EL
ESTADO Y EL PAÍS COMO EMPRESA
“El País es como una gran Empresa, donde el gran
producto es la gente”(Pte. Horacio Cartes).
Los valores éticos que inspiran la generación de riquezas se
originan en la cultura, término que equivale a “cultivar”, como en la
agricultura, que significa “labrar el suelo o el terreno”. Las culturas generan
productos dentro de las naciones, las sectas o los grupos, y cada vez más
dentro de las organizaciones incorporadas por la industria. Las características
del trabajo llevado a cabo por dichas organizaciones dependen de los valores
perdurables de sus respectivas culturas tanto como en una época dependieron de
los valores de sus fundadores. En cualquier cultura, la estructura profunda
de las creencias (que se expresa en la ideología) es la verdadera “mano
invisible” que regula la actividad económica y política. Estos principios o
valores culturales son el fundamento de la “identidad nacional” y la fuente de
las ventajas –y de las desventajas– económicas y sociales de un país.
Ahora bien, para dilucidar si un País –y su Estado– puede ser considerado y manejado como una Empresa
debemos tratar de comprender de qué manera los valores culturales influyen
sobre las alternativas económicas y políticas, para lo cual antes debemos
analizar más profundamente los procesos
mediante los cuales se construyen los sistemas de valores, es decir: ¿Cómo
formulan las organizaciones las ideas necesarias para generar los sistemas que
producen bienes y servicios, y que son la base de la actividad económica que
sustentan a su vez el bienestar de la población, base de la gobernabilidad
política? Para ello hemos identificado siete procesos valorativos fundamentales
sin los cuales las organizaciones generadoras de riqueza y gobernabilidad no
podrían existir (Nos basamos en parte en Charles
Hampden-Turner y Alfons Trompenaars:“The Seven Cultures of Capitalism” [La Siete
Culturas del Capitalismo] Doubleday, N.Y, 1995).
1. Establecer
la reglas e identificar las excepciones: En todos los rubros del comercio las
Empresas necesitan crear reglas,
códigos, procedimientos y rutinas y a no ser que una Empresa renueve
continuamente sus reglas, métodos y normas, se encontrará fabricando productos
desactualizados para las expectativas de los consumidores (que es lo que
verdaderamente importa) y superados por la competencia. En cambio, la
“integridad” del Gobierno de un Estado
depende en gran parte de cómo se concilie el universalismo (las reglas de la amplia mayoría) con el particularismo (las
excepciones especiales de los ciudadanos que componen el pueblo de un País). Y la pregunta que se impone es: ¿debería imponerse la Regla General que favorece a las
Empresas (aunque más no fuera de una
manera imperfecta), o dicho caso debería
ser considerado sobre la base de las cualidades únicas del pueblo, sin tener en
cuenta la norma? (Talcott Parsons y Edward Shils, célebres Politólogos:“Toward
a General Theory of Action”[Hacia una Teoría General de la Acción]; Cambridge,
Imprenta de la Universidad de Harvard, 1951).
2. Análisis
e integración: Es
necesario para todas las Empresas analizar sus productos y operaciones en busca
de posibles defectos y mejoramientos. Si es necesario se debe reconstruir el
conjunto a fin de mejorar la configuración, el diseño y la organización del
sistema, pero una vez tomada la decisión por los Ejecutivos, el personal
obedece, sin que haya que someterlos a Parlamentos o estar sujetos a marchas o
manifestaciones como lo está el Gobierno de un País. ¿Son más eficaces los Gobernantes
cuando actúan como Gerentes analizando un fenómeno en sus partes (hechos,
detalles, tareas, números, unidades, temas) o cuando integran y configuran dichas
partes en pautas, relaciones y contextos más generales con la opinión
pública?
3. Individualismo
versus Comunitarismo: ¿Es
más importante centrarse en el mejoramiento de cada Individuo, de sus derechos,
motivaciones, capacidades y actitudes;
o se debería prestar más atención al progreso de la Organización como Comunidad
a la cual todos sus miembros están comprometidos a servir? (Emile Durkheim: “The
Division of Labor in Society [La División del Trabajo en la Sociedad”]”;
Harper & Row; N.Y., 1960). Es
una condición implícita para el éxito de una Empresa que la iniciativa y el esfuerzo individuales se utilicen
disciplinadamente y sin discrepancias en bien de la organización; en ese
sentido el éxito depende de cómo se concilie y discipline el individualismo del personal, los
inversores y los consumidores, con el comunitarismo
del sistema; no hay un equilibrio entre los derechos y las obligaciones, ni
son recíprocos los beneficios entre la sociedad y el individuo, como debe
buscarlo el Gobierno del Estado.(La
idea de que la prosperidad y eficiencia de una sociedad es función de la
“sinergia” establecida entre los individuos y la comunidad se atribuye
generalmente a Ruth Benedict. Esta
autora es ampliamente citada en el trabajo de Abraham Maslow:“Sinergy in
Society and the Individual [Sinergia en la Sociedad y el Individuo]”; publicado
en el “Journal of Individual Psychology”,
Vol. 20, 1964).
4. Orientación
interna versus orientación externa: ¿Cuáles son las pautas más importantes para la acción: nuestras
opiniones, decisiones y compromisos orientados hacia el bien de la organización
misma (Empresarial o Estatal), o los indicios, requerimientos y tendencias del
mundo exterior a los cuales nos debemos ajustar? (H. Ozbekhan:“Systems in
Theory and Practice”[Sistemas en la Teoría y la Práctica]; págs. 123-230;
Haffner, N.Y., 1971). El Estado debe defender al País de
influencias perniciosas y avasallantes para la soberanía venidas del Exterior;
pero la Empresa, que solo busca el
lucro, no puede rechazar cualquier idea que signifique “no inventado aquí” pues
no podrá operar ventajosamente durante mucho tiempo. ¿Puede la Empresa
conciliar de algún modo la orientación
interna con la orientación externa, las
cosas que “son beneficiosas aquí” con las que han sido introducidas desde fuera
en esta era de Globalización?
5. Celeridad
y Planificación: Una Empresa
debe cumplir sus tareas con celeridad en tanto que un Estado debe planificar a
largo plazo como lo revelan el éxito de los “Planes Quinquenales” Suecos y
Chinos a través del tiempo. “De Gaulle
actúa como si fuese eterno” decían los franceses de aquella “Quinta República”
que los catapultó de nuevo como Potencia Mundial y colocó entre las 7 Naciones
mas ricas del mundo (G 7). La Empresa,
“para llegar primero al mercado” exactamente con lo que requieren los
consumidores, es necesario que armonice el “tiempo secuencial” con el “tiempo
sincronizado”. La capacidad de generar lucro, riqueza, depende de la
conciliación de ambos factores, o sea, de la sincronización de procesos cada
vez más rápidos. ¿Es más importante hacer las cosas con rapidez, en el lapso
más breve posible, o –como lo hace generalmente el Gobierno de un País–
sincronizar los esfuerzos de modo de coordinar la labor con los actores
sociales?(T.J. Coottle:“The Location of Experiencie: A Manifest Time Orientation”[La Ubicación de la Experiencia: Una Manifestación de Orientación en
el Tiempo]; publicada en “Acta
Psychologica”; págs. 129-149; N.Y., 1968; y G. Gurvitch, Reidel, y
Dordrecht: “The Spectrum of Social Time”[El
Espectro del Tiempo Social]; Crane Russak, N.Y., 1985).
6. Seleccionar
entre los individuos de éxito o políticos meritorios: Todas las Organizaciones Empresariales
requieren para su funcionamiento eficaz reconocer y conceder una posición y un
status respetable a aquellos individuos que han logrado progresos en
beneficio de la Empresa pero la definición
de cuáles son los logros de mayor mérito deber ser formulada por la Empresa.
En cambio, para el Gobierno del Estado la capacidad para generar
valor depende del trabajo por la integración social del status adquirido con el status
adscrito en la Comunidad Nacional,
es decir: ¿La posición o status de
los Altos Funcionarios Públicos depende de lo que hayan logrado y de cuál haya
sido su rendimiento (como en la Empresa
privada), o de algunos otros factores importantes para el Estado como la experiencia, el sexo, la
formación intelectual, conocimiento de la función estratégica, la capacidad
potencial? (Esto es un punto
central de la “Teoría de la
Modernización”, que insistía en que
el “status adquirido” es crucial para el desarrollo y en cambio el “status
adscrito” es un impedimento. Esta distinción fue hecha originalmente por Ralph Linton:“The Study of Man”[El Estudio del Hombre]; E.Cl: Prentice Hall, 1965).
7. Igualdad
versus Jerarquía: ¿Es
más importante que se considere a los Funcionarios o Empleados como iguales a
fin de obtener de ellos lo mejor que puedan dar, o se debe poner el acento en
la opinión y autoridad de la Jerarquía que los evalúa? Sin
duda, tanto el Estado como la Empresa necesitan brindar a sus Funcionarios o
Empleados “igualdad de oportunidades para hacer contribuciones valiosas”. Si
esto no se hiciera, las sugerencias e ideas jamás podrían ser reconocidas en
provecho de la organización Estatal o Privada. Sin embargo, en la Empresa privada impulsar cada idea
presentada por cada empleado puede constituir un obstáculo y demorar las
decisiones. El Estado tiene más
amplitud de miras y tiempo para una evaluación crítica que combine y coordine
su aplicación. Pero debemos convenir en que la “integridad” de la organización,
Estatal o Privada, depende del equilibrio entre la necesidad de que haya igualdad
de oportunidades y una Jerarquía
para evaluar los méritos de las contribuciones de cada cual. (Observación: Ésta y las otras seis distinciones se pueden encontrar también en
la Literatura Antropológica acerca de los valores relativos; en especial F. Kluckhohn y F.L. Strodtbeck:“Variation in Value Orientation” [Variación
en el Valor de la Orientación]; Greenwood
Press; Conn., 1961).
Y aun así, la relación es
difícil: el Estado, además de socio,
debe velar por el cumplimiento de ciertas reglas. Por ejemplo, dado que la Empresa
es el lado ‘fuerte’ en la relación laboral, al Estado le corresponde dictar
normas y eventualmente intervenir en la protección de los trabajadores. Otro
ejemplo: el Estado debe fomentar la inversión privada, pero también advertirle
al inversionista que está dispuesto a imponer sanciones en el momento en que
sean necesarias (socio o no socio).
En el otro lado están las Empresas cuyas
prioridades son distintas a las del Estado. Hace poco, en una encuesta se
preguntaba cuál era el rol de la Empresa. Aquellos que eran miembros o representantes
del Sector Empresarial respondían que este era ofrecer bienes y servicios
de buena calidad. Algunos respondían incluso que era maximizar el valor de la Empresa.
Los demás encuestados, ajenos al Sector Empresarial respondían, mayoritariamente,
que el rol de la Empresa era ‘generar empleo’. Es probable que la respuesta de las
Autoridades esté más cerca de lo segundo que de lo primero; y que muy pocos Empresarios
(o ninguno) consideran que su rol es generar empleo o aplicar políticas de
responsabilidad social.
¿Dónde
están entonces los puntos de encuentro que puedan facilitar una relación
armónica? Si los Empresarios piensan
que su rol es maximizar la rentabilidad mientras los no Empresarios sostienen que el rol del empresariado es crear
empleo y probablemente los Funcionarios
Públicos vean a la Empresa como fuente de los ingresos que el Estado
requiere para cumplir con sus obligaciones, tenemos que encontrar un lugar
común a los intereses de todas las partes.
Como en un matrimonio de conveniencia –que muchas veces son los mejores–
el amor puede aparecer en el camino por ejemplo cuando se tienen bienes o
intereses comunes. El Estado necesita de la Empresa para vivir, dado que sus ingresos
provienen de ella, y la Empresa requiere de un Estado que le permita
desarrollar sus actividades y le preste servicios básicos indispensables para
su desarrollo. Para que esta relación sea saludable y estable se requiere,
además de intereses comunes, una normativa clara que regule la actuación de las partes (Estado Regulador), el
buen comportamiento Empresarial que pasa no únicamente por pagar impuestos y
transar bienes y servicios sino que va más allá, acercándose a un proyecto
común que es esta conjunción, beneficiosa para ambos, que se gesta cuando
la Empresa y el Estado se comportan como socios. Por ejemplo, la
responsabilidad social Empresarial, el buen Gobierno corporativo o la
protección del accionista minoritario son muchas veces puntos de encuentro que
producen beneficios a unos y otros.
Hemos vivido durante años "del" Estado. No se trata de vivir "para" él, pero sí proponer un cambio estructural de su fisonomía por el cual se convierta en una organización moderna, eficiente y capaz de competir. Se debe priorizar entonces la Educación como eje de cambio del ser humano y de la sociedad. De esta forma, se podrá crear una nueva ética Estatal que permita combatir la corrupción y captar a Funcionarios que dispongan de antecedentes personales y profesionales intachables y aval económico para responder por sus equivocaciones, olvidos o negligencias. Y dejar de lado a los oportunistas que toman al Estado como botín de guerra.
Históricamente, el Estado en nuestro País parece tener características que lo desprestigian a partir de un Sistema que, lejos de estimular la eficiencia, consolida un perfil de burócratas poco activos y poco remunerados. El Estado sigue siendo fuente de innumerables maniobras que, con la complicidad de algunos de sus Funcionarios, permite a particulares extraer recursos y beneficios.
Hemos vivido durante años "del" Estado. No se trata de vivir "para" él, pero sí proponer un cambio estructural de su fisonomía por el cual se convierta en una organización moderna, eficiente y capaz de competir. Se debe priorizar entonces la Educación como eje de cambio del ser humano y de la sociedad. De esta forma, se podrá crear una nueva ética Estatal que permita combatir la corrupción y captar a Funcionarios que dispongan de antecedentes personales y profesionales intachables y aval económico para responder por sus equivocaciones, olvidos o negligencias. Y dejar de lado a los oportunistas que toman al Estado como botín de guerra.
Históricamente, el Estado en nuestro País parece tener características que lo desprestigian a partir de un Sistema que, lejos de estimular la eficiencia, consolida un perfil de burócratas poco activos y poco remunerados. El Estado sigue siendo fuente de innumerables maniobras que, con la complicidad de algunos de sus Funcionarios, permite a particulares extraer recursos y beneficios.
La Política debe ser “vulgar” porque el voto de uno vale como el de
cualquiera. Tenemos que defender la Democracia y para eso hace falta
vulgarizarla un poco, en este sentido. Si la convertimos en algo elitista, ya
no es la que se debe al sufragio universal para todo el mundo. Hay que salir
del gueto, de esos lugares en los que sólo se habla de Política entre Políticos,
que también valen, pero no solos.
Por último, aun sabiendo que la Empresa
Privada es esencial para el desenvolvimiento del Estado, no debemos confundir a
éste con aquélla, como intenta el Neoliberalismo,
cuyas pautas principales expondremos a continuación y que son muy
peligrosas para nuestra Nación y la sociedad; helas aquí en forma sucinta:
En primer lugar la idea del “Estado subsidiario” unida al
antinacionalismo; se argumenta contra la pertinencia,
utilidad y eficacia del Estado Nacional ante la globalización de la economía y
los avances en las comunicaciones y la circulación; entonces, desposeído de hecho del dominio sobre su territorio y
su mercado, el Estado-Nación ya no tendría mucho por aportar en tanto sujeto y
lugar de la regulación política y económica. Se minimiza “lo político” y se maximiza “lo económico”.
En segundo lugar, la afirmación de la primacía del individuo, productor,
consumidor, innovador; es él, en su interacción con sus semejantes, quien
debe establecer las reglas: la
regulación social ya no es vertical, no depende de normas establecidas desde
arriba según principios exteriores y superiores a los individuos, sino que cada
cual debe ser dejado en absoluta libertad para maximizar su utilidad
individual, evaluada y medida con la vara del valor monetario.
En
tercer lugar, otro elemento importante es la supremacía del “mercado”: es el modelo que permite la optimización
de las transacciones y la distribución de la riqueza imponiéndose sobre las
comunidades solidarias ya sean organismos asistenciales, cooperativas,
mutuales, el Estado, etc. Y de ésta forma, la “economía de mercado” se
transforma en la “sociedad de mercado”.
En cuarto lugar, cambia el concepto de “equidad” y se desecha el concepto mismo de
“justicia social” pues es el “mercado” el que da al individuo, al permitirle
entrar en competencia, la posibilidad de hacerse cargo de sí mismo y de
asegurar su bienestar a partir de su iniciativa y creatividad; en cambio el Estado benefactor,
solidario, que interviene, es injusto porque su política redistributiva y
con planes indicadores, penaliza y traba la iniciativa individual. Por ejemplo
tomemos la desocupación: para la
“Sociedad de Mercado” Neoliberal, el individuo puede hallarse desocupado por no
haberse formado profesionalmente, por haber cometido errores en su carrera, o
por no haber sido suficientemente competitivo; pero es culpa suya y no de la sociedad
o del Estado; se da cuenta el lector cómo la noción del “derecho al trabajo” se
troca por la “demostración de empleabilidad”.
Esto demuestra la amplitud del
cambio ideológico que propone el Neoliberalismo, base ideológica de los Partidos Liberales y Conservadores; fijémonos en que el Gobierno Liberal de Federico Franco, a
comienzos del año pasado, contrató como “Asesor” a Jeffrey Sachs, el mismo que diagramó y asesoró la política
Neoliberal aplicada por Gonzalo Sánchez
de Lozada en Bolivia, con los
resultados que conocemos y provocó una furibunda reacción popular, con más de
un centenar de muertos, que llevó al Poder a Evo Morales. Hay que desconfiar de los NeoLiberales, porque con su ideología la responsabilidad se
transfiere del Estado y la
Sociedad a cada Individuo solitario.
El quinto elemento es la contraposición de la “Empresa Privada” a
la “Empresa Pública”: La empresa privada es el “summum” de la excelencia
porque es la organización que mejor asegura la coordinación de las
transacciones en el marco de la libre competencia y permite así la
redistribución más justa de los costos y beneficios de la riqueza.
En sexto lugar tenemos la “santificación” total del Capital al
que se considera como el origen del valor, la medida para todo bien,
material e inmaterial, incluida la persona humana. Así, reducido a su
calidad de “recurso humano” el individuo deja de tener valor si ya no es
“rentable”: su valor será en función
de su contribución a la rentabilidad del Capital Financiero. En ésta concepción
ideológica fundamenta su legitimidad esa sociedad de los excluidos, de lo
descartable, de los residuos, tan exactamente descripta por Viviane
Forrester en “El Horror Económico”. Los imaginativos argentinos han ideado una
frase estereotipo –durante el período de Menem-Cavallo– para describir a los marginados: “cayó
del sistema”.-
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