miércoles, 22 de junio de 2016

OEA Y UNASUR

El  problema  de  la  OEA  y  la  UNASUR
Ataque de celos geopolítico es lo que ha padecido la Organización de los Estados Americanos (OEA) frente a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Es en cierta medida comprensible si se considera que lleva demasiado tiempo sintiéndose como un segundo plato. La OEA estuvo siempre mal acostumbrada en el siglo pasado a hacer lo que quería en cualquier país del continente. Miraron siempre para otro lado cada vez que se produjo un Golpe de Estado a favor de sus propios intereses. Activaron Cartas (Anti) Democráticas para derrocar a Gobiernos legítimos. Estaban habituados a ser los reyes del mambo en la región hasta que llegó el Comandante (Chávez) y mandó a parar con un Nacionalismo-Desarrollista al principio, que luego, lamentablemente, se desvió hacia un pseudo Socialismo neo-Marxista que ha fracasado.
Sí, definitivamente, Chávez obtuvo una gran victoria de época en 1998, de esas que perduran más allá de los años que transcurran, contra la “Partidocracia” y la Oligarquía venezolana además del Neo-Liberalismo de Carlos Andrés Pérez de ADECO (Partido Acción Democrática que ahora otra vez pugna por volver al Poder con Henry Ramos Allup). En estos momentos, en que muchos ya andan montados en el carro de los pronosticadores del fin de ciclo, la realidad nos volvió a resituar en clave geopolítica. Es verdad que la región ha cambiado mucho en estos últimos tiempos luego de las derrotas electorales de Venezuela (legislativa) y Bolivia (repostulación de Evo) y de la victoria de Macri en Argentina. Pero esto no significa que todo lo logrado se ha esfumado. Una demostración de esto es que la OEA sigue incapacitada en este ciclo histórico para imponer criterios del Norte a la hora de solventar los problemas en el Sur.
La OEA no pudo más con su propia patología, sus celos frente a UNASUR. Sigue sin saber cómo digerir que la hegemonía ha cambiado de bando en materia geopolítica en la región Suramericana. No puede soportar el protagonismo decisivo de la UNASUR en el caso venezolano. Desde hace meses, la UNASUR, con Samper a la cabeza, conjuntamente con 3 ex-Presidentes de otros países de afuera (Zapatero, Torrijos y Leonel Fernández), están jugando un rol importante en el dialogo entre Gobierno y Oposición. Basado en el respeto a la soberanía, han venido construyendo una hoja de ruta que ha comenzado a dar sus frutos. Esto no gusta casi nada a los que siempre dirigieron los conflictos por control remoto: lo intentaron con una carta de su Secretario General, Almagro, y quedó en ridículo, porque ni sus propios aliados ideológicos lo apoyaron. Colombia y Argentina, por ejemplo, les dieron la espalda.
El verdadero ganador en el pugilato entre OEA y UNASUR ha sido indudablemente Chávez. O se podría decir de otra manera: el legado del Chávez de 1998 y los primeros años subsiguientes ha vuelto a ordenar el tablero geopolítico en un escenario altamente complicado. Es la lectura de época que debemos hacer. Una vez más, ganó el sentido común que parecía estar en riesgo luego del “golpe de Estado” en Brasil. Chávez siempre supo que no hay revoluciones puertas adentro si éstas no vienen de la mano de revoluciones afuera. La soberanía nacional solo es viable en el tiempo si está acompañada de construcciones supranacionales que lo garanticen. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y precisamente la Unasur conforman una arquitectura de época que podría haber  demostrado su eficacia si no se hubiese desviado hacia un dogmatismo extremista de izquierda que todavía está a tiempo de rectificar.
Este consenso, el Bolivariano del comienzo, frente al viejo consenso de Washington, es el verdadero logro irreversible del siglo XXI. Se ha constatado una vez más que todavía tiene alta capacidad para afrontar cada avatar interno o cualquier intento de injerencia externa. La OEA se quedó sin trofeo. Aún peor: quedó grotescamente marginalizada. Es cierto que ganó la agenda por unos días, pero sufrió un tal traspié en modo de boomerang que le hizo salir más débil de lo que ya venía.
La UNASUR sale fortalecida de este embate. Es una oportunidad de oro para que esto sirva para catapultarse nuevamente si rectifica rumbos. El desafío lo tiene ahora en Brasil. La UNASUR ha de demandar activamente una Solución Democrática mientras la OEA no activa su Carta Democrática para este asunto para evitar un baño de sangre. La UNASUR podría tener un papel decisivo en esa contienda si pisa el acelerador y se aleja de una ideología extremista. Podría matricularse con cum laude ahora que muchos creían que estaba más muerta que viva. Luego de cierto repliegue relativo, siempre llega un buen momento para una ofensiva política. En este escenario de América Latina en disputa, la Región vuelve a necesitar pensarse a sí misma como Región.





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