LA POLÍTICA EXTERIOR
ESTADOUNIDENSE
La
visión pragmática, o simplemente práctica o instrumental, cuando no la
propiamente pragmatista, se sitúa, con frecuencia, como un antecedente, o como
un aspecto determinante, de la acción política Estadounidense. Edward S. Said (1935-2003) por ejemplo,
pudo entrever un notorio influjo de esta línea de pensamiento a la hora de
definir y proyectar dicha acción política:
“Detrás de esto se halla la creencia
en el ‘Pragmatismo’ como sistema filosófico destinado a administrar
la realidad: un Pragmatismo
anti-metafísico, anti-histórico y hasta, curiosamente, anti-filosófico. Esa
especie de anti-nominalismo posmodernista constituye, junto a la Filosofía
Analítica, un sistema de pensamiento muy influyente en las Universidades
Estadounidenses” (Edward S. Said: “La Otra América”; en Le
Monde Diplomatique; nº 89, Marzo de
2003, p. 23).
El Pragmatismo Estadounidense es
particularmente evidente en la Política
Exterior, que no sigue ningún lineamiento claro y se adapta a cada
situación según se hayan analizado los mejores resultados para el país.
Recurrir al Pragmatismo significa que las situaciones son confrontadas en un
nivel individual, a diferencia de un nivel colectivo que generalmente implica
una planificación a largo plazo. El Pragmatismo afecta a la Política Exterior
de EE.UU. en varias formas: aminora
el requisito de que los responsables de la toma de decisiones sólo hagan
política que esté basada en estrictos principios legales o principios
ideológicos. La política no está casada con estrictos conceptos filosóficos o
morales. Se puede decidir con mayor flexibilidad, basada principalmente en
las percepciones políticas en lugar de rígidas consideraciones normativas. Además,
la Política Exterior de EE.UU. tiende a ser
más reactiva que proactiva;
en sus Relaciones Internacionales el país reacciona ante ciertos eventos que se
producen en lugar de anticipar qué se va a producir, como ya mencionaron varios
autores antes. En este sentido, el Pragmatismo contribuye a la tendencia
norteamericana a preferir los objetivos nacionales a corto plazo en comparación
a las soluciones a largo plazo, un enfoque que alimenta la falta de
coherencia en las acciones de Política Exterior.
Pese a las versiones contrapuestas a
que se ha hecho alusión, el Pragmatismo
es, como el Aislacionismo, cita
obligada en un estudio que pretende desbrozar la génesis de la Realpolitik
Estadounidense y que remite, necesariamente, al Excepcionalismo Norteamericano.
La
tendencia principal de los primeros 14 años de este siglo ha sido
el descenso gradual en la dominación Geopolítica Mundial de Estados Unidos en
particular y de Occidente en general. Creemos que para entender las razones por
las que el País con un aplastante poderío militar es incapaz de mantener su
preeminencia hay que analizar la situación que se desarrolló a partir del
colapso de la Unión Soviética: los Líderes Estadounidenses interpretaron
la desintegración de la URSS como el final de la lucha mundial y el momento
para empezar a desarrollar nuevos proyectos globales. A falta de fuerzas que se
lo pudieran impedir, se podía actuar sin considerar las peculiaridades de
las diversas regiones del mundo donde estos proyectos se introducían.
En
efecto, podemos distinguir que en la Política Estadounidense de los ‘90
dominaban tres postulados:
1. El mundo ha pasado a ser Unipolar,
por lo que se debe desarrollar un Sistema Económico Común donde a cada Estado
se le otorga su propio papel en el marco de la división internacional del
trabajo. Las fronteras interestatales se consideran un vestigio del pasado y no
deben impedir el movimiento libre de capitales, mercancías y recursos humanos.
2. El patrón Liberal del
orden social es el único posible ejemplo para todo el mundo y debe
desplegarse a fondo sin restricciones obsoletas dictadas por las culturas
tradicionales.
3. Occidente goza de una
posición excepcional en comparación con otros países. En particular EE.UU.
asume el papel de centro intelectual global empleado principalmente en la
elaboración de un producto informativo, mientras que los otros países
asumirán las funciones de extracción de materias primas y de producción de
bienes materiales, en particular los que tienen un fuerte impacto ecológico.
De
todo esto se desprendía el debilitamiento de la Soberanía Nacional de
los países de la periferia y la transferencia de las funciones Estatales a ciertas
Estructuras Supranacionales.
Bajo las banderas de la
Globalización el gran negocio empezó a exportar intensamente las capacidades
industriales desde Occidente a los países en desarrollo que ofrecían una fuerza
laboral incomparablemente más barata. De ahí la “desindustrialización”
en Norteamérica y Europa. Países anteriormente atrasados como China y la India no solamente se han convertido en poderosos Centros
Geopolíticos (China está pisando los talones de EE.UU. en cuanto a volumen de
PIB), sino que también han pasado a ser
los principales rivales de EE.UU., tanto económica como militarmente.
“La Política Liberal llevada al absurdo con la legalización de
los vicios y perversiones y llevada a cabo sin consideración de las
peculiaridades nacionales o de las tradiciones culturales ha desacreditado
la idea Liberal como tal”, opinan Expertos Geopolíticos en un Artículo
para el portal VPK News.
El
uso de las consignas de la “protección
de las fuerzas democráticas” para justificar
las intervenciones militares junto con el apoyo abierto a grupos
ultranacionalistas (en Ucrania) o fundamentalistas (en Libia y Siria) ha
hecho mermar la atracción del Modelo Social Occidental, algo que socavó
las bases morales de la influencia Estadounidense en el mundo.
Además se ha formado una gran burbuja virtual y no productiva en la economía de EE.UU., que ha concentrado gigantescos recursos financieros
cuyo tamaño es considerablemente mayor que el del sector real (productivo) no solamente de EE.UU.,
sino también de todos los Países Occidentales (Predominio del Capital
Financiero del Neoliberalismo). De ahí la amenaza de un colapso del
dólar y del crecimiento de todos los componentes de la deuda nacional, procesos
que en su conjunto llevan a una crisis económica.
Todo
eso dio como resultado que las Élites Nacionales de los anteriormente
incondicionales aliados de EE.UU. empezaron a tratar de liberarse de su control
porque con el colapso de la URSS, estos países dejaron de necesitar la protección
de Washington, sobre todo su protectorado económico; esto presentó una
amenaza al acceso de EE.UU. a las materias primas baratas, principalmente en lo
referente a combustibles, y debilitó su influencia.
La
intención de los aliados de salir de la esfera de protección Estadounidense fue
fomentada por la obvia desconsideración de sus intereses por parte de la Casa
Blanca. Ante esta situación, la Élite Estadounidense no tuvo otro remedio que
tomar medidas de emergencia para neutralizar estos procesos. De todas las
posibles soluciones se escogió el método más costoso y menos eficaz: el
militar. Probablemente aquí prevaleció la ilusión de “vencedor y amo del mundo” o
conclusiones incorrectas extraídas tras las guerras de Yugoslavia, Libia,
Afganistán, Irak, que le hicieron
sentirse capaz de resolver cualquier problema político mediante guerras sin
contacto directo, o sin riesgo de ocasionar grandes bajas en sus fuerzas.
El
análisis de los acontecimientos de la primera década de este siglo proporciona
la imagen de la Estrategia Estadounidense en ese período: tras crear
un fundamento moral y psicológico para un amplio uso de la fuerza gracias a los atentados terroristas del 11 de
Septiembre, lanzan ostensiblemente poderosas operaciones para aplastar a
los Países obviamente desobedientes y posteriormente convertirlos en plazas de
armas para la expansión en Asia Central y la presión sobre Rusia y China, así
como sobre los países de Oriente Medio y África del Norte, que conforman “Eurasia”
(“Quien domine Eurasia
dominará el Mundo”, dijo ya en 1919 el más famoso de los Geopolíticos, Sir Halford MacKinder). Precisamente
dos países de esa zona: Irak y Afganistán, manifiestos
enemigos de EE.UU. con posiciones geopolíticas excepcionalmente beneficiosas,
fueron escogidos como objetivos del primer golpe. Sin embargo, los primeros
éxitos tácticos que permitieron a EE.UU. y sus aliados de la OTAN ocupar
el territorio de estos países, fueron seguidos por enormes pérdidas económicas
y humanas en la guerra contra la insurgencia.
Para
2006 los Estrategas se dieron cuenta de que los objetivos políticos de las
operaciones en Afganistán e Irak no eran
alcanzables y de que la derrota militar de Occidente era una cuestión de
tiempo, como está pasando ya con el surgimiento y poderío del Estado Islámico(ISIS) ahora elevado
a la categoría de “Califato”
que domina la mayor parte de Irak y gran parte de Siria y Turquía. Y al
parecer, el Gobierno Estadounidense entendió que sin cambiar los
métodos era imposible realizar
con éxito las tareas globales. Entonces, el remplazo del belicoso George W.
Bush por el pacificador Barack
Obama –al que le entregaron un Premio Nobel de la Paz anticipado para
crear la imagen pertinente– significó el cambio de EE.UU. para realizar una
nueva estrategia aunque la metas no cambiaron; lo que cambió fue
solamente la herramienta: se priorizaron los métodos del ‘poder
suave’. Aun así la misión de la operación
Primavera Árabe, lanzada en 2011, fue radical: derrocar a los
Regímenes de Oriente Medio y África del Norte que estaban empezando a estar
fuera del control estadounidense para remplazarlos por Gobiernos
estrechamente vinculados con EE.UU. aunque no tuvieran aceptación popular. Sin embargo, aquí Washington también fracasó.
En los países donde los Regímenes Autoritarios procuraban llevar una política
moderadamente autónoma conservando cierta dependencia de Occidente, aparecieron
Fuerzas Islamistas radicales. Siria logró repeler la agresión
sufriendo pérdidas materiales y humanas enormes. Egipto vio una
Contrarrevolución que llevó al Poder a fuerzas que empezaron a reorientar sus
políticas hacia otros centros geopolíticos, incluyendo a Rusia, y tuvo que
recurrir a una sangrienta represión con Dictadura Militar cuyo destino aún está
por verse. Esta serie de fracasos de EE.UU. en la región llevaron a que
inclusive aliados tradicionales como Arabia Saudita y Catar
empezaran a actuar con más independencia y a veces en contra de los intereses
de su aliado Norteamericano. “Se sabe que Arabia Saudita desembolsó a
Egipto unos 3.000 millones de dólares para la adquisición de armas rusas. Según
algunos medios, también fracasaron los esfuerzos del Presidente Estadounidense
para inducir a las Monarquías del Golfo Pérsico a coordinar acciones para reducir
drásticamente los precios del combustible para perjudicar a Rusia”,
resalta el Artículo del portal citado.
Además, acotemos nosotros que EE.UU. está perdiendo su influencia en América
del Sur, en particular en Venezuela, el mayor productor de petróleo
de la región así como también en Ecuador, Bolivia, Argentina y Brasil.
“En esta situación la
declaración de una ‘revolución de pizarra’ [o revolución del
esquisto], que presuntamente ayudaría a Occidente a conseguir la independencia
energética, de hecho es la admisión por parte de EE.UU. de que sus esfuerzos
para restaurar el control sobre los recursos energéticos mundiales han
fracasado”, añaden los expertos.
Pensamos que una de las
desventajas de la Estrategia Estadounidense es su radicalismo. En lugar de realizar sus tareas gradualmente,
paso a paso, suavemente, volviendo la situación a su favor, el Gobierno intentó
hacerlo lo más rápido posible, prácticamente cambiando el Poder entero en el
País del que se trate. Por lo tanto fracasa la gestión del proceso de cambios:
de un Golpe de Estado bien controlado la situación
desciende a la fase de Revolución,
que es muy difícil o imposible de dirigir. Entre los ejemplos se
encuentran todas las etapas de la Primavera
Árabe y Ucrania, donde
el Poder se resistió hasta el final y se involucraron en el proceso grupos
radicales locales, que después de hecho tomaron el Poder en lugar de los
Líderes por los que había apostado Washington. Otra causa de los
fracasos estadounidenses es la subestimación de las fuerzas hostiles.
Como resultado, las operaciones casi siempre se demoran, los objetivos no se
alcanzan en la mayoría de los casos y se socavan los planes iniciales.
Otra
deficiencia que encontramos en la Política Exterior Estadounidense es atenerse
a los mismos patrones: Los acontecimientos de la Primavera Árabe se desarrollaron en diversos países según el
mismo escenario, el mismo modelo, sin tener en cuenta la diversidad étnica y
otras diferencias. Luego, a pesar de las consecuencias negativas para los
intereses de EE.UU., el mismo escenario casi sin modificaciones pudo verse en Ucrania. De ahí el fracaso
posterior, con la reincorporación de Crimea
por Rusia y graves pérdidas políticas de Washington.
En la
mayoría de los casos, EE.UU. comenzaba una nueva operación sin terminar la
previa. Sin acabar con los Talibanes en Afganistán, lanzaron una operación en Irak. Sin retirar las fuerzas de esos dos países, amenazaron
con represalias militares a Irán.
Sin resolver el problema Sirio,
aportaron a la desestabilización de Ucrania.
Como resultado se dispersan los esfuerzos y recursos y se producen fracasos
consecutivos, al igual que daños a la reputación del País. “Seguir
ciegamente un plan, por muy genial que sea, sin considerar la situación real,
es un camino hacia la derrota”, recuerda el Artículo de “VPK News”.
Nosotros ya habíamos apuntado en un Artículo anterior: “El
Excepcionalismo Norteamericano”, que en situaciones críticas y poco
habituales, la Política Estadounidense es incapaz de reaccionar y adaptarse
rápida y adecuadamente (fruto de la Ideología del Pragmatismo,y
su expresión:el Excepcionalismo); sus acciones se vuelven
asistemáticas y se escogen métodos inefectivos. Como ejemplo mencionaremos las
visitas de Altos Cargos Estadounidenses a Kiev durante las protestas del Maidán
o el contenido de las sanciones contra Rusia.
Concluyendo podemos decir que las causas de la ineficacia de la
Política Exterior Estadounidense son de carácter sistémico y radican en la
misma estructura NeoConservadora de la “Élite del Poder” de EE.UU. y en los
mecanismos de su funcionamiento. Es imposible eliminar estas causas a corto
plazo, a no ser que haya un fuerte y decisivo “golpe de timón”,
algo a lo que Latinoamérica (y
especialmente Paraguay) debe
prestar atención en el establecimiento de su Estrategia Política Exterior.
Si
los EE.UU. deciden rectificar rumbos para evitar nuevos fracasos en su Política
Exterior deben volver a la tradición “democratista” del Pte. Woodrow
Wilson: su fe en el Sistema Democrático Liberal y confianza en que el mismo
se expanda a otros países del área. Recordemos que el Presidente Wilson comenzó
una tradición distinta en los Estados Unidos: no supeditar los
ideales de la Democracia a las metas exclusivamente económicas. La
Democracia era el “prerrequisito” para la promoción de la libertad
económica y la justicia social. Y estaba
acérrimamente en contra de los Gobiernos golpistas, tiránicos y violentos:
“Jamás reconoceré a un Gobierno de carniceros” dijo refiriéndose
al Gobierno de facto del mexicano Victoriano Huerta, quien dirigió el Golpe que
derribó y asesinó al Presidente Constitucional Francisco I. Maderos;
pues para él Democracia significaba Estado
de Derecho y respeto a los Derechos Humanos. Porque Woodrow Wilson era
la encarnación misma de la tradición del Excepcionalismo
y el Excelsiorismo Norteamericano
y originó la que llegaría a ser la Escuela Intelectual predominante en la
Política Exterior Norteamericana. Fue Wilson quien forjó el pensamiento
norteamericano; fue Wilson quien captó las fuentes de la motivación
norteamericana, siendo la principal que los Estados Unidos simplemente no se
consideraban una Nación como cualquier otra, y cualesquiera que sean las
realidades y las lecciones del Poder, la perdurable convicción del Pueblo
Norteamericano ha sido que su carácter excepcional y excelso reside en la
práctica y la propagación de la Libertad. Wilson repitió lo que ya
era del dominio público desde Jefferson, “la misión especial de
los EE.UU. trasciende la diplomacia cotidiana, y los obliga a servir como Faro
de Libertad para el resto de la humanidad”. “Creamos esta Nación para
hacer libres a los hombres, y no limitamos nuestra concepción y nuestro
propósito a este país, y AHORA HAREMOS LIBRES A LOS HOMBRES. Si no lo hacemos,
desaparecerá la fama de nuestra patria, y todo su Poder se disipará” (Discurso
en Boston: 24 de Febrero de 1919). Y en verdad, esta Escuela de
Pensamiento es producto de la experiencia norteamericana: aunque han
existido otras Repúblicas, ninguna fue creada conscientemente para encarnar la
idea de la Libertad. La población de ningún otro país decidió encabezar un
nuevo Continente y civilizar sus regiones despobladas en nombre de la Libertad
y la Prosperidad para todos. Así, un positivo “Wilsonismo”
redivivo debe ser adoptado por la Élite Pragmatista Norteamericana para
cumplir el papel que le estuvo asignado por la historia.-
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