domingo, 5 de abril de 2015

NUEVO MODELO DE PARTIDO...(II)

  UN NUEVO MODELO DE PARTIDO                                                 PARA LA ÉPOCA DE GLOBALIDAD (II)                     

REFLEXIONES SOBRE UN PROGRAMA ECONÓMICO                         PARA EL  PARTIDO NACIONAL REPUBLICANO.

         Ahora que el Presidente de la República ha encauzado la nave del Estado hacia el “Nuevo Rumbo”, es llegada la hora de prestar especial atención al Partido Colorado que lo respalda, más aún por las próximas Elecciones internas anunciadas para el mes de Julio próximo.
          La intención primordial del Pte. Cartes en este momento debe ser la de convocar a Líderes históricos, Intelectuales y Expertos en Economía del Partido Colorado para impulsar un amplio debate sobre la situación del Paraguay en un mundo cada vez más interdependiente, la dirección del proceso de transición democrática, el tipo de sociedad que queremos y el quehacer del Partido en esta etapa crítica de la vida nacional, apuntando a la necesidad de un próximo CONGRESO IDEOLÓGICO Y DOCTRINARIO,  que según el Art. 74º. de los Estatutos aprobados por la Convención Extraordinaria del 11 de Septiembre de 1992, debía realizarse “cada diez años o antes si la Junta de Gobierno lo estimase oportuno y mediando el voto afirmativo de los dos tercios de sus miembros o a petición de un quinto de las Comisiones Seccionales con la finalidad de: a) Revisar el ideario del Partido; b) Definir la Doctrina Partidaria con relación a los problemas ideológicos que se planteen” y          c) Actualizar el Programa Partidario de acuerdo a la evolución del País.
       Pero pongámonos a estudiar las Reformas Económicas fundamentales que propone la ideología del Nacionalismo Republicano del Estado Servidor del Hombre Libre para erradicar los males económicos así como los sociales. Sobre la base de un nuevo concepto del Progreso y de los Recursos, el “Instituto para la Nueva República” ha delineado los principios económicos fundamentales de nuestra ideología que pueden resumirse en cinco: 1º. No debería permitirse la excesiva concentración de la riqueza en perjuicio de la sociedad. 2º. Debe buscarse el máximo crecimiento económico con racional utilización y distribución.  3º. Deberá haber la máxima utilización de los recursos y potencialidades individuales y colectivas en el plano económico, intelectual y espiritual. 4º. Debe propenderse siempre al apropiado ajuste entre el equilibrio ecológico, el equilibrio social, el desarrollo de la personalidad individual, y las necesidades del crecimiento económico. 5º. La aplicación de este programa tiene que variar de acuerdo a los cambios en el tiempo, lugar y personas, y deberá ser de naturaleza progresiva. (Ideas extractadas, con interpretación actualizada para el siglo XXI, de “El Estado Servidor del Hombre Libre”, y “Cómo se Construye una Nación”, de J. Natalicio González y del pensamiento de Ignacio A. Pane, Blas Garay, Fulgencio R. Moreno y Juan León Mallorquín).  Estas reformas tenderían a crear una nueva sociedad con un sistema económico ideal, que debería presentar las características siguientes:
      1.Salario mínimo suficiente para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vivienda, vestido, escuela y cuidados médicos de una familia.
      2.Que todos hallasen incentivos para trabajar con asiduidad y disfrutar de los resultados de su esfuerzo físico e intelectual,
      3.Índices de inflación y desempleo bajos, pero elevado índice de crecimiento.                            
      4.Mínima susceptibilidad a fuerzas perturbadoras externas, de manera que nadie tenga que sufrir penurias inmerecidas a consecuencia de percances imprevistos que afecten periódicamente a la sociedad.
      5.Sistema tributario progresivo, justo y exento de “coladeros” legales.
        Queda claro desde el principio, que un sistema esencialmente totalitario como el de la izquierda extremista jamás alcanzaría esa economía ideal, porque nunca concedería a los ciudadanos la libertad de elección ni el incentivo, salvo que acepte correr el riesgo de perder su carácter absolutista (como sucedió con la ex Unión Soviética). Esa meta sólo puede conseguirla una sociedad de libre mercado, siempre que la interferencia de la autoridad se reduzca al mínimo pero con intervención del Estado Regulador, no el reaccionario e injusto Neoliberalismo libertario.
      Porque el exceso de intervencionismo no hace sino detraer recursos del sector privado, que es el productivo, y conduce al despilfarro burocrático y a la ineficacia. El Gobierno debe limitarse a defender los intereses de los más desprotegidos y suplir sólo las fallas y deficiencias de la actividad privada. El sistema económico debería funcionar sin sobresaltos y con la mínima ayuda de los Poderes Públicos: No se puede vivir implorando siempre a las autoridades que acudan en socorro de estructuras que se derrumban, pues la hipertrofia burocrática sólo viene a empeorar la situación” (Ravi Batra: La alternativa al Capitalismo y Marxismo; Proutist Universal, Washington D.C., 1967 y reedición actualizada 2013).
        Es por eso que la Democracia Económicadel sistema del Nacionalismo Republicano propende, frente a la centralización del Poder Político, la descentralización del Poder Económico, con la formación de zonas socioeconómicas”, planificación descentralizada sobre una base de consumo y la aplicación del Cooperativismo tan ampliamente como sea posible. Mas sería un error pensar que este sistema se reduce al Cooperativismo generalizado, pues como lo aclara el maestro del ideólogo citado: También el propósito de dirigir todas las industrias técnicas sobre una base cooperativa es irrealista, debido a que una Empresa Cooperativa se construye con una combinada labor e inteligencia de aquel sector del pueblo que tiene una estructura económica común, que vive en demanda de similares necesidades y que tiene un mercado cercano más o menos preparado para los bienes producidos o adquiridos sobre la base cooperativista. Sin la combinación de los elementos arriba mencionados, la organización no puede ser denominada como una organización cooperativa. Entonces, esta debería ser llamada una Organización Comercial dirigida por los potenciales limitados de sus miembros. En ella, la característica principal de una Cooperativa se invalida (P.R. Sarkar: Sociedad Cósmica”; p. 58; Publicaciones Renacimiento Universal”, Sector Georgetown, 1987).  
          A continuación esbozaremos lo más esencial de las reformas postuladas por el Coloradismo, susceptible de dar lugar a un sistema de Libre Empresa que poseería los atributos de la sociedad ideal:
      1.Cuando se establezca el sistema Nacionalista Republicano        deberá haber una vinculación entre el Salario mínimo y el Salario máximo. Concretamente, el Salario Máximo en cualquier Sector Económico Privado y de la Administración Pública no debería exceder de diez veces el Mínimo. (Esto ya existe en Suecia desde muchísimo tiempo; se lo llama “Salarios solidarios”; también en Taiwán).
      2.Las industrias creadoras de productos de primera necesidad y materias primas deberían desconcentrarse para formar unidades más pequeñas y competitivas, de modo que la sociedad no se vea sometida a la extorsión de monopolistas privados en situación de acaparar lo imprescindible.
      3.Una parte de las Acciones de las Grandes Compañías deberían repartirse entre los trabajadores de las mismas, obreros y administrativos, cuyos representantes electos constituirían el consejo de administración. (También ya ocurre en Suecia, Japón y Alemania).
      4.Se fomentará la iniciativa privada y la inversión para la expansión de pequeñas y medianas empresas y propiedades, que en Taiwán han demostrado ser las mayores suministradoras de empleo y vuelven el crecimiento más equitativo. Es la “política de mercado de trabajo activo” sueco.
      5.Una gran carga fiscal a las transmisiones por herencia, atenuarían las disparidades de fortuna por la gran concentración de riqueza ociosa. (Existe en Taiwán y en Suecia).
      6.El Presupuesto Público debería equilibrarse tomando como ejercicio el ciclo económico, es decir, que sería obligatoriamente excedentario en las épocas de alza económica y consentiría déficits durante las recesiones.
      7.El crecimiento monetario sería igual al crecimiento medio de la economía durante el ciclo, es decir, que se aceleraría durante las recesiones y se desaceleraría en épocas de prosperidad.
      8.Exceptuando las Industrias Estratégicas y Monopolios Naturales, la intervención del Estado en la Economía deberá ser mínima y encaminada exclusivamente a mantener, fomentar y defender la competencia entre los agentes económicos y salvaguardar los intereses de los  más  desfavorecidos, corrigiendo las fallas del mercado y supliendo la falta de la iniciativa privada.
      Los rasgos más destacados de este sistema serían las reducidas dimensiones de la Burocracia del Aparato Administrativo y la escasa desigualdad de las fortunas entre diferentes clases sociales. Se tendería a un Capitalismo de Masas, o Democracia Económica en el sentido de que las empresas estarían dirigidas también por los representantes de los obreros y empleados.
       Los beneficios de las Compañías, principal fuente de las desigualdades actuales, serían ampliamente distribuidos, y las disparidades de fortuna, atenuadas por la fiscalidad sobre las herencias, no podrían aumentar. En tiempos de recesión no sería despedido ningún trabajador, ya que las fábricas estarían dirigidas colectivamente por todos ellos; sólo se reducirían las jornadas de manera que todos soportasen por igual el peso de la supuesta contracción de la actividad y por tanto, no sería necesario ningún Seguro de Paro ni la Burocracia consiguiente. En una palabra: las reformas económicas fundamentales no sólo nos permitirían evitar las depresiones catastróficas, sino al contrario, la creación de una economía equitativa. Ésta se caracterizaría, además, por un grado elevado de productividad y desarrollo, ya que los Trabajadores verían en la prosperidad de su Empresa la fuente de su autoestima y el incentivo para trabajar con asiduidad. Como vemos, las reformas propugnadas por el Coloradismo eliminarían la causa de la enfermedad y crearían una sociedad de libre mercado, pero esencialmente nueva, es decir, dotada de otros rasgos naturales y de una relativa estabilidad inherente.
Una Agricultura de Libertad.
       Continuemos dando nuestra vuelta al horizonte: los Agricultores son objeto de la solicitud de los Partidos Políticos en el momento de las elecciones. Mientras tanto, se cierne sobre ellos una cierta indiferencia, tanto por parte del Gobierno, que se contenta con dramatizar cada año la situación, como por parte de la Oposición, que no propone nada nuevo. Pero procuremos no expresarnos en términos demasiado generales: no hay una sola agricultura sino varias. En cada sector de producción, los agricultores se dividen en grupos socio-profesionales bastante diferenciados. Así es como las grandes explotaciones que responden a los criterios de una agricultura industrializada salen muy bien del paso, mientras que la mayoría de las explotaciones familiares ven disminuir sus ingresos de año en año. Es cierto que los agricultores pobres han adquirido tardíamente la conciencia de su solidaridad con los demás trabajadores. Han desconfiado durante mucho tiempo de las ideas llegadas de la ciudad, que ellos asocian mentalmente con la agitación, el disturbio y la inseguridad; muy apegados a la iniciativa individual y muy apegados también a la propiedad de sus bienes, recién en los últimos años han tenido conciencia de la fuerza de la organización. Hoy, a los agricultores les es fácil observar que la Concentración Capitalista se desarrolla en el campo con el mismo rigor que en la industria o en el comercio. Creemos que ahora escucharán más a los auténticos líderes de una renovada Ideología y Teoría Socioeconómica.
      Y al hablar de “una agricultura de libertad” finalmente queremos decir que la agricultura paraguaya, que depende cada vez más de la industria agro-alimentaria, pasará a depender de las sociedades multinacionales si no se le pone remedio. Porque eso es lo que está sucediendo. Y lo que en realidad el anterior Gobierno Liberal quiso era fomentar una agricultura industrializada –aunque no lo dijera explícitamente– que sólo interesa a un 10% de explotaciones de fácil tecnificación. ¡Tanto peor para las demás, condenadas a ir tirando! Ese Gobierno ha favorecido, por consiguiente, la concentración de tierras y de medios mediante la introducción de capitales ajenos a la agricultura. Por añadidura, el Gobierno utilizó los precios agrícolas como un medio de lucha contra la inflación; es más fácil que combatir la especulación y reformar los canales de distribución. La verdad de los precios juega a favor de los aprovisionamientos industriales, no de los productos agrícolas; y el éxodo  rural  ofrece   a   las   industrias   y   comercios agro-alimentarios una mano de obra de menor costo. Esto resume bastante bien la política de los Gobiernos anteriores de la “Transición” así como del “Gobierno de Izquierda” del Luguismo y también lo vimos en el Gobierno Liberal de Franco.
       Ahora bien, ¿cuáles son las proposiciones del Coloradismo?: Para revalorizar y garantizar la renta agrícola, se imponen cuatro medidas básicas: 1) la fijación de los precios garantizados en el marco de una cuantía de explotación; lo que significa que, por debajo de un cierto nivel de producción, unos precios diferenciados y garantizados asegurarán a cada cual una renta mínima decente, quedando sometido el excedente a las reglas del mercado. 2) La organización de los mercados con un servicio para cada producto. 3) La lucha contra la especulación de la tierra y los latifundios improductivos mediante la expropiación de éstos con una profunda Reforma Agraria y la creación de servicios agrarios en unidades maestras que serán administradas por los mismos agricultores. 4) El respeto a un Estatuto Agrario mejorado y la limitación de las acumulaciones con el fin de disminuir los gastos de instalación de las cargas de explotación. A esto, el actual Gobierno de Horacio Cartes debe añadir tres disposiciones complementarias: el desarrollo acelerado de la investigación agronómica y biológica; la producción de consumos intermedios (abonos, proteínas etc.) y la reorganización de los canales de distribución. Son demasiados los ejemplos que cada año nos recuerdan la diferencia de precios que existe entre lo que percibe el productor y lo que paga el consumidor.
      Y es aquí que la imaginativa política agraria inspirada en los principios del Nacionalismo Republicano de “El Estado Servidor del Hombre Libre” y otras obras de ese gran pensador y líder nacional que fue J. Natalicio González, y de Juan León Mallorquín, “padre de la Reforma Agraria”, puede resultar en una auténtica “revolución verde”, que, superando la dicotomía entre lo privado y lo público, pueda “convertir a nuestros campesinos en granjeros”.                               
       El principio de solución del COLORADISMO se basa en modelos para una economía rural primeramente autosuficiente donde “unidades administrativas básicas”, que podrían denominarse “Unidades Maestras”, ensambladas con otras dentro de “zonas socioeconómicas descentralizadas, pudiesen introducir y desarrollar el sistema Cooperativo en la agricultura, dando como resultado que una economía agrícola centralizada, o fragmentada en minifundios, desequilibrada y estancada (con campesinos marginales), se transforme en una agricultura dinámica, planeada y descentralizada, para el pleno desarrollo de las potencialidades locales. Esas Unidades Maestras organizarían el cultivo intensivo, el abastecimiento y regulación del agua, la transformación local de los productos con el fomento de industrias caseras, el trabajo preferentemente para la comunidad local, el desarrollo completo e integral para todos con  educación técnica y humanista, nacionalista y religiosa amplia, no sectaria. En ellas las necesidades mínimas de vida así como el incremento del poder adquisitivo deben estar garantizados a todos sus miembros; el poder de tomar las decisiones económicas debe ser puesto en manos del pueblo de la región y de esa forma los extraños a la comunidad y los “grupos de interés” ajenos a sus objetivos, no podrán interferir en la economía local. Según la teoría “Nacionalista Republicana” la acción del Estado deberá ser mínima, sólo suficiente para garantizar que esas unidades y Regiones de cooperación coordinada no vuelvan a caer en una subordinación de explotados, que el mercadeo se efectúe sin intermediarios y aplicando un impuesto sobre la producción solamente.
        Las ventajas de este sistema son evidentes: cada zona podrá desarrollar las fuentes de energía y utilizar la materia-prima que más se adapten a esa zona sin tener que importarlas de otras zonas, o sea que el desarrollo de zonas económicas autosuficientes propiciará la diversificación de los recursos, colocando menor sobrecarga y por ende dando mayor durabilidad a los recursos no renovables.
        Con una política de incentivación constante al aumento de la productividad, el dinero circulará para bien de todos, y ya no habrá migración de los campesinos al exterior ni a los barrios marginales de la Capital, amén de invasiones a propiedades. El problema de “la Ciudad frente al Campo” habrá terminado.
       Una de las razones por las que es atacada la globalización es porque parece conspirar contra los valores tradicionales. Los conflictos son reales y en cierta medida inevitables. El crecimiento económico –incluyendo el inducido por la globalización– dará como resultado la urbanización, lo que socava las sociedades rurales tradicionales. Por desgracia, hasta el presente los responsables de gestionar la globalización, aunque han alabado esos beneficios positivos, demasiado a menudo han demostrado una insuficiente apreciación de ese lado negativo: la amenaza a la identidad y los valores culturales. Esto es sorprendente, dada la conciencia que sobre tales cuestiones existe en los propios países desarrollados. Europa defiende sus políticas agrícolas no sólo en términos de intereses especiales sino también para preservar las tradiciones rurales. En todas partes la gente de las pequeñas ciudades se queja porque las grandes cadenas nacionales y los centros comerciales han liquidado sus pequeños negocios y comunidades. El ritmo de la integración global es un asunto importante: un proceso más gradual significa que las instituciones y normas tradicionales  no serán arrolladas, y podrán adaptarse y responder a los nuevos desafíos”. (Joseph E. Stiglitz: “El Malestar en la Globalización”; pp. 307-308; Ed. Taurus; España, 2002).-


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