El problema de la OEA
y la UNASUR
Ataque de celos geopolítico es lo que ha padecido la Organización de los Estados Americanos (OEA) frente a la Unión de
Naciones Suramericanas (UNASUR).
Es en cierta medida comprensible si se considera que lleva demasiado tiempo
sintiéndose como un segundo plato. La OEA estuvo siempre mal acostumbrada en el
siglo pasado a hacer lo que quería en cualquier país del continente. Miraron
siempre para otro lado cada vez que se produjo un Golpe de Estado a favor de
sus propios intereses. Activaron “Cartas
(Anti) Democráticas” para derrocar a
Gobiernos legítimos. Estaban habituados a ser los reyes del mambo en la región
hasta que llegó el Comandante (Chávez) y mandó a parar con un
Nacionalismo-Desarrollista al principio, que luego, lamentablemente, se desvió hacia
un pseudo Socialismo neo-Marxista que ha fracasado.
Sí, definitivamente, Chávez
obtuvo una gran victoria de época en 1998,
de esas que perduran más allá de los años que transcurran, contra la
“Partidocracia” y la Oligarquía venezolana además del Neo-Liberalismo de Carlos Andrés Pérez de ADECO (Partido Acción Democrática que ahora otra vez pugna por volver al Poder con
Henry Ramos Allup). En estos momentos, en que muchos ya
andan montados en el carro de los pronosticadores del fin de ciclo, la realidad
nos volvió a resituar en clave geopolítica. Es verdad que la región ha cambiado
mucho en estos últimos tiempos luego de las derrotas electorales de Venezuela (legislativa) y Bolivia (repostulación de Evo) y de la
victoria de Macri en Argentina. Pero
esto no significa que todo lo logrado se ha esfumado. Una demostración de esto
es que la OEA sigue incapacitada en
este ciclo histórico para imponer criterios del Norte a la hora de solventar
los problemas en el Sur.
La OEA no pudo más con su propia
patología, sus celos frente a UNASUR.
Sigue sin saber cómo digerir que la hegemonía ha cambiado de bando en materia
geopolítica en la región Suramericana. No puede soportar el protagonismo
decisivo de la UNASUR en el caso
venezolano. Desde hace meses, la UNASUR, con Samper a la cabeza, conjuntamente
con 3 ex-Presidentes de otros países de afuera (Zapatero, Torrijos y Leonel
Fernández), están jugando un rol importante en el dialogo entre Gobierno y Oposición.
Basado en el respeto a la soberanía, han venido construyendo una hoja de ruta
que ha comenzado a dar sus frutos. Esto no gusta casi nada a los que siempre
dirigieron los conflictos por control remoto: lo intentaron con una carta de su Secretario General, Almagro, y quedó en ridículo, porque ni
sus propios aliados ideológicos lo apoyaron. Colombia y Argentina,
por ejemplo, les dieron la espalda.
El verdadero ganador en el pugilato entre OEA y UNASUR ha sido indudablemente Chávez.
O se podría decir de otra manera: el legado del Chávez de 1998 y los primeros años subsiguientes ha vuelto a
ordenar el tablero geopolítico en un escenario altamente complicado. Es la
lectura de época que debemos hacer. Una vez más, ganó el sentido común que
parecía estar en riesgo luego del “golpe de Estado” en Brasil. Chávez siempre supo que no hay revoluciones puertas adentro
si éstas no vienen de la mano de revoluciones afuera. La soberanía nacional
solo es viable en el tiempo si está acompañada de construcciones
supranacionales que lo garanticen. La “Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América” (ALBA), la
“Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños” (CELAC) y precisamente la Unasur conforman una arquitectura de
época que podría haber demostrado su
eficacia si no se hubiese desviado hacia un dogmatismo extremista de izquierda
que todavía está a tiempo de rectificar.
Este consenso, el Bolivariano del
comienzo, frente al viejo consenso
de Washington, es el verdadero logro irreversible del siglo XXI. Se ha
constatado una vez más que todavía tiene alta capacidad para afrontar cada
avatar interno o cualquier intento de injerencia externa. La OEA se quedó sin trofeo. Aún peor: quedó grotescamente marginalizada. Es
cierto que ganó la agenda por unos días, pero sufrió un tal traspié en modo de “boomerang” que le hizo salir más débil de lo que ya venía.
La UNASUR sale fortalecida de
este embate. Es una oportunidad de oro para que esto sirva para catapultarse
nuevamente si rectifica rumbos. El
desafío lo tiene ahora en Brasil. La
UNASUR ha de demandar activamente
una Solución Democrática mientras la OEA
no activa su Carta Democrática para este asunto para evitar un baño de sangre.
La UNASUR podría tener un papel
decisivo en esa contienda si pisa el acelerador y se aleja de una ideología
extremista. Podría matricularse con “cum
laude” ahora que muchos creían que
estaba más muerta que viva. Luego de cierto repliegue relativo, siempre llega
un buen momento para una ofensiva política. En este escenario de América Latina en disputa, la Región vuelve a necesitar pensarse a sí
misma como Región.-
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