domingo, 13 de septiembre de 2015

FUNDACIÓN ANR

11 DE SEPTIEMBRE DE 1887: FUNDACIÓN DEL PARTIDO COLORADO
         El Partido Colorado o Asociación Nacional Republicana nace oficial y formalmente el 11 de Septiembre de 1887, si bien latía desde hacía muchos años en el corazón de todos los paraguayos y era una realidad tangible con el nombre de “Partido Paraguayista” como lo llama Carlos R. Centurión, o “Partido Nacionalista” como lo llama Juan Crisóstomo Centurión. Es la corriente que acompañó a Francia en sus años de grandeza nacional y es la que llegó hasta las termópilas de Cerro Corá con el Mcal. Francisco Solano López, y va a ser después la que reivindicará la memoria del Mariscal. En 1869 surgieron los embriones de los Partidos Políticos paraguayos en la forma de “Clubes”. El primero de estos clubes fue el Club Unión Republicana, fundado el 31 de marzo de 1869, luego de la caída de Asunción en manos de Brasil el 5 de enero del mismo año; su Presidente fue Cándido Bareiro, quien desempeñaba funciones diplomáticas durante el Gobierno de Francisco Solano López; otros miembros destacados fueron Cayo y José Miltos y Juan Bautista Gill, ex-combatientes. El 4 de julio de 1870 se deshace el Club Unión Republicana, convirtiéndose en el Club del Pueblo llamado despectivamente por los Legionarios “Petit Club López”, que 17 años después se convertiría definitivamente en la Asociación Nacional Republicana; y también se formó el Gran Club del Pueblo, que será llamado Partido Liberal, aglutinando, como lo dice Ezequiel González Alsina, alo más influyente del Liberalismo importado, y donde esta doctrina se enuncia como un ariete de demolición contra todo lo que representará el pasado del país”. Éste, llamado también Centro Democrático no habla ni exalta los derechos, sino fundamentalmente los deberes de los ciudadanos y del Estado para con la Nación.
        “El General de División Bernardino Caballero se convirtió en el símbolo del Sector Conservador de la población paraguaya que buscó glorificar el papel bélico de López y su ejército… Caballero y su amigo y admirador, el Coronel (entonces) Patricio Escobar, eran los cabecillas militares de la rebelión de Cándido Bareiro contra el “Hombre fuerte Liberal” Benigno Ferreira. En política, Caballero seguía el liderazgo de Bareiro en el Sector Conservador o Lopista que eventualmente se convirtió en el Partido Colorado” (Ricardo Caballero Aquino: “La Segunda República Paraguaya”; pág. 115; EDIPAR S.R.L.; Asunción, 1985).
        El Partido Colorado fue fundado en Asunción el 11 de septiembre de 1887 durante la Presidencia del Gral. Patricio Escobar, sucesor de Caballero; previamente el 25 de agosto de ese mismo año se había realizado en la casa del General Bernardino Caballero una reunión con destacados compañeros que fueron héroes de la Guerra contra la Triple Alianza y caudillos de aquel entonces, para sentar las bases de la fundación de una agrupación política Nacionalista.
        El fundador del Partido fue el General Bernardino Caballero, acompañado por José Segundo Decoud, quien interpretando el pensamiento de Caballero redactó el Acta Fundacional del Partido Nacional Republicano, supervisado por Juan Crisóstomo Centurión, que encierra en su contenido el ideal de una Patria Republicana, digna del pueblo paraguayo.
       Fueron también fundadores Higinio Uriarte, José G. Granada, Santiago Cardozo, Juan G. González, Ángel Benítez, Juan Crisóstomo Centurión, Remigio Mazó, Esteban Rojas, Miguel Alfaro, Guillermo de los Ríos, Héctor Carballo, Zacarías Samaniego, Jaime Peña, Gregorio Narváez y muchos otros caudillos.
       El significado de la sigla ANR se fundamenta en el Nacionalismo y el Republicanismo. El primero de ellos consiste en la Doctrina o Filosofía que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos y que propugna como valores el respeto a las tradiciones, el amor al terruño, la preservación de los rasgos identitarios, la independencia, la gloria y lealtad a la considerada como Nación propia; en tanto que el segundo propone y defiende la República como el modelo correcto para un Estado fuerte, que se basa en el imperio de la Ley, la igualdad y la Democracia Social, con el fin de proteger los derechos, el bienestar y las libertades civiles de los ciudadanos.
        Con la fundación de la ANR Partido Colorado, resurgió el Paraguay de la mano de su fundador Bernardino Caballero, quien como Presidente de la República inició un período de reconstrucción dando por anticipado un cumplimiento correcto al contenido de su Manifiesto Fundacional que en uno de sus párrafos dice:El Partido Nacional Republicano es una agrupación de hombres libres, que animados de un sentimiento común, el de la prosperidad y engrandecimiento de la Patria, dirigirá todos sus anhelos a hacer efectivos los grandes propósitos consignados en el bello preámbulo de la Constitución Nacional.
        Sin bombos –dice “La Nación” en su edición Nº 147, del 27 de Agosto– sin las demostraciones inherentes a los Partidos que buscan prosélitos por vía de exigencias y engaños, con esa adhesión del espíritu puramente patriótico y democrático, el Partido Nacional ha demostrado en su primera reunión que su Poder es de fuerza, manifestada en la voluntad de los ciudadanos que han concurrido a prestar su apoyo para que, fuertes en las luchas que puedan ofrecerse, unidos y compactos obren en los términos que marcan las reglas del deber y los derechos cívicos”.
        Y el 8 de Septiembre “La Nación” publicó un aviso, informando que la instalación definitiva del Partido Nacional Republicano se realizaría el Domingo 11, en el Teatro “Olimpo”. Firmaban la convocatoria Bernardino Caballero, como Presidente y Juan G. González, como Secretario, por la Comisión Provisoria. Llegado el día señalado, el Teatro “Olimpo”, repleto de gente, acogió con júbilo la llegada de los Caudillos Nacionalistas. Allí, luego de algunas deliberaciones, fue suscripta el Acta de Fundación, y enseguida, a moción del socio señor don Carlos Rojas, fueron propuestos y electos para componer la Junta Directiva los ciudadanos siguientes: Presidente: Bernardino Caballero; Vicepresidente1º: José Segundo Decoud; Vicepresidente 2º: Higinio Uriarte; Secretario: Juan G. González; Pro-secretario: Remigio Mazó; Tesorero: Santiago Cardozo; Vocales: Juan Crisóstomo Centurión, Miguel Alfaro, Angel Benítez, José González Granado, Zacarías Samaniego, José R. Mazó, Federico Muñoz, Juan de la Cruz Giménez, Germán Miranda, Cantalicio Guerreros, Esteban Rojas, Miguel Viera, Félix de los Ríos y Jaime Peña.
        Respecto al Acta Fundacional, debemos relatar lo que recoge la “tradición oral” –que según el gran historiador Hilaire Belloc, es admitida como fuente histórica cuando es repetida a lo largo de mucho tiempo y por muchos actores sin ser refutada ni cuestionada– y dice que cuando le fue entregada por su redactor Decoud al Gral. Caballero, éste se la pasó, luego, al ideólogo Conservador Nacionalista Juan Crisóstomo Centurión, diciéndole en guaraní: “E leé pôrâ mí co oescribí vaecué pe liberal, aní ñande jodétei”. Además de ser Vicepresidente primero, José Segundo Decoud era Canciller a la vez. Pero al año siguiente pierde la Vicepresidencia y su calidad de Canciller. Lo sustituye el Coronel Juan Crisóstomo Centurión egresado de Universidades Inglesas. Estudió en el King’s College de la Universidad de Londres entre 1858 a 1863, donde conoció perfectamente la diferencia entre el Liberalismo clásico Whig y el Conservadurismo ideológico Tory. Y fue contrario a los “postulados liberales” que propugnaba José Segundo Decoud, siendo probablemente el mentor del “Conservadurismo Ideológico” que adoptó el Gral. Bernardino Caballero tal como lo proclama en su célebre Manifiesto de 1904 publicado el 11 de ese aciago mes en el Diario “El País”.  Fue también un héroe de la “Guerra Grande”, llegando hasta Cerro Corá, batalla en la que sufrió múltiples y graves heridas que dejaron secuelas perennes en su cuerpo. Esto lo traemos a cuento porque queremos referirnos  a la discutida personalidad de José Segundo Decoud, que ha pasado a la historia del Partido, para algunos como un prócer e ideólogo, y para la mayoría como un Liberal-Legionario enquistado en sus filas, que intentó desviar ideológicamente al Coloradismo de su postura férreamente Nacionalista y anti-Liberal. Al respecto, el célebre historiador liberal Gómez Freire Estévez en su Libro “Historia Contemporánea del Paraguay” dice que Decoud “pretendía incubar un Partido del Poder, sin conexiones confesadas con el pasado… pensamiento que explicaba su posición adventicia en las filas del régimen (Nacionalista Republicano), pero profundamente artificial, para alterar el curso de la historia”. (G. Freire Esteves: “Historia Contemporánea del Paraguay. El Paraguay Constitucional”; p. 3; Empresa Gráfica del Paraguay. G. Peña & Cía. Baires, 1921). Y es lo que entendía el General Bernardino Caballero, cuando en su célebre Manifiesto del 11 de Agosto de 1904 afirmaba: El Partido Nacional Republicano, que es la Escuela Conservadora de la política paraguaya… y Nuestro Partido con el concurso de todos los intereses conservadores del país… cuyos  “heroicos miembros netamente paraguayos...” han sido “en primer término los obreros en la noble tarea de la reconstrucción nacional…” y lo llevó a oponerse resueltamente a la Candidatura Presidencial de José Segundo Decoud, cuando, ya en 1891 prohijado por su cuñado, el Presidente Juan Gualberto González, intenta lanzarla y que estalla con fuerza en 1893, al suscitarse el problema de consagrar candidatos del Coloradismo a las elecciones que debían realizarse por el 7º período constitucional. El Presidente González tenía un Candidato público y otro reservado. Convenció a Juan Bautista Egusquiza de que contaba con su poderoso respaldo, pero en realidad, su favorito era su pariente y ex-compañero de la Legión Paraguaya: José Segundo Decoud. Por cualquiera de sus dos vertientes el “Gonzalismo” era una ruptura frontal con la “Vieja Guardia”, heredera y mantenedora de los principios que informan históricamente, la línea del Nacionalismo Republicano. Con el enfrentamiento consiguiente, los valores ideológicos se imponen a los políticos. Como obedeciendo a una ley física, los Legionarios se cohesionaron y estrecharon filas en una lucha contra los antiguos y gloriosos soldados del Mariscal-Presidente. Así, el 27 de Noviembre de 1891, el Diario Liberal “La Democracia” afirmaba editorialmente: “…y el Candidato del Señor González no puede ser otro que José Segundo Decoud a quien le ligan relaciones de íntima y antigua amistad personal, y además de las de parentesco por estrecha afinidad”. Y a un año todavía de distancia de la fecha del cambio de Gobierno las fuerzas actuantes dentro del Coloradismo se definen: por un lado el “Gonzalismo” con todo el peso que otorga el control absoluto del Gobierno; enfrente, el “Caballerismo” que despliega sus huestes en la llanura, sobrellevando las dificultades que toda Oposición experimenta. El propio Presidente González  prohíbe la difusión de un Boletín de propaganda favorable a la candidatura del Gral. Caballero; al mismo tiempo, acompañado de todos sus Ministros, asiste a un banquete ofrecido por Ildefonso Benegas, connotado caudillo Liberal, posteriormente Capitán del buque “Sajonia”, que entregó en 1904 a las legiones comandadas por Benigno Ferreira. El “Gonzalismo-Decoudismo” aglutinaba a notorios Legionarios, alentado por el propósito de instaurar en el país el sistema Liberal, con una economía abierta a la voracidad del poder financiero Rioplatense. Con Bernardino Caballero a la cabeza la “Vieja Guardia” de Cerro Corá ponía todo su empeño en compatibilizar la realidad impuesta por la derrota, con el legendario modelo que de 1811 a 1870 forjó la grandeza de la Patria.
        Los amigos del Gral. Caballero fundaron el 1º de Marzo de 1893 el Diario “La Libertad” que, según decía en su Editorial, Aparece en los momentos en que un peligro público amenaza a las instituciones políticas de la República y a su existencia misma como Nación independiente”. En tanto, el Periódico “La República” era el vocero del “Gonzalismo-Decoudismo”. Ya no se hablaba con timideces: en su edición del 3 de Marzo, puede leerse en “La Libertad” un artículo inflamado de indignación refiriéndose a la candidatura de don José Segundo Decoud: …será ilustre Diplomático pero no posee las cualidades requeridas para gobernar un país republicano, cuyas instituciones exigen que su Gobierno sea de un hombre de ideas sanas y de un reconocido patriotismo. El Paraguay no permitirá que dirija sus destinos el que ayer nomás contra él empuñara las armas desde las filas del Ejército Aliado; sino que debe llevar a ese puesto a ese soldado que ayer, como hoy, lucha contra los enemigos comunes de la Nación. No nos olvidemos de nuestras tradiciones”. Meses después, en su edición del 14 de Noviembre de 1893, se reiteró la advertencia admonitoria bajo el expresivo título: “¡Fuera Don Segundo!”.
        Todo esto, y muchas cosas que omitimos en honor a la brevedad, lo llevó a Decoud a una profunda amargura e inquina contra el Gral. Caballero, la que se reflejó en su carta de suicidio, dirigida a su esposa Benigna en 1909, donde lo denostaba infame y cruelmente, y fue leída con fruición por el Senador Juan Carlos Galaverna en un panel de “Radio Ñandutí”, el Sábado 10 de Septiembre de 1994, época en que se intentaba una corriente Neoliberal dentro del Partido, que buscaba oponer la figura del “liberal internacionalista y civil” Decoud a la del     “conservador nacionalista y militar” Caballero.
       Como vemos, la fundación de la A.N.R. y su posterior secuela que relatamos revela la diferencia ideológica “Conservadurismo-Liberalismo” que, ya desde sus inicios era evidente en el origen ideológico de ambos Partidos; y que también albergaba en su seno el mismo Partido Republicano por la influencia de José Segundo Decoud y sus amigos y compañeros; y que junto a otros antecedentes históricos diera origen a la fundación de ambos Partidos. El historiador liberal Ricardo Caballero Aquino, relata muy bien y extensamente las diferencias entre Liberales y Conservadores desde el comienzo de la posguerra, en su libro “La Segunda República Paraguaya, 1869-1906”, ya mencionado, y agrega algo con respecto a Decoud: He aquí en extracto de su biografía escrita por la pluma imparcial de un ilustrado argentino: José S. Decoud como hombre, es pérfido; como amigo, desleal; como partidario, un tránsfuga; y como hombre público es venal y voluble y su ambición es insondable. Es capaz de todas las villanías, cierto día decía a un amigo, yo estrecho la mano de mi peor enemigo hasta que pueda clavarle un puñal. Defendió, inciensó y deificó a todos los Gobiernos para insultarlos, difamarlos y calumniarlos enseguida y del modo más indigno y cobarde’. El que así hablaba era José Manuel Estrada” (gran escritor y educador, político, intelectual y eminente orador patriota argentino). Y un Diplomático Brasileño en la década última del siglo XIX no tenía mejor opinión de Decoud: “Sobre Decoud nao preciso adiantar palabra; é, como ja tive occasiâo de informar, Argentino de coraçâo, e nosso adversario certo, si fôr eleito, só nâo fará ao Brazil o mal que nào puder” (Cavalcanti a Nascimento, Reservado Nº 3, Assuncçao, 16 de Abril de 1894. Arquivo Histórico e Diplomático de Itamaraty).  Recordemos al respecto que durante la Presidencia del General –ex-Legionario– Juan Bautista Egusquiza (1894-1898), José Segundo Decoud, desempeñó la Cartera de Relaciones Exteriores. Durante ese período fue acusado formalmente por la Bancada Liberal de la Cámara de Diputados por su complicidad con planes de anexión del Paraguay a la Argentina con muy fundados argumentos, enjuiciándosele por “Traición a la Patria” y salvándose por poco de ser condenado gracias a la brillantez de la defensa que hizo el Dr. Manuel Domínguez, su abogado (ver “La Traición a la Patria y otros Ensayos”). En fin, para terminar con Decoud citemos lo que el Norteamericano Harris Gaylor Warren –diplomático y escritor anti-Paraguayo, anti-Colorado y anti-Caballero, cuyo libro fue traducido (¡cuándo no!) por el acérrimo anti-Lopizta y anti-Colorado Guido Rodríguez Alcalá– dice de él: Este Liberal transformado en Conservador es un caso interesante para el estudio de los contrastes. Después de haberse afiliado a la Legión para luchar contra el tirano; de haber elevado la voz para proclamar principios Liberales valientemente; de haber participado en la lucha por una Constitución genuinamente democrática; se pasó al campo de los reaccionarios, alentó a Caballero a violar la Constitución de 1870 y se convirtió en el más decidido defensor de los principios que aborrecía de joven. Decoud era un desertor, un oportunista que cambió de bando tan frecuentemente en la década de 1870, que uno se maravilla de que alguno de los principales políticos del momento pudiera haber confiado en él”(“Paraguay y la Triple Alianza: La década de posguerra: 1869-1878”; pp. 269, 270; Intercontinental Editora; Asunción, 2009). 
        Queremos abundar en el esclarecimiento de la cuestión ideológica, pues hasta hoy todavía existen muchas dudas y confusiones. Así, citamos que el “Último Caudillo Colorado del siglo XX”: Dr. Luis María Argaña, el 10 de Septiembre de 1993, en el local central del Movimiento de Reconciliación Colorada”, donde se realizó un acto recordatorio de la fundación del Partido Colorado, expresó con palabras que no podrán borrarse de la historia: “Para quienes sostienen que el Partido Colorado es una rama del Liberalismo impuesto al Paraguay por la horrenda ‘cruzada libertadora’ de la Triple Alianza, el Manifiesto del 11 de Septiembre de 1887 constituye una valla insalvable. No hay manera de concertar los espejismos de la Doctrina Liberal con los postulados que, desde aquella fecha lejana, orientan la vida y el desenvolvimiento de nuestra poderosa Asociación Política… El Manifiesto de 1887 es una realidad objetivada por las circunstancias y si bien nacido en el apogeo de las ideologías liberales tiene el valor y el mérito de serle rotundamente antagónico”.
        Los fundamentos ideológicos del Coloradismo estriban en el Nacionalismo, el Republicanismo y el Agrarismo, enmarcados dentro de la Democracia Social, que pasaremos a exponer someramente, así como lo haremos con los de su antagonista histórico: el Liberalismo.
        El Nacionalismo ideológico tiene su origen filosófico en Fichte, quien formula sus postulados Nacionalistas en sus “Discursos a la Nación Alemana”, como reacción a la ocupación Napoleónica que enarbolaba la Ideología Liberal. Se forma sobre las ruinas del Estado Feudal donde la soberanía pertenecía al Monarca, luchando por dar a los pueblos conciencia de su unidad a través de la atribución de los mismos derechos a todos los individuos haciendo que la soberanía pertenezca a la Nación, reconociendo el derecho que tiene cada pueblo a ser dueño de su propio destino sin interferencias por parte de otros Estados. Existe, pues, una contradicción insuperable entre la fidelidad a la Nación, la ideología que justifica el principio de que en todo grupo humano se pueden detectar características esenciales que lo distinguen del resto de la humanidad, y el pretendido Universalismo, con su consecuencia internacionalista, de las ideologías Liberales, Socialistas o Comunistas. Pero huelga decir que el Nacionalismo Republicano no tiene ninguna relación con el Fascismo o el Nazismo, ni tampoco está limitado a los confines nacionales del Chauvinismo (patrioterismo egoísta), pues para nosotros la Nación y Humanidad no son términos contradictorios, sino complementarios. El Nacionalismo de Natalicio González estuvo ciertamente influido por la Action Française de Barrès y Maurras que de ningún modo era Fascista como se tiende a creer. Solo de un acendrado Nacionalismo.
        En cuanto al Republicanismo, ello no es “sinónimo de Liberalismo”, como se ha dado en decir por algunos supuestos “ideólogos”, sino del “bien común”, que arranca de Cicerón, quien puntualizó conceptualmente el significado de “res pública” (cosa del pueblo) cuando dice que por pueblo debe entenderse “non omnis hominu coetus quoquo modo congregatus, sed coetus multitudinis iuris consensu et utilitatis comunione sociatus”; es decir que no es la unión de todos los hombres congregados de cualquier modo, sino la unión por el interés común y el consenso a una Ley, y añadía que “el interés que vincula a la comunidad tiene primacía sobre el individuo (“De República”: T.I. p. 25); algo diferente al individualismo libertario Liberal. Al destacar como elementos distintivos de la República “el interés común” y el consenso a una “Ley común”, Cicerón concluía oponiendo la República no sólo a la Monarquía sino “a los Gobiernos injustos”, a los que San Agustín llamará después magna latrocinia.                                       
        La vinculación del Republicanismo y la “cuestión social” estaba, pues, presente en el concepto romano y adquiere más unidad de criterio en el pensamiento político moderno donde, con Maquiavelo primero y Montesquieu después, entre otras cosas se expresa claramente que en la República debe haber una relativa igualdad, y también virtud que lleva a los ciudadanos a anteponer el bien del Estado a su interés particular concluyendo que el orden político en el Régimen Republicano nace desde abajo, aun en medio de los disentimientos, con tal que tengan canales institucionales para expresarse. Y siguiendo estos lineamientos ideológicos, el Partido Nacional Republicano llevó siempre a la práctica la conexión del Republicanismo con la preocupación por la “cuestión social”, como lo demuestran los ejemplos históricos que daremos más adelante.
        El Agrarismo tiene su origen ideológico en la Revolución Mexicana con el precepto que: “La propiedad de las tierras y las aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación, la cual tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, reservándose las limitaciones que considerase necesarias a la propiedad privada en aras de la distribución de la riqueza”; también distinto al derecho de “uso y abuso” de la propiedad que reconocía el Código Liberal de Napoleón. El Agrarismo fue elevado al máximo nivel ideológico por Juan León Mallorquín desde los comienzos del siglo XX y luego por Natalicio.
         En fin, en el origen Democrático-Social del Partido Nacional Republicano –que movió a Ignacio A. Pane a declarar que no hacía falta fundar un Partido Socialista en el Paraguay pues ya existía el Partido Nacional Republicano, reorganizado en 1908,  que se ocupaba de la Cuestión Social se observa el Conservadurismo ideológico, que nada tiene que ver con el Conservadurismo Neoliberal reaccionario de los Partidos Conservadores Europeos y Norteamericanos actuales, y  surgió como respuesta al Iluminismo liberal que hacía del ser humano una criatura exclusivamente histórica, negando sus valores trascendentes y hacía de la razón el metro de lo real, siendo el Poder Político un límite a superar, un momento represivo que no tiene realidades propias. Es por eso que el Liberalismo es internacionalista, laicista, anti-tradicionalista y considera al Estado un mal necesario por lo cual pretende reducirlo a su expresión mínima, pues se caracteriza (el Liberalismo) por una concepción para la cual el individuo y no los grupos constituyen la verdadera esencia, porque los valores individuales son superiores a los colectivos. El Conservadurismo ideológico, en cambio, partía de un límite intrínseco al hombre y veía por eso en el Poder del Estado un momento necesario de la sociedad, ligado a la perfección humana, que sin él caería en la anarquía. El Estado es el cemento de la sociedad, el gran conservador del equilibrio, y se trata de controlarlo por la Ley antes que destruirlo, como condición imprescindible de la convivencia social, “conservando las tradiciones y las conquistas sociales” –como lo expresara Ricardo Brugada (h) en la Asamblea de la A.N.R. del 9 de Febrero de 1902– buscando mejorar constantemente pero en forma paulatina, dentro del marco de una reforma cuidadosamente estudiada, sin revoluciones ni políticas de “shock”. Esto es lo que decían en épocas históricas muy distantes el Príncipe Metternich y el Dr. Federico Chaves. “Ser Conservador –escribió Metternich en 1821– no requiere volver a un período anterior, ni la reacción, sino reformas cuidadosamente consideradas. El verdadero Conservadurismo implica una política activa. Pero la reforma debe ser producto del orden y no de la voluntad; debe afirmar la universalidad de la Ley contra la contingencia del Poder”. Y Chaves, junto con Epifanio Méndez, hablaba del “orden para la libertad”. Y es también lo que entendía el General Bernardino Caballero cuando lo afirmaba en ese su “testamento político” que fue su Manifiesto del 11 de Agosto de 1904 que ya hemos citado. He aquí la prueba indiscutible del origen ideológico Conservador y Nacionalista del Partido Colorado.
        Es que ya desde la “Gloriosa Revolución” Inglesa de 1688-89, surgió con fuerza el implacable juego de los Partidos Políticos, y la división entre los Torys (Conservadores) y los Whigs (Liberales) se agudizó desde el principio, cuando en 1675 fue fundado en Londres “The Green Ribbon Club” (El Club de la Cinta Verde) que se convirtió en el núcleo de los que ya se autodenominaban “El Partido del País” y representaban los intereses de la ascendente clase media de comerciantes, importadores, exportadores, profesionales e industriales que cuestionaban el modelo paternalista cristiano-medieval favorable a los Gremios de Artesanos y Trabajadores y las trabas a la libre actividad económica del Mercantilismo sostenido por la Corona, exigiendo también más Poder para el Parlamento con disminución de las Prerrogativas Reales, siendo su Líder Anthony Ashley Cooper, Primer Conde de Shaftesbury y uno de los primeros ideólogos del Liberalismo junto con John Locke (“Tratado sobre Gobierno Civil”: Primer y Segundo). Frente a ellos se erguía el Partido de la Corte, autodenominado también “El Partido Honrado” que defendía la supremacía del Poder Real y representaba a los Caballeros terratenientes y los pequeños hidalgos rurales así como a los artesanos y obreros beneficiados por los privilegios que sus Gremios habían obtenido de las Monarquías; sus principales ideólogos primigenios fueron Henry St. John, Vizconde Bolingbroke (“Carta sobre el Estudio de la Historia e Idea de un Rey Patriota”) y Edmund Burke (“Reflexiones sobre la Revolución Francesa). Para 1680, sin embargo, ambos Partidos ya eran conocidos como Whig (abreviación de una palabra escocesa Whigamore que significaba “bandolero”) y Tory (palabra irlandesa que significaba “ladrón”) que con buen humor las adoptaron y que más tarde se expandió al resto del mundo como Liberales y Conservadores.
         Según un eminente catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Cambridge: “…El Partido Tory enseñó que los fundamentos de la sociedad eran algo más que la conveniencia y el contrato (afirmación Whig), que la sociedad era un organismo moral, unido por una tradición y por sentimientos de lealtad que no podían ser violados o ignorados impunemente. En la reacción Whig se vieron disminuidos tanto los indispensables poderes de Gobierno como los instintos sociales de los hombres; los derechos fueron puestos por delante de las obligaciones, la conveniencia por encima de la lealtad, y el individuo en un escalón más elevado que la comunidad. El Conservadurismo filosófico de Bolingbroke y Burke era necesario para devolver su dignidad a la Constitución, reviviendo los elementos místicos y tradicionales de la sociedad… El reemplazo de la teoría orgánica de la política (Tory) por el concepto contractual (Whig) debilitó el sentido de obligación política desde mediados del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX(I. Deane Jones: “La Revolución Inglesa”; p. 431; Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1968).
         Hay que acotar, sin embargo, que los Partidos Conservadores fueron apartándose de su ideología primigenia y para las primeras décadas del siglo XX, ante el avance y la expansión de la ideología Socialista Marxista, reemplazaron a los Partidos Liberales –los cuales se extinguieron o se redujeron a su mínima expresión– tanto en la vida política como en la ideología, convirtiéndose en lo que son hoy el Partido Conservador Inglés, los Partidos de signo Conservador del continente Europeo, y el Partido Republicano de los EE.UU. (que ha abandonado el Nacionalismo Republicano progresista de Lincoln y Mark Hanna): Partidos reaccionarios neoliberales.
         Pero Blas Garay, Fulgencio R. Moreno e Ignacio A. Pane, ya a principios de 1890, evitaron que el Partido Colorado se convirtiera en un Partido Conservador de esa laya, al poner énfasis en el Republicanismo con su ideología de Democracia Social, al que más de dos décadas después Juan León Mallorquín agregaría el Agrarismo y Natalicio González el Nacionalismo.             
         Y queremos ahondar más en este tema porque algunos ideólogos Liberales, y también algunos prestigiosos intelectuales Colorados, como Julio César Frutos (Papuchín)en el Diario HOY”, 1er. Cuaderno, del Viernes 9 de Septiembre de 1994–; el actual Canciller Eladio Loizaga (Llollo) ÚLTIMA HORA”, Sábado 10 de Septiembre/94–; y Bernardino Cano Radil (Bebito) –en el Programa “Polémica al Atardecer” de “Radio 970”– y otros más, como el Coronel  de   Justicia  Militar (SR) Abogado Andrés Humberto Zaracho –“Reconozco el origen Liberal de mi Partido” afirmó en el Programa “Polémica al Atardecer” de la “Radio 970”– sostienen que el origen ideológico del Partido es de raíz Liberal a tal punto que el ex-Senador Miguel Ángel Ramírez (+), hace pocos años, afirmó con todo desparpajo ante las cámaras de televisión: El Partido Colorado es un Partido Liberal” (!!).  Nada más opuesto a la verdad como ya lo aclaró, según hemos visto, el propio Gral. Bernardino Caballero, aleccionado tal vez por el eminente ideólogo anti-liberal de la época Juan Crisóstomo Centurión. Aquellos se basaron en una frase, sacada totalmente de contexto, del Dr. Ignacio A. Pane en la Convención Partidaria del 25 de Noviembre de 1918, en la que expresó: “…El Partido Republicano ha sido el único liberal y el único democrático que hasta ahora ha gobernado el Paraguay, y cuando vuelva, tarde o temprano, al Poderha de ser todavía más liberal y más democrático…”, ignorando completamente que Ignacio A. Pane no se refería al aspecto ideológico ni socioeconómico, sino que respondía de esta forma a las críticas de los Liberales Radicales que acusaban al Coloradismo de ser un Partido contrario a la libertad y a la democracia, favorable a la tiranía y al totalitarismo. Prueba de ello la tenemos en que en el mismo discurso puntualizó, aclarando: “…desde diez años antes de la caída en 1904, ya hacía yo la oposición en la prensa… con mi firma… NO, POR CIERTO, COMO LIBERAL… Soy partidario decidido de la doctrina de la solidaridad social, en eso se encuentra uno de mis ideales de SOCIALISTA… de la solidaridad voluntaria, reflexiva, CONCILIABLE CON LA LIBERTAD… Enarbolemos, pues, como bandera partidaria lo bueno del pasado Colorado, a saber:… respeto al derecho de los humildes, del obrero y de la mujer; no caer como un PONTÍFICE LIBERAL en el fanatismo antirreligioso… Natural es que, por tradición y espíritu corporativo, nuestros adversarios Liberales sigan sintiendo horror al pueblo, a la democracia y al SOCIALISMO”.
        Pero hay que aclarar bien, que el “Socialismo” al que se refería Pane , así como también lo hicieron Juan León Mallorquín, y el Dr. Juan R. Chaves en la década de los ’30 y ’40, además de Hipólito Sánchez Quell, no tenía parentesco alguno con el “Socialismo totalitario Marxista”, sino que se refería a la “Democracia Social” del Republicanismo Colorado. Y esa línea Nacionalista Republicana debemos celebrarla en este aniversario y seguir cultivándola y desarrollándola siempre.--
  


            

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