Pero mórbida
y todo, como era su obsesión, tenía una base en la realidad: Stroessner no había conquistado el Poder de una vez por todas;
tuvo que afirmarlo y reconquistarlo una y otra vez: en el ’55; en el ’57; en el ’59; del ’60 al ’65; en el ’67 y
etcétera. Su éxito no debe oscurecer el hecho de que hasta la Convención del
’67 y la caída de Edgar L. Ynsfrán, su supremacía no alcanzó a consolidarse
totalmente. Y mientras más alto ascendía, mayor era el vacío que lo rodeaba y
más numerosa la masa de colorados que tenían razones para temerlo y odiarlo y a
quienes él a su vez temía y odiaba.
Stroessner veía que la viejas divisiones
entre sus adversarios, las diferencias entre Guiones y Democráticos o
de MOPOCOS y “Mendefleytistas”, se borraban y se esfumaban; y ese temor le inspiraban
aquellas “conspiraciones comunistas” o “bloques, coaliciones de colorados
izquierdistas” que su policía tenía que descubrir o inventar una y otra vez.
Por último, el ascendiente de su propia facción stronista convertía a los
viejos Colorados tradicionales (y a muchos jóvenes) en aliados potenciales de
aquellos colorados marginados. Endiosado y elevado por encima de todo el
Partido Colorado, Stroessner veía, no sin razón, a todo el Partido como una
coalición potencial contra él; y
tenía que utilizar cada gramo de su fuerza y de su astucia para impedir que lo
potencial se volviera real.
La falta de cohesión política de la
sociedad paraguaya, que al comienzo del régimen de Stroessner era rural en casi
un 80% y aún ahora llega casi al 40%, determinó, como ya lo dijimos, la
omnipotencia del Estado. Y Stroessner al obtener el control del Gobierno, del
Partido y del Ejército, se convirtió en árbitro supremo. Y si después de la
guerra civil del ’47 el Régimen Colorado fue instaurado sobre el trasfondo de
la desintegración económica y la
dispersión de la clase obrera y campesina, ese Régimen adquirió luego con
Stroessner un poder virtualmente ilimitado, merced a la masiva ayuda económica
y diplomática internacional –producto de la Guerra Fría– que produjeron un
crecimiento y expansión económicos que habrían de darle, en 30 años, una nueva
forma a la sociedad; pero en lo
político, por la terrible represión y corrupción, hicieron a ésta aún más
amorfa y aumentaron su atrofia.
En el Régimen Stronista pueden
distinguirse dos períodos de entre 15 a 20 años cada uno: el primer
período –de 1954 a 1974 aproximadamente– fue de lo que podríamos llamar
una Dictadura.
El segundo
período –de 1974 a 1989– ya constituyó una Tiranía. Expliquemos la
diferencia: Dictator era el sujeto de
una Institución Romana prevista por las leyes por la cual, en caso de peligro
extremo para la República, se entregaba todo el Poder a un ciudadano por el
plazo de seis meses, prorrogable, que lo convertía en un Magistrado absoluto para
tiempos difíciles. En cambio τύραννος (Türannos) Tirano llamaban los
Griegos a aquél que usurpaba el Poder y gobernaba con despótica crueldad en
beneficio suyo y de sus allegados. Así que decir de un Gobernante que es un Dictador
simplemente significa que tiene concentrado todo el Poder en sus manos,
con prescindencia del buen o mal uso que haga de él. En cambio considerarlo Tirano
implica ya descalificarlo desde el punto de vista moral.
Stroessner,
consciente de sus limitaciones intelectuales, durante la primera fase de su Gobierno
se rodeó de excelentes Consejeros con gran bagaje intelectual y experiencia
política práctica, como Juan José Soler, Emilio Saguier Aceval, J. Bernardino
Gorostiaga, Víctor Morínigo, J. Eulogio Estigarribia, Edgar L. Ynsfrán (y detrás de él J. Natalicio González), Tomás Romero Pereira y otros más. Pero cuando con el paso de los
años, por ley natural fueron desapareciendo y reemplazados por la “nueva
hornada” de Dirigentes mediocres encabezados y prohijados por Mario Abdo Benítez,
su Dictadura degeneró en total y grotesca Tiranía. De la misma manera relata Víctor de Laurestán (2) en sus “Memorias”, que Napoleón basó sus éxitos militares en
su gran equipo de Mariscales; pero cuando fueron desapareciendo por morir en
los combates o enemistarse con el Emperador, fueron reemplazados por segundones
mediocres como el Mcal. Grouchy, el
responsable de la derrota de Waterloo. Durante
el primer período del Stronismo, que hemos señalado, se logró la tan ansiada
paz y orden, se ejecutaron importantes obras materiales, se ensanchó la
frontera agrícola y empezó la construcción de la represa de Itaipú; y en lo
político, cierta libertad de acción y opinión –muy controlada– a la
Oposición.
En los años subsiguientes a la
expulsión, prisión y exilio de los Dirigentes del Movimiento Popular Colorado (MOPOCO), que sucedió en 1959, las
energías del pueblo paraguayo se ocuparon en tratar de subsistir, evitar la
represión, tratar de tomar parte en cierto progreso material; y con los prodigiosos esfuerzos que
esto exigía, quedaron pocos recursos para dedicarlos a la afirmación de
propósitos políticos, morales y sociales de cualquier índole. Y, puesto que el
Poder del Estado era cada vez mayor, cuanto que era ejercido sobre una Nación políticamente triturada, el amo del
Poder y sus epígonos hicieron todo lo posible, sin escrúpulo alguno, por
mantener a la República precisamente en esa situación.
No es necesario detallar todo lo que el
stronismo hizo, todo el mundo lo sabe; solamente deseamos puntualizar sus
consecuencias. Porque el terror del
período de Stroessner fue equivalente a un GENOCIDIO POLÍTICO: destruyó toda especie de
organizaciones antistronistas. A
medida que transcurría el tiempo y se consolidaba su Gobierno, no quedó en el
Paraguay ningún grupo capaz de plantearle un desafío serio, excepto el Movimiento Popular Colorado, pero cada
vez más arrinconado e implacablemente perseguido. Ni siquiera se permitió la
supervivencia de algún Centro de pensamiento independiente. Stroessner “secuestró” a todo el pueblo paraguayo, inclusive a
los Partidos opositores; no
olvidemos que tanto el Partido Liberal
(dividido en dos facciones) y el Partido
Revolucionario Febrerista, participaron de las farsas electorales del
oficialismo efectuadas bajo Estado de Sitio, en 1963 y 1968, y estuvieron
presentes en la “Asamblea Nacional Constituyente” que aprobó una nueva Carta
Magna al sólo efecto de prolongar “constitucionalmente” el período de mando del
Dictador.
En la conciencia de las masas coloradas
se produjo un tremendo hiato; se
trató de despedazar su memoria colectiva; la continuidad de sus tradiciones
republicanas y revolucionarias fue liquidada; y su capacidad de formar y
cristalizar cualquier idea anticonformista fue destruida. El Partido Colorado y
el Paraguay todo, quedaron finalmente, no sólo en su política práctica, sino
inclusive en sus procesos mentales, sin ninguna alternativa aparente frente al
stronismo.
Tal es la triste verdad de este aserto,
que, aún en los últimos años del régimen de Stroessner, ya con el deterioro
causado por su decadencia física, la crisis económica (causada, además de todos
los problemas inherentes al subdesarrollo, por el fin del flujo de dólares a la
construcción de la represa de Itaipú y el cierre de los créditos “Stand-By”),
el fin del aislamiento político del Paraguay con su “manto de silencio”, la
descomposición interna del stronismo con la emergencia de los Colorados Tradicionalistas de la
“generación de la paz”, el ascenso del nivel cultural de las masas como
resultado del desarrollo de las relaciones socioeconómicas etc., aún con todo
eso, ningún Movimiento antistronista pudo surgir firmemente de abajo, desde
el fondo de la sociedad paraguaya, y ningún Movimiento de resistencia pudo
llegar a estar tan fuerte como para derribarlo, mucho menos el MOPOCO.
Inclusive, Stroessner logró la sumisión de jóvenes y brillantes colorados
protegidos y elevados políticamente por Juan
R. Chaves, que luego fueron prominentes figuras de la transición para
después caer en el olvido y la nada, como Angel
Roberto Seifart, quien en 1984 defendió en el pleno de la Cámara de
Diputados la clausura del Diario ABC
Color y en la Campaña Electoral de 1983, para la “reelección” del Dictador,
lo proclamó “el conquistador del Este” en alusión de la apertura al Alto Paraná
con la ruta respectiva y la fundación del entonces llamado “Puerto Presidente
Stroessner”; también la misma suerte
corrió el intelectual Julio César Frutos
(Papuchín) quien no supo
sostener con gallardía el natural idealismo rebelde de la juventud sirviendo
sumisamente al tirano desde su escaño de la Cámara de Diputados expresando en
la Nota Editorial de “Clásicos Colorados”, pág. VI, año 1984, de la reimpresión del libro “Luchad”, de Juan Manuel Frutos
que éste “…inauguraba en 1948
un proceso revolucionario pacífico y
continuo, que encontró en el General
Alfredo Stroessner un empecinado moldeador de obras espirituales y materiales
que las nuevas generaciones tenemos que sostener y afianzar en la República”. Pero
también debemos destacar que hubo otros jóvenes que acompañaron al Stronismo
mas sin la sumisión al personalismo de aquellos citados, sino en función de
“hombres de Partido”, como “Carlín” Romero Pereira y Bader Rachid Lichi. Carlos Romero-Pereira en su discurso en
Loma Grande, su Carta a la H. Junta de Gobierno (1985), Ética Política (1985), y
su libro Una Propuesta Ética (1987), documentos que ya son parte de la
historia, denunció claramente que el resorte principal del Stronismo era la
defensa del privilegio, que era lo único ya –sobre todo en la última
década– que daba cierta unidad a todos los aspectos de la política de
Stroessner en su creciente degradación del Partido Colorado. Y también analizó
la composición de los Grupos Administrativos, del Aparato del Partido, de los
Altos Empleados Públicos, del Equipo Gobernante, que sumaban un estrato
masivamente poderoso, extraordinariamente reaccionario a causa de los
privilegios de que disfrutaba y empeñado en mantener a cualquier precio el
“statu quo”.
Pero el equilibrio social, policlasista,
del Partido Colorado –añadía “Carlín” en
los documentos citados– era inestable. A la larga debía prevalecer uno de los
dos elementos, el democrático o el autoritario personalista. El aumento contínuo
de la desigualdad en Poder y Riqueza era una señal de peligro. Los grupos de
Burócratas-Administradores metidos a “Dirigentes Políticos” no se contentarían
indefinidamente con sus privilegios de consumidores; tarde o temprano tratarían
de constituirse en una nueva clase política detentadora del Poder total
mediante la “expropiación” del Partido Colorado y su conversión en el “Partido
Stronista”. Y esto se cumplió ya en su primera parte en la Convención
Partidaria de 1984 para culminar en el atraco de 1987. Pero Stroessner, al
estimular la voracidad de su Burocracia, estaba socavando inconscientemente no
solo su propio Régimen, sino todas las conquistas del Coloradismo. Tan inminente le parecía este peligro
a “Carlín” que no vaciló en afirmar,
ya antes de 1984, que se estaban creando las premisas políticas del
“vitaliciado autoritario hereditario” y consideró sin ambages a la Burocracia
Militante-Stronista como el agente potencial y directo de la
defenestración del Partido Colorado y su reemplazo por el Partido Personal
Stronista.
Y
así las cosas, tuvo que ser el EJÉRCITO una vez más, el árbitro de la situación, entregando las principales palancas del
Poder al grupo aparentemente más fuerte y mejor organizado, que resultó ser el
de los antiguos colaboradores de Stroessner, los Tradicionalistas, también denominados “Chavistas” (por alusión a sus prominentes cabezas: Federico
Chaves y Juan R. Chaves), que
debían emprender entonces, “desde arriba”, la reforma de los rasgos más
anacrónicos del Régimen. Pero aún solamente como “reformistas” ellos resultaron
un fiasco.
De ésta manera, habiendo devenido ya la
superación del stronismo en una necesidad histórica, y habiendo sido el Gral. Andrés Rodríguez con las FF.AA.
quienes tomaron la iniciativa práctica
del rompimiento, sin embargo, por una ironía de la historia, tuvo que ser el propio grupo gobernante
el encargado de llevar adelante y completar esa tarea. Pero ¿no les hemos
dicho, lectores, que habían resultado un fiasco? ¿Podían ellos todavía
rectificarse y hacerlo? ¿O era necesaria otra Revolución Política? ¿Aunque esa
Revolución no fuese violenta y se diese sólo a nivel de Partido?
VISIÓN DESDE EL PARTIDO
COLORADO EN 1989.
El golpe militar del 2 y 3 de Febrero de
1989 hizo pensar a muchos extranjeros (y también paraguayos) que con la caída
de Stroessner caería también el Partido Colorado, o que quedaría tremendamente
debilitado; que su masa no era tal,
que era Stroessner el que sostenía el Partido, que su credibilidad popular era
nula, y etc. También muchos políticos
notables y experimentados pensaban así; por ejemplo, el Dr. Domingo Laíno, Presidente del Partido
Liberal Radical Auténtico (PLRA), afirmó ante las cámaras de televisión, que
derrotaría al Gral. Rodríguez y al Partido Colorado, en las elecciones generales
del 1º de Mayo de ese año. Todos se equivocaron, porque los verdaderos
Colorados sabían que el pueblo colorado no
era stronista. El correligionario es primordialmente HOMBRE DE PARTIDO, y
sus mandos medios, los caudillos, son
hombres de Partido, generación tras generación, y hacen política sin
importarles muchas veces quién es el Gobernante, con tal que sea su Partido el
que gobierne. El Poder de la Junta de Gobierno
del Partido Colorado y su influencia son extraordinarios, aún hoy, porque
deben saber los lectores –sobre todo
los extranjeros– que en el Paraguay, el bipartidismo está tan acendrado, que la
pertenencia al Partido Liberal o al Partido Colorado, escapa a la Ideología, al
Estatuto o al Programa; es cosa de raigambre familiar, una tradición
histórico-cultural que sólo puede parangonarse con los célebres clanes
escoceses. Así fue como el Partido Colorado no defendió a Stroessner, antes
bien, las masas coloradas dieron un gran suspiro de alivio: ¡se había roto su
cautiverio! Y de un confín a otro de la República los correligionarios fueron a
ponerse a las órdenes de sus JEFES NATURALES, y allí –al hablar de Jefes
Naturales– comenzó el desgaste de los ex colaboradores de Stroessner. Pues las masas buscaron acercarse a
aquellos Dirigentes, que en la lucha clandestina del “exilio interior” o dentro
de la misma estructura stronista, mantuvieron enhiesta la bandera de las
reivindicaciones y los principios del auténtico Coloradismo. Y resultó
que los republicanos llamados
“Tradicionalistas Autónomos” –liderados por el último Caudillo
Colorado del siglo XX: Luis María Argaña–
por su oposición intransigente a un “Stronismo sin Stroessner”, fueron
creciendo día a día, ante el estupor de los colorados stronistas y de los
Partidos opositores. También
al influjo de ese “vendaval de verdades” que sacudía las estructuras del Partido, otros grupos de Dirigentes, no muy
comprometidos con Stroessner, abandonaron al Tradicionalismo ortodoxo y se
congregaron bajo la misma bandera. Y aquí viene la respuesta del porqué los Tradicionalistas “Chavistas” a quienes se entregaron las
palancas del Poder resultaron un fiasco:
porque esas viejas fuerzas decadentes
que conformaron los ex colaboradores
durante 30 años, presentaban un problema ideológico, político y moral.
Eran un problema ideológico y político
porque representaban la expresión de la vieja oligarquía partidaria de los
“veinte apellidos”, los “Partido jara” (dueños del Partido) –como sagazmente los denominó el pueblo–
que habían constituido siempre ese sector autoritario, anti-agrarista y
reaccionario del Partido Colorado, y que con Stroessner evolucionó hacia un neofascismo
sin ambages, reflejándose claramente en su conducta e intención después del
golpe: mantener un esquema vertical
de rígida obediencia piramidal, condenación del disenso y por ende, de las
corrientes internas, apelar emocionalmente a las bases para obtener especies de
“plebiscitos” dirigidos, y propender a un programa que preservase el
ordenamiento socioeconómico heredado de la dictadura, en un marco de
liberalismo sustancial mitigado por algunas concesiones sociales de tipo
asistencial, todo con una fraseología “revolucionaria” efectista, de populismo
verbal. Esta es en parte la explicación
del porqué, a pesar de copiar la fachada de los métodos democráticos, el
espíritu del “ancien régime” se trasuntaba en todos sus actos, porque, más allá
de los mecanismos formales de la democracia, el Tradicionalismo “Chavista”
seguía siendo fiel a sí mismo, como una estructura formada en el stronismo,
jerárquica y autoritaria, donde el jefe mandaba sin disputa. Pero lo más
peligroso para nuestra incipiente democracia estribaba en que el “Tradicionalismo Chavista” representaba
la “ideología” del “Sustitutismo
Partidario”; es decir, la “sustitución” de la voluntad y el protagonismo de
las masas por una élite privilegiada, exclusiva y excluyente, que se operaba de
la siguiente forma: Primero,
la masa de afiliados era sustituida por los caudillos, digitados y amparados
por Seccionales controladas; Segundo, esos mandos medios eran
“sustituidos” por los Presidentes de Seccionales y Convencionales, generalmente
prebendarios; luego, los Consejos de Presidentes de Seccionales
(Departamentales y de la Capital), “sustituían” a los Presidentes de
Seccionales cuando las decisiones se iban volviendo importantes; después,
la Junta de Gobierno “sustituía” a los Consejos; y el Comité Político
sustituía a la Junta; entonces el Presidente y los Vice-Presidentes
“sustituían” al Comité Político; hasta que por último, el “único Líder”
y Presidente Honorario del Partido, también Presidente de la República,
“sustituía” a todo el Partido Colorado en la toma de decisiones
trascendentales. Al no haber elección directa de autoridades, y al no tolerarse
la libre expresión de las corrientes internas, más el manipuleo de las
elecciones de base y de convencionales, por el prebendarismo y aún por la
fuerza, la representación se volvía sustitución. Tal el esquema de vida
“institucional” partidaria que hasta el
3 de Febrero había ofrecido el Partido Colorado durante el stronismo.
En fin, la oligarquía “Chavista” era
también un problema moral; la crisis
de credibilidad que padecía por su larga y abyecta sumisión a Stroessner, hizo
que la ciudadanía en general –cada día en mayor proporción– les haya negado el
derecho a comparecer ante la historia de la patria en el mismo pie de igualdad
que el resto de sus correligionarios, convirtiéndolos en políticos sin futuro,
cuya causa había perimido, desde que los dos principios tenidos por
intocables hasta el 3 de Febrero, quedaron vulnerados: primero, el predominio dictatorial del Coloradismo
Stronista sobre todos los aspectos de la vida política y administrativa; segundo,
la sumisión de la masa partidaria en medio de un Estado despótico de
autoritarismo total. Todo lo apuntado en éste ítem es lo que los Republicanos
de ahora ya no debemos permitir en pleno siglo XXI. Porque como lo expresó
certeramente ese super-político que fue Talleyrand,
Ministro de Relaciones Exteriores de Napoleón y del restaurado Rey Borbón: “En
política hay algo peor que cometer un crimen, y es cometer un error”.-
N O T AS.
(1)
Bonapartista: Denominación dada al Golpe de Estado
militar de Napoleón Bonaparte, el 18 de Brumario (9 de Noviembre de 1799),
contra el Directorio Civil que gobernaba Francia después de la Revolución y el
“Terror”, aprovechando el desorden circundante. Y a todo Golpe Militar
efectuado con el pretexto de “poner orden en el país”.-
(2)
Víctor de
Laurestán: “Memorias”; Ed. KRAFT; Bs. Aires, 1955.- V. de Laurestán fue amigo de infancia de Napoleón en Córcega y
luego una especie de Secretario Privado y Consejero personal además de amigo
íntimo y confidente hasta Santa Elena.-
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