¿Es Paraguay un Estado fallido?
Los últimos acontecimientos en Pedro
Juan Caballero así como las continuadas actividades del EPP y las
discrecionales actuaciones de la SENAD
nos
obligan a plantearnos esta pregunta.
Paraguay es un país que se ha destacado en la esfera internacional no solo por ser
una de las democracias más nuevas de Sudamérica, sino también por tener una estable
economía en desarrollo, que con el apoyo político de los Estados Unidos y de Brasil
como su principal socio comercial y militar, también se ha caracterizado por
ser un aliado clave de la comunidad internacional en la lucha contra las
drogas.
Pero Paraguay es un país donde
las autoridades no tienen el control de la Ley sobre la totalidad del
territorio, así como tampoco tienen el monopolio real en el uso de la fuerza.
Porque, este país también se
ha dado a conocer por un largo conflicto armado con la Guerrilla del EPP
(“Ejército Paraguayo del Pueblo”) como por la lucha contra la Mafia del
Narcotráfico cuyo impacto real solo trasciende a través de la contradictoria
información que se encuentra en las declaraciones oficiales del Gobierno, en
las noticias de los Medios tradicionales, en los comunicados emitidos por los
diferentes actores del conflicto armado y en la fragmentada información que
publican las organizaciones no gubernamentales.
Si bien es cierto que Paraguay es un miembro respetado de la
comunidad internacional, sus extremas realidades actuales brindan un panorama
bastante desolador que oscurece esa imagen positiva que brindan las elaboradas
estrategias oficiales de propaganda.
Claro, es innegable que Paraguay
es ahora un país atractivo para la inversión extranjera y que es un hermoso
destino turístico para los viajeros de otros países. También es indiscutible
que el progreso material ha ido en aumento y que muchos de los avances productivos
para las exportaciones aquí desarrollados –frutos de la agricultura empresarial
y la ganadería extensiva– son de relevancia internacional. Además, cómo negar
que nuestra economía formal ha crecido notablemente en la última década y que
su sistema financiero goza de una fortaleza admirable que ha sido clave para el
progreso del país, lo cual, obviamente, ha beneficiado significativamente a
muchas esferas sociales.
Lamentablemente, en el Paraguay existen muchas otras
realidades ocultas que en conjunto muestran un país negativamente heterogéneo.
Son diferentes contextos socioeconómicos que van desde sociedades urbanas cosmopolitas
que interactúan en un mundo globalizado y que fácilmente se confundirían con
cualquier ciudad del primer mundo, hasta sociedades primitivas y pobres que
no solo parece que vivieran aún en el siglo XIX, sino que además son las que
ponen la mayoría de las víctimas ocultas de estos conflictos mencionados que han
desangrado al país por décadas. Son regiones en las que el suministro de los
servicios básicos es bastante limitado y donde millones de personas aún viven
en condiciones de extrema pobreza y abandono con nulo acceso a servicios de
salud, electricidad, agua potable, transporte y educación. Es tal el olvido en
el que viven, que esas áreas quedan por fuera del control Estatal y los
diferentes actores armados al margen de la ley, sean de la Guerrilla, la
Delincuencia y el Narcotráfico, ejercen un Poder públicamente como si fueran
las únicas autoridades reconocidas por la población civil de esos contornos de
influencia.
En otras palabras, la realidad
paraguaya es un escenario de múltiples aristas que se puede describir brevemente
de la siguiente forma: Paraguay es
ahora un país donde las Autoridades no tienen el control material sobre la
totalidad del territorio, así como tampoco tienen el monopolio en el uso de la
fuerza en ciertas regiones. Es un Estado donde la autoridad legítima está tan
fragmentada y erosionada que el Congreso
manipula las funciones Ejecutivas y Judiciales y el Ejecutivo también manosea la actividad Legislativa y Judicial; es una Nación donde la Administración
tiene extremadamente limitada su autonomía en la toma de decisiones y acude a
tácticas oscuras para cumplir con sus objetivos; es un país donde los Parlamentarios
legislan, mientras los órganos de control manipulan a su antojo y con amenazas
a los funcionarios que no comulgan con sus creencias personales; es una sociedad donde los múltiples
escándalos por corrupción ocupan a diario las primeras planas de las medios
informativos nacionales, y donde innumerables personalidades públicas han sido
señaladas por haber sido copartícipes o cómplices de los actores mafiosos en la
comisión de delitos execrables. Cualquier semejanza con México o Colombia es
mera “coincidencia”.
Obviamente, en el curso de los
años se han ejecutado innumerables políticas públicas cuyos objetivos
principales han sido el progreso general de la Nación y el total control
territorial del Estado, bien sea a través de estrategias de administrativas o
por medio de la confrontación armada directa.
Tristemente, el programa
socioeconómico de la “Selección
Nacional” del Gobierno, más la acción de la SENAD (Secretaría Nacional
Antidrogas) y la “Fuerza de Tarea Conjunta” (FJC) era la seguridad armada para
el desarrollo social y económico del país, así como la tranquilidad ciudadana,
sin que importara mucho el costo social que iba a generar. Si bien los
resultados económicos de dicha política fueron notables macroeconómicamente,
los daños colaterales que dejaron a su paso se materializaron en “ejecuciones”
y asesinatos de civiles a manos de las Guerrillas y las Mafias como de las
mismas Fuerzas Armadas, decenas de masacres a mano de aquellos grupos sin que el
Estado pudiera impedirlo. ¿Es pues Paraguay
un Estado fallido o está apunto de serlo? Los hechos indican que la respuesta
es afirmativa. Si bien existe un país aparentemente democrático que ejerce
un supuesto control territorial a través de cuestionables Estructuras de Poder
y que además reclama tener el monopolio sobre el uso de la fuerza, la realidad
sugiere que estas son verdades a medias que han sido difundidas y repetidas
hasta la saciedad con el fin de ocultar aquellos escenarios que en conjunto
muestran un País fragmentado, polarizado
económicamente y que está casi fuera de control.
La buena noticia es que hay una toma de conciencia gradual en la
ciudadanía respecto al proceso político y social que ofrece un escenario
optimista para acabar con décadas de desgobierno que ha dejado a su paso muchas
víctimas.
Sin embargo, existe un obstáculo que
puede llevar a que este proceso fracase y que Paraguay siga su camino al caos. Ese obstáculo es la férrea oposición
del Presidente a cambiar el rumbo de
su Gobierno que puede llevar a la crisis total de la recuperación general. Esto implica, fundamentalmente, un modo distinto de
relacionarse con el Estado y con la sociedad. Estamos ante un Gobierno con una Justicia que defiende a las
Empresas, los Políticos corruptos y a los Bancos frente al Estado. La
mayoría de los integrantes del Gabinete en Paraguay son (o eran)
Ejecutivos de Grandes Empresas y Bancos. No han sido formados en la gestión del Estado como expresión de
los intereses del conjunto.
Entienden más los intereses de las Empresas y los Bancos, que
muchas veces son limitados por normativas Estatales. Por eso comprenden más los
argumentos de los Empresarios que los del Estado. El Presidente Cartes debería
reestructurar casi totalmente su Gabinete y gran parte de sus Entes
Administrativos, nombrando Ministros y Administradores Colorados pero de mucha cultura y gran capacidad organizativa que
les permitan rodearse de excelentes Técnicos, e iniciar una auténtica Reforma Agraria y Reforma Tributaria que lleven a una más justa distribución de la
riqueza y comprender que la política económica neoliberal del “Goteo” no funciona,
sobre todo en los países subdesarrollados, porque aumenta la brecha entre ricos
y pobres fomentando el descontento y la ausencia de resistencia y colaboración
con el Estado contra las fuerzas subversivas y marginales.
¿Estado
fallido o milagro político y socioeconómico? El tiempo lo dirá.-
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