miércoles, 29 de junio de 2016

ESTADO FALLIDO

      ¿Es Paraguay un Estado fallido?
       Los últimos acontecimientos  en Pedro Juan Caballero así como las continuadas actividades del EPP y las discrecionales actuaciones de la SENAD  nos obligan a plantearnos esta pregunta.
       Paraguay es un país que se ha destacado en la esfera internacional no solo por ser una de las democracias más nuevas de Sudamérica, sino también por tener una estable economía en desarrollo, que con el apoyo político de los Estados Unidos y de Brasil como su principal socio comercial y militar, también se ha caracterizado por ser un aliado clave de la comunidad internacional en la lucha contra las drogas.
       Pero Paraguay es un país donde las autoridades no tienen el control de la Ley sobre la totalidad del territorio, así como tampoco tienen el monopolio real en el uso de la fuerza.
       Porque, este país también se ha dado a conocer por un largo conflicto armado con la Guerrilla del EPP (“Ejército Paraguayo del Pueblo”) como por la lucha contra la Mafia del Narcotráfico cuyo impacto real solo trasciende a través de la contradictoria información que se encuentra en las declaraciones oficiales del Gobierno, en las noticias de los Medios tradicionales, en los comunicados emitidos por los diferentes actores del conflicto armado y en la fragmentada información que publican las organizaciones no gubernamentales.
       Si bien es cierto que Paraguay es un miembro respetado de la comunidad internacional, sus extremas realidades actuales brindan un panorama bastante desolador que oscurece esa imagen positiva que brindan las elaboradas estrategias oficiales de propaganda.
       Claro, es innegable que Paraguay es ahora un país atractivo para la inversión extranjera y que es un hermoso destino turístico para los viajeros de otros países. También es indiscutible que el progreso material ha ido en aumento y que muchos de los avances productivos para las exportaciones aquí desarrollados –frutos de la agricultura empresarial y la ganadería extensiva– son de relevancia internacional. Además, cómo negar que nuestra economía formal ha crecido notablemente en la última década y que su sistema financiero goza de una fortaleza admirable que ha sido clave para el progreso del país, lo cual, obviamente, ha beneficiado significativamente a muchas esferas sociales.
       Lamentablemente, en el Paraguay existen muchas otras realidades ocultas que en conjunto muestran un país negativamente heterogéneo. Son diferentes contextos socioeconómicos que van desde sociedades urbanas cosmopolitas que interactúan en un mundo globalizado y que fácilmente se confundirían con cualquier ciudad del primer mundo, hasta sociedades primitivas y pobres que no solo parece que vivieran aún en el siglo XIX, sino que además son las que ponen la mayoría de las víctimas ocultas de estos conflictos mencionados que han desangrado al país por décadas. Son regiones en las que el suministro de los servicios básicos es bastante limitado y donde millones de personas aún viven en condiciones de extrema pobreza y abandono con nulo acceso a servicios de salud, electricidad, agua potable, transporte y educación. Es tal el olvido en el que viven, que esas áreas quedan por fuera del control Estatal y los diferentes actores armados al margen de la ley, sean de la Guerrilla, la Delincuencia y el Narcotráfico, ejercen un Poder públicamente como si fueran las únicas autoridades reconocidas por la población civil de esos contornos de influencia.
       En otras palabras, la realidad paraguaya es un escenario de múltiples aristas que se puede describir brevemente de la siguiente forma: Paraguay es ahora un país donde las Autoridades no tienen el control material sobre la totalidad del territorio, así como tampoco tienen el monopolio en el uso de la fuerza en ciertas regiones. Es un Estado donde la autoridad legítima está tan fragmentada y erosionada que el Congreso manipula las funciones Ejecutivas y Judiciales y el Ejecutivo también manosea la actividad Legislativa y Judicial; es una Nación donde la Administración tiene extremadamente limitada su autonomía en la toma de decisiones y acude a tácticas oscuras para cumplir con sus objetivos; es un país donde los Parlamentarios legislan, mientras los órganos de control manipulan a su antojo y con amenazas a los funcionarios que no comulgan con sus creencias personales; es una sociedad donde los múltiples escándalos por corrupción ocupan a diario las primeras planas de las medios informativos nacionales, y donde innumerables personalidades públicas han sido señaladas por haber sido copartícipes o cómplices de los actores mafiosos en la comisión de delitos execrables. Cualquier semejanza con México o Colombia es mera “coincidencia”.
      Obviamente, en el curso de los años se han ejecutado innumerables políticas públicas cuyos objetivos principales han sido el progreso general de la Nación y el total control territorial del Estado, bien sea a través de estrategias de administrativas o por medio de la confrontación armada directa.
       Tristemente, el programa socioeconómico de la “Selección Nacional” del Gobierno, más la acción de la SENAD (Secretaría Nacional Antidrogas) y la “Fuerza de Tarea Conjunta” (FJC) era la seguridad armada para el desarrollo social y económico del país, así como la tranquilidad ciudadana, sin que importara mucho el costo social que iba a generar. Si bien los resultados económicos de dicha política fueron notables macroeconómicamente, los daños colaterales que dejaron a su paso se materializaron en “ejecuciones” y asesinatos de civiles a manos de las Guerrillas y las Mafias como de las mismas Fuerzas Armadas, decenas de masacres a mano de aquellos grupos sin que el Estado pudiera impedirlo. ¿Es pues Paraguay un Estado fallido o está apunto de serlo? Los hechos indican que la respuesta es afirmativa. Si bien existe un país aparentemente democrático que ejerce un supuesto control territorial a través de cuestionables Estructuras de Poder y que además reclama tener el monopolio sobre el uso de la fuerza, la realidad sugiere que estas son verdades a medias que han sido difundidas y repetidas hasta la saciedad con el fin de ocultar aquellos escenarios que en conjunto muestran un País fragmentado, polarizado económicamente y que está casi fuera de control.
       La buena noticia es que hay una toma de conciencia gradual en la ciudadanía respecto al proceso político y social que ofrece un escenario optimista para acabar con décadas de desgobierno que ha dejado a su paso muchas víctimas.

       Sin embargo, existe un obstáculo que puede llevar a que este proceso fracase y que Paraguay siga su camino al caos. Ese obstáculo es la férrea oposición del Presidente a cambiar el rumbo de su Gobierno que puede llevar a la crisis total de la recuperación general. Esto implica, fundamentalmente, un modo distinto de relacionarse con el Estado y con la sociedad. Estamos ante un Gobierno con una Justicia que defiende a las Empresas, los Políticos corruptos y a los Bancos frente al Estado. La mayoría de los integrantes del Gabinete en Paraguay son (o eran) Ejecutivos de Grandes Empresas y Bancos. No han sido formados en la gestión del Estado como expresión de los intereses del conjunto. Entienden más los intereses de las Empresas y los Bancos, que muchas veces son limitados por normativas Estatales. Por eso comprenden más los argumentos de los Empresarios que los del Estado. El Presidente Cartes debería reestructurar casi totalmente su Gabinete y gran parte de sus Entes Administrativos, nombrando Ministros y Administradores Colorados pero de mucha cultura y gran capacidad organizativa que les permitan rodearse de excelentes Técnicos, e iniciar una auténtica Reforma Agraria y Reforma Tributaria que lleven a una más justa distribución de la riqueza y comprender que la política económica neoliberal del “Goteo” no funciona, sobre todo en los países subdesarrollados, porque aumenta la brecha entre ricos y pobres fomentando el descontento y la ausencia de resistencia y colaboración con el Estado contra las fuerzas subversivas y marginales.
 ¿Estado fallido o milagro político y socioeconómico? El tiempo lo dirá.-


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