LA GUERRILLA
CAMPESINA
Los nuevos y continuos ataques del EPP nos obligan a examinar esta
cuestión en su aspecto teórico como práctico:
En un
estudio publicado en una fecha tan lejana como 1964, el escritor argentino
Jorge Abelardo Ramos examinó las ideas de Ernesto
“Che” Guevara sobre la aplicabilidad de la guerrilla como fórmula única de
la lucha en América Latina (1): “La autoridad revolucionaria legítimamente
adquirida por Guevara por su actuación en la Revolución Cubana
volvía indispensable esa puntualización, por más severa que fuese. Respetábamos
su notable figura como guerrillero, pero expresábamos nuestras reservas como
teórico de la revolución latinoamericana, justamente porque su prestigio
aumentaba los peligros de la difusión de una
concepción voluntarista profundamente errónea. Pero la ratificación por Fidel Castro de aquellas tesis de
Guevara y su tentativa de aplicación en varios Estados Latinoamericanos obligan
a considerar nuevamente la cuestión”(2).
Esto
parecería haber sido escrito en esta época y para el Paraguay de ahora, que
tiene a una Guerrilla al parecer intoxicada por esa ideología aunque nuestro
bobalicón Ministro del Interior
–que debe ser removido sin más trámite y cuyo
reemplazante ideal sería el Dr. Bader
Rachid Lichi que es un político consciente, experimentado, informado y con
capacidad de organización, que tiene un plan– asegura que sólo se trata de “un grupo de criminales y
narcotraficantes sin ninguna ideología”(sic) pero
el EPP está fuertemente ideologizado
(por la ideología del “foco”), por eso continuaremos analizando la cuestión.
Las ideas de Castro y Guevara han sido reformuladas por, en aquél entonces, un
joven intelectual francés: Regis Debray (que
ahora, en su madurez, ha abjurado completamente de ellas en su libro “Alabados
sean los Señores”). Sus tres trabajos publicados (3) permiten ofrecernos una
idea de conjunto de lo que es la escala de valores de los revolucionarios
cubanos (porque perviven aún hoy) sobre los múltiples problemas de América
Latina y en particular acerca de los métodos aplicables a su revolución. Y los
errores de Debray alcanzan proporciones espectaculares: el concepto dominante de estos trabajos consiste en elevar la
lucha armada al nivel de único para la lucha revolucionaria y en reducir todas
las etapas de la lucha política a un conjunto de fórmulas técnico-militares
porque “la lucha armada parece tener razones que la teoría no conoce”(4). La
fórmula introductoria es muy singular: “Liberar el presente del pasado”, esto es, no hacer mucho caso a la
experiencia histórica de las revoluciones. La originalidad que va a brindarnos
Debray así lo exige, pues nos dice a continuación que pocos años de experiencia
armada en América Latina han hecho “mucho más para dar a conocer la
singularidad de sus condiciones objetivas que las décadas precedentes de teoría
política copiada”. Pero ignora que en “las décadas precedentes” no sólo se habían formulado en América
Latina “teorías políticas copiadas”,
sino además movimientos de masas no copiados, entre ellos algunos armados;
recordemos a Zapata, a Sandino, a Prestes, a los mineros bolivianos de 1942 y a
la clase media y obreros de Bolivia de 1952.
De la
idea central de Debray se desprenden necesariamente todos sus extravíos
laterales. En efecto, afirma que la Revolución Cubana
ha sustituido el Partido por la
Guerrilla , y que sólo la guerrilla puede generar al Partido.
El Jefe de ésta debe reunir a la vez la condición de Jefe político y militar.
Sin embargo, en China y Viet Nam el
Partido creó su fuerza militar subordinada a la dirección política de aquél.
Pero Debray dice que en América Latina, Cuba ha enseñado un nuevo camino, es la Guerrilla la que genera el
Partido: “esta es la desconcertante novedad inaugurada por la revolución cubana”(5). Esta novedad habría puesto fin a “un divorcio de varias décadas entre teoría
marxista y práctica revolucionaria” (6). Ahora, el marxismo se ha encarnado
al fin. ¿Y los Partidos Marxistas?: “Ahí donde el instrumento no sirve ya, ¿debe
detenerse la lucha de clases o deben forjarse nuevos instrumentos?”.... “la Guerrilla se convierte en Dirección Política…”
y, “una perfecta educación marxista
no es, para comenzar, una condición imperativa” (7).
Naturalmente
esto no lo comprenden los hombres de ciudades porque “El hombre de ciudad vive como un consumidor….
Aunque sea un camarada, si se pasa la vida en la ciudad es un burgués sin
saberlo en comparación con el guerrillero…. Se dice bien que nos bañamos en
lo social: los baños prolongados ablandan (8). Los únicos que no se ablandan son los que se bañan en el propio
ombligo. Es decir, que se bañan en lo individual; son los duros individualistas
que pretenden sustituirse al Partido y al pueblo y se autoeligen para el
martirio. Lenin escribió varios
volúmenes para condenarlos, al mismo tiempo que se inclinaba ante su heroísmo
personal. Es imposible seguirlo a Debray en su romantización del “núcleo
elegido” sin recordar la observación de Engels,
que no sólo era un maestro del socialismo, sino también un robusto joven
que luchó con las armas en la mano y algo sabía de milicia: “¡Qué
pueril ingenuidad la de presentar la propia impaciencia como argumento
teórico!”.
Pero
ahora ya tenemos entre nosotros al EPP
(Ejército Paraguayo del Pueblo) un foco guerrillero al parecer imbuido de las
ideas Castro-Guevaristas divulgadas por Regis Debray, que no admite pertenecer
a ningún Partido Político y ha perpetrado importantes golpes donde ha corrido
sangre, haciéndose inaccesible, tanto a la policía como al ejército, operando
en el norte del país –y también en el bajo Chaco– moviéndose entre la población
“como pez en el agua” según decía Mao
Zedong (Mao Tse Tung en la antigua grafía china) en su “Manual de Guerra de Guerrillas”. Ni el “Estado de Emergencia”,
decretado dos veces en la era Lugo, ni el consiguiente rastrillaje de tropas
del Ejército y dotaciones de la Policía Nacional especializada dieron –ni dan
ahora– resultado alguno, teniendo por resultado que vastos sectores de la
opinión pública acusaran al ex-Presidente Lugo y su Gobierno de “complacencia”
con dicho grupo extremista y violento, y al actual Gobierno de “inútil” junto a
su inexperto y burocrático Ministro del
Interior.
Pero la guerra campesina ya está declarada y
continuará, y no puede ser para menos en un país donde casi el 80% de las
mejores tierras cultivables está en manos del 1% de la población y en el cual
los Partidos de Izquierda, cuando estuvieron en el Poder, se dedicaron a
soliviantar los ya encrespados y levantiscos ánimos campesinos pero sin
gestionar ni emprender medidas prácticas para su solución, pasando –eso sí– a ocupar cuanto cargo burocrático se ponía a su
alcance y con visos de corrupción que se fueron detectando.
El
problema guerrillero no se soluciona con un aparatoso despliegue de fuerza
militar-policial, que es –según la irónica expresión de Ho Chi Ming cuando los
EE.UU. tuvieron 500.000 soldados en Viet Nam– “una guerra de elefantes contra conejos” que no podía ser ganada por aquéllos pues los conejos se les
escurrían entre sus patas; como ya
lo demostró hasta la saciedad la experiencia histórica en China, Vietnam, Laos,
Camboya, Argelia, el Congo, Angola, Cuba, Nicaragua, El Salvador, y actualmente
Colombia; sino que se soluciona
apoyándose en un gran Partido Político de masas, de raigambre popular
histórica y Agrarista reorganizado,
concientizado y reeducado, listo para la acción en profundidad a corto y largo
plazo entre el pueblo, oponiendo idea-fuerza a idea-fuerza, propaganda a
propaganda e ideología a ideología; y eliminando la bandera de la guerrilla:
eliminando la gran asimetría
estructural campesina con una radical y profunda “Reforma Agraria”, tocando
los intereses de la Oligarquía
Latifundista Agraria Semifeudal, (no en balde la Guerrilla se
desarrolla y prospera en los dos Dptos. más pobres del País: San Pedro y
Concepción) como lo hicieron los países que emergieron del subdesarrollo
luego de la 2ª Guerra Mundial y ahora están en el “Primer Mundo” constituyendo
“modelos” para nosotros: Taiwán, Corea y China Popular, que
empezaron su camino hacia el éxito socioeconómico y político solucionando,
primero que todo, el gran descontento campesino.-
N O T A S.
(1) Jorge
Abelardo Ramos: “Los peligros del empirismo en la revolución latinoamericana”.
Revista “Izquierda Nacional”, Nº 5; Febrero de 1964.-
(2) Ibídem:
“Historia de la Nación Latinoamericana ”;
p. 547; A. Peña Lillo Editor, Buenos
Aires, 1968.- Jorge Abelardo Ramos
fue un escritor y político argentino de la Extrema Izquierda
(Trotskysta), y Presidente del “Partido
de la Izquierda
Nacional (PSIN).-
(3) Regis
Debray: “América Latina: algunos problemas de estrategia revolucionaria”; Ed.
Banda Oriental; Montevideo, 1967.-
“El
Castrismo: la larga marcha de América Latina”; Revista “Pasado y Presente “; Córdoba, 1964.-
“¿Revolución en la Revolución ?”; Ed. Sandino;
Montevideo, 1967.-
(4) Ibídem :
“¿Revolución en la
Revolución ?”; p. 107.-
(5) Ibídem : p. 113.-
(6) Ibid. : p. 113.-
(7) Ibid. : p. 111.-
(8) Ibid. : p, 70.-
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