CARL
SCHMITT: “El Concepto de lo Político”:
el criterio amigo-enemigo.
Como en la
entrega anterior sobre Natella
Speranskaya hemos hecho referencia importante a la obra de “Carl Schmitt: “El Concepto de lo Político”, y como este autor es muy poco
conocido fuera del ámbito de los Cientistas Políticos, creemos necesario dar
una reseña de su Libro y su pensamiento aunque sólo sea parcialmente.
Carl
Schmitt (Plettenberg, Westfalia, Imperio alemán; 11 de julio de 1888 – ibídem, 7 de abril de1985) fue un juspublicista y Filósofo Jurídico alemán, adscrito
a la Escuela del llamado “Realismo Político”, lo mismo que a la Teoría del “Orden Jurídico”. Escribió centrado en el conflicto social como objeto de estudio de la Ciencia Política, y más concretamente la guerra. Su obra
atraviesa los avatares políticos de su País y de Europa a lo largo del siglo
XX.
El objetivo de
este Ensayo es mostrar cómo la persecución de “Lo Político” en Schmitt conduce a una 'deconstrucción' del espacio Liberal a través del criterio “amigo-enemigo”
el cual aparece como condición sine
qua non de lo político.
Asimismo, se pretende identificar, a través de la distinción amigo-enemigo, al “Concepto de lo Político” fuera de las
arenas institucionales y con ello establecer su carácter ubicuo y
desterritorializado. Lo político no visto ya como una referencia específica a
un objeto, sino como una relación de oposición que se caracteriza,
fundamentalmente, por la intensidad, la hostilidad y por la posibilidad extrema
de la guerra.
I.
La persecución de 'lo político' en Schmitt y la . deconstrucción del espacio Liberal.
La historia de la
modernidad ha sido representada por Schmitt como una tragedia; la considera una
época de decadencia y de ruina, como el momento en que lo político se
desdibuja frustrando la promesa del orden. Así, “la valentía de su miedo”,
como señala Derrida, hizo que descubriera la fragilidad de las estructuras Liberales,
dotándonos con ello de elementos en contra de la 'despolitización', "Como
si el miedo de ver venir lo que viene efectivamente hubiese agudizado la mirada
de este centinela asediado" (Derrida, Jacques: “Políticas de la amistad”, Editorial Trotta, Madrid, 1998, p 102).
En su obra es posible distinguir una aguda preocupación por la desaparición de
lo político y, en su afán de persecución, por recuperarlo, nos hereda un modelo
que permite imaginar nuevas formas de identificación y sobrevivencia de lo
político.
El planteamiento
teórico de Carl Schmitt inevitablemente
obliga a volver la mirada hacia la historia y reflexionar sobre la función que
ha tenido el Estado en relación con lo Político. Hasta antes de la aparición
del Liberalismo en el siglo XIX,
lo político se había podido explicar a partir de su relación con el Estado.
Desde el punto de vista de la jurisprudencia, mientras el Estado y sus instituciones
estuvieron constituidos como algo firme, lógico y natural, pudo mantener el
monopolio de lo Político. Con el surgimiento de las Democracias Parlamentarias Liberales
se inició un proceso de contaminación recíproca entre el Estado y la sociedad
civil, sus fronteras se volvieron borrosas y lo político dejó de formar parte
exclusivamente de la esfera del Estado. Algunas instancias estatales se
volvieron sociales y viceversa, "los ámbitos 'neutrales' –religión,
cultura, educación, economía– dejaron de ser naturales en el sentido de no
Estatales y no Políticos"(Schmitt, Carl: “Concepto de lo
Político”, p 53). En este
proceso surgió el Estado Total con sus intentos de abarcarlo todo: Estado y
sociedad. Estos sucesos fueron eliminando la posibilidad de lo Político al
desdibujar la relación de Oposición que permitía su existencia. El
'desplazamiento borroso' de lo político comienza a darse a partir del siglo
XVIII con el Estado Absolutista, pasando por el Estado Natural (no
intervencionista) del siglo XIX, hasta llegar al Estado Total del siglo XX (Ibídem). En este sentido, el Liberalismo es señalado por Schmitt como el
que impide la distinción y la existencia de lo político, al volver
'porosas' las fronteras que existían entre el Estado y la sociedad, además de
intentar disolver la oposición “amigo-enemigo” al reducir a este último, a ser
un simple competidor del Mercado y un oponente en la discusión
(ibíd. Pág. 58).
Al tocar su fin la
época de la Estatalidad, se vuelve imprescindible re-conocer el concepto de “lo
Político” que había sido circunscrito al Estado y desentrañar tanto el lugar
donde aparece como los nuevos vínculos que establece. El concepto sobrevive, lo
que cambia es su ubicación. Tal vez por esta razón Schmitt inicia su persecución
con el siguiente enunciado: "El concepto de Estado presupone el de
Político".(ibid. Pág. 49) Esta afirmación sugiere que lo Político
no presupone necesariamente el concepto de Estado, por lo que ello implicaría
que, aunque en algunos momentos de la historia ha formado parte únicamente
del terreno del Estado, puede sobrevivir fuera de él.
Esto muestra una
primera definición de “lo político” como
una decisión constitutiva y polémica. Constitutiva porque su nueva forma exige
la configuración infinita de los pueblos alrededor de una identidad (en la
esfera pública), para oponerse y construirse frente a otros pueblos; y,
polémica, porque en ella se establece una agrupación, dentro y fuera de las
arenas estatales, con vistas a un antagonismo concreto entre amigos y enemigos
que se manifiesta en una relación de hostilidad. Lo político deja de ser
monopolio del Estado. En este proceso de dislocación de lo político-estatal se
observa un salto de la estructura cerrada a una no cerrada en la que se ubica un
centro que no escapa al juego infinito de las diferencias (Derrida,
Jacques: La escritura y la
diferencia, Anthropos, Barcelona,
1989, p 385). Lo político, paradójicamente, estará dentro
del terreno institucional del Estado pero también fuera de él.
De esta manera Schmitt
plantea que "Se puede llegar a una definición conceptual de Lo Político sólo mediante el
descubrimiento y la fijación de las categorías específicamente políticas. Lo
político tiene, en efecto, sus propios criterios que actúan de manera peculiar
frente a diversas áreas concretas, relativamente independientes, del
pensamiento y de la acción humana, en especial del sector moral, estético y
económico. Lo político debe por esto contener alguna distinción de fondo a la
cual pueda ser remitido todo el actuar político en sentido específico.
Admitamos que en el plano moral las distinciones de fondo sean bueno y malo; en
el estético, belleza y fealdad; en el económico, útil y dañino o bien rentable
y no rentable. El problema es entonces si existe un simple criterio de lo
político, y dónde reside; una distinción específica, aunque no del mismo tipo
que las distinciones precedentes, sino más bien independiente de ellas,
autónoma y válida de por sí".
Señalamos de manera total
esta cita porque consideramos que de aquí se desprenden varias cuestiones que
permiten identificar en Schmitt la articulación del concepto de lo político.
Cuando subraya la necesidad de descubrir y fijar las categorías específicamente
políticas, está apuntando en su planteamiento un criterio de decisión y, por
consecuencia, un criterio de discriminación. Si estos criterios corresponden a
formas concretas y peculiares que actúan de manera relativamente independiente
de otras acciones humanas, significa que están construidos de manera a priori con el fin de alejarlos de toda
impureza. De ahí concluye que la distinción específica, aquella a la que pueden
reducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción amigo-enemigo.
Esta distinción, que se configura como la esencia de lo político, permite
identificarlo a partir de un criterio y no como una definición exhaustiva.
Sugiere también que es un concepto polémico y no estático, y que su relación
con otras oposiciones ya existentes –bueno y malo, belleza y fealdad, o beneficio
y perjuicio– también es cambiante. Lo político no visto como algo que se ubica
en un espacio específico, sino en relación con la oposición “amigo-enemigo”. La
verdadera especificidad de lo político está dada por el hecho de que no se
funda en ninguna otra distinción y tampoco puede reducirse a ninguna de ellas.
Al hablar de un
concepto y no de un cuerpo específico, histórico, Schmitt sumerge a lo político
en el tiempo y en las circunstancias dándole vida. Rompe los esquemas de
ubicación fijos. Abandona la totalidad racionalizadora en la que lo político
estaba referido al monopolio del Estado, a un centro. Al definir el
criterio amigo-enemigo como la
esencia de lo político, lo 'fija en el movimiento'. Lo político sale y a su
vez permanece en el espacio institucional de la política, aparece la doble
inscripción de lo político. La idea abstracta de 'distinción' se disuelve, para
reaparecer constantemente en relaciones diferentes.
II. El criterio “amigo-enemigo” como distinción específica del
concepto de “lo político”.
El criterio
amigo-enemigo, planteado por Schmitt como una expresión de la necesidad de
diferenciación, conlleva un sentido de afirmación de sí mismo (nosotros),
frente al otro (ellos). Así pues, es posible observar el contenido positivo de
la relación amigo-enemigo como conciencia de la igualdad y de la otredad, la
cual se define marcando al grupo entre los que se distinguen de los otros con
base en ciertos referentes. La diferencia nosotros-ellos
establece un principio de oposición y complementariedad. La percepción que
un grupo desarrolla de sí mismo en relación con los otros es un elemento que al
mismo tiempo que lo cohesiona, lo distingue. La posibilidad de reconocer al
enemigo implica la identificación de un proyecto político que genera un
sentimiento de pertenencia. Pero, ni la identificación con/del enemigo, ni el
sentimiento de pertenencia, ni la misma posibilidad de la guerra que le dan
vida a la relación amigo-enemigo son inmutables. Antes bien, se encuentran
sometidos a variaciones continuas, es decir, no están definidos de una vez y
para siempre.
Schmitt argumenta que la esencia de lo político no puede ser
reducida a la enemistad pura y simple, sino a la posibilidad de distinguir entre el amigo y el enemigo. El enemigo
no puede pensarse en términos de cualquier competidor o adversario, como lo
planteaba el Liberalismo, ni tampoco
como el adversario privado (inimicus). La oposición o antagonismo de la
relación amigo-enemigo se establece si y sólo si el enemigo es considerado público (hostis).
"Enemigo es sólo un conjunto de hombres que siquiera eventualmente, de
acuerdo con una posibilidad real se opone combativamente a otro conjunto análogo. Sólo es
enemigo el enemigo público,
pues todo cuanto hace referencia a un conjunto tal de personas, o en términos
más precisos a un pueblo entero, adquiere eo
ipso (de hecho) carácter
público".
El término
'eventualidad' remite a la posibilidad latente de la guerra que aún antes de
iniciar ya está presente en la relación remarcando el concepto de analogía como condición fundamental entre los
dos grupos que se oponen; es posible pensar que el hermano es el que se revela
como el enemigo. Por último, si como señala Derrida, el enemigo está en casa,
en la familiaridad del propio hogar, se
puede adivinar la presencia y la acción del enemigo, ya que se constituye como
la proyección y el espejo del propio amigo, incluso es más que su sombra: no
hay representación, es real, está aquí y ahora, se puede identificar y nombrar.
Pero si ambos se albergan en la misma casa significa que 'aprendieron a
convivir', y la hostilidad que definía la relación entre ellos de pronto
desapareció cuando el enemigo decidió marcharse. Ahora solamente está presente
en la memoria, se recuerda, se añora y se habla de él. Cuando Schmitt habla del grado máximo de
intensidad de unión o separación entre el amigo y el enemigo está exigiendo el regreso del enemigo,
lo nombra para traerlo nuevamente a casa y de esta manera re-abrir el espacio
de la hostilidad que reclama ambas presencias. El amigo y el enemigo están
aterrados en la soledad, uno apela al otro, sin olvidar nunca que la llegada
del otro puede también ser peligrosa.
Hay un enorme parecido entre el
amigo y el enemigo; son hermanos, gemelos y, sin embargo, también subyace en
ellos una esencia que los hace existencialmente distintos en un sentido
particularmente intensivo: '¿quién decide por quién?' Responder a esta pregunta
es lo que los lleva, quizás, al punto más extremo de su relación ya que se podría
generar un conflicto. ¿Existe
alguien, fuera de ellos, que pueda intervenir en la decisión del conflicto?
Schmitt responde a esta cuestión diciendo que sólo es posible intervenir en la
medida en que se toma partido por uno o por otro, cuando el tercero se
convierte en amigo o enemigo. De ahí que el conflicto sólo pueda ser
resuelto por los implicados, pues sólo a ellos les corresponde decidir si
permiten su domesticación o viceversa como una forma de proteger su forma
esencial de vida. Sin embargo,
este punto de vista de Schmitt se verá modificado cuando aborda el término de neutralidad como se verá más adelante.
El criterio
amigo-enemigo implica la autonomía de la oposición y se concibe en relación a
cualquier otra dotada de consistencia propia. Esto muestra el rasgo
específico y polémico de lo político. Es posible amar al enemigo en la
esfera privada y en la esfera pública desarrollar el antagonismo político más
intenso hasta el extremo de la guerra. Schmitt hace una importante distinción
con respecto a la guerra, dentro del criterio amigo-enemigo. La guerra es una
lucha entre dos unidades organizadas y la Guerra Civil es la lucha dentro de
una unidad organizada. La
finalidad de la lucha, lo esencial en el concepto del armamento es que se trata
de producir la muerte física de las personas. De esta manera, la esencia de la
oposición amigo-enemigo la explica a partir de la intensidad máxima de su
relación, la esencia de la lucha, no es la competencia, ni la discusión, sino
la posibilidad de la muerte física. La guerra procede de la enemistad y tiene
que existir como posibilidad efectiva para que se pueda distinguir al enemigo. En este sentido, la guerra no es
entendida por Schmitt como la
extensión pura de la política por otros medios como señalaba Clausewitz, sino como el presupuesto presente
que determina el pensamiento y la acción. Sin embargo sí hay un punto de
coincidencia en ambos autores cuando afirman que la finalidad de la guerra no
es anular al enemigo, sino desarmarlo, domesticarlo, para que se rinda ante el
opositor en la relación.
La domesticación no
obliga a la neutralidad con el otro, ya que como señala Schmitt, "Si sobre
la tierra no hubiese más que neutralidad, no sólo se habría terminado la guerra
sino que se habría acabado la neutralidad misma, del mismo modo que
desaparecería cualquier política […] Lo decisivo es pues siempre y sólo la
posibilidad de este caso decisivo, el de la lucha real, así como la decisión de
si se da o no se da ese caso. La oposición amigo-enemigo no tiene pues,
como fundamento, la neutralidad, sino la posibilidad del enfrentamiento, lo
que hace excepcional la oposición amigo-enemigo es la posibilidad
particularmente decisiva que pone al descubierto el núcleo de las cosas. Y
justamente, es esta referencia a la posibilidad extrema de la vida la que
hace posible la existencia de lo político. Es por esta razón que no se
puede pensar en la neutralidad como el fin último del hombre ya que esto
significaría la pacificación y la desaparición de lo político. El fenómeno político sólo se dará
en la medida en que se agrupen amigos y enemigos, independientemente de las
consecuencias extrañas que esto pueda generar, "La guerra como el
medio político extremo revela la posibilidad de esta distinción entre
amigo-enemigo que subyace a toda forma de representarse lo político".
Para concluir este
apartado es necesario plantear dos preguntas, ¿por qué Schmitt elige la
distinción amigo-enemigo, en los términos planteados anteriormente, si la vida
y la muerte son fenómenos individuales? ¿Será, tal vez, que la distinción
amigo-enemigo permite crear un imaginario colectivo en términos de vida y
muerte? Luego, entonces, si el único sentido de la pasión son los eternos
modificables, como dice Maffesoli, (Maffesoli, Michel: La política y su doble. Instituto de Investigaciones Sociales, Colección
Pensamiento Social, México, 1992, p 1.) “la vida y la muerte del imaginario
colectivo se inscriben en el ámbito de la pasión”. La distinción amigo-enemigo tiene en sus extremos la distinción entre la vida y la muerte.
III. Desaparición del espacio certero de lo político
La argumentación
realizada en los apartados anteriores permite vislumbrar algunos elementos que
conducen a la idea de la noción de ubicuidad y desterritorialización de lo
político. Al construir Schmitt el
criterio “amigo-enemigo” como forma esencial del concepto de “lo político” y
desentrañar lo político del terreno Estatal, permite abandonar la idea de
referir lo político únicamente a las arenas institucionales. Si lo político
ha dejado de referirse a un espacio para ubicarse en una relación de oposición,
significa que toda relación está sujeta a ser politizable, con lo cual lo
político adquiere las características de estar presente en varios sitios a la
vez y de habitar en diversos territorios.
Schmitt permite imaginar una nueva forma de pensar lo político
al plantear que el rasgo que lo distingue es la relación de oposición
amigo-enemigo, sin límite asignable, sin tierra segura y tranquilizadora. Tal
vez pueda ubicarse en un mundo que ya no puede mantenerse unido, que se
disloca, que ya no se cierra y que está más cercano a la incertidumbre, al caos
y a la contingencia, como es nuestro siglo XXI. Un mundo al cual se pertenece sin
pertenecerle.
IV. ¿Anulación del otro,
anulación de lo político?
Para Schmitt lo
político no existiría sin la figura del enemigo y sin la posibilidad
determinada de una verdadera guerra, ya sea guerra internacional, civil o
simplemente lucha de Partidos o facciones. La
desaparición del enemigo marcaría el comienzo de la despolitización, el fin de
lo político. Perder al
enemigo no significaría reconciliación o progreso y mucho menos recuperación de
la paz o de la fraternidad humana, sino por el contrario, traería consigo la
violencia desterritorializada y ubicua. El
enemigo permite la identificación de la violencia, el reconocimiento del
peligro y por lo tanto la posibilidad de la defensa, de la protección y de la
tranquilidad. El reconocimiento del otro, del extranjero, del enemigo, permite
la construcción de la identidad política.
En el criterio “amigo-enemigo”,
Schmitt reconoce implícitamente que la construcción del enemigo es fundamental
para la reproducción histórica, cultural y moral del amigo y de su sentido peculiar
del mundo, del centro, del conocimiento, del Poder. Reconoce el hecho de que
nombrar es poseer y domesticar es extender el dominio. El amigo está dispuesto
a reconocer las diferencias del enemigo en la medida en que permanezcan dentro
de su dominio, de su conocimiento y de su control.
Este Ensayo oscila
entre 'lo que es' y el 'como si' de lo político, pero si como señala Schmitt, el concepto de Estado
presupone el de político y la existencia de lo político tiene su esencia
en la relación amigo-enemigo, ambas cuestiones se vuelven polémicas y
contradictorias. Si por un lado “Lo Político”
ha existido en el Liberalismo, a
pesar de haberle abierto la puerta al enemigo para despedirlo de casa y a
cambio darle la bienvenida al 'discutidor-competidor', sugiere que puede
existir fuera del estricto ámbito del Estado; apelando a la propuesta de
Schmitt, hay que re-pensarlo de otra manera en el marco de lo que lo distingue:
la ubicuidad y la desterritorialización. Por el otro, la idea de ubicar a lo
político en la relación amigo-enemigo y no en un espacio, conduce a la
conclusión de que lo político es el resultado de un imaginario colectivo que
lo ha visto morir y a su vez lo ha revivido a lo largo de la historia; todo
el tiempo lo reconstruye a partir de la idea de que el hombre tiene que
atravesar y restaurar, parte a parte, la existencia y la carne. Es decir, Lo Político, como el concepto que a fuerza de morir, ha acabado ganando una inmortalidad
real.-
FUENTES:
María Concepción Delgado Parra. .
(Maestra en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México).-
(Maestra en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México).-
Carl Schmitt: “El Concepto de lo Político”; publicado originalmente en 1927 y con
revisiones de 1932 y 1933, es una obra considerada como clásica dentro del
pensamiento del autor, a la vez que referencia. Editorial: Rutgers
University Press.-
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