LA DERROTA DEL PARTIDO COLORADO
EL MENGUANTE PODERÍO DEL PARTIDO
NACIONAL REPUBLICANO HASTA SU CAÍDA
Y SUS CONSECUENCIAS.
INTRODUCCIÓN.
A un año más de la derrota del Partido Colorado el 20
de Abril de 2008, bueno es analizar las causas de su caída entonces y las
consecuencias que la siguieron antes de operarse su “resurrección” con Horacio Cartes cuya aparición
analizaremos en otra entrega.
A pesar de su gran victoria electoral
en los comicios Presidenciales y Parlamentarios de Mayo de 1998, el Partido
Colorado siguió estando en decadencia. Esta declinación del Partido Político
más numeroso en cantidad de afiliados, de Latinoamérica y el mundo, con relación
a la población de su país, representaba un viraje histórico en la vida política
del Paraguay. El Partido Colorado había sido incapaz de resistir el prolongado
asedio del Exterior y la democracia liberal; por eso hoy, a pesar de su
reciente victoria del 2013, se siente acosado por esos espectros y se ha
convertido en prototipo del predicamento en que se encuentran los Partidos
Políticos tradicionales del continente.
Es obvio que el Dr. José Zacarías Arza, ex
Presidente del Partido, ex Ministro
de Defensa del Gobierno de Federico Chaves, y co-fundador del MOPOCO, acertó
cuando dijo que “el Coloradismo fue
creado para conocer grandes triunfos o sufrir fracasos ejemplares”.
1. El CONTEXTO MÁS AMPLIO.
Los factores determinantes del destino
del Coloradismo en el Paraguay, así como los problemas que encaran otros
partidos tradicionales en Latinoamérica, residen tanto en los propios Partidos
como en el entorno político. Al respecto , ya en 1943 el político y escritor
liberal “Tiempista” Juan José Soler en su libro “Hacia
la Unión Nacional”(1) respondía a la pregunta ¿porqué cayó el Partido Liberal? con las siguientes cuatro
causas: 1.-Disensiones internas; 2.-Crisis de Jefatura; 3.-Técnica inadecuada
para sostenerse en el Gobierno; 4.-Disolución de vínculos morales.
Los Partidos Políticos
paraguayos han estado obsesionados, desde el final de la revolución del 47, por
las consecuencias de ésta. La división del espectro político y del
Partido vencedor de la contienda, consolidó la dominación de las FF.AA. sobre
el Partido Colorado y lo obligó a convertirse en algo así como rehén del
poderío militar y también lo obligó a una moderación autoimpuesta a las
ambiciones de los políticos colorados, que se erigió como requisito
indispensable para que los militares no intervinieran directamente en las
luchas internas por el Poder dentro del partido. Actualmente, el fin del
conflicto Este/Oeste mas la expansión democrática y la desmilitarización de la
política, eliminó cualquier posibilidad real de que el Ejército llegara a
intervenir en forma efectiva en los sueños de los partidos políticos de
ascender al poder cualquiera fuera su ideología u origen.
En el mejor de los casos, si se juzga
esta situación desde el punto de vista positivo, el Partido Colorado trató de
aprovechar el movimiento popular para favorecer su estrategia gradualista de
“una transición pacífica a la Democracia” por medio de una coalición de los
Movimientos internos que afloraron luego del golpe del ’89. En el peor de los casos,
el Partido Colorado demostró la bancarrota total de su retórica vanguardista y
sus pretensiones de llegar a erigirse en un Partido revolucionario. En términos
generales, los Partidos tradicionales de América del Sur no han sido capaces de
sustraerse a los hechos geoestratégicos elementales de su existencia política
misma. Todos encaran ambientes políticos hostiles y tienen pocas esperanzas de
que éstos cambien; cuentan con pocos aliados políticos nacionales e
internacionales o ninguno. La historia ha precipitado al Partido Colorado a
una crisis de identidad política.
En gran parte estos problemas de “raison d’étre” (qué proponer, con quién
aliarse, qué representar) son los que han quebrado su espina dorsal y lo
llevaron a la llanura, y todavía pueden volver a llevarlo.
2. IMPERATIVOS NACIONALES E
INTERNACIONALES.
Cuando Luis María Argaña condenó a Stroessner
en 1988 con su famosa frase:
“siempre habrá un 13 de Enero”, los máximos Dirigentes del Coloradismo se sintieron estremecidos y
desorientados tanto por su compromiso ideológico-político con el
stronismo como porque ese hecho implicaba una amenaza para su carrera.
Los Tradicionalistas importantes
llegaron al extremo de su osadía de aliarse en secreto con el Gral. Andrés
Rodríguez, para después, durante los inmediatos años siguientes acusarlo de
“anticoloradismo” y frustrar su reelección.
Los
colorados “argañistas” fueron los únicos que se opusieron al desmantelamiento
total del stronismo. Sin embargo quedaron totalmente aislados en la
Constituyente del ’92 y su posición política y logística les impidió organizar
una oposición formal a la venganza de Rodríguez impidiendo la candidatura de
Argaña a la Presidencia de la Rca. Tampoco fueron capaces de impedir la reforma
constitucional por la cual se creó en 1992 una República cuasi-parlamentaria
con una Presidencia grandemente debilitada, ni, en la práctica, la
consolidación de la candidatura fraudulenta de Juan Carlos Wasmosy.
Durante el quinquenio siguiente un grupo de
dirigentes formado por jóvenes y algunos miembros de la vieja guardia buscaron
un camino que les permitiera realizar la peligrosa travesía entre el Escila de abrir el Partido a una democratización del
mismo imbuido de nueva vitalidad con la inclusión del “Oviedismo”, y el Caribdis (2) de volver a
encerrarse en su política de fortificación del centralismo dentro del Partido y
la estrategia de “Reconciliación Colorada” de avanzar totalmente sola en el
sistema político. Finalmente, al verse sorprendidos con la guardia baja en 1993
por una imprevista pujanza electoral opositora lo suficientemente grande para
amenazar el predominio tradicional de los colorados, los Dirigentes hicieron
maniobras que desembocaron en un rompimiento total entre “Argañismo” y “Oviedismo”.
Por todo esto Argaña, que se
mostraba seguro del triunfo, perdió las elecciones internas de 1997. A partir
de entonces, los “oviedistas” recorrieron penosamente un período de siete meses
monótonos, aunque tortuosos, en que a Lino
Oviedo le hicieron probar su propia medicina en su calidad de
corresponsable del violento Golpe (porque eso fue realmente antes que mero
fraude) que Rodríguez perpetró contra Argaña en 1993; y en su carácter,
también, de corresponsable por mucho tiempo de las políticas del Gobierno
Wasmosy, tuvo que compartir las consecuencias políticas de todos los desatinos
financieros de dicho Gobierno y del incremento masivo del desempleo, carestía y
corrupción que se registraron entre 1993 y 1998. Es cierto que Oviedo rompió
con Wasmosy (o al revés) pero las consecuencias político-económicas no pudieron
borrarse del imaginario colectivo. Para más, la virtual victoria de los
opositores en el Parlamento en las elecciones de 1993 trajo consigo cinco años
de “cohabitación” entre el Pte. Wasmosy
y el líder Presidente del PLRA, Domingo
Laíno, que se conoce como “Pacto de Gobernabilidad”. Los argañistas volvieron a explotar el sectarismo en su afán de
capitalizar cualquier desilusión de los votantes colorados hacia Wasmosy y
adoptaron una posición ferozmente antiliberal-wasmosysta frente a la
“cohabitación” que llamaron “Pacto de complicidad”. Para bien o para mal,
Argaña había decidido adoptar una posición de “espléndido aislamiento” (solo
contra todos) con la esperanza de atraer nuevos partidarios, igual que antaño,
erigiéndose como el único Movimiento serio que era opositor del Gobierno o de
protesta. Su error de cálculo se evidenció a raíz del ascenso de la “Unión
Nacional de Colorados Éticos” (UNACE) de Lino Oviedo, que atrajo los votos de
los pobres, marginales y baja clase media, quienes protestaban por el desempleo
y la carestía de vida (argumento que tradicionalmente había favorecido a
Argaña) y de quienes alentaban sentimientos nacionalistas.
Luego de “taponada” la
candidatura presidencial de Oviedo por
la complicidad de los Miembros de la CORTE SUPREMA DE JUSTICIA y la descarada
intervención de la Embajadora Norteamericana Maura Harty, ¿porqué éste (Oviedo) postuló a un Candidato tan poco
brillante e inútil como Raúl Cubas?: Un hombre tan falto de personalidad
como de carácter, incapaz de controlar a su propia mujer y de ganarse la
lealtad de sus mismos hermanos, que además no quería ser Presidente de la Rca.
amenazando, ante cualquier presión, con renunciar, agitando el cuco de la
sucesión del Vice Pte. Argaña.
Tal vez la respuesta al interrogante
anterior habría que encontrarla en el predominio personal de Oviedo que había
impedido el surgimiento de cualquier otra personalidad importante; así como la
importante cantidad de dinero que aportó el ex-Barón de Itaipú, y también la
notable falta de presciencia –esa intuición y “olfato” para prever las
situaciones futuras y conocer a la gente– que siempre caracterizó a los grandes
Dirigentes y Estadistas. El caso es que Cubas falló completamente en la
conducción política y ahondó la brecha con el “Argañismo” con lo cual las masas
republicanas se hallaron brutalmente divididas, recordando la época de fines
del siglo XIX y principios del XX, entre “Egusquizistas” y “Caballeristas” que
llevó al Partido a la llanura en 1904 por la traición del Egusquizismo
acaudillado por Guillermo de los Ríos (sucesor del ya fallecido Egusquiza) y el
entronizamiento del Partido Liberal.
En cuanto a Argaña, al comienzo estuvo
reticente a aceptar ser Vice-Pte. de Cubas, diciendo: “Yo no puedo ser segundo
de un Don Nadie”; pero sus aláteres
–entre quienes se encontraban ya
personajes duchos en el arte de la maniobra política como Juan Carlos
Galaverna, Juan Ernesto Villamayor, José Alberto Alderete, Carlos Podestá y
etcs.– le aseguraron que “el Gobierno de
Cubas no duraría seis meses” estando ya en marcha la conspiración que acabaría
con él. Esto hizo que Luis María Argaña aceptara, pero sin sospechar que él
sería “el pato de la boda”.
La historia del “Marzo Paraguayo” y
sus secuelas, ya están bien relatadas y analizadas en el Artículo “La
Persecución al Oviedismo” publicada en EL COLORADO en su edición del 27 de
Septiembre de 2014, por lo que obviaremos repetirla.
3.- EL LEGADO DEL GOBIERNO DE GONZALEZ MACCHI.
Con los “próceres” que componían su
Gobierno, González Macchi no podía ser sino el peor Gobernante de la transición,
y la situación del País y del Partido Colorado, desesperante. El PBI arrojaba resultados negativos
año tras año, la economía estaba estancada sin visos de despegar y el
desempleo rampante. Solo Lucho y su
pandilla prosperaban, pero no se ganaba el Presidente un mínimo de respeto de
la población; su fama de dipsómano era la comidilla y burla de toda la prensa y
sus torpezas y falta de personalidad en general, hacían el resto. González
Macchi y sus socios colocaron al Partido Colorado en un tobogán hacia la
llanura y al Paraguay como “el furgón de cola del convoy Latinoamericano”(3).
En el plano internacional demostró una debilidad endémica en la cuestión de
Itaipú ante Brasil y de Yacyretá ante Argentina; en lo respectivo al MERCOSUR
la opinión pública consideraba que equivalía (sus resultados) a vender la
independencia y la soberanía nacional a un conglomerado supranacional de
Estados y grandes Empresas comerciales. El Paraguay continuaba siendo –como
hasta ahora– el país más aislado y aislacionista de América del Sur.
El antaño poderoso Partido Colorado, con las
deserciones masivas como los más de 300.000 colorados que pasaron a formar el
Partido “Unión Nacional de Ciudadanos Éticos” (UNACE) y un faccionalismo
patente, había quedado reducido, para el año 2003, en prestigio e influencia,
al Parlamento y Municipalidades con algunas Gobernaciones, sosteniéndose
apoyado en parte de la Oposición (Encuentro
Nacional), amargamente hostil a aquél pero sin más alternativa que hacer
transacciones con él a cambio de jugosos beneficios. El Partido Colorado ya no
era muy intimidante ni muy escuchado; debía negociar sus condiciones desde una
posición de debilidad, y el repertorio de beneficios políticos que podía
ofrecer era bastante limitado. El Partido Colorado estaba plagado de oposición
interna, y ningún esfuerzo (si lo hubo) del grupo de Lucho y Calé fue capaz de
contener el crecimiento de rebeldía interna ante la decadencia del Partido y el
corrupto Liderazgo. La propagación de la ideología ya no se realizaba o se la
hacía débilmente y con menos convicción que nunca, por la incapacidad del
Liderazgo Oficial para emprender la reforma del Partido; y la mitología de la infalibilidad de la Dirigencia estaba
muriendo, cuando llegaron las elecciones de ese año 2003.
4.- A NICANOR LE TOCÓ BAILAR CON LA MÁS FEA.
Ésta era la fisonomía del Partido y
del País que encontró Nicanor Duarte
Frutos a pesar de ganar cómodamente los comicios gracias a una enérgica
campaña electoral durante la cual –y aún un par de años antes– se colocó en oposición al Gobierno, y también a
los errores de una pálida Oposición que se presentó dividida. Y enseguida puso
manos a la obra: puso sordina a
la influencia de Galaverna (ya no
preguntaba por teléfono, como Lucho, antes de una reunión: “¿Qué tal está el
espíritu de Calé?) y de los Argaña,
trató de unificar al Partido Colorado manteniendo la Presidencia del mismo por
un tiempo prudencial, hizo una “barrida” de cambios en la Administración
Pública, e internacionalmente inició una suerte de “apertura a sinistra”
invitando al mismísimo FIDEL CASTRO a su asunción de mando. Cesaron las
persecuciones, fueron liberados los presos políticos y se intentó una drástica
reforma del Poder Judicial, siendo defenestrados mediante Juicio Político
los corruptos cómplices Miembros de la
Corte Suprema de Justicia.
En lo económico, por primera vez en muchos años, el PBI registró un crecimiento
anual del 4,5% y la gente empezó a recobrar la confianza respondiendo a la
pregunta de si cómo les iba: “de lujo y
mejorando”. Pero el
daño causado era demasiado
intenso y profundo que Nicanor hubiera
necesitado “las hazañas de Hércules” para remediarlo completamente, además de
una habilidad política y capacidades intelectuales y cualidades morales
superlativas que no poseía.
Y la euforia inicial empezó a decrecer
después de la segunda mitad del Gobierno de Duarte Frutos: el problema de la Reforma Agraria y de los campesinos sin tierra,
con las ocupaciones que conllevaban se volvieron insolubles, así como el
contrabando y las trabas impuestas a la circulación de nuestros productos por
nuestros “socios” del MERCOSUR; tampoco la Reforma Judicial avanzó como se
había esperado y la corrupción –empezando por el mismo Nicanor– fue terrible;
para más Nicanor empezó a ser atacado ferozmente por los Medios de Comunicación
Masiva que antes lo habían promocionado mucho durante toda su carrera política.
Los Medios de Comunicación masiva
fueron lapidarios con Nicanor y el Partido Colorado. Los Nacionalistas
Republicanos eran satanizados y caricaturizados presentándose al Gobierno de
Duarte Frutos como algo autoritario, todavía similar al stronismo,
catalogándoselos como dos casos equivalentes de extremismo autoritario. Por
otra parte, el Partido y su Presidente fueron devastados por “la dictadura de
las encuestas de opinión” para las campañas electorales que ya se avecinaban.
Grandes masas de votantes colorados, políticamente inmaduros, se habían perdido
a causa del argumento opositor que señalaba imprescindible “votar en forma
útil”, reforzado por la unidad, cada vez más estrecha, entre la Izquierda y los
Independientes.
Aquel “Programa Común” del “Gobierno de Unidad Nacional”, fruto
del “Marzo Paraguayo”, constituyó
un error programático y estratégico pues ofrecieron la solución a todos los
problemas, resultando un gran fiasco que González Macchi acrecentó, recogiendo Nicanor sus
consecuencias que resultaron muy caras. Sin embargo, siempre es superficial
atribuir los cambios significativos a largo plazo de la sociología política a
los grandes Líderes. Estos necesitan una situación propicia y la posibilidad de
que sus éxitos y fracasos sean duraderos depende de un entorno que ellos no han
creado.
En un libro que este autor escribió
hace 17 años señaló que era válido pensar en el Partido Nacional Republicano
como una organización política-cultural-social edificada sobre sus cuatro “rostros”
o funciones distintivas: como
vanguardia política, como contrasociedad, como Partido de Gobierno y como
tribuna de los desvalidos (esto último desempeñando el papel de “Partido-comunidad
política” y, principalmente, genuino defensor de los intereses populares). Allí explicamos que al contemplar esa
compleja simultaneidad, los puntos de apoyo internos y las contradicciones
globales, era posible entender tanto las líneas de su fortaleza y debilidad
como la autenticidad y la ficción del Coloradismo sin tener que recurrir a
imágenes caricaturescas del Partido, en una u otra de sus funciones, según
nuestras propias ideas preconcebidas o premisas políticas: El Partido Colorado no es simplemente de insurrección
revolucionaria con dos rostros “in
maschera”, ni una potencia, después opositora, satisfecha en su “espléndido
aislamiento”, ni una tribuna popular un tanto incomprendida, que bajo su
apariencia áspera y fanática esconde un corazón de oro.
Al
examinar el pasado se advierte que los años 1947-1958 pudieron haber sido una
especie de edad dorada del Coloradismo Republicano. En esa época sus grandes
éxitos de organización se combinaron con las satisfacciones de sus
posibilidades de profundas realizaciones políticas y un real Poder Partidario
a pesar de un ambiente de guerra fría ideológica (Guiones contra Democráticos),
uniendo la posición de “espléndido aislamiento”
–al margen
de la aristocrática sociedad liberal derrotada– con la “calidez partidista de
una sólida camaradería”. “Es bueno saber que estamos juntos”, declaraba Epifanio Méndez Fleitas entre
atronadores aplausos de los masivos asistentes a sus mítines. Estos
sentimientos de los años cincuenta son recordados para plantear el argumento de
que al Partido le falta hoy esa cohesión que da la hermandad, la camaradería.
Nicanor Duarte Frutos, dándose
cuenta hacia el final de su mandato de la hecatombe que se venía (y
comprendiendo lo que hemos señalado) se lanzó a una agresiva campaña contra la
Prensa y el divisionismo partidario, tratando de que esas masas, cada vez más
desencantadas y díscolas, volvieran al redil del liderazgo con disciplina
consciente. Pero era tarde ya, y a pesar de que la cantidad de afiliados
continuaba incrementándose de forma inexplicable, la puja polarizada y
terriblemente “sangrienta” entre ambas duplas de Candidatos a la Presidencia,
mas el fraude perpetrado contra el Candidato Luis Castiglioni, selló la suerte del Partido Colorado, y los cantos de las sirenas encantadas de una Oposición,
unificada detrás de un demagogo carismático, y el fanatismo de los
faccionalistas del Partido, llevaron la situación al callejón sin salida de la
derrota electoral y la caída en el naufragio del escollo de “Escila” y el
remolino de “Caribdis”, quedando Nicanor con el estigma de ser el
responsable de cuyas manos cayó del Poder el Partido Nacional Republicano.
5.- EL PARTIDO NACIONAL REPUBLICANO
EN LA LLANURA.
Después de la caída, ¿cuál era la
situación del Partido Colorado en materia de reforma de despliegue y estructura
de funciones? El problema radicaba en los contenidos y en las vías para
lograr su transformación. Pero, ¿cómo desmontar un aparato tejido por
tantas redes corporativas de interés y poder?, ¿cómo lograr su reforma sin que
se generasen signos de inestabilidad como los que se viven todavía ahora?,
¿cómo enfrentar la larga tradición de “gatopardismo” que impulsa cambios para
que todo siga igual o peor?, ¿cómo renovar 60 años de cultura política
acostumbrada al “autoritarismo dosificado” y al clientelismo perfecto del
Coloradismo-Gobierno? Por lo pronto, para
tener un acercamiento prospectivo a la difícil ruptura del “modelo Partido Colorado-Gobierno”, que con la derrota se dio, vale la
pena apuntar cuáles son los elementos que incidían sobre la crisis del Partido
en la llanura y dificultan, aún hoy, su
transformación.
1.
Pérdida de su hegemonía y su función como vanguardia política:
Hasta hace muchos años, antes de su
caída, el Partido Colorado controlaba todo:
los tres Poderes de la Rca. (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), los grupos de
interés económico y las principales organizaciones sociales. Era una hegemonía
plena en el terreno político y casi sin rival digno de ser tomado en cuenta en
el terreno social e ideológico. Desde la crisis del modelo económico y
político durante el quinquenio “Wasmosy-Seifart”, la debacle del Partido comenzó a darse en el terreno de la
legitimidad y la credibilidad (de ahí el surgimiento de la figura de Oviedo y
UNACE). En el año 2002 se registró
la más importante escisión en el seno del partido oficial con la salida de la
corriente “Oviedista”. El Partido
Colorado, por primera vez en su historia de poder contemporáneo, estuvo en riesgo
real de perder la Elección Presidencial y, por ende, el control del pilar del
sistema político paraguayo; el Poder Ejecutivo y la estructura clientelar
tradicional del Partido se enfrentaron a un rival nacido en el seno del propio
Gobierno: UNACE. La pérdida de
hegemonía colorada se agudizó en el quinquenio de Duarte Frutos porque la sociedad ya no legitimaba el modelo
oficial y buscaba alternativa, porque el Partido Colorado seguía (y sigue)
dando la impresión de ser un Partido reaccionario, derechista, opuesto a todo
cambio moderno y aferrado al pasado.
Como ejemplos bastan unos botones de muestra: los Parlamentarios Colorados se opusieron, en su momento, a una
Reforma Fiscal y al Impuesto a la Renta Personal; no respondieron a la necesidad de una Reforma Agraria y en una
época que todos los Medios de Comunicación internacionales mostraron, con lujo
de detalles, la competencia por las elecciones generales en Venezuela con
entera libertad para la oposición, los parlamentarios colorados, yendo en contra
de todos sus socios del MERCOSUR siguieron aferrados a su negativa a la
incorporación venezolana al mismo “por ser una dictadura donde no hay el mínimo
de libertad”(sic), postura adoptada también por la Junta de Gobierno de la
A.N.R. (que ahora humillantemente
tuvieron que rever por imposición del Pte. Cartes); y se sigue manteniendo la ficción de reconocer a Taiwán en detrimento de China, yendo a contramano de la
historia y de la realidad política mundial. El Partido, (o mejor, su
Dirigencia) era considerado como un parásito burocratizado de la política que
había perdido la capacidad de pensar estratégicamente por sí mismo.
2.
Pérdida de identidad y su función como Partido
de Gobierno:
La crisis del modelo de desarrollo
que se desató en los últimos decenios, también derivó en una pérdida de
identidad del Partido Colorado, que en la llanura fue más notoria, y ahora
también. Se necesitaba (y se necesita)
una selecta élite de nuevos Políticos, surgidos no solamente de la
Burocracia Partidaria sino surgidos también del entorno tecnocrático, aunque
fuese escasa o nula su carrera dentro del Partido, que pugnen por el nuevo modelo que se necesita
urgentemente; pero esto encuentra a su principal rival en la propia identidad
del Nacionalismo Republicano. Si bien no se puede hablar de una ideología
ortodoxa que rigiera al Coloradismo, sí se pueden mencionar ciertos elementos
que le daban identidad política e ideológica al Partido: nacionalismo, agrarismo, republicanismo, Estado tutelar que
generaba clientelismo, estrecha relación Iglesia-Estado, proteccionismo
económico, entre los principales. Pero el cambio de modelo, si no se lo realiza
con prudencia, paciencia e inteligencia, carecerá de arraigo intelectual y
social dentro de las filas Republicanas y no será producto de un movimiento
social sino de una imposición vertical operada desde la élite.
En cuanto al papel que ha desempeñado
en el Gobierno el Partido Colorado, es una historia más compleja: En varios estudios serios fue posible
sintetizar varias encuestas donde se demuestra que los Gobiernos locales
colorados han sido a menudo eficaces y que la población de sus respectivas
localidades así lo ha considerado. Sin embargo, la imagen de los colorados como
dinámicos proveedores de servicios sociales se ha desdorado en cierta medida en
los últimos años a causa de los problemas relativos a las poblaciones
marginales migrantes, también por la “usura del poder” tan común en todos los Partidos
que gobiernan durante largo tiempo y, en ciertos casos, por el fraude
electoral.
En lo que se refiere al Gobierno de
nivel nacional, los resultados de las encuestas de opinión realizadas en los
últimos 10 años demostraban (para el
2008) que la Opinión Pública
paraguaya consideraba que el Partido Colorado era cada día menos capaz de desempeñarse
en forma útil como Partido de Gobierno.
Es que la acumulación de errores políticos indicaba que se trataba de un
liderazgo anquilosado que había perdido el contacto fundamental con la realidad
política y necesitaba una reforma urgente de Liderazgo y Estructura.
3. La crisis del corporativismo y de
la función como tribuna del pueblo:
El Partido Colorado que ganó el poder
en 1947, era un producto típico de los “Modelos
Corporativos” que estuvieron en boga
en los años cuarenta: el leninismo, el nazi-fascismo, el social cristianismo.
La traducción colorada de esta mezcla corporativa fue el propio modelo de
“Gobierno policlasista” que, en su momento, tuvo un sustento social inusitado,
producto de las reformas emprendidas durante aquel período pre-stronista, y
continuado por Stroessner. Este modelo corporativo, acompañado de una fuerte
dosis de autoritarismo gubernamental, comenzó a quedar desfasado frente a la
sociedad paraguaya mucho antes de la caída de Stroessner en 1989. Las
corporaciones sindicales, campesinas y urbanas que funcionaban como las
“correas de transmisión” del Partido Colorado frente a la sociedad, se
convirtieron en filtros antidemocráticos y elementos de control sobre el pueblo
que perpetuaban un modelo de Partido de Estado. Pero el crecimiento y la mayor
participación de la clase media influyó decisivamente en esta crisis. Junto con
ella, la conformación de nuevos organismos sindicales, campesinos y urbanos,
que ya no dependían del Partido Colorado y que no funcionaban como organismos
clientelares al servicio del Gobierno, generaron una fuerte corriente que
abogaba por la democratización política y el fin del control Colorado que
desembocó al final en la caída del mismo.
El Partido Colorado ha fracasado
también en el desempeño de la función de
defensor del pueblo. En efecto, el Partido había perdido en los últimos años
una porción considerable de su clientela como “tribuna popular”(los individuos
que se encuentran en desventaja o se sienten amenazados por la sociedad).
Muchos votantes que normalmente habían respaldado al Partido Colorado, se
pasaron al bando de los “oviedistas” o de la izquierda y la “Alianza patriótica
para el cambio”, porque éstos hablaban en nombre de varias causas relativas a
problemas concretos y las minorías.
4. La reforma fallida y la función como
contrasociedad:
Durante el período decadente
comenzado en 1993 que culminó en el 2008, el Partido Nacional Republicano había
ido en picada vertiginosa. No se cumplió la promesa de democratizar los métodos
de selección de Dirigentes colorados más que en mínima medida, ni el
desmantelamiento de las “listas sábanas”; el Coloradismo se quedó sin un
programa ideológico coherente (pese a que en el Estatuto Partidario de 1992 se
prevé obligatoriamente un “Congreso Doctrinario Ideológico” cada diez años) y
ahora la nueva Estructura Partidaria de la llanura era un enredo tan complicado
que nadie se la tomaba en serio.
Llegamos en último término al problema de la
decadencia de la famosa “contrasociedad
colorada” a la cual hay que analizar profundamente pues ha sido una de las
fuentes de Poder del Partido. La “contrasociedad” se apoyaba en un núcleo Agrarista opuesto al “chuchaje” aristocrático liberal, que aportó,
tanto el entorno cultural donde floreció
con más pujanza el Coloradismo paraguayo, como los elementos
militantes que se convirtieron en los Caudillos y Burócratas integrantes del
aparato partidario; en este caso nos
referimos al destino mismo del Partido Colorado. “El Coloradismo es una
sub-cultura” decía Domingo Rivarola en su “Revista Paraguaya de Sociología”.
La reciedumbre demostrada por el
Partido Colorado durante seis decenios en la política paraguaya, provenía del
hecho de que el movimiento Republicano de nuestro país constituía una auténtica
comunidad política y cultural (vale la pena repetirlo). El Partido era la
expresión política de un movimiento de masas imbuido de un entusiasmo
militante; fue también un fenómeno genuinamente nacional, una
contracultura de los Nacionalistas paraguayos contra la mentalidad al estilo
Legionario cuya doble lealtad (al país y al exterior) representaba el
último desafío partidista de gran envergadura a la legitimidad del sistema
Nacionalista Republicano del Paraguay.
Ahora, ¿cómo se produjo la
desintegración de la identidad agrarista, dogmáticamente campesina, del Coloradismo?
Es verdad que aun cuando sagaces observadores habían detectado desde hacía años
ciertos indicios de inestabilidad en la sociología política del Partido
Colorado, su desastroso deterioro efectivo empezó en el quinquenio 1993-1998. La explicación
más habitual es que parte de su declinación obedece a factores estrictamente
políticos e ideológicos que nosotros ya hemos analizado. Además el desafío “Encuentrista”
de Caballero Vargas que no se supo valorar en toda su magnitud en 1993; y más
de diez años después, la estrategia misma de la unión de la Izquierda con el
Liberalismo, en un “pacto contra natura”, que fue apropiada para atraer el voto
de las mayorías, pero cuyas ganancias provinieron del centro y pudieron
producirse a expensas de los electores situados en posiciones más extremistas; también el énfasis de las Elecciones
Presidenciales del 2008 en el magnetismo personal del Candidato –que la Candidata del Partido Colorado no
tenía– en lugar de poner de relieve el atractivo del Partido (o los
Partidos) o su Programa; y el derrumbamiento del prestigio del Gobierno Colorado
de Nicanor Duarte Frutos en la
opinión pública. Todos estos fueron
errores gruesos cometidos por el Clan gobernante de Nicanor Duarte Frutos.
En una sociedad que va modernizándose
aceleradamente, con la migración constante de los campesinos a la ciudad y la
mejor información por el gran desarrollo de los medios de comunicación masiva,
el deterioro del Coloradismo tradicional debe entenderse también como el
resultado de problemas más profundos que han afectado, en mayor o menor grado, a todos
los Partidos tradicionales de Latinoamérica; y es importante interpretar esta
situación como una crisis –quizá definitiva– en el corazón mismo del fenómeno Colorado, es decir,
en la identificación del Coloradismo con la clase campesina.
En las últimas décadas el Partido
Nacional Republicano trató de atraer, tanto a sus viejas comunidades militantes
como a la nueva generación cuyas actitudes tanto influyen en el advenimiento de
los acontecimientos, pero continuó retrayéndose políticamente a su propia
fortaleza y adoptar en el plano social el “espléndido aislamiento” que
identificaba como la identidad misma del Coloradismo. Con esto, los Dirigentes hundieron al Partido, no solo en lo
político sino también en lo social. Sin embargo, se podría considerar que
actuaron así porque se convencieron de su incapacidad de adoptar cualquier otra
identidad que no fuera la que siempre los había caracterizado y la que les
abrió las puertas para su propia movilidad ascendente al Poder, si bien esto no
los justifica en absoluto. Si no surgía algún evento o extraordinaria
personalidad imprevisible, el Coloradismo hubiera seguido siendo un Partido
de llanura en vías de desaparecer en el escenario político como opción de
Poder. Y ahora, tal como están las cosas, puede ocurrir lo mismo en el 2018.-
N O T A S.
(1)
Soler; Juan
José: “Hacia la Unión Nacional”; pp. 60-64; Bs. Aires, 1943.-
(2)
“Escila” y
“Caribdis”: Cuenta Homero en la “Odisea” que, cuando Odiseo hizo su viaje de
regreso a Ítaca, luego de terminada la guerra de Troya, periplo que duró 10
años, debía pasar por un lugar donde sirenas encantadas emitían cantos tan
dulces y mágicos que hacían desviar de su ruta a los navíos, llevándolos a
estrellarse contra el escollo de “Escila” para terminar siendo absorbidos por
el remolino de “Caribdis”, donde se hundían.
(3)
Frase de
Anselmo Jover Peralta, escritor y político Febrerista, en “El Paraguay
Revolucionario”; Buenos Aires, 1946.-
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