sábado, 7 de febrero de 2015

EL P. COLORADO Y STROESSNER (2ª PARTE)

Pero mórbida y todo, como era su obsesión, tenía una base en la realidad: Stroessner no había conquistado el Poder de una vez por todas; tuvo que afirmarlo y reconquistarlo una y otra vez: en el ’55; en el ’57; en el ’59; del ’60 al ’65; en el ’67 y etcétera. Su éxito no debe oscurecer el hecho de que hasta la Convención del ’67 y la caída de Edgar L. Ynsfrán, su supremacía no alcanzó a consolidarse totalmente. Y mientras más alto ascendía, mayor era el vacío que lo rodeaba y más numerosa la masa de colorados que tenían razones para temerlo y odiarlo y a quienes él a su vez temía y odiaba.
      Stroessner veía que la viejas divisiones entre sus adversarios, las diferencias entre Guiones y Democráticos o de MOPOCOS y “Mendefleytistas”, se borraban y se esfumaban; y ese temor le inspiraban aquellas “conspiraciones comunistas” o “bloques, coaliciones de colorados izquierdistas” que su policía tenía que descubrir o inventar una y otra vez. Por último, el ascendiente de su propia facción stronista convertía a los viejos Colorados tradicionales (y a muchos jóvenes) en aliados potenciales de aquellos colorados marginados. Endiosado y elevado por encima de todo el Partido Colorado, Stroessner veía, no sin razón, a todo el Partido como una coalición potencial contra él; y tenía que utilizar cada gramo de su fuerza y de su astucia para impedir que lo potencial se volviera real.
       La falta de cohesión política de la sociedad paraguaya, que al comienzo del régimen de Stroessner era rural en casi un 80% y aún ahora llega casi al 40%, determinó, como ya lo dijimos, la omnipotencia del Estado. Y Stroessner al obtener el control del Gobierno, del Partido y del Ejército, se convirtió en árbitro supremo. Y si después de la guerra civil del ’47 el Régimen Colorado fue instaurado sobre el trasfondo de la desintegración económica  y la dispersión de la clase obrera y campesina, ese Régimen adquirió luego con Stroessner un poder virtualmente ilimitado, merced a la masiva ayuda económica y diplomática internacional –producto de la Guerra Fría– que produjeron un crecimiento y expansión económicos que habrían de darle, en 30 años, una nueva forma a la sociedad; pero en lo político, por la terrible represión y corrupción, hicieron a ésta aún más amorfa y aumentaron su atrofia.
       En el Régimen Stronista pueden distinguirse dos períodos de entre 15 a 20 años cada uno: el primer período –de 1954 a 1974 aproximadamente– fue de lo que podríamos llamar una Dictadura. El segundo período –de 1974 a 1989– ya constituyó una Tiranía. Expliquemos la diferencia: Dictator era el sujeto de una Institución Romana prevista por las leyes por la cual, en caso de peligro extremo para la República, se entregaba todo el Poder a un ciudadano por el plazo de seis meses, prorrogable, que lo convertía en un Magistrado absoluto para tiempos difíciles. En cambio τύραννος (Türannos) Tirano llamaban los Griegos a aquél que usurpaba el Poder y gobernaba con despótica crueldad en beneficio suyo y de sus allegados. Así que decir de un Gobernante que es un Dictador simplemente significa que tiene concentrado todo el Poder en sus manos, con prescindencia del buen o mal uso que haga de él. En cambio considerarlo Tirano implica ya descalificarlo desde el punto de vista moral.
        Stroessner, consciente de sus limitaciones intelectuales, durante la primera fase de su Gobierno se rodeó de excelentes Consejeros con gran bagaje intelectual y experiencia política práctica, como Juan José Soler, Emilio Saguier Aceval, J. Bernardino Gorostiaga, Víctor Morínigo, J. Eulogio Estigarribia, Edgar L. Ynsfrán (y detrás de él J. Natalicio González), Tomás Romero Pereira  y otros más. Pero cuando con el paso de los años, por ley natural fueron desapareciendo y reemplazados por la “nueva hornada” de Dirigentes mediocres encabezados y prohijados por Mario Abdo Benítez, su Dictadura degeneró en total y grotesca Tiranía. De la misma manera relata Víctor de Laurestán (2) en sus “Memorias”, que Napoleón basó sus éxitos militares en su gran equipo de Mariscales; pero cuando fueron desapareciendo por morir en los combates o enemistarse con el Emperador, fueron reemplazados por segundones mediocres como el Mcal. Grouchy, el responsable de la derrota de Waterloo. Durante el primer período del Stronismo, que hemos señalado, se logró la tan ansiada paz y orden, se ejecutaron importantes obras materiales, se ensanchó la frontera agrícola y empezó la construcción de la represa de Itaipú; y en lo político, cierta libertad de acción y opinión –muy controlada– a la Oposición.    
       En los años subsiguientes a la expulsión, prisión y exilio de los Dirigentes del Movimiento Popular Colorado (MOPOCO), que sucedió en 1959, las energías del pueblo paraguayo se ocuparon en tratar de subsistir, evitar la represión, tratar de tomar parte en cierto progreso material; y con los prodigiosos esfuerzos que esto exigía, quedaron pocos recursos para dedicarlos a la afirmación de propósitos políticos, morales y sociales de cualquier índole. Y, puesto que el Poder del Estado era cada vez mayor, cuanto que era ejercido sobre una Nación políticamente triturada, el amo del Poder y sus epígonos hicieron todo lo posible, sin escrúpulo alguno, por mantener a la República precisamente en esa situación.
       No es necesario detallar todo lo que el stronismo hizo, todo el mundo lo sabe; solamente deseamos puntualizar sus consecuencias. Porque el terror del período de Stroessner fue equivalente a un GENOCIDIO POLÍTICO: destruyó toda especie de organizaciones antistronistas. A medida que transcurría el tiempo y se consolidaba su Gobierno, no quedó en el Paraguay ningún grupo capaz de plantearle un desafío serio, excepto el Movimiento Popular Colorado, pero cada vez más arrinconado e implacablemente perseguido. Ni siquiera se permitió la supervivencia de algún Centro de pensamiento independiente. Stroessner “secuestró” a todo el pueblo paraguayo, inclusive a los Partidos opositores; no olvidemos que tanto el Partido Liberal (dividido en dos facciones) y el Partido Revolucionario Febrerista, participaron de las farsas electorales del oficialismo efectuadas bajo Estado de Sitio, en 1963 y 1968, y estuvieron presentes en la “Asamblea Nacional Constituyente” que aprobó una nueva Carta Magna al sólo efecto de prolongar “constitucionalmente” el período de mando del Dictador.
       En la conciencia de las masas coloradas se produjo un tremendo hiato; se trató de despedazar su memoria colectiva; la continuidad de sus tradiciones republicanas y revolucionarias fue liquidada; y su capacidad de formar y cristalizar cualquier idea anticonformista fue destruida. El Partido Colorado y el Paraguay todo, quedaron finalmente, no sólo en su política práctica, sino inclusive en sus procesos mentales, sin ninguna alternativa aparente frente al stronismo.
       Tal es la triste verdad de este aserto, que, aún en los últimos años del régimen de Stroessner, ya con el deterioro causado por su decadencia física, la crisis económica (causada, además de todos los problemas inherentes al subdesarrollo, por el fin del flujo de dólares a la construcción de la represa de Itaipú y el cierre de los créditos “Stand-By”), el fin del aislamiento político del Paraguay con su “manto de silencio”, la descomposición interna del stronismo con la emergencia de los Colorados Tradicionalistas de la “generación de la paz”, el ascenso del nivel cultural de las masas como resultado del desarrollo de las relaciones socioeconómicas etc., aún con todo eso, ningún Movimiento antistronista pudo surgir firmemente de abajo, desde el fondo de la sociedad paraguaya, y ningún Movimiento de resistencia pudo llegar a estar tan fuerte como para derribarlo, mucho menos el MOPOCO. Inclusive, Stroessner logró la sumisión de jóvenes y brillantes colorados protegidos y elevados políticamente por Juan R. Chaves, que luego fueron prominentes figuras de la transición para después caer en el olvido y la nada, como Angel Roberto Seifart, quien en 1984 defendió en el pleno de la Cámara de Diputados la clausura del Diario ABC Color y en la Campaña Electoral de 1983, para la “reelección” del Dictador, lo proclamó “el conquistador del Este” en alusión de la apertura al Alto Paraná con la ruta respectiva y la fundación del entonces llamado “Puerto Presidente Stroessner”; también la misma suerte corrió el intelectual Julio César Frutos (Papuchín) quien no supo sostener con gallardía el natural idealismo rebelde de la juventud sirviendo sumisamente al tirano desde su escaño de la Cámara de Diputados expresando en la Nota Editorial de “Clásicos Colorados”, pág. VI, año 1984, de la reimpresión del libro “Luchad”, de Juan Manuel Frutos que éste “…inauguraba en 1948 un  proceso revolucionario pacífico y continuo, que encontró en el General Alfredo Stroessner un empecinado moldeador de obras espirituales y materiales que las nuevas generaciones tenemos que sostener y afianzar en la República”. Pero también debemos destacar que hubo otros jóvenes que acompañaron al Stronismo mas sin la sumisión al personalismo de aquellos citados, sino en función de “hombres de Partido”, como “Carlín” Romero Pereira y Bader Rachid Lichi. Carlos Romero-Pereira en su discurso en Loma Grande, su Carta a la H. Junta de Gobierno (1985), Ética Política (1985), y su libro Una Propuesta Ética (1987), documentos que ya son parte de la historia, denunció claramente que el resorte principal del Stronismo era la defensa del privilegio, que era lo único ya –sobre todo en la última década– que daba cierta unidad a todos los aspectos de la política de Stroessner en su creciente degradación del Partido Colorado. Y también analizó la composición de los Grupos Administrativos, del Aparato del Partido, de los Altos Empleados Públicos, del Equipo Gobernante, que sumaban un estrato masivamente poderoso, extraordinariamente reaccionario a causa de los privilegios de que disfrutaba y empeñado en mantener a cualquier precio el “statu quo”.
       Pero el equilibrio social, policlasista, del Partido Colorado –añadía “Carlín” en los documentos citados– era inestable. A la larga debía prevalecer uno de los dos elementos, el democrático o el autoritario personalista. El aumento contínuo de la desigualdad en Poder y Riqueza era una señal de peligro. Los grupos de Burócratas-Administradores metidos a “Dirigentes Políticos” no se contentarían indefinidamente con sus privilegios de consumidores; tarde o temprano tratarían de constituirse en una nueva clase política detentadora del Poder total mediante la “expropiación” del Partido Colorado y su conversión en el “Partido Stronista”. Y esto se cumplió ya en su primera parte en la Convención Partidaria de 1984 para culminar en el atraco de 1987. Pero Stroessner, al estimular la voracidad de su Burocracia, estaba socavando inconscientemente no solo su propio Régimen, sino todas las conquistas del Coloradismo. Tan inminente le parecía este peligro a “Carlín” que no vaciló en afirmar, ya antes de 1984, que se estaban creando las premisas políticas del “vitaliciado autoritario hereditario” y consideró sin ambages a la Burocracia Militante-Stronista como el agente potencial y directo de la defenestración del Partido Colorado y su reemplazo por el Partido Personal Stronista.    
      Y así las cosas, tuvo que ser el EJÉRCITO una vez más, el árbitro de la situación, entregando las principales palancas del Poder al grupo aparentemente más fuerte y mejor organizado, que resultó ser el de los antiguos colaboradores de Stroessner, los Tradicionalistas, también denominados “Chavistas” (por alusión a sus prominentes cabezas: Federico Chaves y Juan R. Chaves), que debían emprender entonces, “desde arriba”, la reforma de los rasgos más anacrónicos del Régimen. Pero aún solamente como “reformistas” ellos resultaron un fiasco.
      De ésta manera, habiendo devenido ya la superación del stronismo en una necesidad histórica, y habiendo sido el Gral. Andrés Rodríguez con las FF.AA. quienes tomaron la iniciativa práctica del rompimiento, sin embargo, por una ironía de la historia, tuvo que ser el propio grupo gobernante el encargado de llevar adelante y completar esa tarea. Pero ¿no les hemos dicho, lectores, que habían resultado un fiasco? ¿Podían ellos todavía rectificarse y hacerlo? ¿O era necesaria otra Revolución Política? ¿Aunque esa Revolución no fuese violenta y se diese sólo a nivel de Partido?

                  VISIÓN DESDE EL PARTIDO COLORADO EN 1989.

       El golpe militar del 2 y 3 de Febrero de 1989 hizo pensar a muchos extranjeros (y también paraguayos) que con la caída de Stroessner caería también el Partido Colorado, o que quedaría tremendamente debilitado; que su masa no era tal, que era Stroessner el que sostenía el Partido, que su credibilidad popular era nula, y etc.  También muchos políticos notables y experimentados pensaban así; por ejemplo, el Dr. Domingo Laíno, Presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), afirmó ante las cámaras de televisión, que derrotaría al Gral. Rodríguez y al Partido Colorado, en las elecciones generales del 1º de Mayo de ese año. Todos se equivocaron, porque los verdaderos Colorados sabían que el pueblo colorado no era stronista. El correligionario es primordialmente HOMBRE DE PARTIDO, y sus mandos medios, los caudillos, son hombres de Partido, generación tras generación, y hacen política sin importarles muchas veces quién es el Gobernante, con tal que sea su Partido el que gobierne. El Poder de la Junta de Gobierno del Partido Colorado y su influencia son extraordinarios, aún hoy, porque deben saber los lectores    –sobre todo los extranjeros– que en el Paraguay, el bipartidismo está tan acendrado, que la pertenencia al Partido Liberal o al Partido Colorado, escapa a la Ideología, al Estatuto o al Programa; es cosa de raigambre familiar, una tradición histórico-cultural que sólo puede parangonarse con los célebres clanes escoceses. Así fue como el Partido Colorado no defendió a Stroessner, antes bien, las masas coloradas dieron un gran suspiro de alivio: ¡se había roto su cautiverio! Y de un confín a otro de la República los correligionarios fueron a ponerse a las órdenes de sus JEFES NATURALES, y allí –al hablar de Jefes Naturales– comenzó el desgaste de los ex colaboradores de Stroessner. Pues las masas buscaron acercarse a aquellos Dirigentes, que en la lucha clandestina del “exilio interior” o dentro de la misma estructura stronista, mantuvieron enhiesta la bandera de las reivindicaciones y los principios del auténtico Coloradismo.  Y resultó  que   los    republicanos    llamados    “Tradicionalistas Autónomos” –liderados por el último Caudillo Colorado del siglo XX: Luis María Argaña– por su oposición intransigente a un “Stronismo sin Stroessner”, fueron creciendo día a día, ante el estupor de los colorados stronistas y de los Partidos opositores. También al influjo de ese “vendaval de verdades” que sacudía las estructuras del Partido, otros grupos de Dirigentes, no muy comprometidos con Stroessner, abandonaron al Tradicionalismo ortodoxo y se congregaron bajo la misma bandera. Y aquí viene la respuesta  del porqué los Tradicionalistas “Chavistas” a quienes se entregaron las palancas del Poder resultaron un fiasco: porque esas viejas fuerzas decadentes que conformaron los ex colaboradores  durante 30 años, presentaban un problema ideológico, político y moral.
       Eran un problema ideológico y político porque representaban la expresión de la vieja oligarquía partidaria de los “veinte apellidos”, los “Partido jara” (dueños del Partido)       –como sagazmente los denominó el pueblo– que habían constituido siempre ese sector autoritario, anti-agrarista y reaccionario del Partido Colorado, y que con Stroessner evolucionó hacia un neofascismo sin ambages, reflejándose claramente en su conducta e intención después del golpe: mantener un esquema vertical de rígida obediencia piramidal, condenación del disenso y por ende, de las corrientes internas, apelar emocionalmente a las bases para obtener especies de “plebiscitos” dirigidos, y propender a un programa que preservase el ordenamiento socioeconómico heredado de la dictadura, en un marco de liberalismo sustancial mitigado por algunas concesiones sociales de tipo asistencial, todo con una fraseología “revolucionaria” efectista, de populismo verbal. Esta es en parte  la explicación del porqué, a pesar de copiar la fachada de los métodos democráticos, el espíritu del “ancien régime” se trasuntaba en todos sus actos, porque, más allá de los mecanismos formales de la democracia, el Tradicionalismo “Chavista” seguía siendo fiel a sí mismo, como una estructura formada en el stronismo, jerárquica y autoritaria, donde el jefe mandaba sin disputa. Pero lo más peligroso para nuestra incipiente democracia estribaba en que el “Tradicionalismo Chavista” representaba la “ideología” del “Sustitutismo Partidario”; es decir, la “sustitución” de la voluntad y el protagonismo de las masas por una élite privilegiada, exclusiva y excluyente, que se operaba de la siguiente forma: Primero, la masa de afiliados era sustituida por los caudillos, digitados y amparados por Seccionales controladas; Segundo, esos mandos medios eran “sustituidos” por los Presidentes de Seccionales y Convencionales, generalmente prebendarios; luego, los Consejos de Presidentes de Seccionales (Departamentales y de la Capital), “sustituían” a los Presidentes de Seccionales cuando las decisiones se iban volviendo importantes; después, la Junta de Gobierno “sustituía” a los Consejos; y el Comité Político sustituía a la Junta; entonces el Presidente y los Vice-Presidentes “sustituían” al Comité Político; hasta que por último, el “único Líder” y Presidente Honorario del Partido, también Presidente de la República, “sustituía” a todo el Partido Colorado en la toma de decisiones trascendentales. Al no haber elección directa de autoridades, y al no tolerarse la libre expresión de las corrientes internas, más el manipuleo de las elecciones de base y de convencionales, por el prebendarismo y aún por la fuerza, la representación se volvía sustitución. Tal el esquema de vida “institucional”  partidaria que hasta el 3 de Febrero había ofrecido el Partido Colorado durante el stronismo.
       En fin, la oligarquía “Chavista” era también un problema moral; la crisis de credibilidad que padecía por su larga y abyecta sumisión a Stroessner, hizo que la ciudadanía en general –cada día en mayor proporción– les haya negado el derecho a comparecer ante la historia de la patria en el mismo pie de igualdad que el resto de sus correligionarios, convirtiéndolos en políticos sin futuro, cuya causa había perimido, desde que los dos principios tenidos por intocables hasta el 3 de Febrero, quedaron vulnerados: primero, el predominio dictatorial del Coloradismo Stronista sobre todos los aspectos de la vida política y administrativa; segundo, la sumisión de la masa partidaria en medio de un Estado despótico de autoritarismo total. Todo lo apuntado en éste ítem es lo que los Republicanos de ahora ya no debemos permitir en pleno siglo XXI. Porque como lo expresó certeramente ese super-político que fue Talleyrand, Ministro de Relaciones Exteriores de Napoleón y del restaurado Rey Borbón: En política hay algo peor que cometer un crimen, y es cometer un error”.-
                                                        N O T AS.
(1)            Bonapartista: Denominación dada al Golpe de Estado militar de Napoleón Bonaparte, el 18 de Brumario (9 de Noviembre de 1799), contra el Directorio Civil que gobernaba Francia después de la Revolución y el “Terror”, aprovechando el desorden circundante. Y a todo Golpe Militar efectuado con el pretexto de “poner orden en el país”.-

(2)            Víctor de Laurestán: “Memorias”; Ed. KRAFT; Bs. Aires, 1955.- V. de Laurestán fue amigo de infancia de Napoleón en Córcega y luego una especie de Secretario Privado y Consejero personal además de amigo íntimo y confidente hasta Santa Elena.-

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