Moral. Aunque Maquiavelo nunca la pronunció ni la escribió, es la idea que permea toda su obra tan famosa:El Príncipe”. En verdad, la frase más afín a ella que Maquiavelo escribió en “Discursos sobre los diez primeros libros de Tito Livio” (T. I. p. 9; Modern Library; Londres, 1962) fue: “Cuando el acto lo acusa, el resultado debería excusarlo”. Pero es indudable que él no aceptaba, ciertamente, principios morales absolutos, porque tales absolutos no tenían ningún significado fuera de la religión. Los Papas cuando menos los derivaban de la “revelación divina”; pero ¿de dónde sacaban sus críticos, los “padrecitos laicos”, sus verdades morales eternas? Pues de la “conciencia del hombre”, su “naturaleza moral” y otros conceptos similares que no son, a fin de cuentas, más que una forma de “teología natural”.

               Según el Marxismo la moral está enquistada en la historia y en las luchas de clases y no posee ninguna sustancia inmutable. Refleja la experiencia y las necesidades sociales, y, por consiguiente, siempre debe relacionar los medios con los fines. En su notable Ensayo “Su moral y la nuestra” Trotsky “defendió” a los Jesuitas contra sus críticos moralistas diciendo: “La Orden de los Jesuitas… no enseñó jamás… que cualquier medio, aunque fuese criminal, fuera admisible con tal de conducir al ‘fin’… Esta doctrina fue malignamente atribuida a los Jesuitas por sus adversarios Protestantes y a veces también Católicos, quienes, por su parte, no se paraban en escrúpulos al seleccionar medios para alcanzar sus fines” (The New International, Junio de 1938). Los teólogos Jesuitas enseñaban en realidad la verdad evidente de que el medio, en sí mismo, puede ser indiferente y que la justificación o la condenación moral de un medio dado se desprende de su fin. Así, un disparo es por sí mismo moralmente indiferente: tirado contra un perro rabioso que amenaza a un niño, es una buena acción; tirado para matar, es un crimen.
                 La idea de que “el fin justifica los medios” –argumentó Trotsky– está implícita en toda concepción de la moral, incluida la del utilitarismo anglosajón desde cuyo punto de vista se lanzaban la mayor parte de los ataques a la “inmoralidad” Jesuita y Bolchevique. En la medida en que el ideal de “la mayor felicidad posible para el mayor número posible” implica que lo que se hace para alcanzar ese fin es moral, ese ideal coincide con la noción “jesuítica” de los fines y los medios. Y todos los Gobiernos, incluidos los más “humanitarios”, que en tiempo de guerra proclaman deber supremo de sus ejércitos el exterminio de la mayor parte posible de sus enemigos, ¿no aceptan acaso el principio de que el fin justifica los medios? Con todo, el fin también necesita justificación; y los fines y los medios pueden trastrocarse, pues lo que hasta ahora se considera como un fin puede ser más tarde el medio para alcanzar un nuevo fin. Para el marxista, el gran fin de aumentar el dominio del hombre sobre la naturaleza y de abolir el dominio del hombre sobre el hombre está justificado. Y justificado está también el medio para alcanzar ese fin: el Socialismo. E igualmente justificado está el medio para alcanzar el socialismo: la lucha de clases revolucionaria. La moral Marxista-Leninista se rige, en efecto, por las necesidades de la Revolución. ¿Quiere esto decir que todos los medios –incluidas las mentiras, la traición y el asesinato– deban usarse si benefician a los intereses de la revolución? Son admisibles, contestó Trotsky, todos los medios que verdaderamente conduzcan a la emancipación de la humanidad; pero la dialéctica de los fines y los medios es de tal naturaleza, que ciertos medios no pueden conducir a ese fin. Admisibles y obligatorios son sólo aquellos medios que imparten solidaridad y unidad a los obreros revolucionarios, que los llenan de irreconciliable hostilidad a la opresión…, que les imbuyen la conciencia de sus tareas históricas y elevan su valor y espíritu de sacrificio… Por consiguiente, no todos los medios son


 admisibles”. Quien dice que el fin justifica los medios, dice también que el fin rechaza” ciertos medios por ser incompatibles con él.
               Entre las muchas respuestas que suscitó Su moral y la nuestra, merece ser mencionada la de John Dewey (“Means and ends”, en New International”, Agosto de 1938). Dewey aceptó la idea de Trotsky sobre la relación entre los medios y los fines sobre el carácter histórico relativo de los juicios morales. Convino también en que “a un medio sólo puede justificarlo su fin… y el fin se justifica si conduce a un incremento del dominio del hombre sobre la naturaleza y a la abolición del dominio del hombre sobre el hombre”. Pero disentía en cuanto que él no veía por qué ese fin debía perseguirse principalmente o exclusivamente a través de la lucha de clases. En su opinión, Trotsky, como todos los marxistas, consideraba la lucha de clases como un fin en sí. Le parecía ver una “contradicción filosófica” en Trotsky, quien por una parte afirmaba que la naturaleza del fin (o sea el socialismo) determinaba el carácter de los medios, y, por otra parte, deducía los medios de “las leyes históricas de la lucha de clases” o los justificaba por referencia a tales “leyes”. Para Dewey, la concepción de leyes fijas que supuestamente rigen el desarrollo de la sociedad, carecía de pertinencia. La creencia de que una Ley de la Historia determina la forma particular en que ha de llevarse a cabo la lucha, ciertamente parece tender a una devoción fanática y aun mística del uso de ciertas formas de librar la lucha de clases, con exclusión de todas las demás formas… El Marxismo ortodoxo comparte con la religiosidad ortodoxa y con el idealismo tradicional la creencia de que los fines humanos están entretejidos en la textura y la estructura mismas de la existencia, concepción ésta heredada presumiblemente de sus orígenes hegelianos”.
               6.- La decadencia moral en el Paraguay: Nunca corremos tanto peligro de dejarnos extraviar por nuestros prejuicios como cuando queremos determinar el nivel moral de una época, de no ser en el caso parecido de la investigación de la decadencia de las creencias religiosas. En ambos casos la excepción dramática atraerá nuestra atención y la desviará del no documentado término medio. Muchos factores contribuyeron a la decadencia moral que acompañó la exaltación intelectual de nuestra reciente Democracia. Probablemente un “factor básico” fue, y es, el crecimiento de la disparidad de la riqueza. Por un lado, se extendió el “pecado” al haber más dinero para pagar su costo. La difusión de la riqueza y la libertad en las clases media y alta debilitó el ideal ascético y su costumbre: hombres y mujeres llegaron a despreciar una ética nacida de la pobreza y el temor y que se oponía entonces a la vez a sus impulsos y a sus medios. Sin saberlo, por no haberlo leído, cayeron sin embargo en una creciente simpatía por la opinión de Epicuro, de que debía gozarse la vida y de que todos los placeres debían considerarse inocentes hasta que se demostrase que eran culpables, triunfando de las prohibiciones de la Teología. Mientras tanto, en las clases bajas, se reproducía al revés la famosa


frase de Lord Acton: “El Poder corrompe, el Poder absoluto corrompe absolutamente”. Para los pobres y desposeídos, podría decirse que “La falta de Poder corrompe, y la falta de Poder absoluto corrompe absolutamente”; ellos ahogaban su frustración y hambre en el alcohol, las drogas baratas y la delincuencia.
               Quizá, después de la disparidad de la riqueza, la mayor fuente de inmoralidad fuese la inestabilidad política de nuestra época. La lucha de facciones; frecuencia de las elecciones que constituían verdaderas “guerras políticas”; la entrada con potencia de influencia extranjera; una suerte de “invasión” de nuestra vida política por nuevos políticos oportunistas, ambiciosos y venales que no reconocían restricciones morales; repetida desorganización de la agricultura y el comercio por los estragos de la corrupción y la falta de una profunda Reforma Agraria  y una drástica y justa Reforma Impositiva; desviación y burla de la Democracia y la Libertad por sustitutos del Déspota que suplantaban la legitimidad pacífica por la fuerza “Timocrática” del dinero, la demagogia y la mentira. (Platón y Aristóteles por primera vez teorizaron con el término Timocracia: para el primero es una forma de Gobierno que se basa en el deseo y la importancia del honor (timé); “constitución ambiciosa de honores” la define Platón en “La República –VIII,   545 b– y que es corrupción de la forma correcta de Gobierno porque de la “Timocracia” se pasa precisamente a la “Oligarquía” –Gobierno de los ricos–cuando los pocos que detentan el Poder ya no se contentan con el prestigio alcanzado y, violando las leyes, “se dedican a hacer dinero apreciando más esta actividad que la virtud” –República: VIII, 550, d-e– convertidos de este modo en negociantes y avaros, exaltan al rico, al que le ofrecen Cargos Públicos y colman de alabanzas al mismo tiempo que desprecian al pobre. “Y entonces emiten leyes que establecen como límite–base de la Constitución Oligárquica cierta cantidad de riqueza, y prescriben que no tengan cargos públicos los que no disponen de un haber inferior al Censo establecido”-República:VIII,551a-b-
En Aristóteles laTimocracia es una forma de Gobierno basada en el Censo. En la Ética –VIII, 10, 1135 a 1160– se lee que una de las formas correctas de Gobierno es la que “depende de distribución de la propiedad –es decir del Censo– “y que se define propiamente como Timocracia, aunque muchos la llaman simplemente Politía”, que es “Oligárquica” cuando se excluye del Gobierno de la cosa pública a la mayoría de los ciudadanos, y el Poder se concentra en manos de unos pocos con Censo alto).
               Todo ello desordenó la vida paraguaya y rompió la cohesión de la costumbre que normalmente conserva la moralidad pública. La gente se halló sin ancla en un mar de violencia. Ni el Estado ni la Iglesia parecían capaces de protegerla; se protegió a sí misma como pudo, mediante la fuerza o la astucia; la falta de respeto a la Ley se hizo Ley. Los Políticos (del Ejecutivo, Parlamentarios, Directores de Entes Públicos y Poder Judicial) situados por


 encima de la Ley y destinados a una vida breve pero excitante, se permitían todos los placeres, y su ejemplo era seguido por la minoría acaudalada.
               Al evaluar el papel de la incredulidad en materia religiosa en la suelta de la natural inmoralidad de los hombres, debemos distinguir el escepticismo de la minoría letrada de la persistente piedad de la mayoría. La ilustración es cosa de minorías y la emancipación es individual; los espíritus no se libertan en masa. Pero la generalidad de los hombres no razonan tan filosóficamente. Piensan simplemente: Si no hay cielo ni infierno, debemos gozar aquí y podemos satisfacer nuestros apetitos sin miedo a ser castigados después de muertos. Sólo una Opinión Pública firme e inteligente habría podido ocupar el sitio de las perdidas sanciones sobrenaturales; pero ni el Clero, ni los Líderes, ni las Universidades, estuvieron a la altura de esta tarea, como recién ahora está ocurriendo.
               7.- La Delincuencia: Hay un nuevo factor que está cambiando la ecuación política en el Paraguay y que hace que cada vez menos gente esté conforme con el “statu quo”: la explosión de la delincuencia. En efecto, la pobreza en el Paraguay ha dejado de ser un problema exclusivo de los pobres. Hasta el pasado reciente la gente sin recursos vivía en el campo o en la periferia de las ciudades sin alterar la vida cotidiana de las clases acomodadas. Esa época llegó a su fin. Hoy, el aumento constante de la pobreza junto con la desigualdad y la expansión de los medios masivos de comunicación está llevando a los hogares más miserables las imágenes de cómo viven y se divierten los ricos y famosos, lo que está produciendo una crisis de expectativas insatisfechas que se traduce en cada vez más frustración, y cada vez más violencia. Hay casi una guerra civil no declarada que está cambiando la vida cotidiana de pobres y ricos por igual. Quienes viven en la economía informal y no tienen la menor esperanza de insertarse en la sociedad productiva, están recibiendo una avalancha de información, sin precedentes, que los estimulan que los alientan a ingresar en un mundo de afluencia en un momento histórico en que las oportunidades de ascenso social para quienes carecen de educación o entrenamiento laboral son cada vez más reducidas.
               La combinación del aumento de las expectativas y la disminución de las oportunidades –que describió tan bien Vivian Forrester en “El Horror Económico”– es un cóctel explosivo según importantes analistas, porque está llevando a más jóvenes marginados a salir de sus barriadas, armados y desinhibidos por la droga, para adentrarse en zonas comerciales y residenciales y asaltar o secuestrar a cualquiera que esté bien vestido, tenga un automóvil o lleve algún objeto brillante. Tal como ocurría en la Edad Media –y ocurre en toda Latinoamérica– los ricos paraguayos viven prácticamente en “Castillos fortificados” custodiados por guardias privados para no dejar entrar al “enemigo”. Algo desconocido en el Paraguay hasta hace unas tres décadas, la pobreza, la marginalidad y la delincuencia, están erosionando la calidad de vida


 de todos los paraguayos, incluyendo especialmente a los más adinerados. Paraguay se ha convertido –desde el advenimiento de la Democracia– en un país muy violento; la calidad de vida y la seguridad se han derrumbado precipitadamente tanto en nuestras principales ciudades como en la región campesina. En la mayoría de los casos, los jóvenes excluidos de la sociedad empiezan a consumir drogas a los 8 o 10 años de edad y a delinquir poco después; viven en la calle, no conocen a su padre, no van a la escuela, no pertenecen a una Iglesia o a un Club social o deportivo en un creciente fenómeno de “desfamiliarización” y consumo de drogas y alcohol. Solamente una política enérgica de lucha contra la pobreza y la “reeducación” podrá, al menos, mitigar este flagelo. Deben decidirse los que gobiernan a cambiar radicalmente las estructuras –social, económica y cultural– que hoy día nos aprisionan como una camisa de fuerza.         
           8.-La Corrupción Política. El “Wildgewordene Kleinbürger: El meollo de esta concepción política y social reside en su descripción como la actitud de la desesperanza reaccionaria y oportunista deshonesta de cierta categoría de gente que se mueve en el espectro de todos los Partidos Políticos pero que la distingue de la gran masa de militantes y del núcleo Dirigencial más principista y tradicional de dichos partidos. Esta actitud la hace proclive a inclinaciones “nazi-fascistas” antidemocráticas que a la larga será “clientela” de Movimientos políticos “duros” y supuestos “hombres fuertes”. La expresión wildgewordene kleinbürger: “el pequeño burgués enfurecido”, se la debemos a Trotsky que la aplicó al Nacional-Socialismo al que veía como el movimiento y la ideología de esa actitud que lo distinguía también de todos los otros partidos reaccionarios y contrarrevolucionarios. Por eso hay que combatirla por algo más que un principio moral pues de extenderse puede volverse peligrosa.
               En realidad, las fuerzas de la reacción convencional operan usualmente desde la cúspide de la pirámide social, para defender el Status quo ante y la autoridad establecida; pero el wildgewordene kleinbürger es un reaccionarismo antidemocrático desde abajo, base de movimientos plebeyos que se alzan desde las profundidades de la sociedad y expresan el vehemente afán de la baja clase media por imponerse al resto de esa sociedad. Habitualmente reprimido, ese afán se vuelve agresivo en una catástrofe nacional o una crisis profunda a la que no pueden enfrentarse la autoridad establecida y los Partidos tradicionales. Durante los tiempos de cierta prosperidad esos movimientos se encuentran generalmente en la periferia lunática de la política nacional pero una gran crisis económica y social tiende a colocarlos en primer plano. Porque la gran masa de pequeños comerciantes, oficinistas sin futuro, profesionales fracasados y “lumpen-proletarios” (elementos desclasados representados por gentes que han perdido toda suerte de vínculos con su clase, que no tienen una ocupación determinada y se encuentran sumidas en los “bajos fondos”) que suelen seguir hasta entonces a los Líderes tradicionales y se consideran a sí mismos como puntales de la

Democracia Parlamentaria, ahora desertan de esos Liderazgos y siguen a Dirigentes como Víctor Bogado, pues la gran ruina económica los llena de inseguridad y temor y espolea su afán de hacerse tomar en cuenta. Sobre ese trasfondo debe mirarse la victoria electoral, la influencia en los círculos del Poder y los “favores” a su clientela y parientes de los “VíctorBogados”.
               El Kleinbürger (pequeño burgués) normalmente resiente su posición social: mira desde abajo, con envidia y odio, al gran empresario que con tanta frecuencia lo aplastaba en la competencia; y mira desde arriba a los obreros, celoso de la capacidad de éstos para organizarse política y sindicalmente a fin de defender su interés colectivo. Marx describió una vez lo que en Junio de 1848 llevó a la pequeña burguesía francesa a volverse furiosamente contra los obreros insurrectos de París: “los tenderos” –dijo– “vieron que las barricadas de los obreros en las calles impedían el acceso a sus tiendas, de modo que salieron y destrozaron las barricadas”. Los comerciantes y demás pequeños burgueses del Paraguay de estos años no tenían una razón semejante para enfurecerse: en las calles no había barricadas que impidieran el acceso a sus negocios, oficinas o actividades. Pero ellos estaban arruinados económicamente; tenían motivos para culpar a los sucesivos Gobiernos de la República, a cuya cabeza habían visto durante años a los Líderes tradicionales; y le temían a la amenaza del desorden del extremismo Izquierdista, que aún cuando no se materializara, mantenía a la sociedad en fermento y agitación permanentes. Los grandes negocios, la “patria financiera”, el Parlamento, los Gobiernos de la “Transición Democrática”, el extremismo Izquierdista y el desorden en general producido por las huelgas y manifestaciones de los Sindicatos de Obreros y Funcionarios y la actividad de las  Organizaciones Campesinas, se fundían ante los ojos del Kleinbürger en la imagen de un monstruo de muchas cabezas que lo estrangulaba: todos estaban coludidos en “una siniestra conspiración que era la causa de su ruina”. Frente a los grandes negocios, el hombre pequeño rabiaba como si fuese un Socialista; contra el Obrero manifestaba con estridencia su respetabilidad burguesa, el horror que le inspiraba la lucha de clases, su furibundo orgullo nacionalista y su aborrecimiento por el internacionalismo de la Izquierda Bolivariana-Marxista. Esta neurosis política de ciudadanos empobrecidos les dio a Líderes como Víctor Bogado –y otros cofrades de su misma catadura– su fuerza, su ímpetu y sus votos. Víctor Bogado era el hombre pequeño agigantado, salido de abajo, el hombre pequeño con todas sus obsesiones, prejuicios, oportunismo, deshonestidad y furia neuróticos: No todo Kleinbürger enfurecido puede llegar a ser un Víctor Bogado, pero en cada Kleinbürger enfurecido hay algo de Víctor Bogado.
               Con todo, la baja clase media (y el “lumpen”) era normalmente “polvo humano”. Carecía de la capacidad del obrero para organizarse, pues era inherentemente amorfa y atomizada; y, pese a sus jactancias y amenazas, era cobarde dondequiera que tropezaba con verdadera resistencia. La pequeña

 burguesía no podía desempeñar ya ningún papel independiente: en última instancia tenía que seguir a la alta burguesía o a la clase obrera. Su rebelión contra los grandes negocios era impotente: el artesano, el lumpen y el pequeño comerciante no podían derrotar a las oligarquías capitalistas monopolistas. Los Líderes como Víctor Bogado, en el Poder no podrían, por lo tanto, cumplir ninguna de sus promesas electorales. Se revelarían como una fuerza esencialmente conservadora y reaccionaria, tratarían de perpetuar el estado de cosas con mucha corrupción, aplastarían cuanto idealismo y honestidad habría en la clase política, y al final acelerarían la ruina de la misma baja clase media y compañeros de ruta que los hubiesen llevado al Poder. Pero mientras tanto esa baja clase media y su periferia lumpenproletaria se agitaban febrilmente y su imaginación se inflamaba con el sueño del ascenso y  la supremacía social que los políticos como Bogado y otros como él habrían de darles. Porque este “polvo humano” se siente extraordinariamente atraído por el imán del Poder: sigue en cualquier lucha al bando que muestre la mayor determinación de vencer, la mayor osadía y la capacidad de enfrentarse inclusive a una catástrofe judicial y social con tal de lograr sus objetivos. Dirigentes como los que están siendo “escrachados” actualmente –a los cuales pueden agregarse muchos nombres más– son los que recogen todo el detritus del pensamiento político moderno porque todo lo que la Sociedad, de haberse desarrollado normalmente habría rechazado como el excremento de la cultura, brota ahora por sus gargantas y accionar: es así como la “anti-civilización” que todavía existe en el Paraguay está vomitando su barbarie indigesta.
               9.- Más allá de la sanción moral: Decía Cicerón en su discurso contra Cayo Verres, corrupto Procónsul romano de Sicilia, estas frases aún muy actuales: “Los pueblos en decadencia, cuando desesperan de todo, suelen presentar estos síntomas de su desastrado fin: a los que merecen condena se les mantiene en sus bienes y derechos, los que deberían estar presos quedan en libertad y no se dictan las Sentencias. Cuando tales cosas ocurren, nadie deja de comprender que la República perece, y donde suceden nadie conserva esperanza alguna de salvación”.
               Tal es lo que ocurre acá; se publican los nombres de los corruptos, se hacen imputaciones, se inician procesos, se filman y fotografían sus mansiones, se produce un griterío por las Radios y T.V., y se pide “escracharlos”, al estilo argentino, PARA CONSEGUIR UNA SANCIÓN MORAL. Pero eso no basta: ellos siguen en posesión de sus bienes malhabidos que disfrutan sin estorbo ni escozor de conciencia, ostentándolos abiertamente y utilizándolos para comprar prestigio social, influencias y poder político, haciendonos recordar a Honorato de Balzac en La Piel de Zapa: “¡Brindemos al poder del oro! El Señor Valentín acaba de ingresar a la cofradía de los ricos. A partir de ahora, él ya no estará sometido a las leyes, sino que éstas se les someterán, porque tendrá dinero suficiente para pagar Abogados y sobornar Jueces”. Y, en verdad, en nuestro Paraguay de hoy se envía prestamente a la cárcel al infeliz

que roba por hambre pero ninguno de los grandes ladrones que robaron millones al Estado ha pasado una sola noche tras las rejas. Todo lo contrario, los mismos Magistrados y notables de la sociedad se codean con ellos en los Clubes aristocráticos y les demuestran respeto.
               Por eso, NO BASTA CON LA “SANCIÓN MORAL”, se debe proceder con más dureza y la ciudadanía debe involucrarse firmemente en denunciarlos y presionar a la Justicia para actuar; debe colaborar con aquellos Parlamentarios que sí combaten la corrupción; formar el gran Poder de la Opinión Pública y ejercer el castigo del voto. Porque cuando aquellos políticos –que los hay– capaces de desafiar a los corruptos se sientan acompañados y estimulados por la ciudadanía, aumentarán su ímpetu y tendrán más fuerzas para torcer este triste estado de cosas que corroe los cimientos mismos de nuestra sociedad.
               No basta con la “sanción moral”, debemos conseguir el castigo ejemplar: no debemos soportarlos sentados en sus escaños del Congreso, ni con la toga del Magistrado, ni en el Poder Administrador del Ejecutivo. Hay que recuperar los bienes malhabidos y poner en prisión a los corruptos. HAY QUE IR MÁS ALLÁ DE LA SANCIÓN MORAL.
               10.- ¿Es posible combatir la corrupción?: En nuestro martirizado Paraguay mucha gente piensa que la corrupción es como la Hidra de Lerna de la mitología griega –aquella monstruosa serpiente de siete cabezas que volvían a crecer rápidamente a medida que se las cortaba– y que, por tanto, es imposible toda lucha exitosa contra ella. Pero muchos no comparten ese pesimismo; primero, porque son optimistas que creen en el progreso constante de la humanidad hacia un mundo mejor y más seguro; y en segundo lugar, porque la Historia en general demuestra que, aunque a veces avanzando en círculos y aún con períodos de retroceso, al final se llega a estadios más elevados, para recomenzar el proceso, pero siempre hacia delante, recordándonos la “marcha de los peregrinos” del Tanhäuser de Wagner.
               Porque la corrupción es un círculo vicioso: cuanto más atrasado y pobre es un país, más corrupta es su sociedad y todo su sistema de Instituciones. Es que la misma pobreza y carencia de oportunidades que ello engendra, hace que los ciudadanos encumbrados traten de atesorar riqueza rápida y fácil para precaverse de volver a caer en la medianía indigente, y esa misma pobreza generalizada vuelve a los sumergidos en ella muy fáciles de ser corrompidos a causa de la perentoria necesidad en que se desenvuelven. De allí deviene el fatal círculo vicioso: se corrompe para ascender en la escala, se corrompe luego para sostenerse arriba, y los de abajo aceptan ser corrompidos para poder sobrevivir.
               Pero ese círculo vicioso de corrupción puede ser roto por la voluntad de Dirigentes capaces de comprender su misión histórica y se sientan imbuidos del espíritu de aquellos “héroes históricos universales” que describía Hegel.


Sí, una Clase Dirigente honesta y capaz puede torcer el rumbo de la historia; al respecto recordemos con unción la saga de Per Albin Hansson, el hombre que tomó el timón del Gobierno en Suecia en 1932, país hasta entonces sumido en el atraso y la corrupción inherente a ello, con una renta “per cápita” menor que la de Argentina, y cuyos ciudadanos emigraban, hambrientos, a los EE.UU. Con una decidida voluntad de cambio, una honestidad a toda prueba, con la organización de un formidable Partido Político de masas, y su capacidad de persuasión que movió el apoyo firme de su pueblo, logró una amplia concertación de las fuerzas sociales que moldeó nuevas instituciones –que sus sucesores continuaron– convirtiendo a Suecia en lo que es ahora. Uno de los países más ricos del mundo y quizá el de mayor justicia social y menor corrupción del planeta. Per Albin Hansson gobernó catorce años y murió en 1946 de un síncope mientras viajaba en tranvía desde su casa a la residencia del Gobierno.
               Y ESTO PUEDE HACERSE EN NUESTRO PARAGUAY; nosotros no creemos en razas ni pueblos biológicamente superiores; Paraguay tuvo épocas de grandeza sin corrupción y hombres íntegros como el Dr. Francia, los López, Bernardino Caballero, Patricio Escobar, Eligio Ayala y Eusebio Ayala. Se puede, con una organización política donde se mezclen el idealismo y el trabajo duro; con puertas no cerradas a la Prensa y presión e interés de la Opinión Pública en el control gubernamental; con una sociedad abierta a la democracia pero implacable con la corrupción. Poniendo fin a la impunidad con un Gobierno “que haga lo que debe hacer”; sin Presidente de la República débil, deshonesto e incapaz, ni un Congreso que se escude en sus fueros mientras viola tranquilamente la Ley.
               Así terminaremos con la corrupción como terminó la historia de la “Hidra de Lerna”, haciendo lo que hizo Hércules, quien cortó las siete cabezas de un golpe y ya no hubo cabeza que volviera a crecer.-               


sábado, 14 de diciembre de 2013

TECNICOS vs POLITICOS.




                 ANÁLISIS DE SITUACIÓN ESPECIAL

                    TRES DESAFÍOS PARA EL PTE. CARTES.
                                                     I
                             El Poder y el Orden.
   ¿TÉCNICOS VS. POLÍTICOS?.   
     

               a) Legitimidad y Gobernabilidad: Al conocido aforismo acuñado por Mao Tse Tung (Mao Zedong con la nueva grafía china) “el Poder surge del cañón de un fusil”, habría que añadir que si bien es indudablemente cierto, también lo es en un sentido limitado, porque además existen otras clases y fuentes de Poder tanto o más importantes, y la primera es la autoridad derivada de la legitimidad.
               El reconocimiento de la legitimidad puede basarse en una variedad de situaciones e ideas (como por ej. una ideología revolucionaria, una ortodoxia religiosa, un linaje real, un liderazgo carismático espectacular o el estricto cumplimiento de los cánones de la democracia liberal), pero solo tendrá éxito si se la expresa en términos que la mayoría de la población, la clase dirigente y los factores de presión puedan llegar a aceptar por haber llegado al convencimiento de que lo que ha sucedido está justificado porque es correcto. Y así, en un país como el nuestro, donde emergimos de una sociedad oprimida por décadas y políticamente desmovilizada, donde la mayoría de la gente estaba todavía “fuera de combate”, pudo darse el caso de la toma del poder por una Dirigencia corrupta e inepta apoyada por “grupos de presión”, mediante la neutralización de la mayoría y el “adormecimiento” de una gran parte de la población con el concepto de que mejor era aceptar los hechos consumados para que la “transición democrática” pudiese continuar su curso.
               Pero así como lo expresara uno de los personajes científicos de la celebrada película “Parque Jurásico” que “la vida irrumpe incontenible a través de cualquier barrera o condicionamiento con que se la quiera limitar”, así también la libertad de la democracia se expande y desarrolla aceleradamente a pesar de controles y presiones, y en poco tiempo más el Paraguay pos-stronista era ya un Estado políticamente sofisticado donde gran proporción de la población participaba en la vida pública a través de las elecciones, los grupos comunitarios, los Sindicatos, y como miembros de los Partidos Políticos, se volvía cada día más impaciente con la necesidad de reformar el Estado y el desarrollo económico acelerado con equidad, y por tanto también más exigente y crítica respecto a la “legitimidad”. Porque sin legitimidad no hay orden ni gobernabilidad posible.
               El Paraguay, como una de las zonas más atrasadas de la ya atrasada América Latina, se nos presenta saliendo del siglo XX sin haberse liberado de elementos semi-feudales, sin haber pasado por una Reforma ni una  Revolución liberal burguesa, pero, sin embargo, con elementos de una civilización moderna injertados en su existencia arcaica. Obligado, como toda América Latina, a avanzar bajo la superior presión económica y militar occidental, no pudo pasar por todas las fases del ciclo “clásico” del progreso Europeo y Norteamericano, debiendo pasar del extremo del atraso hacia el extremo del progreso como aquellas tribus que pasan bruscamente de la flecha al fusil, sin recorrer el espacio de tiempo que separa en el pasado a esas dos armas. Y entonces, su mismo atraso le obliga a avanzar políticamente, sin tregua, hasta el punto que marca el “nuevo orden internacional”, esa globalidad que se impone “urbi et orbe” y en la cual estamos envueltos. Pero como nuestra clase media burguesa es demasiado débil, es incapaz de sacudirse la carga de los elementos semifeudales (terratenientes, militares privilegiados, agroexportadores, contrabandistas y “ejecutivos de frontera” muy ricos, importadores suntuarios etc.), lo cual hace que, en el otro extremo, una pequeña pero compacta clase obrera que va “in crescendo”, apoyada por un campesinado cada vez más rebelde y una población marginal creciente, pueda generar tensiones que conduzcan a una explosión de ingobernabilidad.
               León Trotsky, por medio de la “Ley del desarrollo combinado” explicó la fuerza de las tensiones dentro de la estructura social. Sin embargo, trata la estructura social como un elemento “relativamente constante” de la situación de una sociedad que no explica por sí mismo los acontecimientos ingobernables de una revolución. Entonces, si la economía nacional y las relaciones básicas de las clases sociales pueden ser las mismas, por ej. , de los últimos 20 años, ¿qué explica directamente las erupciones de ingobernabilidad con desprecio de la Ley y el Orden que estamos observando en el Paraguay? ¿Puede ser simplemente efecto de la democracia? “No” –nos contesta Trotsky – “con democracia formal o sin ella, la explicación está en los cambios en la psicología de las masas”: si la estructura de la sociedad es el factor constante, la actitud y los estados de ánimo de las masas son el elemento variable que determina el flujo y reflujo de los acontecimientos, su ritmo y su dirección. El rasgo más indudable de una revolución o una ingobernabilidad generalizada es la intervención directa de las masas en los acontecimientos. “La rebeldía está presente en los nervios de aquellas aún antes de que aparezca en las calles”. Así, paradójicamente, la causa más profunda de una ingobernabilidad generalizada que lleva a una explosión social revolucionaria o a un cambio de las élites gobernantes, no se deriva automáticamente de la decadencia de un viejo orden, sino cuando bajo el impacto de alguna catástrofe como el colapso económico y el vacío de Poder, los hombres comprenden súbitamente su retraso mental respecto de los tiempos y se disponen a superarlo de inmediato; entonces se produce la gigantesca erupción de desesperación, esperanza y actividad. Como lo dijo acertadamente Alexis de Tocqueville (“La Democracia en América”): “soportado con resignación, mientras parece inevitable, una vez que ha pasado por la mente de los hombres la posibilidad de superarlo, el sufrimiento se vuelve intolerable”.
               Quienquiera observe las continuas manifestaciones de campesinos desposeídos de tierra y las ocupaciones de propiedades por gente cada vez más levantisca, organizada, informada, y también armada, con una conciencia de clase día a día más acentuada, los golpes guerrilleros del EPP, o la agresividad de los Sindicatos de Trabajadores; quienquiera analizase la incidencia de ese alto porcentaje de desocupación –confesado por el Ministerio de Hacienda– en   la pobre educación , mala salud, baja productividad y auge de la delincuencia, más el continuo incremento de la deforestación y el narcotráfico, y comprobase la intocabilidad de los privilegios como las de la oligarquía agraria latifundista, la “patria financiera” que casi no paga impuestos, la permanencia tranquila de ex gobernantes y políticos corruptos, amén de la influencia social y política de “cuasi-delincuentes” de frontera, puede darse cuenta que los elementos de una situación de ingobernabilidad generalizada están presentes y aumentando.
                  b) La importancia del Partido Político en la consolidación del Poder, el mantenimiento del Orden y la Gobernabilidad: Condición indispensable en la edificación del Poder del Gobierno es la presencia y  actividad del Partido Político que lo sustenta; porque sin el apoyo masivo de un Partido, probado y templado en los combates y con una larga tradición detrás de sí, el Gobierno no podrá librarse del yugo de los intereses creados y establecer su propio poder político; y la importancia del Partido Político se eleva aún más después de conquistado el Poder Estatal.
               La historia enseña de muchos casos en que las fuerzas políticas después de conquistar el poder, no sabían qué hacer con él, concluyendo de este modo a labrar su propia derrota. Entonces, el Partido que las apoya es el encargado de pertrecharle con este conocimiento. Después de la victoria, al Gobierno triunfante se le plantea la tarea de consolidar el Poder conquistado, y –en nuestro caso paraguayo actual– desplegar una labor encaminada a la transformación del régimen económico de la sociedad y, por último, organizar la creación de una nueva economía y de una nueva cultura. Y sin un Partido férreamente organizado y templado en la lucha, sin un Partido que goce de la confianza de todo lo que haya de honrado en la ciudadanía, sin un Partido que sepa pulsar el estado de espíritu de las masas e influir sobre él, es imposible llevar a cabo esta tarea. Esto significa que también nuestro Partido Colorado debe ser transformado, modernizado, remozado y cultivado con nuevas costumbres que lo hagan distinto a lo que antes era y lo llevaron a la llanura. Y esto debe ser fruto de un amplio debate sobre el tipo de Partido y de sociedad que queremos y el quehacer del Partido en esta etapa crítica de la vida nacional, con la elaboración de un PROYECTO IDEOLÓGICO, un PROGRAMA POLÍTICO para corto, mediano y largo plazo, y una PROPUESTA DE REORGANIZACIÓN de la estructura partidaria.
               Debemos comprender que ESTÁ CONCLUYENDO UN TIEMPO y CERRÁNDOSE UN CICLO en la historia de nuestro país y de nuestro Partido, por el AGOTAMIENTO DE UN MODELO DE GESTIÓN POLÍTICA. Tiempo, ciclo y modelo que, en el ocaso de sus trayectorias, convocan hoy, por ley ineluctable de la historia, a una renovación profunda y radical, que permita instaurar UN TIEMPO NUEVO, UN MODERNO CICLO HISTÓRICO, y UN MODELO DE GESTIÓN POLÍTICA ORIGINAL. Esto es fundamental porque el Partido es el que debe infundir en las masas el espíritu de disciplina y de organización para cumplir con las directrices del Gobierno y servir de “correa de transmisión” para el mantenimiento de la Gobernabilidad, la Ley y el Orden, aglutinando a los diferentes estratos del pueblo en torno a un objetivo común y cumpliendo la función de fuerza dirigente y orientadora del mismo. El Partido Político cumple esta función en el sistema por medio de todo un conjunto de organizaciones estatales y sociales que lo enlazan con las más extensas masas populares como las Seccionales, Sindicatos, las Cooperativas, la Juventud, las Mujeres, Profesionales, Campesinos, y otras organizaciones sociales. Por medio de estas organizaciones las capas populares más diversas expresan sus aspiraciones y su voluntad y el Partido debe apoyarse en ellas para llevar a cabo sus tareas evitando los brotes de rebeldía y manteniendo la paz y la seguridad. Porque la Dirección de un Partido sano, consciente de su destino histórico, garantiza la solución de todos los problemas nacionales en interés de todo el pueblo y no sirviendo los intereses particulares o de grupo. De ahí que todos los intentos de separar la actividad de tales o cuales órganos del Gobierno o Entes Administrativos Estatales y Paraestatales de la presencia del Partido, de sustraerlos al control del mismo, son profundamente nocivos y se oponen a los intereses del pueblo. El zafarse del Partido conduce a fracasos en el trabajo y al divorcio respecto de las masas.
               Por todo lo apuntado no es raro que el Neoliberalismo reaccionario antinacionalista descargue sus golpes principales sobre nuestro Partido Nacional Republicano. Simultáneamente, a fin de minar al Partido por dentro y desprestigiarlo por fuera, la propaganda Neoliberal se esfuerza por hacer creer a la opinión pública que se puede prescindir perfectamente de él. Porque el Neoliberalismo proclama que lo económico es más importante que lo político: niega en absoluto la necesidad de toda organización política; afirma que las clases populares no han de preocuparse de la política y que les basta con un Gobierno de “Tecnócratas”. Con su negación de la política, el Neoliberalismo subordina de hecho a la clase trabajadora a la influencia de la clase dominante.
                 c) El papel del Dirigente político en la historia: La activa participación de los afiliados del Partido en las labores del mismo no reduce sin embargo el significado de la Dirección, el papel de los Dirigentes capaces y en posesión de los necesarios conocimientos y experiencia. La historia de los Partidos Políticos de los distintos países demuestra que ellos pueden actuar con éxito cuando cuentan con grupos estables de Dirigentes expertos, prestigiosos e influyentes. Estos hombres y mujeres constituyen el núcleo Dirigente del Partido, nombrado por elección, que organiza prácticamente el cumplimiento de las resoluciones adoptadas y asegura el mantenimiento y transmisión de la experiencia y las tradiciones. La unidad de acción de los Dirigentes no significa en absoluto que no pueda existir diversidad de opiniones, discrepancias en cuestiones concretas (como ahora sobre los nombramientos en el Gabinete Ministerial y la Dirección de los Entes Administrativos) porque en caso contrario el Partido dejaría de ser algo vivo y se convertiría en un organismo muerto.
               El Príncipe Bismarck, el “Canciller de Hierro” que unió a los diferentes Principados y Estados alemanes bajo la hegemonía de Prusia para dar nacimiento al “Segundo Reich Alemán” decía que la política “es el arte de lo posible y la ciencia de lo provisorio”. Esto significa que la Dirección Política exige una gran capacidad y verdadero arte en la aplicación de la línea; caso contrario, la mejor línea política no servirá de nada. Por lo tanto, para la Dirección Política no es sólo saber sino ser capaz de hacer. ¿Cómo se adquiere esa capacidad, ese arte?: El mero estudio teórico, se comprende, no basta. Cada Dirigente únicamente puede dominar el arte de la dirección política sobre la base de una gran experiencia propia; no hay escuela capaz de cumplir las veces de la escuela que es la lucha práctica con todas sus vicisitudes y pruebas, con sus victorias y sus derrotas. ¿Y qué grandes esferas abarca el arte de la dirección política?: Lo primero de todo, la capacidad de trabajar entre las masas, porque los afiliados no escucharán jamás los consejos de los Dirigentes si no coinciden con lo que la experiencia de la propia vida les enseña. Otra parte importante de la dirección política es la capacidad para unir los esfuerzos propios a los esfuerzos de todos con quienes es posible llegar a la unidad de acción, sin excluir a los que mantienen discrepancias en cuestiones de fondo”. El arte de la Dirección Política comprende también la capacidad para elegir formas de lucha que correspondan a la situación, y de estar dispuestos a los cambios más rápidos e inesperados de estas formas. En fin, la ciencia y el arte de la Dirección Política se manifiestan asimismo en la capacidad para destacar las tareas principales en el cumplimiento de las cuales han de centrarse los esfuerzos.
               El Dirigente Político debe también tener una fuerte personalidad, no timorata, que le permita no dudar en defender los intereses de su Partido y su pueblo aunque fuere en la situación más difícil, arriesgando su posición y persona inclusive, y estar dotado de un buen nivel intelectual y cultura suficiente como lo demuestran los grandes políticos que registra la historia, por ejemplo: Winston Churchill, ganador del premio Pulitzer y el premio Nobel de Literatura; Charles De Gaulle, autor de varios libros entre los que destaca “Le Fil de la Epée” un formidable tratado de la historia militar de Francia desde la batalla de Azincourt en la Edad Media; Konrad Adenauer, Willy Brandt, Lenin, Stalin, Trotsky, Juan D. Perón y muchos más.
               Además de un superior razonamiento lógico y capacidad de análisis, tiene que ser muy intuitivo, dotado de una gran presciencia (esa intuición rayana en la adivinación) y lo que los alemanes llaman fingerspitzgefühl (“sensibilidad en la punta de los dedos”) que describe perfectamente el sentido de la oportunidad y de la cronometración de los acontecimientos. Por último, ser un gran psicólogo de masas que le permita conocer a la gente y verla como realmente es y no como él quisiera que fuese. Y, por supuesto con un gran idealismo y total devoción por su causa  con total convencimiento ideológico. Pues el gran Dirigente no lleva tras de sí a las masas caprichosamente sino que intuye hacia dónde se dirigen y se les pone delante. NO, NO SE PUEDE PRESCINDIR DEL POLÍTICO.
                  d) Experiencias fallidas: Como ahora se ha abierto el debate –a raíz de los nombramientos en Cargos Ministeriales y Dirección de Entes Públicos– sobre si es mejor gobernar con “Técnicos” antes que con “Políticos”,  es interesante recordar lo que expresaba, ya en 1690, después de consumada la Revolución Inglesa de 1688-89 –llamada “La Gloriosa”– George Savile, Marqués de Halifax, “Lord del Sello Privado” del Gobierno del nuevo Rey Guillermo III y el más notable e influyente de ese Gobierno, respecto a la diferencia entre un  político “culto” y un “técnico”: que la diferencia entre ambos es que el Político tiene “la capacidad de ver el momento y la parte, a la luz de lo perdurable y el todo” “con la amplitud y la precisión de un filósofo político y el rigor incisivo de un Estadista práctico. Es decir, que el Político (si está intelectualmente bien dotado) puede “volar más alto que un Técnico pedrestremente apegado sólo a las querellas cotidianas que su estrecha y limitada función le presenta”; porque el “Técnico” no tiene la “muñeca política” que le permita comprender y “manejar” a la gente. Y Halifax nunca se contentó con ser enteramente un “hombre de gobierno”: “El Gobierno del mundo –escribió, en el sentido de gobierno de las naciones– es una gran cosa; pero es también algo muy tosco comparado con el conocimiento especulativo”. Comprendió perfectamente que la política tenía que manejar multitudes, lo que le alarmaba, diciendo: “Hay una crueldad acumulativa en un número de hombres, aunque ninguno de ellos sea naturalmente malo… El zumbido iracundo de una multitud es uno de los ruidos más sanguinarios del mundo”.
               Por eso queremos reseñar las experiencias de algunos casos muy emblemáticos y conocidos de Gobernantes que intentaron conducir sus naciones apoyándose solamente en “Técnicos” y algunos “Poderes Fácticos”, desechando a los Partidos Políticos en general y a sus Dirigentes en particular, y así les fue:
                  ALBERTO FUJIMORI: Presidente del Perú en la última década del siglo XX, se jactaba abiertamente ante la prensa de que en su Gabinete “no había un solo político sino todos “Técnicos” (sic). Y ¿cómo le fue a Fujimori? ¿cómo terminó? Desde que en 1992 dio su “autogolpe”, con la ayuda de las Fuerzas Armadas, disolviendo el Congreso, el Poder Judicial y proscribiendo a los Partidos Políticos, instauró en Perú una espantosa tiranía que violó todos los “Derechos Humanos” y las prescripciones constitucionales, con un conjunto de corrupción, torturas y crímenes de la mano de su “Asesor Técnico” de Seguridad Vladimiro Montesinos, aplicando una política económica neoliberal que provocó una violenta reacción popular, teniendo que huir del país y del poder, estando ahora ambos en la cárcel.
               Y ni siquiera mejoró la situación económica, dejando una herencia tan pesada que su sucesor Alejando Toledo no pudo revertir en cinco años de mandato, “levantando la cabeza” el Perú recién bajo el Gobierno del socialdemócrata Alan García, quien implementó una “Economía Social de Mercado” con muy buenos resultados que se sigue hasta hoy.
                  AUGUSTO PINOCHET: Este sanguinario Dictador de Chile que tomó el Poder, en 1973,  con un cruel Golpe de Estado, también proscribió los Partidos Políticos y puso en el Gobierno a los “Chicago Boys”: Técnicos neoliberales discípulos de Milton Friedman, que para 1982 llevaron al país a un colapso económico y social, teniendo que intervenir el tan vilipendiado Estado (para ellos) para salvar a Bancos, Empresas y en general el aparato productivo, siendo despedidos por el dictador quien nombró a Hernán Büchi como el “zar” de la economía para poner cierto orden, quien como Candidato Presidencial fue contundentemente derrotado por la coalición opositora la que operó cambios hacia una Economía Social de Mercado también.
                   GONZALO SÁNCHEZ DE LOZADA: Criado y educado en los EE.UU., también instauró en Bolivia un régimen de “Técnicos” que ejecutaron una política económica Neoliberal diseñada y asesorada por nuestro conocido economista norteamericano Jeffrey Sachs, con los resultados que sabemos: una violentísima reacción popular con más de un  centenar de muertos que lo obligó (a Lozada) a dimitir y huir del país dejando abiertas las puertas para la entronización de Evo Morales.
                    JUAN CARLOS ONGANÍA: El caso de este General que también llegó a la Presidencia de Argentina por un  Golpe de Estado –que él llamó “la Revolución Argentina”, destinada a durar 20 años– es uno de los más emblemáticos por ser el primero en prescindir de los Políticos y sus Partidos, pretendiendo (como lo anunció soberbiamente) gobernar solamente con “Técnicos” y apoyado en el Empresariado y las FF.AA. Pero fracasó completamente tras cuatro años de Gobierno (1966-1970) siendo derribado por esas mismas fuerzas que lo encumbraron. Al respecto, es interesante recordar el campechano comentario de Perón ante su caída: “Yo sabía que este muchacho iba a fracasar. Entró comportándose como ‘el peludo de turno’ repartiendo golpes aquí y allá. Pero los Técnicos y los Militares solo conocen una cara de la moneda y no pueden gobernar sin los Políticos”. Y para remarcar aún más lo orgulloso que estaba de su condición de Político, declaró a la prensa durante su visita al Paraguay antes de volver a asumir la Primera Magistratura de Argentina: Los militares intentaron llegar a un acuerdo conmigo. Me ofrecieron incluso devolverme mi Grado de General. El Grado de General… ¿para qué lo quiero? Ser General no me costó nada, sólo tuve que dejar pasar el tiempo hasta alcanzar la antigüedad requerida. En cambio, ser Perón me costó”.
                    e) La polémica con el Presidente Cartes: Los nombramientos para cubrir las Carteras Ministeriales y la Dirección de los Entes Administrativos hechos por el Poder Ejecutivo, han desatado una grande y aguda controversia en el Partido Colorado y en la opinión pública en general. Algunos más recalcitrantes piensan que el Presidente de la República se embarcará en un Gobierno apoyado fundamentalmente en “Técnicos” –que  precisamente por no ser “Políticos” y no tener la visión de futuro ni interés electoral ni “clientela” que satisfacer como éstos, no pueden ofrecer resistencia alguna– extraordinariamente obedientes a los dictados de aquél. Recordamos lo que Shakespeare hacía decir a Julio César en su obra homónima: “Yo prefiero a mi alrededor hombres gordos de cara lustrosa y que ronquen por la noche antes que a esos individuos magros, ojerosos, que pasan las noches en vela, activan mucho entre la gente y piensan demasiado: éstos son peligrosos e incómodos, los otros no causan problemas”.
               Otros más cautos creen sin embargo que el Ejecutivo rectificará rumbos y no dejará de apoyarse en la Organización Partidaria porque su titular comprende perfectamente el peligro de quedar aislado de su base popular, “navegando” en las turbulentas aguas del “cambio”, que requiere el momento actual, recostado solamente en “Técnicos” obsecuentes (que aunque estén afiliados al Partido no han hecho nunca militancia política y no tienen experiencia de cómo llegar a la gente) y un Empresariado que exigirá una política de rápidos resultados para sus intereses. Pero es preocupante que en el discurso de toma de posesión del Presidente de la Rca., muy bien elaborado y con una retórica brillante, no se haya hecho mención alguna de la necesidad de una amplia y radical Reforma Agraria que reduzca esa tremenda asimetría estructural del campo –donde el 1% de la población es propietaria de casi el 80% de las mejores tierras cultivables– ni de la relación con los Sindicatos de Trabajadores, a los que no se puede ignorar, y su situación laboral. Por otra parte, los designados como Ministros  –excepto el Canciller Eladio Loizaga– no resisten la crítica a su condición de “Técnicos” en la materia de su competencia según se desprende de sus currícula que no revelan mucha experiencia en ella. Recordemos que el Diccionario de la Real Academia define al “Técnico” como “El que tiene sabiduría y experiencia práctica en un arte o ciencia”. Como “botón de muestra” tenemos la falta de reflejos políticos en la reacción del Ministro del Interior De Vargas, quien ante el primer ataque sangriento del EPP bajo este nuevo Gobierno, sólo atinó a responder  con medidas de fuerza pidiendo la movilización masiva del Ejército y la Policía, cuando que la experiencia histórica ha demostrado que el máximo empleo de la fuerza no basta para derrotar a las guerrillas, que, como lo escribió Mao Zedong, “viven y se mimetizan entre el pueblo como pez en el agua”. Si la potencia militar pudiese domeñar la insurgencia montada sobre el terrible descontento popular, los Franceses no hubieran “mordido el polvo” en Diem Biem Phu en 1954, ni sus sucesores en Indochina: los Norteamericanos, hubiesen perdido la Guerra de Vietnam, Cambodia y Laos; Argelia y Angola no hubiesen logrado su independencia a base de lucha guerrillera; Castro no habría triunfado en Cuba; los Sandinistas en Nicaragua; ni Colombia, que recibió durante décadas una masiva ayuda militar y económica, con “expertos”, de los EE.UU., estaría negociando la paz con las FARC. Recomendamos al Ministro del Interior –si es propenso a la lectura– enterarse de lo que escribieron, además de Mao Zedong (“Manual de Guerra de Guerrillas”), el vietnamita Ho-Chi-Ming (“Elefantes contra Conejos”), Ernesto “Che” Guevara (Obras Completas: “La Teoría del Foco”) y Regis Debray (“Revolución en la Revolución”) entre otros. 
      Cuando la tremenda ofensiva del Ejército Norteamericano contra las Guerrillas Vietnamitas, que llegó a tener 500.000 soldados en el terreno, el Líder Vietnamés Ho-Chi-Ming ironizó escribiendo que era una guerra de “elefantes contra conejos” diciendo que los elefantes no podrían aplastar a los conejos pues éstos se les escurrían entre las patas, y agregó que las guerrillas eran “hormigas rojas” y que “las hormigas “no pueden matar a un elefante pero se lo pueden comer”. Nuestro actual Ministro del Interior no tiene formación ni experiencia política –sólo ha sido un Burócrata del Poder Judicial y la SENAD– y está yendo de fracaso en fracaso, debiendo ser sustituido sin más trámite por un Dirigente Político, como quería Cicerón: “sapiente, prudente y experiente”, con mucha experiencia práctica en la resolución de graves problemas de ésta índole, gran bagaje intelectual que le permita comprender todas las aristas de la situación, y un valor personal con capacidad de decisión rápida y efectiva. Es nuestra convicción que tales cualidades se hallan reunidas en la recia personalidad del Dr. Bader Rachid Lichi, quien además tiene un “plan maestro” para derrotar a la subversión y devolver, también, la seguridad a la ciudadanía. Bader es un Dirigente consciente, organizado e informado. Es el candidato ideal para Minisro del Interior.  
                    Así pues, nosotros pensamos que un Gobierno que quiera ser eficiente y eficaz, debe tener como Ministros y Directores de Entes Públicos –excepto en las Binacionales– a Políticos intelectualmente capaces para comprender “el momento y la parte, a la luz de lo perdurable y el todo” y con gran sentido de organización para rodearse de excelentes Técnicos, como sucede en los Estados Europeos y en los EE.UU. Y estamos seguros de que el Presidente Cartes más temprano que tarde así lo hará pues es demasiado inteligente para cometer un gran error. Creemos que este Gabinete es tentativo y provisorio, con gente de su confianza a la que conoce mientras va observando a los Políticos Colorados capaces de ser útiles en el Gobierno.